Lectura del santo evangelio según san Lucas (18, 11): ὁ Φαρισαῖος σταθεὶς ταῦτα πρὸς ἑαυτὸν προσηύχετο Ὁ Θεός, εὐχαριστῶ σοι ὅτι οὐκ εἰμὶ ὥσπερ οἱ λοιποὶ τῶν ἀνθρώπων, ἅρπαγες, ἄδικοι, μοιχοί, ἢ καὶ ὡς οὗτος ὁ τελώνης·
Versión Vulgata: Pharisaeus stans haec apud se orabat: Deus gratias ago tibi quia non sum sicut ceteri hominum raptores iniusti adulteri uel ut etiam hic publicanus.
Traducción a la lengua de Cervantes: El fariseo oraba de pie para sí de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como este publicano tampoco.
La moral del fariseo consiste en definirse como bueno por contraposición a los demás, que considera malos. El fariseo necesita que los demás sean malvados para erigirse él como bueno. Construye su bondad no sobre méritos propios, sino sobre la maldad ajena.
El fariseo y el publicano, Anton Robert Leinbewer (1845-1921)
El fariseo te dice yo soy mejor que tú porque yo no soy como tú, que eres malo. El fariseo da gracias a Dios por ser así, pero en realidad se está dando gracias a sí mismo, se está divinizando y considerando divino él mismo por ser como es, es decir, por no ser como el otro, que es el malo, cuando en realidad él es igual o peor que el otro.
El fariseo fundamenta su identidad negando la de los otros. Es algo habitual en política donde los unos se definen en relación contraria con los otros. El malo es el otro, porque es otro: sobre él proyectamos nuestros demonios interiores. El héroe necesita crear el trampantojo del monstruo para justificar su existencia liberándonos de él heroicamente.
Llevemos la parábola al terreno político. Un Estado, por ejemplo, que en algún momento de su historia ha sido fascista, puede asimilar sin ningún problema ahora el antifascismo y fortalecerse con poderes extraordinarios gracias a esa asimilación, creando así una casta dirigente que se considera superior a los gobernados gracias a su pedigrí antifascista.
Llevemos la parábola al terreno político. Un Estado, por ejemplo, que en algún momento de su historia ha sido fascista, puede asimilar sin ningún problema ahora el antifascismo y fortalecerse con poderes extraordinarios gracias a esa asimilación, creando así una casta dirigente que se considera superior a los gobernados gracias a su pedigrí antifascista.
Para lo cual es menester que el propio Estado avive el fantasma del fascismo, igual que hace la psiquiatría, que genera las enfermedades y trastornos mentales que dice combatir con psicoterapia y psicofármacos. El Estado necesita crear un enemigo inexistente, histórico, para enfrentarse a él por contraposición, cuando el auténtico enemigo es el propio Estado.
A moro muerto, gran lanzada. Dice el refrán que hace referencia a la cobardía inherente al que aparenta un gran mérito -esa es la gran lanzada- por atacar a un enemigo que ya está vencido, neutralizado, muerto, pero que resucitamos para celebrar nuestra heroica y ridícula hazaña.
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