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jueves, 30 de enero de 2025

Lo falso se torna verdadero

    Una sentencia de Publilio Siro, la núm. 228 de la edición de la Loeb Classical Library a cargo de J. Wight Duff y Arnold M. Duff (Minor Latin poets, vol. I, pág. 225), reza en versión original: Falsum etiam est uerum quod constituit superior, que traduce J. Wight al inglés como: Even false becomes true when a superior so decides, lo que viene a ser en román paladino: "Hasta lo falso se vuelve verdadero cuando un superior así lo decide".  Me llama la atención cómo traduce la oración subordinada, como una adverbial temporal introducida por "when" (cuando). 
 
    Otras traducciones inglesas consultadas, ya que la sentencia de Siro parece haber tenido cierta repercusión en esa lengua más que en la nuestra, traducen la segunda parte de la paremia como una condicional: Hasta lo falso se vuelve verdadero, si un superior así lo decide. Echo de menos la traducción de la subordinada como adverbial causal, que es uno de los valores del nexo "quod": Hasta lo falso se vuelve verdadero por (el hecho de) que un superior así lo decide. Y también echo de menos la interpretación más sencilla, una subordinada adjetiva relativa: Hasta lo falso que decide un superior se vuelve verdadero. Todas esas traducciones son posibles y abundan sobre lo mismo: la mentira se vuelve verdad cuando lo ordenan las instancias superiores... 
 

 
    Frente a esta constatación solo cabe la denuncia de que las verdades así establecidas por los que mandan son falsas. Joaquín Huertas, el autor de la ilustración que acompaña esta reflexión, relaciona el aforismo de Publilio Siro con Órgüel y su novela 1984: "LA GUERRA ES LA PAZ, LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD, LA IGNORANCIA ES LA FUERZA". Y, siguiendo con la retahíla, podríamos añadir nosotros: LO MALO ES BUENO, y LA MENTIRA ES VERDAD, trafulcando el significado de las palabras con sus contrarios. 
 
    Si seguimos buscando alguna relación dentro de la moderna literatura inglesa, es inevitable también el paralelismo con A través del espejo de Lewis Carroll, cuando Humpty Dumpty, con forma de huevo y cara humana, le dice a Alicia que las palabras significan “lo que yo quiero que digan”, y cuando Alicia le replica que cómo pueden querer decir tantas cosas tan diferentes (y a veces contrapuestas), Humpty Dumpty zanja la cuestión sentenciando que el significado depende de quién manda, porque quien manda manda y decide lo que quiere que signifiquen las palabras, influyendo en el vocabulario semántico de las lenguas y, a través de él, en la realidad que configuran, falsa pero real. 
 
 
    Si bien es verdad que la lengua no es de nadie y nadie por lo tanto manda sobre ella, no puede decirse lo mismo del vocabulario y de la cultura, o sea de las ideas, que son de los que mandan.

sábado, 17 de octubre de 2020

La verdad y la mentira

El grupo escultórico del escultor victoriano Alfred Stevens (1817-75) en el monumento al duque de Wellington que se alza en el interior de la catedral de San Pablo en Londres presenta dos figuras alegóricas con forma humana que personifican la Verdad y la Falsedad. Su aspecto musculoso recuerda el estilo renacentista de Miguel Ángel. 

Detalle de La Verdad y la Falsedad, Aldred Stevens (1857-66)
 

La Verdad arranca la doble lengua a la Falsedad, una lengua muy larga, como vulgarmente se dice, le aplasta el pecho con el pie y después de haberle apartado la máscara carnavalesca, la careta hipócrita que oculta sus grotescos rasgos. Unas colas monstruosas de serpiente asoman bajo su ropaje.

En el grupo escultórico que nos ocupa Verdad y Falsedad están perfectamente caracterizadas, pero un sofista griego podría darle la vuelta a la tortilla y argumentar que lo blanco es negro y lo negro blanco, y, en este caso que la Verdad es en realidad la Mentira y que la Falsedad pisoteada y humillada es de hecho la Verdad, que así resulta ninguneada.

La Verdad y la Falsedad, Alfred Stevens
 

En nuestros tiempos los Estados totalitarios, y todos lo son, fabrican verdades a su medida, y a fuerza de repetirlas machaconamente por todos los medios de creación y manipulación de la opinión pública a su alcance hacen, gracias a la narrativa del relato oficial y su argumentario, que la gente acabe asimilándolas. Llaman, como dijo el poeta, “verdad a la mentira”. Si alguien se atreve a desenmascararlo, se le repetirá, sin argumentos, la conocida pregunta de Poncio Pilato que queda flotando en el aire sin respuesta: “¿Qué es la verdad?”  

Mendace ueritas: “En lo falso, la verdad”, dice con adagio latino el barón de Münchhausen, quien como el Humpty Dumpty de Lewis Carroll afirma que las palabras solo significan “lo que yo quiero que digan”, y cuando Alicia le replica que cómo pueden querer decir tantas cosas tan diferentes, Humpty Dumpty zanja la cuestión sentenciando que el significado depende de quién manda.

El psicoanálisis, por su parte, debe su invención a la "verdad mentirosa", para usar el término de Lacan 'verité menteuse', que Freud desenterró en las expresiones del inconsciente y en el mundo onírico de los sueños, donde yace la verdad censurada del deseo, lo que guarda cierta relación con la divisa mendace ueritas del barón. La verdad no sólo reside en la embriaguez que nos desinhibe (in uino ueritas, según la divisa clásica), sino en la mentira que niega y reprime el deseo inconsciente: yo no quería hacerlo...