El
logotipo de la Unión Europea, presente en su bandera, que consiste en
doce estrellas doradas de cinco puntas dispuestas en círculo sobre un
fondo azul fue diseñado por el pintor estrasburgués Arsène Hetiz en 1955
y tiene un claro simbolismo religioso, católico y mariano para más
señas como veremos a continuación.
Según
la inevitable Güiquipedia sabelotodo, el artista se inspiró en un texto del
Apocalipsis XII, 1, sobre la inmaculada concepción de la virgen María,
que dice en la versión vulgata latina: et signum magnum paruit
in caelo: mulier amicta sole et luna sub pedibus eius et in capite eius
corona stellarum XII (duodecim), o lo que es lo mismo en castellano: Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida
del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce
estrellas.
Es
decir, se inspiró en algo como esto, donde vemos a la virgen María
resplandeciendo como un sol con una corona de doce, precisamente una
docena de estrellas sobre su cabeza -doce son los meses del año, doce
las horas del día y doce las de la noche, doce los apóstoles, doce las
tribus de Israel, doce los dioses del panteón olímpico, doce los
trabajaos de Hércules, doce los signos del zodíaco...-, y el niño Jesús
en sus brazos. Encima, debajo y a los lados el texto apocalíptico
latino.
O,
como esta Inmaculada Concepción de Murillo, que tiene la luna a sus
pies, resplandece como un sol y está coronada por la docena de estrellas
doradas. Todo ello nos lleva a la sugerencia de que Europa, que ya no
es la princesa fenicia raptada e inseminada por el rijoso toro de
Zeus/Júpiter de la vieja fábula mitológica, sería la virgen María que
está a punto de concebir (concepción "inmaculada", sin mácula, sin mancha) un engendro político y económico, tanto monta, denominado
Unión Europea.
El
número de estrellas del logotipo europeo no alude a los países que
forman dicha unión, que creo que son 28 en la actualidad, 27 si
excluimos al Reino Unido tras su salida decidida en referéndum, sino a
las estrellas de la corona de la Virgen que son tradicionalmente doce
desde el texto apocalíptico de la mujer preñada que clamaba con dolores
de parto y sufría tormento por parir, mientras que el Dragón -el
diablo- esperaba ese momento para devorar a la criatura recién nacida,
que sería un hijo varón... Pero los ángeles, capitaneados por el
arcángel Miguel, lucharán contra el Dragón, la serpiente antigua, lo arrojarán a la tierra, y lo llamarán Diablo y Satanás.
Siempre
que TVE conectaba con eurovisión en los años setenta para ofrecer algún
evento, por ejemplo el indecente festival de la canción el llamado eurofestival, la pantalla
se ocupaba con un logotipo con las doce estrellas en círculo mientras se
oía el Te Deum de Charpentier a guisa rimbombante de himno. Aquí puede
observarse esta relación simbólica religiosa, católica en concreto y
mariana más específicamente, de las doce estrellas unidas en círculo que
coronaban la cabeza de María santísima.
Sin menoscabo de todo lo anterior, me gustaría resaltar la similitud existente entre el logotipo de la Unión Europea y el Ícaro
de Matisse, que simplifica al máximo la historia mitológica que
subyace: el vuelo de Ícaro que dotado de unas alas se acercó tanto al
sol que éste derritió la cera que las ligaba, precipitándose al mar
donde morirá ahogado el desafortunado volador. Matisse, utilizando la
técnica del collage, con una mínima expresión plástica, nos hace ver una
gran figura negra humana, cuyas extremidades superiores podrían ser
tanto sus brazos como sus alas, entre estrellas amarillas sobre un
fondo de azul celeste oscuro, sin olvidar el pequeño punto rojo de la
silueta humana que simbolizaría sin duda el corazón.
Ícaro, Henri Matisse (1944)
Quien
no conozca la historia de Dédalo e Ícaro puede pensar que se trata de
la caída del ángel, o del ángel caído, es decir, de Lucifer, expulsado
del cielo por rebelarse contra los mandatos de Dios y desobedecerlos.
Otra vez Dragón, la vieja serpiente del paraíso... Su nombre Lucifer
significaba "portador de la luz". También era conocido como Luzbel, "el
de bella luz", pero desde su expulsión pasó a llamarse Satanás o Satán.
Sin
embargo, el cuadro de Matisse no deja lugar a la duda. Se titula
"Ícaro" y refleja la caída de Ícaro, y la reflexión de que sólo el que
se eleva, el que levita y alcanza el cielo puede sucumbir a la dura ley
de la gravitación universal y caer, después de tocar con su mano las
estrellas, en las profundidades del océano. Pese a su fracaso, un
puntito rojo, su corazón, sigue latiendo en su pecho todavía.
Otro
tratamiento moderno de este mito, mucho más convencional, sería el que
hizo Marc Chagall en 1975, que reflejó así la caída de Ícaro, entre una
multitud de gente que lo observa y que no hace o no puede hacer nada por
evitarlo, reducida a su condición de telespectadora. En nuestros días la multitud seguramente sacaría su esmarfon y grabaría el vídeo para colgarlo en las redes.
La caída de Ícaro, Marc Chagall (1975)
¿Estará
el engendro político-económico o económico-político de la Unión
Europea, abocado como Ícaro, tras haber alcanzado las doce estrellas del
firmamento, una vez abrasadas sus frágiles alas por haberse acercado
demasiado al astro rey, abocado a precipitarse en el mar y ahogarse
ante el asombro y la indiferencia de todos? ¿Será retransmitida su caída
y el hundimiento de todas las bolsas europeas por eurovisión?
Permaneceremos atentos a las pantallas de nuestros teléfonos
inteligentes en las próximas horas de los próximos días...
Un pueblo, un imperio, una moneda.
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