jueves, 22 de septiembre de 2022

Ad maiorem Medicinae gloriam

    La señá ministra de Sanidad, que no de salud, ha defendido en varias ocasiones la postura institucional de seguir manteniendo la imposición de las mascarillas en los ámbitos en los que aún es obligatoria: en el transporte público, en los entornos sanitarios, incluidas farmacias, y para los trabajadores de las residencias de mayores. 
 
    Cuando alguien la interpela y le dice que en muchos países europeos como Portugal, Francia o Reino Unido han retirado ya la obligatoriedad del bozal en el transporte público y no ha pasado nada malo, ella saca a colación que, sin embargo, en otros países con los que nosotros preferimos alinearnos, como Alemania -donde es obligatoria la FPP2 en el transporte público-, Austria o Italia se mantiene todavía. 
 
     Si alguien vuela desde España al Reino Unido debe llevar la mascarilla puesta porque es obligatoria a bordo, pero si lo hace desde el Reino Unido a España no. ¿Dónde está la lógica de este sinsentido?
 
    Cuando se llama la atención de su señoría sobre la contradicción de acudir a un evento multitudinario donde se reúnen miles de personas sin mascarilla, y tener que tomar el metro para ir y tener, por lo tanto, que embozarse el tapabocas durante el trayecto porque es un transporte público, lo que es una situación bastante surrealista, se mire como se mire, ella, echando el balón fuera del campo de juego y políticamente corregida e 'inclusivista', dice que no se puede actuar al margen del asesoramiento de las ¿personas expertas?, en lugar del genérico "los expertos”, con lo que la señá ministra, muy salerosa ella, utiliza dos palabras en vez de una, y lo hace varias veces, repitiendo hasta la saciedad la lección bien aprendida de lenguaje políticamente correcto y superfluo a guisa de mantra, con el que parece que dice cosas de más enjundia y más de lo que dice.
   
 
   Esas expertas (personas) avalan que en las Españas de María Santísima se siga manteniendo a fecha de hoy esa medida incomprensible. El razonamiento, si se puede llamar así, es que la situación de la pandemia es ahora buena gracias a la gestión, loada sea,  del Gobierno de España,  y loado sea su consejo de ministros y ministras del que forma parte, junto con los reinos de taifas que son las diecisiete comunidades autónomas, lo que ha reconocido la OMS, que fue quien organizó el cotarro de la pandemia ad maiorem Medicinae gloriam
 
    Afirma también su señoría que la clave de esa buena gestión gubernamental ha sido el seguimiento de las propuestas de las 'personas expertas', que son las que tienen experiencia, porque los gobernantes son unos inexpertos y necesitan el asesoramiento de los peritos.
 
    Asimismo, la señá ministra de Sanidad, que no de salud, anuncia la llegada prevista para el último cuatrimestre del año en curso de cuarenta y cuanto (44) millones de dosis, que se dice pronto, del experimento génico que ella y toda la prensa oficial denomina genérica- y alegremente 'vacunas'. Asegura, además, que dentro de este mes de septiembre recibiremos ya 16 millones de dosis de sueros innecesarios y pagados con dinero público “para seguir protegiendo a la ciudadanía, para seguir protegiendo a las personas más vulnerables”. 
 
 
     Ha manifestado que "todas las vacunas" -se refiere a las sustancias aprobadas por la AEM (EMA en inglés), las de las casas Moderna y Pfizer- tienen una altísima protección (sic) contra la variante 'omicrón' (sic), que es la de mayor circulación ahora que ya no circula o, si circula, no nos enteramos. Resulta gracioso, si no fuera sarcástico, eso de la “altísima protección”, porque van por la cuarta dosis o 'segundo refuerzo' en no hace todavía dos años, y aún dicen que necesitan seguir protegiéndonos. ¿De qué? ¿De un virus inofensivo para el que, cuando sacan el suero, ya ha cambiado, semper mutabilis como Proteo?
 
    Pero ¿quién nos protege de los efectos secundarios de la protección que deprime nuestro sistema inmunitario despertando en él una falsa alarma? Si no sirve para protegernos, para algo tendrá que servir, algo tendrá que hacernos, dice resignadamente la gente, sobre todo los mayores, que ya se han metido tres balas y que se pondrán la cuarta ahora que incrustan en el cargador de la ruleta rusa. Y se meterán todas las que hagan falta y que les digan.

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