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martes, 1 de febrero de 2022

A Dios rogando... (*)

    Leo las declaraciones del que fuera obispo de Palencia desde 2016 hasta la fecha don Manuel Herrero en la prensa autonómica de campanario, nunca mejor dicha la expresión. Monseñor deja su cargo al cumplir los 75 años. Preguntado por los numerosos casos de pederastia que se dan en la Iglesia católica, afirma -y es el titular de la noticia- que «Hay que investigar los abusos en toda la sociedad, no solo a la Iglesia», como si el hecho de que la pederastia se diera en la sociedad justificase el que haya pululado tanto en el seno de la Iglesia.

    A la pregunta de la periodista de -¿Qué le(s) diría a los antivacunas? Responde sin ningún rebozo el prelado: Respetaría su conciencia, pero les diría que están poniendo en riesgo tu vida, y el quinto mandamiento dice 'no matar', lo que quiere decir que hay que cuidar la vida porque es un don de Dios, la tuya y también la de los demás.

    Habría que recordarle al prelado, por si lo ha olvidado el decálogo, que hay también un octavo mandamiento de la ley de Dios que dice: No darás falso testimonio ni mentirás. Que aparece literalmente mencionado en el Antiguo Testamento por ejemplo en Éxodo 20, 16: No testificarás contra tu prójimo falso testimonio y en Deuteronomio 5, 20 No dirás falso testimonio contra tu prójimo.

Moisés y los diez mandamientos, J. J. Tissot (c.1896-1902)
 

    El octavo mandamiento se opone a todas las formas de la mentira y obliga a los cristianos a dar testimonio de las verdades conocidas, lo que presupone que sabemos cómo llegar al conocimiento de la verdad y qué significado tiene la verdad para nosotros. Quizá deberíamos emplearnos más modestamente no tanto en buscar la verdad como en denunciar las mentiras que se nos imponen y que quieren hacerse pasar por la verdad revelada y absoluta. Y una afirmación contraria a la verdad posee una gravedad particular cuando se hace públicamente, ya sea desde el púlpito de una catedral o del mediático de dos páginas enteras de un periódico de provincias en su edición dominical.

    Monseñor Herrero incurre en el pecado de calumnia atribuyendo al prójimo, en este caso a los que se han opuesto a la inoculación experimental -llamarla 'vacuna' está fuera de lugar y sería demasiado-, la pretensión de cometer el delito de asesinato, ya que los acusa de poner en riesgo la vida de los demás, simplemente por declararse contrarios a una terapia genética nunca antes experimentada y ahora impuesta a toda la población mundial, como si su intención fuera querer matar a sus semejantes contagiándoles un virus que parece que tienen por el simple hecho de haber rechazado la inyección de la sustancia.

    Ignora quizá el prelado, que reconoce que no es ningún científico, que no son pocas ya las víctimas mortales de la sedicente vacuna, nunca tantas es verdad, afortunadamente, como los 'vacunados', que se cuentan por millones en todo el mundo, y no son pocas las secuelas que está dejando y que están empezando a asustar a médicos y sanitarios por sus efectos desconocidos nunca hasta ahora vistos. Quien ha puesto en peligro de muerte la vida de los demás no es el no inoculado que está en contra de la 'vacuna', sino precisamente la industria farmacéutica que la ha comercializado y los laboratorios que se apresuraron a poner un producto en el mercado que no está todavía aprobado, sino sólo autorizado por razón de emergencia (comercial).

    Habría que recordarle al señor obispo que, aunque Su Santidad el Papa haya dicho que la 'vacuna' es un 'acto de amor', eso no es palabra de Dios, sino una opinión muy personal y por lo tanto falible del vicario de Cristo cuando no habla como tal sino de un tal Jorge mario Bergoglio, creo que ese era su nombre secular, como hemos denunciado en su momento en El Papa no tiene razón, el cual, quizá con las mejroes intenciones del mundo, con las que por otra parte, como se sabe, está pavimentado el suelo del infierno, le está haciendo el juego a la industria farmacéutica, cuyo interés no es salvar vidas, precisamente, sino el beneficio económico a toda  costa.

    Actualmente son frecuentes estas ofensas a la verdad en los medios de comunicación o, mejor dicho, de adoctrinamiento, por lo que es necesario ejercitar el sano espíritu crítico y el escepticismo al recibir las verdades reveladas de los periódicos, las revistas, la radio, la televisión, las redes sociales.

 


    Como escribe Juan Manuel de Prada en su artículo 'Infierno tragacionista' publicado en ABC (28 de enero de 2022) Muchas sociedades europeas se han convertido en infiernos distópicos, en donde la estigmatización de las personas no inoculadas ha alcanzado cotas monstruosas”. Se refiere sobre todo a Macron y a Draghi, a los que acusa de que no pueden ahora dar marcha atrás en su persecución de sus compatriotas no inoculados; y van a seguir persiguiéndolos sin descanso, para que no haya población de control, para que no quede constancia de sus crímenes, para salir indemnes del infierno que ellos mismos han creado. Es cierto que en nuestro país no se ha llegado todavía a la persecución francesa -Macron ha dicho que quería 'enmerder', o sea joder, a los no vacunados- o la italiana, pero eso no significa que no vayamos en esa dirección, ni tampoco que no haya en España una estigmatización de los no inoculados desde todos los púlpitos tanto laicos como religiosos.      

    Recordemos a nuestro presidente, el doctor Sánchez, enfatizando que había que "vacunar, vacunar y vacunar", y afirmando algo tan peregrino como que la vacuna era ni más ni menos que "la libertad". Pero la crítica de De Prada disculpa a nuestro gobierno, como si quisiera congraciarse con él, inculpando al de Francia y al de Italia. Según el escritor zamorano nuestra sociedad española no sería uno de esos infiernos distópicos y tragacionistas que han alcanzado 'cotas monstruosas'. Menos mal. Pero yo no estaría tan seguro.

 
NOTA (*).- No utilizo el viejo refrán castellano A Dios rogando y con el mazo dando como se empleaba en época clásica para dar a entender que hay que conseguir las cosas rezando y al mismo tiempo trabajando para lograrlas, como hacen el carpintero o el albañil sirviéndose  del mazo en sus respectivas faenas, sino en el sentido moderno que ha adquirido la expresión, que interpretamos como sinónima de “haciendo daño”, porque entendemos que el mazo funciona como análogo de “palo”, refiriéndose al descalabro o perjuicio que se produce a consecuencia del golpe del palo o mazazo, y por lo tanto de una acción violenta que se contrapone al rezo piadoso a Dios.