Mucho se habla
últimamente en los foros políticos de la vieja Europa del “giro a la derecha” que
ha dado el pueblo italiano o, mejor dicho, el electorado de ese
país que acudió a las urnas -no hay que confundir pueblo con
electorado, porque no es lo mismo-, eligiendo a la candidata de la extrema derecha como
futura presidente del gobierno.
Se habla en definitiva de ascenso al poder de
la derecha y aun de la extrema derecha,
olvidando que los gobiernos, sean del partido y del signo político
que sean, son todos, velis nolis, de derechas, quieran o no quieran reconocerlo. La derecha, pues,
aunque no se reconozca con esa denominación, ya estaba gobernando
en Italia antes de las últimas elecciones
de hecho bajo el anterior y anteriores gobiernos.
Algunos se han llevado las manos
a la cabeza y rasgado las vestiduras exclamando: ¡Socorro!
¡Que viene la derecha! Y más enfáticamente: ¡Que viene la extrema derecha! ¡Vuelve Benito Mussolini! Pero la
derecha, extrema o no, no viene, no ha venido porque nunca ha dejado de estar en el poder. Por eso cuando
despertó Italia, la derecha -el Gobierno- todavía estaba allí, igual
que el
dinosaurio del microrrelato de Augusto Monterroso.
Dicen que hay que ponerle un cordón sanitario al auge de la extrema derecha. Pero a quien habría que ponerle uno de esos cordones es al gobierno en general, sea del signo que sea. Como ya denunció Pasolini, el moderno fascismo es la sociedad de consumo, no la trasnochada estantigua del fascismo histórico en Italia, el nazismo en Alemania o el nacionalcatolicismo en las Españas.
Hay un poema sarcástico de Bertolt Brecht, Die Lösung, ("La Solución"), escrito en 1954, poco después de la represión por el régimen comunista del levantamiento obrero del 17 de junio de 1953, que viene muy al caso, donde se propone ante lo que hoy llamaríamos la desafección política de los ciudadanos hacia sus representantes democráticos no la disolución del parlamento y del gobierno, sino la disolución del pueblo: que el gobierno, en quien recae la soberanía nacional, disuelva al pueblo y elija otro pueblo a fin de gobernarlo: Tras el levantamiento del 17 de Junio / el secretario de la
Unión de Escritores / mandó repartir panfletos en la avenida
Estalin / en los que se leía que el pueblo / había perdido la
confianza del gobierno / y que sólo con redoblado esfuerzo / podría
recuperarla. ¿Pero no sería / más simple que el gobierno /
disolviera al pueblo y / que eligiera a otro?( Nach dem Aufstand des 17. Juni / ließ der Sekretär
des Schriftstellerverbands / in der Stalinallee Flugblätter
verteilen / auf denen zu lesen war, daß das Volk / das Vertrauen der
Regierung verscherzt habe / und es nur durch verdoppelte Arbeit /
zurückerobern könne. Wäre es da / nicht doch einfacher, die
Regierung / löste das Volk auf und / wählte ein anderes?)
Andrés Rábago, alias El Roto, acertó a expresar la indiferencia del sesgo político del gobierno en una viñeta genial que dice: "El que no haya derecha ni izquierda no significa que no haya arriba y abajo"; o, en aquella otra, en la que se lee: "Derecha e izquierda ya no sirven para orientarse. Hay que volver a los puntos cardinales", en el que aparece una brújula donde el Norte señala lo de "arriba" y el Sur lo de "abajo".
O también, más expresiva, aquella otra viñeta que dice: "Utilizaban la izquierda y la derecha para frotarse las manos". Se utiliza aquí el frote de manos no para combatir el frío, sino como señal de expectativa positiva y satisfacción en el lenguaje corporal o no verbal ante el lucro o logro de algún beneficio en el sentido económico del término, por ejemplo el negocio rentable del Poder.
El poder machacando al pueblo necesita empuñar el mango con ambas manos, alternando la posición avanzada de una u otra por mero cansancio, y quienes están pendientes de cual es la mano avanzada en cada ocasión, embobados, se desentienden de la maza y sus impactos.
ResponderEliminarLos gobiernos, unos diestros y otros zurdos, crean los problemas que luego no saben resolver y nos echan una mano al cuello para mejor estrangularnos.
ResponderEliminar