En un libro de texto de tercero de la ESO (Educación Secundaria Obligatoria) destinado a alumnos preadolescentes que cumplen los catorce años durante el curso, se les explica el negacionismo del siguiente modo: Negacionismo: A pesar de los avances humanos, algunas personas niegan los datos, las evidencias y los hechos demostrados. Aunque nos parezca increíble, hay quienes creen que la Tierra es plana, que el ser humano no ha llegado a pisar la Luna o que las vacunas son ineficaces y peligrosas. A estas ideas se las denomina negacionistas.
Ni siquiera se les explica el origen del término según la docta Academia: Actitud que consiste en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes, especialmente el holocausto. La voz “negacionismo”, efectivamente, se hizo conocida en los años cincuenta del siglo pasado por los nazis, pronazis o neonazis que negaban el holocausto. Derivado de 'negación' (latín negationem), con el sufijo grecolatino -ismo. La explicación adecuada sería 'interpretación deformada de la historia, que contradice la realidad y las pruebas del exterminio de la población judía de Europa por los nazis, y que niega más particularmente la existencia de las cámaras de gas en los campos de exterminio, mal llamados de concentración'.
El término puede emplearse por extensión a propósito de otras masacres a gran escala, como el genocidio armenio de 1915, pero nació específicamente para aplicarse a la shoá, que es palabra hebrea que significa 'catástrofe' o 'devastación' y es la denominación que utilizan los judíos para referirse al holocausto.
Se incluye a veces también, por extensión, entre los negacionistas a los revisionistas, que son aquellos que, si bien no niegan directamente el hecho histórico de la shoá, minimizan la amplitud de su alcance. Pero en este último caso es preferible el término 'revisionismo').
Los terraplanistas y los que niegan el alunizaje de la NASA no se pueden comparar con los que creen que las vacunas son ineficaces y peligrosas. En primer lugar, porque no se puede generalizar, y porque habría qué especificar antes qué es una vacuna, a qué llamamos “vacuna”, y de qué vacunas estamos hablando. Porque si metemos en el saco de las vacunas las inoculaciones de adenovirus y de ARN mensajero contra la enfermedad del virus coronado del 2019, yo también creo que son ineficaces y que son peligrosas, y no me considero por ello yo negacionista, porque no niego el alunizaje de la NASA ni la redondez de la Tierra, aunque redonda como una pelota no es exactamente, sino achatada por los polos, como me enseñaron en la escuela.
En cuanto a la llegada del Apolo XI y de Neil Amstrong a la Luna, siempre recordaré que lo vi por televisión, en blanco y negro y en directo. ¿Cómo no iba a creer lo que veía con mis propios ojos y echaban por la tele?
Yo tenía 9 años, y mi padre me despertó para ver aquel acontecimiento histórico a las cuatro de la mañana, diciéndome que no lo olvidaría nunca, como así ha sido.
Muchos profesionales de la medicina, que no tienen conflicto de intereses con los laboratorios farmacéuticos, consideran que tanto la vacuna contra el covid-19 como la de la gripe son vacunas fallidas.
Hay algunos que consideran que todos los medicamentos tienen efectos secundarios adversos, y probablemente es verdad, y hay quien llega a decir que muchas personas han muerto por tomar una simple aspirina. Pero quien considere que las vacunas de adenovirus y de ARN mensajero son medicamentos, se equivoca porque no curan ninguna enfermedad ni previenen el contagio. Quien diga que son medicamentos está justificando los efectos adversos en el proceso de inoculación, que, por cierto, en nuestro país no ha sido obligatorio.
Es cierto que no nos han obligado por la fuerza, poniéndonos la pistola en el pecho, a que nos vacunásemos, pero sí nos han constreñido y estigmatizado de mil maneras, desde considerarnos insolidarios (hazlo por ti y por los demás, para protegerte tú y proteger a tus seres queridos, nos decían), egoístas, magufos -magos que creen en los UFOS u OVNIS- que no creíamos en la Iglesia de la Santa Ciencia hasta criminales que queríamos matar a nuestra abuela, nos han exigido el carné de vacunación para entrar a los restaurantes y bares y para viajar, y a muchos hasta para trabajar so pena de despido.
Eso no es, desde luego, ponerte una pistola en el pecho, cosa que hoy está muy mal vista, pero poco falta. Hoy no se estila obligar a nadie por la fuerza: se prefiere que sea uno mismo quien, voluntariamente, cumpla con las obligaciones que le mandan.
Eso a lo que aluden con el término no es más que un chivo expiatorio para aquellos que ante la muerte hábilmente escenificada y administrada se unen mediáticamente y hermanan virtualmente en un solo cuerpo místico y espíritu redentor que afirme a la 'especie', mientras contagian y son contagiados, caen y enferman los dolientes inoculados, de ahí que tanta insistencia ('afirmacionista') sea un recurso un tanto psicótico y desesperado ante las múltiples amenazas sociales, económicas y políticas institucionalmente organizadas. Y qué sería de las creencias para sostenerse en el tiempo si no fuera por su catecismo y pertinente adoctrinamiento.
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