Echar a los que están.
Es el único placer que puede brindarnos el sistema democrático
vigente de dominación electoral que padecemos: votar contra el
gobierno actual, desalojarlos del Poder. ¿A qué precio? Al precio
de tener que alojar a otros en su lugar. Eso es lo malo. No nos dejan
desalojar a los que están sin más, sin un pronto recambio como
contrapartida, como si lo único que importase fuera el que no se
queden vacantes nunca a ningún precio las poltronas del Poder que
ocupan, los escaños del parlamento.
“Otro vendrá que bueno me hará” dice la sabiduría popular desengañada, lo que significa que el otro que venga no va a ser mejor. Si era bueno, el ejercicio del Poder lo echará a perder, corrompiéndolo y maleándolo para siempre. Si era malo empeorará.
El placer electoral de
echar a los que están se enturbia con la necesidad de tener que
poner a otros enseguida en su lugar que ocupen sus puestos y sus
cargos, otros que acabarán siendo expulsados y recambiados por otros
que a su vez acabarán echados... Siempre hay que alojar a
alguien para desalojar a otro: a rey muerto, rey puesto.
Eso es lo que envenena el placer de ir
a votar: no nos dejan votar en contra sin más, no nos dejan votar en negro, nos exigen que
votemos en blanco o que propongamos a otros que, lo sabemos, estamos seguros e íntimamente
convencidos, acabarán haciéndolo igual de mal o peor que los que
ahora están.
El voto en blanco suele interpretarse
como un voto de confianza en el sistema, lo que le lleva al ciudadano
a participar en el proceso electoral, a la vez que denota
desonfianza en los partidos que concurren. Si el blanco es el color que se produce por la unión de todos los
colores, y por eso su luz es más pura, el voto en blanco es votar a todos los partidos, mostrando una indiferencia total por el que pueda salir y ganar: voto y participo en la farsa electoral pero no
sé a quién elegir, no me aclaro. Frente al blanco, el negro es la ausencia
de color y, por lo tanto, la negación de la luz. El voto de castigo, por lo
tanto, del elector que niega su apoyo a un partido debería
llamarse voto negro.
¿Llegará el día en que desalojemos a todos los inquilinos de La Moncloa, La Zarzuela, la Casa Blanca y demás Palacios de Invierno, y que para ello no tengamos que sustituir a reyes de rancias dinastías y obsoletas monarquías, a dictadorzuelos tercermundistas y a presidentes de viejas repúblicas por otros reyes y presidentes y jefes de Estado de recambio?
¿Llegará el día en que desalojemos a todos los inquilinos de La Moncloa, La Zarzuela, la Casa Blanca y demás Palacios de Invierno, y que para ello no tengamos que sustituir a reyes de rancias dinastías y obsoletas monarquías, a dictadorzuelos tercermundistas y a presidentes de viejas repúblicas por otros reyes y presidentes y jefes de Estado de recambio?
Me alegro de poder seguir leyéndole por aquí. Fui alumna suya hace muchos años aunque no se acordará ya de mí. Soy Bea Fernández.
ResponderEliminarGracias, Bea. Un placer tenerte por aquí. Claro que me acuerdo de ti. Escríbeme a mi correo personal, si quieres: galmeidaarce@gmail.com.
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