viernes, 25 de julio de 2025

Releyendo 1984 de Órgüel

Cualquiera que haya leído la novela 1984 de Jorge Órgüel, escrita en el año del Señor de 1948, cuyo título alteraba las dos últimas cifras del año de su composición, lectura muy recomendable en todo momento y más aún en estos malos tiempos para la lírica y la épica que corren, recordará quizá el papel desempeñado por la figura controvertida de Emmanuel Goldstein. 
 
  
No era el Big Brother o Gran Hermano, pero sí su creación más exitosa que justificaba su existencia y represión. Goldstein es el enemigo Número Uno del Partido gobernante.  Debido a su oposición al Gran Hermano, todos los días a partir de las 11 de la mañana se fomentaba la celebración en todos los lugares públicos de manifestaciones de histeria colectiva y catártica contra él: los «Dos Minutos de Odio», que tanto nos recuerdan a los aplausos a las ocho desde los balcones de la pandemia. Las masas televidentes y telecreyentes, hipnotizadas por la propaganda del Gran Hermano, suspendían toda actividad para manifestar histéricamente su odio hacia el trampantojo de Emmanuel Goldstein, un odio contra el enemigo del Régimen que en realidad liberaba el reentimiento contra el propio sistema. 
  
 Del tal Goldstein no sabían nada salvo lo que el Partido les contaba a diario de él, presentándolo precisamente como el enemigo por excelencia del pueblo, como la amenaza que ponía en peligro la falsa paz de su mundo.  El Partido había creado una figura de oposición al Régimen, que controlaba absolutamente, cuya existencia toleraba a fin de destruirla simbólicamente una y otra vez, y así justificar la represión.  
 
La ficción distópica de Órgüel parece haber sido superada con creces por la actualidad. Incluso el Occidente de hoy, a imagen y semejanza de la Oceanía orgüeliana, tiene su Emmanuel Goldstein, cuyo nombre propio podría ser Vladimir Putin. Es el enemigo de Europa. Ha invadido Ucrania. Puede destruirnos lanzándonos una bomba atómica... Se lo hemos oído decir muchas veces a 'la vestal de los mercados apátridas' como define Diego Fusaro  a la regenta de la Comisión Europea. Lo han repetido todos los gerifaltes europeos. Se lo hemos oído, como no podía ser menos, a  nuestro Presidente del Ejecutivo, a su Ministra de la Guerra y a todo el coro de Ministros y Ministras a su servicio, que repiten el mismo argumentario dictado por los asesores de las altas instancias agitando el fantasma de la Guerra de Putin.  
 
Putin, en efecto, puede ser uno de los avatares del tal Goldstein, ma non solo. Puede serlo cualquiera, por ejemplo, entre nosotros también la Extrema Derecha, la Desinformación, o el mismísimo Odio, tipificado como delito, en general, por un Partido que hace del corazón y del amor su nuevo emblema erótico. Pero sin duda la magia de un nombre propio con apellido de un monigote de carne y hueso tiene más enganche popular para personalizar al enemigo y encarnar el odio.
  
Es una vieja y probada práctica del Poder hacer creer que la contradicción y el enemigo están fuera de nuestras fronteras, extramuros, en un espacio exterior administrado por el propio Poder, desenfocando así la mirada sobre nuestras propias contradicciones internas y proyectándola hacia el enemigo exterior, del que se dice, que está listo para invadir nuestra civilización y destruirla. 
 
Al igual que en la novela de Órgüel, siempre hay un Emmanuel Goldstein detrás de cada contradicción, detrás de cada distorsión, detrás de cada mal, del que poder echar mano. Su papel es encarnar la disidencia para poder controlarla, dirigir el odio del pueblo canalizándolo hacia el amor al sistema, justificar la represión manteniendo la ilusión de una amenaza constante. Es un elemento esencial en la maquinaria de propaganda de la fe y dominación del Estado democrático totalitario.
 
War is peace, freedom is slavery... (según el Ministerio de la Verdad) 


Releer la novela de Órgüel, con su neolengua políticamente correcta y controvertida, de la que hablamos en Universo orgüeliano y en Más neolengua orgüeliana, así como de la vigilancia cada vez mayor de nuestras sociedades, en Homenaje de Cataluña a Órgüel, también puede servir, en efecto, para liberarnos durante un momento de la manipulación y del hechizo hipnótico de la sociedad del espectáculo. 
   
Hay que apagar la radio y la televisión, esas antiguallas, y sobre todo, la pantalla del PC u Ordenador Personal o tableta y el móvil artificialmente inteligente que todos hemos incorporado debido a sus muchas ventajas y pese a sus no pocos inconvenientes, alejándonos de nuestra condición de televidentes y  telecreyentes,  y embarcarnos en esta lectura o relectura ligera y veraniega.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario