Ha
dicho S. S.: “En el último trimestre de este año
estaremos creciendo como la media de la UE”. Pero ella ¿qué sabe?
¿Quién es ella para asegurar una cosa así? Ya sé que es la
ministra, Su Señoría, pero eso no significa que sepa, sino, más
bien, todo lo contrario: no sabe nada de nada pero cree -y está
convencida de ello- que sabe mucho, por eso es lo que es. Y habla
como si fuera verdad lo que dice.
Veamos:
¿Qué significa eso de crecer? ¿La talla de los españolitos, bajos
que somos, va a aumentar como por arte de magia 10 pulgadas, pongamos
por caso, de aquí a final de año? ¿Vamos a ser espigados y
rubicundos y de ojos azules como los nórdicos?
¿Qué
engendro es ese de la UE? ¿Europa? Y ¿qué es Europa? Supongamos
que el resto de esa UE, como dice la ministra, no crezca mucho de
aquí a allá, quedan dos semestres, como diría ella o sea, dos
períodos de seis meses, y en ese tiempo, la verdad, mucho, mucho no
creo que vayamos a crecer o a menguar ni ellos ni nosotros.
¿Qué
lenguaje es este que utilizan los políticos en general? Es un idioma
abstruso y una jerga abstracta que se caracteriza porque carece de
significado concreto. El sujeto de esa frase es “nosotros”: la
primera persona del plural, y el predicado es que vamos a crecer
igual que la media de la UE… al final de este año, es decir, en un
futuro inalcanzable, inexistente. Es un mensaje, por lo tanto, falso,
cuyo efecto es sedante o, mejor dicho, anestesiante.
La Voz de Su Amo nos está diciendo: no os preocupéis, a final de año vamos a estar bien. Ahora, por lo pronto, no, todavía. El objetivo de sus palabras es tranquilizar nuestros nervios porque lo que es obvio y evidente es que ahora no estamos bien, o, dicho con sus palabras, ahora “estamos creciendo por debajo de la media de la UE”.
Observa
también esta otra maldad intrínseca de esa afirmación subliminal:
“estamos creciendo por debajo”. Es un mensaje en positivo de una
realidad negativa, para no crear alarma social en el caso de que no
exista o para no agravar, dado que ya existe, la creciente
preocupación. Es un mensaje-lenitivo que pretende edulcorar la
realidad de que “no estamos creciendo al mismo nivel que la UE, que
va por delante de nosotros”.
Son
mensajes ansiolíticos, hablan de una realidad inexistente que
conjuran con sus palabras mágicas, que crean de la nada como si
fueran Dios, como auténticos expertos que son en creación de
naderías, fabulaciones de humo, castillos en el aire, huera
palabrería.
Se
ve que no quiere la ministra que nos preocupemos por la situación
económica. Ella, que es la supuesta experta, asegura que a fin de
este año todo se habrá arreglado. Eso mismo es lo preocupante: que
ella lo diga, que diga ella que no nos preocupemos.
Yo,
de todas maneras, voy a hacerle caso a Su Señoría, y no voy a
pre-ocuparme. Yo sólo me ocupo de los problemas cuando se presentan.
Ahora hay un problema: me ocupo de él. Me dicen que no me pre-ocupe.
No me pre-ocupo, sólo me ocupo de un problema cuando está aquí y
ahora. Que no me diga que ese problema habrá desaparecido a fin de
año, en el último trimestre como por arte de magia, porque eso no
lo sabe nadie a ciencia cierta y si alguien pretende saberlo es un
embustero que está faltando a la verdad.
¿Se ha vuelto futuróloga Su Señoría? ¿Qué sabe ella ni nadie del futuro, de lo que todavía no ha pasado? ¿En qué se basan sus predicciones? ¿A qué ciencia o pseudociencia o bola e cristal recurre para hacer esos pronósticos alegremente? ¿Qué sabe nadie? ¿Qué saben sus (vice)secretarios y (vice)secretarias, asesores y asesoras? Absolutamente lo mismo que yo y que el vecino de enfrente: nada de nada. Pero Su Señoría habla como si supiera, como si entendiera, sienta cátedra: dan ganas de aplicarle aquello del magister (o, en su caso, magistra) dixit, y, acto seguido, vomitar.
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