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viernes, 8 de noviembre de 2024

¿Quién ha ganado? y La máquina de fango (Dos viñetas)

¿Quién ha ganado?
 

 
    La primera viñeta, de Allen Forrest, publicada el 6 de noviembre de 2024 en la página de Dissident Voice, lleva por título Who won? ¿Quién ganó? Está cuarteada y en el primer cuarto presenta a un tipo que consulta su móvil y nos pregunta si hemos visto los resultados de las elecciones (obviamente, se sobreentiende norteamericanas), en el segundo y el tercer cuarto se pregunta si ganó el estado profundo o ganó el pueblo, y en el último surge la duda de si el estado profundo no habrá hecho creer al pueblo que es el pueblo el que ha ganado. 
 
    El concepto de Estado Profundo (Deep State en la lengua del Imperio) es un tanto impreciso. Remonta quizá a la distinción chomskyana aplicada en la gramática transformativa y generativa de deep structure/surface structure o sea estructura profunda frente a estructura superficial, que a su vez puede relacionarse con la distinción entre lengua y habla de Ferdinand de Saussure, ya que la lengua es el código subyacente, mientras que el habla es su realización en el uso cotidiano. Para Chomsky, la 'estructura profunda' representa el nivel subyacente de significado o de relaciones sintácticas abstractas de un discurso. Es una representación mental que subyace a las estructuras superficiales, que son las formas que la frase puede adoptar. Por su parte, la 'estructura superficial es su realización final y concreta, ya organizada según las reglas fonéticas y sintácticas que hacen que sea pronunciable o visible en un idioma específico. 

    En la teoría política, el 'estado profundo' se refiere a una supuesta red de individuos, instituciones y poderes fácticos que operan entre bambalinas en el aparato estatal y que tienen la capacidad de influir en las decisiones del gobierno y la política sin estar a la vista ni responder directamente a la estructura democrática y oficial del Estado. Esta "estructura subterránea" se presenta como un nivel oculto que influye o controla lo que ocurre en la esfera pública y visible.

 
    Dos categorías que vienen a resucitar y replantear de algún modo la vieja cuestión del fondo y de la forma. Formalmente ha ganado el pueblo, o eso cree el electorado del sistema democrático que se identifica con él, pero siempre quien gana es el Estado, que serían los poderes fácticos.  El caso es que quien gana siempre, dejémonos de adjetivos como esos de superficial y profundo, es el Estado, y el Estado, como acierta a decirnos la viñeta de Allen Forrest, nos hace creer que ha ganado el pueblo. 
 
La máquina de fango o La caverna mediática
 

    La segunda viñeta es la de El Roto, publicada en el diario fétido del gobierno o Periódico Global, el día 7 de los corrientes, donde el protagonista, sentado frente a una pantalla, asevera que es difícil distinguir la “basura informativa del lodo real”, que se desprende de la pantalla con su color merdoso  -única concesión al color que hace dentro de su habitual blanco y negro- y está a punto de derramarse sobre el plato y el vaso de la mesa del espectador que nos da la espalda, sentado frente a su pantalla, como los esclavos de la caverna platónica condenados a ver las sombras proyectadas en la pared, la caverna mediática, según la metáfora que acuñó Vázquez Montalbán, para referirse a todos los medios de masas, de los que dejó escrito, con un guiño al Callejón del Gato valleinclanesco: Los medios de comunicación se han convertido en espejos trucados que devuelven falseadas imágenes del ciudadano
 
    Unos medios de comunicación que, paradójicamente, sirven para mantenernos incomunicados, contra su pretensión de poner en común las cosas, que eso es etimológicamente comunicar, ofreciéndonos información, una información que nos conforma a nosotros, que nos ahorma como hace la horma con el zapato hasta que dé de sí, y que deforma  por lo tanto la realidad.
 
    Ese lodo es como el virus que nos metieron en nuestros hogares a través de las pantallas. Es el barro que los valencianos arrojaron a la cara de su majestad la Reina, cuando se trasladó desde el palacio de la villa y la corte a consolar a las víctimas de la riada. 
 
      La televisión, la radio y la prensa escrita, a más de las redes sociales que conforman la Red Informática Universal en la que cabe virtualmente todo lo que existe, de modo que lo que no está en ella no existe, es la máquina que nos enfanga. En lugar de quitar el barro, lo propaga a los cuatro vientos. La información es el fango.
 

lunes, 19 de febrero de 2024

Pareceres XLI

201.- Un Dios esquizofrénico. Leemos en el Antiguo Testamento el episodio aquel del castigo que recibió el hombre que quebrantó la ley del sábado (Números 15:32-36).  Sucedió, cuando estaban los hijos de Israel en el desierto, que encontraron a un hombre recogiendo leña en sábado; y los que le encontraron le denunciaron a Moisés y a Aarón y a toda la asamblea; y le encarcelaron porque no había sido todavía declarado lo que había de hacerse con él. Yavé dijo a Moisés: «Sin remisión, muera ese hombre. Que lo lapide el pueblo todo fuera del campamento». Y lo sacaron toda la asamblea fuera del campamento y lo lapidaron, muriendo, como se lo había mandado Yavé a Moisés. Los israelitas apedrearon al pobre hombre hasta la muerte, porque  lo había ordenado Dios. El incumplimiento de esa orden habría atraído sobre la nación de Israel la cólera del Señor, un Dios esquizofrénico que por un lado le dicta a Moisés el mandamiento de “No matarás” y, por el otro, le ordena que mate al hombre que había sido sorprendido recogiendo leña un sábado, el séptimo día de la sacrosanta semana que recrea el mundo cada siete días. 
 
 
202.- Teleseries en serie. Hoy día no existes si no ves series. Estás demodé, como se decía antaño en vez de 'pasado de moda', o bien old fashioned, out, offside como se prefiere ahora; y lo sabes… piensa en cuántas conversaciones te pierdes cuando no puedes comentar con los demás el último episodio de la nueva temporada de la serie de nunca acabar, esa que nadie quiere dejar de lado. Está claro: ver series mola más que leer, aunque uno tenga a veces la sensación de que estamos perdiendo mucha vida en la caverna del hogar dulceamargo hogar delante de la tele. No lo olvides, cuando ves la tele, tú no la ves tanto como ella Te Ve a ti. 
203.- Durante la impostada pandemia global (2020-2023) el Corte Inglés, especialista en tutearnos, comercializó un descargador eléctrico, extensible, con el objeto de mantener al prójimo a una distancia segura mínima de cinco pies, metro y medio aproximadamente, a nuestro alrededor a fin de guardar la separación social recomendada. Este artefacto propinaba una leve descarga de 4,5 voltios al que osaba acercársenos más de la cuenta. Si algún invasor del espacio seguro atraviesa nuestra burbuja personal, este nuevo y genial artilugio le envía un mensaje contundente con una pequeña sacudida electrizante, porque es lo que se merece todo el que viola nuestro espacio y no respeta la regla de oro de la distancia social, que es lo mejor que nos ha traído la pandemia. ¿Te acercas demasiado a mí? ¡Zas! ¿Te pones la mascarilla debajo de la nariz? ¡Zas! ¿Te quitas la mascarilla para estornudar? ¡Zas! ¿Quieres que choquen nuestros puños o que nos demos un codazo? ¡Zas! El artículo perfecto para devolver la sonrisa a los rostros enmascarados adecuadamente por supuesto. Todo es violación en la vida cotidiana: la mirada de los transeúntes, su andar sospechoso, su mentalidad, el aire que respiramos, que puede estar viciado por el virus hasta el punto de no saber si somos nosotros los contagiadores o los contagiados, o ambas cosas a la vez: el contagiador contagiado.
 
 
204.- Información y propaganda. No tiene mucho sentido separar las páginas de publicidad propiamente dichas de las restantes de un periódico ordinario. La noticia de que el papa visita España, por ejemplo, es publicidad del máximo capitoste de la iglesia católica S. A., lo mismo que el anuncio del último modelo de automóvil eléctrico aparecido en el mercado es una noticia de interés para muchos lectores. Cualquier noticia no deja de ser un montaje publicitario, en la misma medida en que cualquier montaje publicitario no deja de ser una noticia también. El periódico es propaganda y publicidad del establecimiento, de la realidad y de lo que existe: es uno de los pilares fundamentales del Régimen y del edificio insostenible de la realidad, ese producto de nuestra imaginación enfermiza. 
 
 205.- Estobeo. Cuenta el doxógrafo neoplatónico Estobeo, que vivió a caballo entre los siglos V y VI, que Sócrates solía decir que si en el teatro se pidiera a los zapateros que se pusieran en pie, ellos y solo ellos lo harían, y lo mismo sucedería con los demás gremios profesionales, pero si se pidiera que se levantaran los inteligentes o los justos que estuvieran presentes todo el público del teatro se pondría de pie, y concluye con una reflexión: Es especialmente hiriente en la vida que la mayoría de los hombres crean que son inteligentes sin serlo. 

jueves, 21 de julio de 2022

Muertos bien informados

    Los cementerios, escribe Elías Canetti, ejercen una fuerte atracción; se les visita por una morbosa curiosidad, aunque no se tengan parientes sepultados en ellos. Y uno experimenta en estas visitas un estado de ánimo muy peculiar: la contrición que se siente y se muestra ante la presencia de tantos muertos encubre en realidad la secreta satisfacción del superviviente que va y viene entre las tumbas y que mira esta o aquella lápida, leyendo los nombres y las fechas para saberse vivo y sentirse como tal. Uno se alegra de no encontrar allí su propia nicho con su nombre y apellidos, con la fecha de su nacimiento y de su muerte.

    En una reciente visita mía a uno, he sido testigo de una curiosa escena. Solo estábamos dos personas, un hombre mayor que yo, aunque sólo pude verlo de espaldas, inmóvil como estaba frente a la tumba de lo que supongo era uno de sus seres queridos, y yo.


     El tipo, que no me había visto llegar, no iba a poner flores ni ningún otro adorno funerario, sino que parecía que estaba rezando o hablando en silencio con sus muertos, es decir, consigo mismo. Al cabo de unos instantes sacó del bolsillo... un móvil, como si fuera a hacer una fotografía.

    Pero al poco rato, comienza a oírse lo que me parece, al menos por lo que puedo escuchar en la distancia, una señal horaria y el boletín informativo de Radio Nacional de España, el famoso parte, de guerra, como decía mi padre.

    No puedo dar crédito a lo que oigo. Al instante, me viene a la cabeza una confesión de Hegel que había leído recientemente en alguna parte y me había llamado la atención: "Leer el periódico es mi oración de la mañana". Pero en este caso la plegaria matutina no era para los vivos sino, por así decir, para los muertos, si es que no éramos los mismos unos y otros destinatarios de información.

    El informativo debió de durar unos diez minutos. La noticia estrella del día que dejaba helados a todos los oyentes era que la ola de calor extremo que nos invadía había provocado 360 muertes en España en los primeros seis días, a más de haber los incendios calcinado miles de hectáreas forestales en toda la curtida piel de toro...


'El infierno era esto'

      Acabado el noticiario, el hombre apaga la radio, guarda el móvil y se dirige a la puerta del cementerio. Entonces me ve y, sin ningún rebozo, me dedica una amable sonrisa, con la que me da a entender que, aparentemente, está muy contento consigo mismo, porque se sabe, como yo, un superviviente. 

    Una vez que se ha marchado y me he quedado solo, no puedo resistirme a la tentación de -curiosidad malsana- ir a ver la misteriosa tumba delante de la que había escuchado su plegaria matutina, que diría Hegel. Es la de una mujer (¿su madre?) que murió en 1979 y que se llamaba Teresa. No hay foto, ni epígrafe, ni flores, ni signo religioso alguno. 

    ¿Estaba loco, o, por el contrario, muy cuerdo oyendo en medio de aquel silencio sepulcral -nunca mejor dicho lo de sepulcral- las noticias del boletín informativo con aquella misteriosa Teresa? ¿Creía este hombre que mantenía un poco viva a su madre o a su abuela o a quien fuera aquella misteriosa mujer compartiendo ante su tumba los sucesos que siguen afectando al mundo de los vivos?

    No sé qué pensar. Los muertos no oyen, pero quizá los vivos tampoco. No queremos oír que la noticia es que la amenaza de muerte pende sobre nosotros como la vieja espada de Damoclés, y contamos los vivos que caen muertos como moscas, como esos 360 muertos exactamente bien informados, ni más ni menos, que han perecido víctimas del golpe de calor... 

    La noticia define la causa de la muerte, para que el Estado protector, al que sacrificamos nuestra libertad -y nuestra vida, por lo tanto- en aras de nuestra supuesta seguridad, se encargue de luchar baldíamente contra dicha ola de calor, justificando su existencia so capa de protegernos de futuras y por lo tanto inexistentes por ahora oleadas de calor. 


     La noticia es que la gente se muere, sea por una razón o por otra, pero siempre por una causa definida que hay que justificar, como era esta de las altas temperaturas, o como había sido antes la pandemia que se había llevado seis millones de almas al Más Allá, o los bombardeos de la guerra de Ucrania... Es decir que es natural el hecho de morirse, y de hacerlo de muerte natural, aunque resulte incomprensible y uno se subleve contra la idea de que la muerte es algo natural que le pasa a uno. No, eso nunca.  A uno no le pasa nunca, les pasa a los demás, la muerte. Sólo hace falta definir la causa de la muerte. No hace falta que sea la causa efectiva porque, según apuntan los expertos -especialistas en todo, especialistas en nada-, las temperaturas extremas, sin ser la causa directa, provocan descompensaciones en las personas vulnerables. Y todos lo somos un poco. Vulnerables. 

    El Estado, como organización suprema, se dedica a administrar esa muerte, de la que nos da cuenta estadística- y puntualmente a través por ejemplo de los boletines informativos horarios de Radio Nacional, no vayamos a creernos inmortales como las ideas de Platón. En ese sentido, todos estamos ya condenados a muerte, aunque no encontremos todavía nuestro sitio en el cementerio -hasta aquí el tiempo, desde aquí la eternidad, decía la inscripción de la entrada-, como aquellos que descansan efectivamente en paz, una paz solo perturbada por las noticias de sucesos del reino de los vivos que oyen como el que oye llover.

    Vienen a mí unos versos antiguos de la Odisea de Homero (XI,  488-491). Cuando el sufrido Odiseo desciende a los infiernos, se encuentra allí con el alma en pena de Aquiles, el héroe que había preferido una vida breve pero intensa y llena de gloria, que una larga pero anodina y anónima, que le dice ahora, arrepentido: “No a consolar de la muerte me vengas, noble Odiseo. / Preferiría servir a jornal o a destajo, labriego / de amo indigente que no poseyera mucho sustento, / que sobre todos los muertos reinar que ya fallecieron”.

lunes, 23 de mayo de 2022

¡Ni caso!

    Durante mucho tiempo la información era un bien que escaseaba y era más difícil de conseguir que el oro, pero hoy día hay una apabullante inflación y superávit informativo: sobra por doquier. En la Red que se proyecta en las micro- y macropantallas de la caverna mediática es lo que más abunda, desde luego: información, de hecho es casi lo único que hay: noticias que son publicidad, propaganda para masas.
 
    La función de la prensa subvencionada por el Estado y por el Capital privado, tanto monta, consiste en suministrar cantidades ingentes de información para crear con ellas interpretaciones, o sea opiniones, favorables o desfavorables, utilizando estrategias de manipulación de la percepción, creando el fantasma de la Opinión Pública, que no es la opinión que tiene la gente, sino la que debería profesar.
 
La caverna de Platón
 
    Frente a las creencias que se nos imponen desde arriba, hay algo que surge de abajo, de lo más profundo de nuestros bajos fondos, que es la duda, lo único que nos permite salir de la opinión o de la creencia para tener acceso no al conocimiento de la verdad, que nunca poseeremos, sino al reconocimiento de la mentira.  Cualquier enfoque crítico pasa por la desmitificación y el desengaño de las creencias gracias a la duda.
 
    Como se ha podido ver a lo largo y ancho de la crisis de la pandemia del virus coronado, la mayoría de la gente ha preferido la opinión a la razón, la narrativa a la verdad. La doctrina de la pandemia podría resumirse del siguiente modo: Una epidemia de un terrible virus nuevo se cierne sobre toda la humanidad. No hay ningún tratamiento. Hay que confinar a la totalidad de la población, no sólo a los enfermos, sino también a los sanos. La superación de la pandemia provendrá únicamente de la vacuna. Estos cuatro puntos citados son, desde un punto de vista científico, bastante discutibles, y no solo eso: falsos. Y de hecho hay científicos que los han discutido, aunque han sido enseguida censurados, silenciados y tachados de negacionistas. El síntoma de esta pandemia fue la covidiarrea que hizo que se acabaran en un primer momento todas las existencias de papel higiénico en supermercados.
 
    Un problema que no data de ayer. Como decía Voltaire en su Diccionario filosófico bajo el epígrafe de Opinión: Se la considera la reina del mundo; lo es tanto que cuando la razón quiere combatirla, la razón es condenada a muerte. Es preciso que renazca veinte veces de sus cenizas para ahuyentar a la usurpadora. 
 
 

    Opinión es sinónimo de creencia que es una elección personal y subjetiva, como los gustos personales, opuesta al carácter universal de la razón. Y si la opinión es irracional, ¿qué diremos de la Opinión Pública, que dirige el mundo?
 
    Hay un término griego para la opinión que es doxa que aunque no está recogido todavía en el Diccionario de la docta Academia de la lengua española se usa mucho en ciencias sociales, y no nos resulta muy extraño, porque lo tenemos en adjetivos como ortodoxo y heterodoxo, y convertida la equis en jota en paradoja.
 
    Hay quien dice que la información, junto con el aire y con el agua, es lo que más abunda en el planeta: información, informaciones. El aire y el agua son necesarios para vivir. La información ¿para qué es necesaria? Algunos dirán que para saber lo que pasa. Pero es mentira. Las informaciones son necesarias para meternos el miedo en el cuerpo contándonos mentirijillas y para distraernos de lo que pasa de verdad. Lo mismo que el aire y que el agua, que están cada vez más contaminados en el planeta azul, la información también está polucionada, manipulada, sesgada; por lo que su abundancia se convierte en asfixiante: no es una riqueza de la que podamos enorgullecernos, sino un motivo de gran preocupación.
 
Caminante sobre mar de nubes, C. D. Friedrich (1818)
 
       La información es un tumor cancerígeno que pretende aniquilarnos, anestesiar nos  insensibilizándonos ante lo que pasa, porque la información logra que nos desentendamos precisamente de “lo que pasa” y nos preocupemos por cosas que no nos interesan, que ni nos van ni nos vienen, para que así seamos incapaces de ver lo que tenemos delante de nuestras propias narices -eso y no otra cosa es "lo que pasa"-, pues vemos, en su lugar, las pantallas que nos ponen a modo de aquellas orejeras que les plantaban a los asnos para que caminaran siempre adelante en la misma y prefijada dirección.
 
    ¿Es bueno, pues, estar informado? Para nada. No sólo no es bueno, es perjudicial para la salud física y mental. Nuestra tarea, por lo tanto, es librarnos de la información, desinformarnos, no hacer caso de lo mucho que nos cuentan.

sábado, 11 de diciembre de 2021

"De orden de las autoridades sanitarias, se hace saber..."

    La figura del alguacil pregonero encargado de anunciar a los vecinos del pueblo de viva voz lo que las autoridades mandaban ha sido sustituida por la del periodista en la prensa escrita y los locutores y locutrices de los llamados medios (in)formativos de masas, que publican periódicamente los bandos del señor alcalde, o de la genérica e inclusiva alcaldía, que es dicho políticamente más correcto por no decir de la alcaldesa, que ya no es la mujer del alcalde como era coloquialmente antaño, sino el femenino de alcalde, desde el momento en que las mujeres pueden ser elegidas democráticamente para desempeñar ese cargo de autoridad municipal.

 

    La sociedad de la información ha prescindido de la figura tradicional del pregonero, y la información llega ella sola como alguacilesa pregonera a todos los lugares a través de los medios audiovisuales, al igual que la Pálida Muerte de Horacio, que llama dando una patada a todas las puertas tanto de los tugurios de los pobres como de los palacios de los reyes.

     Uno de estos bandos “de orden del señor alcalde”, entiéndase, de “orden de las autoridades sanitarias”, que publican a todas horas los medios (in)formativos de masas es el siguiente: “Los niños de 5 a 11 años recibirán la primera dosis de las vacunas el 15 de diciembre y la segunda ocho semanas después”. Cada autonomía del reino de taifas que es España decidirá si la inoculación se llevará a cabo en colegios, hospitales o vacunódromos (sic, por el neologismo).

    Curiosamente no se dice “de orden de las autoridades sanitarias” porque la vacunación no es obligatoria, pero el anuncio de un hecho que no ha sucedido todavía (comenzará a partir del 15 de diciembre) es noticia, se presenta como una realidad, como si ya hubiera sucedido, porque lo que se está diciendo tácitamente es que se haga. Se trata de una fatalidad, en el sentido etimológico de la palabra. El fatum  o hado es el guión que debemos representar porque está mandado, lo que está dicho y además queda constancia escrita de ello. De alguna manera lo dicho es ya un hecho, aunque sea un hecho sólo de lengua, y aunque entre el dicho y el hecho, como dice el refrán con su rima, hay un trecho, ese trecho no es más que el camino que nosotros debemos seguir para cumplirlo.   

    Claro, dirán algunos, porque se trata de un hecho futuro, sin parar mientes en la contradicción terminológica en la que incurren. ¿Cómo se entiende que algo que se presenta como un hecho, es decir, como si ya se hubiera "hacido", que diría un niño que está aprendiendo a hablar, no se haya hecho todavía, sino que está programado para que se ejecute en el futuro? En rigor no hay hechos futuros, porque si son hechos no son futuros, y si son futuros no son hechos todavía. Noticia de un hecho futuro es, pues, una cotradicción en los términos: se habla de un hecho, de algo pasado, un suceso que aún no ha acaecido como si ya hubiera sucedido. Sin embargo en esa contradicción vivimos. 

 

       Los niños menores de 11 años en España no han recibido a fecha de hoy, ni falta seguramente que les hace, la llamada Vacuna, el producto que sin ser una vacuna de virus atenuado ha usurpado su nombre para que los que critican su imposición sean tachados de 'antivacunas' aunque no estén en contra de las vacunas tradicionales sino de este producto; la recibirán, si los dioses y diosas no lo impiden, a partir del 15 de diciembre, es decir, la "recibir han" han de recibirla, tienen que recibirla -ahí se ve la creación de nuestro Futuro Imperfecto como derivado de un Imperativo- porque así lo ordenan las autoridades sanitarias del Gobierno de España. Ahí se ve que el origen de los llamados “hechos futuros” es una orden, que el Gobierno traslada a sus sucursales autonómicas vasallas, que decidirán los detalles de su ejecución: dónde, cómo, cuándo, sin preguntarse por qué. 

    El mayor reproche que se le puede hacer a esta inoculación colectiva (y no me refiero ahora sólo a la infantil), además del de que es innecesaria totalmente, es que prescinde del examen y reconocimiento del paciente individual, por lo que no hay prescripción facultativa, lo que desde un punto de vista sanitario es una aberración médica y deontológica. Es una medida política, en el peor sentido de esta noble palabra, que se justifica como sanitaria, y que contradice el principio hipocrático de la medicina de “primum non nocere”, de en primer lugar no perjudicar al paciente. Y contradice lo que me atrevería a decir sin ser médico que es un axioma del arte médica:  que no hay un medicamento genérico ni un tratamiento válido para todo el mundo sin excepción. Mientras que la medicina pretende humildemente curar al enfermo de carne y hueso, la política sanitaria, sin embargo, mucho más soberbia por su afán totalitario, pretende erradicar las enfermedades erradicando a los enfermos. 


    Sueña la política sanitaria con curas absolutas que a menudo son peores que el mal que van a erradicar. Ya lo dice el escepticismo popular: a veces es peor el remedio que la enfermedad.

    El papel de la prensa y de los medios (in)formativos de masas no se agota sin embargo en emular al alguacil pregonero que rememorábamos más arriba anunciando hechos futuros, es decir, órdenes que tienen que cumplirse pese a la paradoja de que no sean obligatorias.  Cumplen también el papel de la propaganda de la moderna publicidad. Véase como ejemplo este otro titular de prensa: “La tercera dosis de la vacuna de Pfizer reduce el riesgo de muerte en un 90% según un nuevo estudio”. No es una noticia, es un spot publicitario, que revela que el cuarto poder que es la prensa en su sentido más amplio se une a la tríada tradicional del Estado, y que como los otros tres poderes (judicial, legislativo y ejecutivo), subordinados todos al ejecutivo, está al servicio de las grandes empresas sanitarias capitalistas y los codiciosos laboratorios, quienes, por su parte, refuerzan el apetito totalitario insaciable de los gobiernos de los Estados por mandar y someter a los pueblos merced al miedo y la mentira.


sábado, 27 de febrero de 2021

¿Información o propaganda?

Leo en la pantalla del ordenador un periódico digital de amplia difusión y talante progresista, cuyo nombre omito porque no me gusta hacer publicidad: Cómo paliar los efectos del uso de la mascarilla sobre tu tez en cómodos pasos. Sobre este titular, la foto de una bella señorita quitándose la mascarilla del rostro que aún le cuelga de la oreja y regalándonos la mejor de sus sonrisas.
 
 
Me entra entonces la duda ingenua pero razonable de si me encuentro ante un anuncio publicitario como sospecho a primera vista de una marca comercial de alguna crema facial o maquillaje por el estilo o ante una noticia de carácter informativo. 
 
Después de clicar en una misteriosa pestaña, leo en letra pequeña: “Este contenido está realizado por un anunciante y no interfiere en la información del periódico”. Ya está meridianamente clara la cosa: es publicidad comercial que ni siquiera se llama por su nombre, se denomina  “contenido ofrecido o patrocinado”. 
 
Los responsables del área comercial del diario digital justifican la inclusión del reportaje del siguiente modo: "El contenido patrocinado nos permite recibir financiación a la vez que contamos historias que les resulten interesantes (a los lectores). La función de este departamento comercial es crear historias mediante artículos, entrevistas y reportajes multimedia. Aportamos a nuestros patrocinadores nuestra conocida narrativa propia y trabajamos con ellos para ofrecerles una estrategia creativa y de distribución que se ajuste a sus intereses comunicativos". 
 
Una vez que se accede a la página, que en nada difiere del resto de las de ese diario, puede leerse lo siguiente: “Todo lo que necesitas para lucir una piel perfecta las 24 horas pese a la mascarilla.” No te preocupes, vienen a decirte: La falta de oxigenación, de transpiración y de vitamina D ha causado estragos en la epidermis, pero hay un maquillaje con tratamiento que te ayudará a recuperar el esplendor perdido
 
Ya se ve clarísimo que es publicidad, pero continúo leyendo porque el artículo no tiene desperdicio: “Si estás preocupada (sic por el uso del género femenino, el anuncio es sólo para señoras y señoritas, no para caballeros) por los efectos que ha tenido en tu piel la pandemia, con la mascarilla impidiéndote oxigenar medio rostro, la cuarentena y el actual semi confinamiento que nos impide disfrutar de la vitamina D solar tanto como sería necesario, aquí tienes unos cuantos consejos para volver a sentir una epidermis suave, aterciopelada, luminosa y a prueba de mascarillas.” 
 
 
Me encanta la crítica velada que se hace de la mascarilla y de los efectos cutáneos de la pandemia: ha impedido oxigenar medio rostro, y recibir la vitamina D solar “tanto como sería necesario”, lo que sería un mal menor si el tapabocas hubiese servido para algo bueno, pero el artículo no va a entrar a criticar la obligatoriedad del uso del barbijo, mordaza o bozal sino a poner remedio a sus efectos secundarios o colaterales adversos, por lo que no debe preocuparse, señora o señorita, ya que aquí van unos consejos para volver a sentir una epidermis “a prueba de mascarillas”. 
 
En suma, que se trataba de publicidad y propaganda, y no de información crítica, pero esta interferencia entre el contenido realizado por un anunciante y la información que suministra el periódico -generalmente malas noticias: cifras de muertos y contagiados y de lo que ellos llaman "casos", palabra mágica y performativa que convierte en enfermo imaginario al que no lo está,  hospitales colapsados en su mayoría, vacunas  y profecías científicas de futuras oleadas de epidemias y pandemias y virus asesinos- sólo conduce a la ceremonia de la confusión. 
 
Algo, sin embargo, podemos sacar en claro de todo ello que no deja de ser importante. Y es que hay que reconocer, la verdad sea dicha, que no hay ninguna diferencia entre lo uno y lo otro, que se ha difuminado tanto la definición de la noticia y del anuncio publicitario que se confunden una y otra cosa: lo que resulta revelador: las noticias, además de ser el cebo para meternos anuncios comerciales, no dejan de ser propaganda y la publicidad no deja de ser noticia. Y nosotros, receptores pasivos y consumidores de lo uno y de lo otro, que es lo mismo.