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martes, 20 de octubre de 2020

Homenaje de Cataluña a Orwell

Si George Orwell escribió "Homage to Catalonia", Cataluña le rinde ahora un homenaje póstumo al autor de "1984" dedicándole una plaza en la ciudad de Barcelona: la plaça de George Orwell, en pleno Barrio Gótico, distrito de Ciutat Vella.


La fotografía adjunta, tomada de la Red, muestra cómo el vaticinio de Orwell, que nunca pretendió ser un profeta, se ha cumplido sin embargo. Al lado del letrero de la plaza, qué paradoja, tenemos un panel del Ajuntament de Barcelona que nos advierte en catalán, pero se entiende en castellano, de que nos hallamos en una zona videovigilada en un radio de 500 m.


¿Quién nos vigila? Sin duda ninguna, el Big Brother o Gran Hermano, que es, para los que no lo sepan, algo más que el nombre de un infame concurso televisivo: es el Gran Dictador (y no estamos hablando sólo de los personajes históricos como Stalin, Hitler, Mussolini o Franco, que son agua pasada), sino de los regímenes democráticos y totalitarios que padecemos en la actualidad, Gran Dictador que pretende controlar todos y cada uno de nuestros pasos "por nuestra propia seguridad y nuestro propio bien".
 
La telecámara recibía y transmitía simultáneamente: no sólo imágenes, sino hasta el más leve susurro. Poseía, además de un enorme ojo, dos enormes oídos para escuchar todas nuestras conversaciones. Los espectadores y oyentes éramos vistos y escuchados al otro lado de la cámara por el Gran Hermano, llamemos así al Estado Moderno en honor del padre Orwell, único profeta del siglo XX cuya distopía plasmada en su novela 1984 se ha visto realizada. El Hermano Mayor vela, como si fuera Dios padre todopoderoso, por todos nosotros y nos hace mal, si es preciso, por nuestro propio bien.
 
 
Fue precisamente en el año de gracia de 1984, varias décadas después de escrita la novela, cuando se instaló la primera cámara de videocontrol en el Reino Unido. Por eso el año 1984 de la era cristiana constituye el año I de la new age orwelliana: la Nueva Era ya está aquí. Desde entonces se han instalado hasta cuatro millones de cámaras en dicho país de la vieja Europa. Una persona podría ser grabada hasta trescientas veces en un solo día de vida normal por las calles de Londres, sin que por ello la capital británica sea más segura que antes ni haya tampoco descendido la criminalidad.
 
Desde entonces hemos visto la aprobación de diversas Leyes de Videovigilancia por doquier que permitían la colocación de cámaras para uso policial en los espacios públicos, como en la susodicha plaza barcelonesa, pero también han proliferado las cámaras privadas en hoteles, bancos, domicilios particulares y toda suerte de edificios y transportes. Y ahora, bajo la dictadura sanitaria y so pretexto de la lucha contra el virus coronado, se intensifica el control social y el aparato policial y parapolicial.  Un cartel debajo de un semáforo nos recuerda, por ejemplo, que hay un control fotográfico para los conductores que no respeten la señalización y se salten el semáforo.
 
 
Otro cartel nos recuerda en catalán que debemos guardar la distancia de seguridad de dos metros con otros viandantes, y caminar por la acera de la derecha... Sólo faltaba ya que nos dijeran que marcáramos el paso como en un desfile militar...

Algunas cámaras son de mentiras y forman parte de la escenografía panóptica del miedo: son falsas, como la realidad, pero hacen su trabajo. Mientras la gente no se percate y mientras crea que funcionan, cumplen su misión induciendo al miedo, la paranoia cívica y la sumisión al estado policial. 

Orwell, que no era un profeta, como decíamos, lo clavó sin embargo en su novela 1984, escrita treinta y cinco años atrás, describió  la sociedad totalitaria del control audiovisual del futuro que ya está aquí instalado entre nosotros desde hace mucho tiempo. Cumplido ese plazo con creces, pues hemos entrado ya en el siglo XXI, podemos comprobar en el cartel instalado en  la plaça  que le dedica el Ajuntament de Barcelona que la videovigilancia es un fenómeno global no sólo desde el sector privado sino desde el público, como demuestra la fotografía. Y no se puede decir que haya aumentado objetivamente nuestra seguridad, ni siquiera nuestra sensación subjetiva de seguridad, sino sólo nuestro control por parte del Estado y el Capital, tanto monta... ¡Si Orwell levantara la cabeza...!