La siguiente reflexión de Cicerón sobre la guerra y la paz, sacada de su contexto, que es la
séptima Filípica que escribió el orador contra Marco Antonio, me parece muy oportuna
en cualquier caso: Nec ego pacem nolo, sed pacis nomine bellum
inuolutum reformido, que viene a decir algo así: Yo no estoy contra la paz, pero me produce espanto la guerra envuelta en
el nombre de la paz.
George Órgüel en su novela 1984 describía el mundo del Gran Hermano donde el
lema del partido que gobernaba era: war is peace, freedom is slavery, ignorance is strength: guerra es paz, libertad
es esclavitud, ignorancia es fuerza. En ese mundo controlado por el ojo
panótpico del Big Brother se llamaba paz a la guerra, y libertad a la
esclavitud en la que vivían.
En nuestros
días, asistimos a este ejercicio de ocultación de la verdad que consiste en
llamar a las cosas con la denominación contraria de lo que son; y así a las guerras oímos que se
las llama “misiones humanitarias de paz y de defensa de la democracia y de los
derechos humanos”, por ejemplo, y nos quedamos tan contentos.
En este sentido no está de más
recordar aquí aquella honesta y sincera declaración de un veterano
norteamericano de la guerra de Iraq, que
reconoció lo siguiente: “Nos dijeron
que luchábamos contra los terroristas: el verdadero terrorista era yo”.
Nuestra poetisa Isabel Escudero
(1944-2017) escribió en su poemario Coser y Cantar
(1994) el siguiente agudo pareado, que viene a decir lo mismo que decía Cicerón
con otras palabras más castizas: Tú
crees que esto es la paz: / esto es la guerra disimulá.
Proseguía Cicerón diciendo allí
mismo: Qua re si pace frui uolumus, bellum gerendum est; si bellum omittimus,
pace numquam fruemur. Por lo tanto si
queremos disfrutar de la paz, tenemos que hacer la guerra; si prescindimos de
la guerra, nunca disfrutaremos de la paz. Pero no estaba aquí Cicerón, como puede parecer a primera vista,
proclamando el viejo y también latino adagio que se atribuye a Vegecio “si uis pacem, para bellum”, si quieres la paz, prepara la guerra, que esgrimirán tantos militares
y militaristas después de él para justificar el abuso de las armas, sino de declararle, si relacionamos este aserto con la frase anterior, la
guerra a la mentira reinante que llama paz a la guerra, y llamar lo primero de todo a las cosas por su
nombre: al pan pan, y al vino vino; paz a la paz; guerra a la guerra. Pero corrijamos el latinajo: Si uis pacem, para bellum... bello: Si quieres la paz, haz la guerra... a la guerra.
Las guerras que declara periódicamente el Régimen para su propio sustento a los víruses, al fanatismo religioso, al racismo, a la homofobia, a la transfobia, a otros regímenes dictatoriales más arcaicos y menos democráticos, al terrorismo, a la pobreza y demás desiguladades, al cambio climático... lo primero que hacen es crear un Enemigo, que no es más que un falso pretexto para realizar estos simulacros bélicos destinados a justificar la existencia del gobierno del propio Régimen que declara dichas guerras, un gobierno que sin el sustento de la fe en la existencia de dicho Enemigo no tendría mucho sentido ni razón para vivir.
Esas guerras piadosas son imposturas defensivas, como la existencia de un Ministerio de Defensa, que debería llamarse como Dios manda Ministerio de la Guerra. Esas guerras son pseudoguerras, en realidad falsas guerras que quieren blanquear la Guerra con mayúscula, la guerra de verdad, la idea de guerra, que es negra y que es padre de todas las cosas, según Hereaclito, una guerra fantasmática que hay que renovar constantemente para recrear el Enemigo.
Pero el Enemigo es el Régimen que declara dichas guerras a gigantes descomunales que son en realidad molinos de viento.
El Imperio es de hecho incapaz de librar cualquiera de esas guerritas que agita y desencadena no tanto por falta de medios como sobre todo por falta de coraje, porque Occidente -y Occidente es hoy ya todo el globo terráqueo- tiene mucho miedo, miedo a la muerte, a la finitud, a la enfermedad, al sufrimiento, a la pérdida, y sobre todo tiene miedo al miedo, que es el peor miedo que hay.