sábado, 15 de junio de 2024
Aria di frocciagine
domingo, 1 de octubre de 2023
¿Quién ha creado a Dios?
lunes, 19 de septiembre de 2022
Bendiciendo las armas
El Papa defiende la entrega de armas a Ucrania para su "legítima defensa", consagrando de este modo la política belicista de la Unión Europea, que en poco más de medio año ha destinado la friolera de 2.600 millones de euros, que se dice pronto, a tal fin, ya que como razonaba, es un decir 'razonaba', el señor Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, “Las guerras se ganan con armas”, como si fuera posible, humanamente hablando con el corazón en la mano, 'ganar una guerra'.
Resulta chocante que un cristiano, y no uno cualquiera, sino precisamente el vicario de Cristo, justifique el uso de las armas. Quizá no sea tan chocante si en lugar de ver en él al vicario de Cristo, vemos al vicario, es decir al que hace las veces, de un personaje histórico nacionalista judío -y no cristiano-, demasiado humano, que se llamó Jesús, el Nazareno.
No es la primera vez que Su Santidad se alinea de este modo con la política institucional del engendro de la U.E. Ya lo hizo poniéndose de parte de la industria farmacéutica y bendiciendo la hostia que se veía así consagrada de la supuesta vacuna contra el virus coronado que él veía como un "acto de amor", de lo que dábamos cuenta en este arcón en El Papa no tiene razón.
No es extraño, pues, que ahora el romano pontífice se ponga de parte de la industria armamentística justificando su existencia y bendiciendo el uso de las armas "en legítima defensa" de uno mismo, de su patria y de todo lo que uno ama.
Un dicho puesto en boca de Jesús afirma: No penséis que he venido a poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada (Mateo 10, 34). Hay quien opina que no hay que entender este dicho, que contradice el espíritu cristiano de irenismo y amor universales, en sentido literal, que “espada” quiere decir otra cosa distinta de lo que dice, como por ejemplo, división, cizaña o enfrentamiento no sangriento, pero que contradiga precisamente la figura idealizada de Jesús, el llamado Cristo de la fe, que es una elaboración fundamentalmente paulina, es uno de los argumentos a favor de la historicidad de la proclama.
Téngase en cuenta también que el Imperio envió una cohorte romana, compuesta entre cuatrocientos y seiscientos legionarios al menos, al mando de un tribuno, como refiere Juan 18, 12, para detener al Nazareno: La cohorte, pues, y el tribuno y los alguaciles de los judíos se apoderaron de Jesús y le ataron. No parece muy congruente desplegar una fuerza militar tan desproporcionada en un territorio ocupado para detener a un hombre rodeado de una banda de seguidores pacíficos y desarmados.
En Lucas 22, 36, aconseja Jesús a los discípulos que compren una espada: Y les añadió: Pues ahora el que tenga bolsa, tómela, e igualmente las alforjas, y el que no la tenga, venda su manto y compre una espada. Y más adelante, (Lucas, 22,49): Viendo los que estaban en torno de Él lo que iba a suceder, le dijeron: ¿Herimos con la espada?
Como escribe Gonzalo Puente Ojea en su “El Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al Jesús de la historia”, edit. Siglo XXI (Madrid, 1992): La impresión neta de que Jesús y los suyos iban armados para una contienda, y no excluían la posibilidad de violencia, se impone por sí misma.
Uno de los discípulos le corta una oreja con la espada al servidor del Sumo Sacerdote. Allí Jesús no hace ninguna condena del uso de la violencia, se limita a curar al herido. El clero judío estaba bien avenido con el poder imperial romano por entonces. Jesús se limita a decir prudentemente: Dejadles, no haya más.
Su Santidad afirma que Es más que lícito entregar armas a otros países para que se defiendan. Se refería a la invasión rusa de Ucrania y a los países que han enviado armamento al Gobierno de Kiev. Para el romano Pontífice es moralmente aceptable: Los ucranianos están protegiendo su país. No solo es lícito, es también una expresión de amor a la patria. Quien no se defiende, quien no defiende alguna cosa, no la ama. En vez de eso, quien defiende, ama.
No obstante, también, dando una de cal y otra de arena, pide como buen cristiano al Gobierno de Zelenski que abra las puertas al diálogo para zanjar cuanto antes esta guerra, cuyo relato ha venido a sustituir en el imaginario colectivo al cuento aquel de la pandemia, cuyo final "está ya a la vista", según declaración del ceo de la OMS.
Declarar el fin, por otra parte, de la pandemia es reconocer que la ha habido, que ha habido de hecho una pandemia como tal, lo que, si bien desde el principio era mentira no ha dejado, sin embargo, de ser real, como el protocolo que se aplicó ad hoc, que nos llevó a situaciones como esta que refleja la icónica fotografía de los dos ancianos plastificados y embozados besándose, que puede resumir la pesadilla vivida durante dos años largos.
Ahora reconocen que estamos en las postrimerías de lo que se denominó 'plandemia', que se acabó lo que se daba, pero lo que se acabó es el cuento de la pandemia, que ha sido sustituido rápidamente por este otro de la guerra de liberación de Ucrania de la ocupación del malvado zar y déspota de Rusia.
lunes, 2 de mayo de 2022
Lealtad a la Bandera
Se lamentaba Jordan Henderson en el artículo que publicaba en Off-Guardian de que la Iglesia y el Estado hubieran eclipsado, dice él, el verdadero valor del cristianismo.
Relaciona el artista en su último trabajo, que se llama precisamente Eclipsado, el Juramento de Lealtad a la Bandera, que es un ritual de sumisión al Estado y una declaración ceremonial de creencia y fe en sus autoridades, extremadamente común en los Estados Unidos, especialmente en las escuelas y en reuniones gubernamentales y comunitarias, con la sumisión de las iglesias cristianas a las mismas autoridades sanitarias del gobierno en su lucha contra la supuesta pandemia de virus coronado, por lo que el personaje que hace el juramento con la mano en el pecho lleva una mascarilla con las barras y estrellas del pendón americano, que aparece por su parte en primer plano con una calavera y dos espadas entrecruzadas.
El texto del juramento es el siguiente: I pledge allegiance to the Flag of the United States of America, and to the Republic for which it stands, one Nation under God, indivisible, with liberty and justice for all: Juro lealtad a la Bandera de los Estados Unidos de América y a la República que representa, una Nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos.
Con este juramento los norteamericanos prometen lealtad a la bandera, que es el símbolo del Estado, un Estado que es gobernado por el Dios de su billete de dólar: in God we trust. El Juramento de Lealtad es un acto de fe, como la Jura de Bandera de los reclutas españoles tras el período de instrucción cuando cumplían el ominoso servicio militar. Ese dios que preside su nación no puede ser otro que el viejo Mammón, que es el de la principal religión monoteísta del mundo, cuyo templo más importante se halla hoy por hoy en la ciudad santa de Nueva York, y en las Bolsas, sus principales sucursales. Mammón es, al parecer, una palabra aramea que significa ‘dios de la avaricia’, representado como un demonio que personifica uno de los siete pecados capitales, la avaricia precisamente o el deseo insaciable de más dinero (auaritia en latín, πλεονεξία, pleonexía en griego).
Pero este Mammón, o Don Dinero, que diría Quevedo, no es sólo un poderoso caballero, sino que es el más poderoso de todos los caballeros, el único dios verdadero: Herr Kapital.
No es extraño ver la bandera del gobierno federal de los Estados Unidos ondeando en las iglesias evangélicas, por lo que no le sorprende al pintor que cuando el gobierno ordenó a los templos que cerraran sus puertas en cumplimiento de los preceptos sanitarios, la mayoría lo hiciera al fin sin rechistar.
Los cristianos, como se sabe, fueron perseguidos en la antigüedad por negarse a participar en el culto del Imperio Romano a sus emperadores divinizados. Sin embargo, hoy en día muchos cristianos no ven ningún conflicto de intereses en ofrecer su lealtad a la bandera del Imperio de los Estados Unidos. Las iglesias se han plegado a los dictados sanitarios, tapando las pilas de agua bendita a la entrada de los templos, advirtiendo a los fieles de que no asistieran a misa, que la vieran televisada, como aconsejó Su Santidad el Papa en la celebración de la Misa de Pascua, poniéndose todos los sacerdotes mascarilla, cerrándose los templos a cal y canto y dejando de sonar las campanas que llamaban a los feligreses; y, cuando se abrieron, se rogaba que los que asistían no se sentaran juntos, no fueran a contagiarse, o, simplemente, que no se dieran la paz como hacían antes.
Los primeros cristianos se daban un beso, el beso de la paz (osculum pacis). Era una práctica común de las primitivas comunidades cristianas que llegó a convertirse en un rito litúrgico. El apóstol Pablo habla del "beso santo" en varias ocasiones: un beso casto en la mejilla entre varones o entre mujeres. Salutate fratres omnes in osculo sancto: Saludad a todos los hermanos con un beso santo. Nada impedía, por otra parte, que el beso se diera en los labios. En la misa católica, los fieles se dan la mano y de ese modo se dan la paz. Sin embargo, a causa de la contingencia del virus coronado se desaconsejaron las interacciones personales físicas (sic) en la vida cotidiana por razones sanitarias: ni abrazos, ni besos ni apretones de manos.
En el nombre de la Ciencia es ahora mejor pretexto que “En el nombre de Dios”, pero los cristianos siguen siendo importantes apologistas de los poderosos. La ciencia ha superado claramente al cristianismo por lo que las élites la utilizan para hacer 'razonable' su dominio.
La Iglesia, por boca del Papa, bendijo a la industria farmacéutica afirmando que la vacuna era un acto de amor, y, para colmo, ahora que ha desaparecido la misteriosa pandemia gripalizándose, o ha pasado a un segundo plano, vemos al mismo vicario de Cristo besando la bandera de Ucrania. ¿Bendecirá también Su Santidad las armas de destrucción masiva, las famosas weapons of mass destruction, que envía la Unión Europea a ese país para defender esa sacrosantísima bandera?
martes, 1 de febrero de 2022
A Dios rogando... (*)
Leo las declaraciones del que fuera obispo de Palencia desde 2016 hasta la fecha don Manuel Herrero en la prensa autonómica de campanario, nunca mejor dicha la expresión. Monseñor deja su cargo al cumplir los 75 años. Preguntado por los numerosos casos de pederastia que se dan en la Iglesia católica, afirma -y es el titular de la noticia- que «Hay que investigar los abusos en toda la sociedad, no solo a la Iglesia», como si el hecho de que la pederastia se diera en la sociedad justificase el que haya pululado tanto en el seno de la Iglesia.
A la pregunta de la periodista de -¿Qué le(s) diría a los antivacunas? Responde sin ningún rebozo el prelado: Respetaría su conciencia, pero les diría que están poniendo en riesgo tu vida, y el quinto mandamiento dice 'no matar', lo que quiere decir que hay que cuidar la vida porque es un don de Dios, la tuya y también la de los demás.
Habría que recordarle al prelado, por si lo ha olvidado el decálogo, que hay también un octavo mandamiento de la ley de Dios que dice: No darás falso testimonio ni mentirás. Que aparece literalmente mencionado en el Antiguo Testamento por ejemplo en Éxodo 20, 16: No testificarás contra tu prójimo falso testimonio y en Deuteronomio 5, 20 No dirás falso testimonio contra tu prójimo.
El octavo mandamiento se opone a todas las formas de la mentira y obliga a los cristianos a dar testimonio de las verdades conocidas, lo que presupone que sabemos cómo llegar al conocimiento de la verdad y qué significado tiene la verdad para nosotros. Quizá deberíamos emplearnos más modestamente no tanto en buscar la verdad como en denunciar las mentiras que se nos imponen y que quieren hacerse pasar por la verdad revelada y absoluta. Y una afirmación contraria a la verdad posee una gravedad particular cuando se hace públicamente, ya sea desde el púlpito de una catedral o del mediático de dos páginas enteras de un periódico de provincias en su edición dominical.
Monseñor Herrero incurre en el pecado de calumnia atribuyendo al prójimo, en este caso a los que se han opuesto a la inoculación experimental -llamarla 'vacuna' está fuera de lugar y sería demasiado-, la pretensión de cometer el delito de asesinato, ya que los acusa de poner en riesgo la vida de los demás, simplemente por declararse contrarios a una terapia genética nunca antes experimentada y ahora impuesta a toda la población mundial, como si su intención fuera querer matar a sus semejantes contagiándoles un virus que parece que tienen por el simple hecho de haber rechazado la inyección de la sustancia.
Ignora quizá el prelado, que reconoce que no es ningún científico, que no son pocas ya las
víctimas mortales de la sedicente vacuna, nunca tantas es verdad,
afortunadamente, como los 'vacunados', que se cuentan por millones en
todo el mundo, y no son pocas las secuelas que está dejando y que
están empezando a asustar a médicos y sanitarios por sus efectos desconocidos
nunca hasta ahora vistos. Quien ha puesto en peligro de muerte la vida de los demás no es el no inoculado que está en contra de la 'vacuna', sino precisamente la industria farmacéutica que la ha comercializado y los laboratorios que se apresuraron a poner un producto en el mercado que no está todavía aprobado, sino sólo autorizado por razón de emergencia (comercial).
Habría que recordarle al señor obispo que, aunque Su Santidad el Papa haya dicho que la 'vacuna' es un 'acto de amor', eso no es palabra de Dios, sino una opinión muy personal y por lo tanto falible del vicario de Cristo cuando no habla como tal sino de un tal Jorge mario Bergoglio, creo que ese era su nombre secular, como hemos denunciado en su momento en El Papa no tiene razón, el cual, quizá con las mejroes intenciones del mundo, con las que por otra parte, como se sabe, está pavimentado el suelo del infierno, le está haciendo el juego a la industria farmacéutica, cuyo interés no es salvar vidas, precisamente, sino el beneficio económico a toda costa.
Actualmente son frecuentes estas ofensas a la verdad en los medios de comunicación o, mejor dicho, de adoctrinamiento, por lo que es necesario ejercitar el sano espíritu crítico y el escepticismo al recibir las verdades reveladas de los periódicos, las revistas, la radio, la televisión, las redes sociales.
Como escribe Juan Manuel de Prada en su artículo 'Infierno tragacionista' publicado en ABC (28 de enero de 2022) Muchas sociedades europeas se han convertido en infiernos distópicos, en donde la estigmatización de las personas no inoculadas ha alcanzado cotas monstruosas”. Se refiere sobre todo a Macron y a Draghi, a los que acusa de que no pueden ahora dar marcha atrás en su persecución de sus compatriotas no inoculados; y van a seguir persiguiéndolos sin descanso, para que no haya población de control, para que no quede constancia de sus crímenes, para salir indemnes del infierno que ellos mismos han creado. Es cierto que en nuestro país no se ha llegado todavía a la persecución francesa -Macron ha dicho que quería 'enmerder', o sea joder, a los no vacunados- o la italiana, pero eso no significa que no vayamos en esa dirección, ni tampoco que no haya en España una estigmatización de los no inoculados desde todos los púlpitos tanto laicos como religiosos.
Recordemos a nuestro presidente, el doctor Sánchez, enfatizando que había que "vacunar, vacunar y vacunar", y afirmando algo tan peregrino como que la vacuna era ni más ni menos que "la libertad". Pero la crítica de De Prada disculpa a nuestro gobierno, como si quisiera congraciarse con él, inculpando al de Francia y al de Italia. Según el escritor zamorano nuestra sociedad española no sería uno de esos infiernos distópicos y tragacionistas que han alcanzado 'cotas monstruosas'. Menos mal. Pero yo no estaría tan seguro.
NOTA (*).-
No utilizo el viejo refrán castellano A Dios rogando y con el mazo dando como se empleaba en época clásica para dar a entender que hay
que conseguir las cosas rezando y al mismo tiempo trabajando para
lograrlas, como hacen el carpintero o el albañil sirviéndose del
mazo en sus respectivas faenas, sino en el sentido moderno que ha adquirido la expresión, que interpretamos como sinónima de “haciendo
daño”, porque entendemos que el mazo funciona como análogo de
“palo”, refiriéndose al descalabro o perjuicio que se produce a
consecuencia del golpe del palo o mazazo, y por lo tanto de una acción
violenta que se contrapone al rezo piadoso a Dios.