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lunes, 11 de julio de 2022

De la paz y de la guerra

     La siguiente reflexión de Cicerón sobre la guerra y la paz, sacada de su contexto, que es la séptima Filípica que escribió el orador contra Marco Antonio, me parece muy oportuna en cualquier caso: Nec ego pacem nolo, sed pacis nomine bellum inuolutum reformido, que viene a decir algo así: Yo no estoy contra la paz, pero me produce espanto la guerra envuelta en el nombre de la paz.



 El joven Cicerón leyendo, Vincenzo Foppa (1427-1515)

George Órgüel en su novela 1984  describía el mundo del Gran Hermano donde el lema del partido que gobernaba era: war is peace, freedom is slavery, ignorance is strength: guerra es paz, libertad es esclavitud, ignorancia es fuerza. En ese mundo controlado por el ojo panótpico del Big Brother se llamaba paz a la guerra, y libertad a la esclavitud en la que vivían. 


En nuestros días, asistimos a este ejercicio de ocultación de la verdad que consiste en llamar a las cosas con la denominación contraria de lo que son; y así a las guerras oímos que se las llama “misiones humanitarias de paz y de defensa de la democracia y de los derechos humanos”, por ejemplo, y nos quedamos tan contentos. 

En este sentido no está de más recordar aquí aquella honesta y sincera declaración de un veterano norteamericano de la guerra de Iraq,  que reconoció lo siguiente: Nos dijeron que luchábamos contra los terroristas: el verdadero terrorista era yo”.

Nuestra poetisa Isabel Escudero (1944-2017) escribió en su poemario Coser y Cantar (1994) el siguiente agudo pareado, que viene a decir lo mismo que decía Cicerón con otras palabras más castizas: Tú crees que esto es la paz: / esto es la guerra disimulá. 



       Proseguía Cicerón diciendo allí mismo:  Qua re si pace frui uolumus, bellum gerendum est; si bellum omittimus, pace numquam fruemur. Por lo tanto si queremos disfrutar de la paz, tenemos que hacer la guerra; si prescindimos de la guerra, nunca disfrutaremos de la paz. Pero no estaba aquí Cicerón, como puede parecer a primera vista, proclamando el viejo y también latino adagio que se atribuye a Vegecio “si uis pacem, para bellum”, si quieres la paz, prepara la guerra, que esgrimirán tantos militares y militaristas después de él para justificar el abuso de las armas, sino de declararle, si relacionamos este aserto con la frase anterior,  la guerra a la mentira reinante que llama paz a la guerra, y llamar lo primero de todo a las cosas por su nombre: al pan pan, y al vino vino; paz a la paz; guerra a la guerra. Pero corrijamos el latinajo: Si uis pacem, para bellum... bello: Si quieres la paz, haz la guerra... a la guerra.

    Las guerras que declara periódicamente el Régimen para su propio sustento a los víruses, al fanatismo religioso, al racismo, a la homofobia, a la transfobia, a otros regímenes dictatoriales más arcaicos y menos democráticos, al terrorismo, a la pobreza y demás desiguladades, al cambio climático... lo primero que hacen es crear un Enemigo, que no es más que un falso pretexto para realizar estos simulacros bélicos destinados a justificar la existencia del gobierno del propio Régimen que declara dichas guerras, un gobierno que sin el sustento de la fe en la existencia de dicho Enemigo no tendría mucho sentido ni razón para vivir. 
 
    Esas guerras piadosas son imposturas defensivas, como la existencia de un Ministerio de Defensa, que debería llamarse como Dios manda Ministerio de la Guerra. Esas guerras son pseudoguerras, en realidad falsas guerras que quieren blanquear la Guerra con mayúscula, la guerra de verdad, la idea de guerra, que es negra y que es padre de todas las cosas, según Hereaclito, una guerra fantasmática que hay que renovar constantemente para recrear el Enemigo. 
 
    Pero el Enemigo es el Régimen que declara dichas guerras a gigantes descomunales que son en realidad molinos de viento. El Imperio es de hecho incapaz de librar cualquiera de esas guerritas que agita y desencadena no tanto por falta de medios como sobre todo por falta de coraje, porque Occidente -y Occidente es hoy ya todo el globo terráqueo- tiene mucho miedo, miedo a la muerte, a la finitud, a la enfermedad, al sufrimiento, a la pérdida, y sobre todo tiene miedo al miedo, que es el peor miedo que hay. 
 
 

lunes, 20 de junio de 2022

Más neolengua orgüeliana

  1.- Otro ejemplo de neolengua orgüeliana, además de la conocida tríada de los tres eslóganes del Partido que exhibía el Ministerio de la Verdad, guerra es paz, libertad es esclavitud e ignorancia es fuerza
 
-a los que había que añadir un cuarto que aprendimos durante el bienio pandémico de que salud es enfermedad y de que había enfermos asintomáticos, es decir sin síntomas aparentes de malestar, es decir, pacientes imaginarios o molierescos, (algo de lo que ya nos había advertido el doctor Knock cuando afirmó que 'los que gozan de buena salud son enfermos que no lo saben') es a propósito de las inoculaciones vacunales el beneficio maléfico, es decir, que algo que supuestamente tenía que hacernos bien como una vacuna nos causa sin embargo mal, 
 
(al revés del dicho popular de que no hay mal que para bien no venga, nos encontramos aquí con 'no hay bien que para mal no venga').
 
 
    2.- El beneficio maléfico explicaría el caso de que haya pacientes supuestamente inmunizados con la pauta completa de vacunación -si tiene algún sentido lo de 'completa' cuando se precisan refuerzos o dosis de recuerdo una y otra vez para revitalizar su salvífico efecto-  que requieren hospitalización y cuidados intensivos porque al parecer presentan auto-anticuerpos que impiden el buen funcionamiento de su sistema inmunitario, los cuales neutralizan la acción de las proteínas que constituyen la primera barrera inmunológica del virus. 
 
Suelen explicarnos los biólogos  y bioquímicos la complejidad del sistema inmunitario recalcando su fragilidad; si su equilibrio se altera, el sistema puede volverse contra el anfitrión y hacer que su salud se resienta. Lo que pretendía fortalecer artificialmente el sistema inmunitario acaba así por debilitarlo y romper su equilibrio natural. Ahí es donde tenemos que los elementos inmunes 'beneficiosos' pueden convertirse en armas maléficas que arrojan piedras contra su propio tejado... 
     

     3.- Que este fenómeno de la neolengua que describió Órgüel no es propio sólo de los siglos XX y XXI nos dan cuenta también los testimonios de los antiguos, de los que recojo por curiosidad un par de ellos al azar:
 
-entre los historiadores griegos, este de Tucídides a propósito de las consecuencias morales de la guerra civil, tomado del libro III de la Historia de la Guerra del Peloponeso, capítulo 82, parágrafo 4, que en la traducción de J.J. Torres Esbarranch dice así: Cambiaron incluso el significado normal de las palabras en relación con los hechos, para adecuarlas a su interpretacion de los mismos; (y en la de Rodríguez Adrados: Cambiaron incluso, para justificarse, el ordinario valor de las palabras) La audacia irreflexiva pasó a ser considerada valor fundado en la lealtad al partido, la vacilación prudente se consideró cobardía disfrazada, la moderación, máscara para encubrir la falta de hombría, y la inteligencia capaz de entenderlo todo incapacidad total para la acción... 
 
-y entre los romanos, este de la Conjuración de Catilina (52.11) de Salustio, que así traduce Bartolomé Segura Ramos: « Verdad es que hace mucho que hemos perdido el nombre verdadero de las cosas. Como despilfarrar los bienes ajenos se llama liberalidad y atreverse a malas acciones, gallardía, el Estado está en el extremo en que está. » 
 
    4.- Algo beneficioso como una presunta vacuna, que en principio debería protegernos de una enfermedad, presenta el riesgo de volverse desfavorable induciendo procesos ADE (Antibody-Dependent Enhancement en la lengua del Imperio, o sea amplificación de la infección dependiente de anticuerpos, en la nuestra), lo que sucede cuando como en la actualidad las variantes proteicas del virus se alejan de la cepa original utilizada para la creación de los sueros, por lo que en lugar de protegernos, terminamos con una 'infección celular facilitada', lo que explica que los reportes de los efectos secundarios de la vacunación sean cada vez más numerosos y que los vacunados continúen contagiándose. 
 
En todo caso estamos de enhorabuena: ¡Acaban de inventar otro oximoro o agudo sinsentido que enriquece el diccionario de la Academia de la Lengua donde la mentira del Ministerio de la Verdad es la verdad verdadera, el beneficio maléfico o beneficio negativo, la inmunidad artificial que pretendía reforzar la natural y acaba destruyéndola, lo que no deja de guardar algún parecido con el hecho de que el desarrollo de la inteligencia artificial acabe por destruir la natural.