viernes, 21 de febrero de 2020

Santander y su bahía

El que fuera ministro de Cultura en el reino de las Españas bajo la égida de Felipe González, el ya fallecido Jorge Semprún, escribió una novela que leí en mi adolescencia y que me impresionó bastante: Le long voyage. Se trataba de la narración de su largo viaje en tren hacia el campo de concentración en el que estuvo prisionero.

El octogenario fallecido ha confesado en más de una ocasión que durante sus dos años de estancia en el campo de exterminio de Buchenwald le venían a la memoria estos hendecasílabos del poeta cántabro, bastante mediocre, por cierto, José del Río Sainz, que le evocaban sus veraneos en la capital santanderina, y que le ayudaron a sobrevivir.


Otra vez, Santander, aquí me tienes,
descansando en la paz de tu Bahía;
¡Dame para ponérmela en las sienes,
la corona de tu melancolía!




Es la evocación, a través de la poesía, del paraíso perdido de la infancia lo que nos ayuda a soportar lo intolerable. Quizá sea esa una y no poco importante la función más noble de la poesía: devolvernos el niño que hemos sido, o mejor dicho, "lo" niño que nos pertenece, lo que nos ha sido arrebatado pero que llevamos en el fondo de nuestro corazón, como esa bahía verde y gris coronada por la  eterna melancolía que nos evoca el norte de España abierto al bravío mar cantábrico.



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