La muerte del escritor Javier Marías, acaecida ayer mismo a la edad de 70 años, según leo en la prensa, me trae a la memoria un artículo memorable que publicó hace ahora dos años en El País Semanal, titulado 'Terrorismo Informativo', en el que denunciaba la manipulación a la que nos sometían los medios de formación de masas, temática sobre la que hemos tratado nosotros mismos en este arcón varias veces aquí mismo y aquí también, por ejemplo. Desconozco la obra novelística de Marías porque apenas leo novelas, pero de cuando en cuando he disfrutado de los artículos periodísticos suyos, magistralmente escritos, que publicaba en la prensa.
Este que adjunto (la negrita es mía) no tiene desperdicio. En él comentaba el autor, entre otras cosas, la entrevista que le hizo RTVE al doctor De Benito a propósito de la situación de los hospitales españoles, "una escena especialmente bochornosa". La presentadora se empeña en pintar de negro la situación, y el doctor a desmentir las "informaciones" que propagaba la prensa y la televisión en cabeza a todas horas.
Pasaron julio y agosto, y, según la prensa y las autoridades (desde el inoperante y marrullero Gobierno de Sánchez hasta la última comunidad autónoma), todo ha ido a peor. La prensa, con las televisiones a la cabeza, ha logrado hacernos creer que la situación es más grave que en marzo o abril, cuando estábamos confinados. Como salta a la vista que esto es falso, no alcanzo a entender el propósito de semejante catastrofismo, que además lleva meses ocupando las 24 horas del día como tema único. He contado aquí que, por razones de horario, las noticias que más veo (veía; ya no paso de los titulares) son las de TVE a las 3. Esta cadena, sufragada con dinero público y que por tanto nos “pertenece” a todos; que obedece al Gobierno con más servilismo que nunca (y ya es decir en España), se ha convertido en uno de los espectáculos más vergonzosos que recuerdo. Omite sistemáticamente cualquier indicio esperanzador, venga de científicos o investigadores extranjeros, de médicos españoles o de reconocidos virólogos. Tuve ocasión de ver una escena especialmente bochornosa: en un programa matinal, la periodista conectaba con un doctor de El Escorial, y le insistía —es la tónica— en lo fatal que iba todo, en la saturación de los hospitales y el colapso que los aguardaba en cualquier instante. Como el doctor no le daba la razón y contaba su experiencia (pocos ingresados en su centro, pocos en los otros de que tenía conocimiento), la periodista se enfurecía y le insistía una vez y mil: “¡Pero las cifras…!” El médico, paciente, le explicaba la diferencia entre un “positivo” y un enfermo (la mayoría de los primeros no están lo segundo y no requieren hospitalización, etc), lo cual encolerizaba aún más a la mujer y también a un compañero varón que se entrometió desde el plató: “¡Doctor, está llamándonos imbéciles al resto de la población!”, le espetó airado. Fuera quien fuese ese médico, tuviera razón o no tanta, sabía más del asunto que quienes lo zarandeaban con malos modos por no decirles lo que ellos querían oír y transmitir a esa población que ansiaban aterrorizar. Mucho temple tuvo el doctor para no contestarles: “No, sólo se lo llamo a ustedes dos”.
La prensa en general, y TVE en particular (luego el Gobierno Podemos-PSOE), no consienten el menor optimismo ni el menor alivio. He visto Telediarios en los que se ha destacado a reporteros a pueblos minúsculos (de 400 o hasta 200 habitantes) para que desde allí emitieran largos minutos porque —albricias— había unos cuantos casos de coronavirus. Es decir, han rastreado como locos dónde había algo alarmante o desalentador, para crear una psicosis —dura ya más de la cuenta— de verdadero terror, por lo que no sería exagerado afirmar que practican terrorismo informativo. Procuran dar los datos de la manera más caótica y confusa posible, pero siempre dirigida a que la epidemia luzca más terrible de lo que sin duda es. Tanto el Gobierno central como los autonómicos —sin excepción— contribuyen al caos, a la sensación de vacío de poder, de irresponsabilidad, vagancia, ineptitud y dejadez. Los segundos se distinguen por su absoluta insolidaridad, y se los percibe preocupados tan sólo por su imagen y por los votos regionales futuros que puedan ganar o perder, nunca por los ciudadanos ni por el país en su conjunto. Esta epidemia ha puesto de manifiesto que, si pudieran, serían reinos de taifas… siempre que sus gastos corrieran a cuenta del Estado. El mensaje de todos viene a ser: “Queremos ser independientes de España y que España sostenga económicamente nuestra independencia”.
He visto a locutoras (una tal Alejandra de torpeza infinita, una tal Melanie que contaba al menos con el pretexto de su bisoñez) anunciar con una gran sonrisa y expresión triunfal: “España lidera” (ya el verbo delataba sus intenciones) “el número de contagios en Europa, y hemos batido el récord en un solo día”. ¿Por qué esa propensión aviesa? ¿Mero sadismo? Sí, la prensa casi no existe, la mayoría es amarillista y por lo tanto histérica y sádica. Pero ha de haber algo más, sobre todo en la cadena que, desde que está un tal Enric Hernández al frente de Información y Actualidad, es dócil portavoz de las órdenes de Sánchez e Iglesias. (Nos han informado con profusión del ruido padecido por éste, pero apenas nada de las vicisitudes judiciales de su partido.) Esas noticias infladas, que suscitan un pavor continuo, son las responsables de que cada vez más países desaconsejen pisar España, con el consiguiente quebranto para una nación sustentada en el turismo y el ocio. ¿La consigna es dañar más la economía? ¿Destrozar la salud mental de la ciudadanía? Una ciudadanía atemorizada y machacada no produce, no rinde. ¿Es eso lo que se busca? No me lo explico. Claro que hay que seguir siendo prudentes y tomándonos muy en serio la plaga. Pero ¿por qué se oculta siempre lo medio bueno y se subraya o se inventa lo pésimo? No cabe sino pensar mal, la verdad: nuestros gobernantes, ¿son tan autoritarios que prefieren que el país se vaya a pique antes que renunciar a nuestra mansedumbre? Sería propio de Maduro o Trump o Bolsonaro o Erdogan. Esperemos que no lleguen tan lejos. Nada amansa tanto como el miedo permanente y cerval.
Terror informativo a discreción, cuidándose mucho de evitar que aparezca cualquier relación de lo que acaece con lo que le antecede y ya no digamos el uso interesado que permite con la planificación en la que se inscribe, haciendo del terrorismo informativo todo un arma para movilizar en los espectadores el miedo y las emociones que le acompañan, todo ello en aras de estimular a la audiencia sin necesidad de que la misma abandone la pasividad y receptividad que la conforme, tu aterroriza que algo de miedo quedará para administrar, y eso ya es lo único que permite dar algún sentido a todas las industrias interesadas, sobremanera a la encargada de la publicidad y propaganda comunicativa, en el despliegue ofensivo y dinámico del comercio y su gobernanza, sin los cuales ya no habría razón de ser para la existencia de individuos y cualesquiera otras mercancías.
ResponderEliminarTodos los periódicos afirman que la muerte después de un mes de hospitalización de Javier Marías se debe a una neumonía bilateral. Marías, que era un gran fumador, era un gran defensor de las vacunas en general, y de “estas” en particular, y estaba triplemente "inmunizado". Criticó que los españoles en general no mostrásemos una sola palabra de agradecimiento a quienes habían inventado, en el plazo de un año, vacunas innovadoras que suelen tardar diez en conseguirse, y nos limitásemos a exigir de malas maneras: "¿Y dónde está mi puta vacuna?". Desgraciadamente, sus tres inóculos no evitaron ni el contagio ni la gravedad de su enfermedad ni su muerte, poniéndole la vida a resguardo, como él decía. En el diario El (in)Mundo ya se ha eliminado la mención al COVID que apareció en el primer momento cuando se dio ayer la noticia.
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