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martes, 18 de febrero de 2025

La moza que tenía miel en el culo

Érase una vez... Melibea, una moza que tenía dos pretendientes que le hacían la corte. Jóvenes ambos, no muy mal parecidos: el uno era rico pero bastante corto de entendederas, mientras que el otro galán era pobre pero más espabilado. 

Un día este último, al que no le faltaba el ingenio, le dijo a su rival: “Se dice por ahí que Melibea tiene un panal de miel en el ojete del culo. ¿No te has fijado en cómo se rasca entre las piernas por delante y por detrás?  Yo, en tu lugar, no me acercaría mucho a ella... por si acaso”.

El imbécil al que le sobraba el dinero corrió enseguida a preguntar a la moza si aquello que se decía era verdad, pues había visto con sus propios ojos, efectivamente, que a veces se refregaba la entrepierna, lo que daba lugar a las habladurías de la gente. 

-Corre el rumor, le dijo, de que tienes un avispero entre las piernas, mi amor. Antes de ir más lejos y llegar a algo más contigo, me gustaría saber si eso es cierto”.

-Lo tienes muy fácil, dijo ella riéndose del miedo de su pretendiente, no tienes más que meter la nariz ahí adentro tú mismo y comprobarlo, pero teniendo mucho cuidado de que no te piquen.... las avispas”.

Acto seguido, la moza se levantó el refajo sin ningún remilgo y sin mucho miramiento, y dejó ver un indiscreto lamparón en su camisa, que no se hallaba precisamente muy limpia por detrás. 

-¡Vade retro, Satanás! No hace falta que me enseñes nada más, dijo el lerdo al ver la zurrapa de la camisa de su novia. Cuando se ve el pastel, añadió, la colmena no puede andar muy lejos”. 
 
 
 
 oOOo
    El cuento es un relato folclórico, popular y anónimo de la tradición oral de la región del Quercy, en la región francesa de la Aquitania,  que pone de manifiesto, por un lado, el pavor del varón ante lo desconocido, ante el misterio que guardaba entre las piernas la moza aquejada de pruritos anales y vaginales, miedo que se ha dado en llamar colpofobia. El cuento asocia el sexo femenino, confundiendo lo de delante con lo de atrás, con la dulzura de la miel por un lado, pero por otro se figura como si fuera una rabiosa colmena de abejas o quizá más propiamente un avispero, cuyas inquilinas van a picar sin misericordia a quien intente arrebatarles su preciado y melifluo producto. 
 
     Es muy antigua en la literatura la metáfora del amor “melle dulcior”, más dulce que la miel, que decían los romanos. Ya la poetisa griega Safó declaró a Eros, el dios del Amor, dulce y amargo a la vez, mas no lo dijo en dos palabras, sino con una sola que inventó: dulciamargo (γλυκύπικρον), en aquellos dos versos que Ferraté tradujo: “Otra vez Eros, el que afloja / los miembros, me atolondra, dulce/ y amargo, irresistible bicho”; y García Calvo: “Héme aquí que me aguija atormentador,/ dulceamarga insufrible alimaña amor”.
 
 
    La expresión castellana “luna de miel”, que es un préstamo del inglés “honeymoon”, donde está atestiguada desde 1546, relaciona entre nosotros la miel con los placeres del amor. “Luna” es sinónimo de mes lunar o lunación, es decir, del tiempo comprendido entre dos conjunciones consecutivas de la Luna con el Sol, que suele ser 29 días y pico. La miel hace referencia a la dulzura de ese período en que los recién casados se aíslan del mundo y emprenden un viaje para consagrarse a los deleites afrodisiacos. 
 
    En francés el término “lune de miel” aparece en 1747 en el Zadig o El Destino de Voltaire: “Zadig experimentó que el primer mes del matrimonio es la luna de miel y que el segundo es la luna de ajenjo”. Entre nosotros, Ramón Pérez de Ayala publica en 1923, cuando ya estaba la expresión bastante generalizada, su Luna de miel, luna de hiel.


    El cuento de la moza y la miel, además de reflejar la colpofobia o “metus cunni”, el miedo a lo desconocido, en suma, del varón, se burla del rico, que tiene dinero -y por lo tanto "posibles"- pero carece de inteligencia, por ser bastante simple de espíritu, mientras que pone de manifiesto la astucia del pobre, que sobrado de ella, conseguirá apartar a su rival y obtener el trofeo de la dama y el botín del tesoro que oculta entre sus piernas.

    El momento crucial del relato es cuando el atolondrado pretendiente decide comprobar si es verdad lo que se dice de la moza, y esta se quita el refajo y deja ver la mancha en la camisa de una zurrapa que el adinerado amante no ve como tal, como lo que es, sino como lo que temía, y es que cuando se mira una cosa con un prejuicio, no se ve esa cosa, sino la idea preconcebida que de ella se tenía. Ve la miel que corrobora la temida presencia de la colmena o del avispero y no el escatológico palomino...
  

martes, 3 de diciembre de 2024

Mierda de Artista, Artista de Mierda

Un ejemplo de revalorización o apreciación, donde se confunden a lo necio el valor y el precio, que es lo contrario de la de valuación o depreciación y desprecio,  es el plátano (o la banana, según otros) de Cattelan. Un plátano en una frutería suele costar menos de un euro. Sin embargo el plátano de Maurizio Cattelan, pegado a una pared con cinta adhesiva, vale muchísimo más. Por arte de magia, ya no es un plátano, sino una obra de arte catalogada como tal, que ha costado en una subasta la escandalosa cifra de seis millones de dólares. 
 
 
¿Qué es lo que convierte a una fruta en una obra de arte? ¿Puede cualquier cosa convertirse en arte? Parece que sí si cae en manos de un artista. La personalidad de un artista más o menos consagrado, pero cuanto más consagrado mejor, puede apropiarse de cualquier cosa y estampar en ella la firma de su nombre propio. Ese sería el primer paso.
 
En segundo lugar, la exhibición del objeto en una exposición de una prestigiosa galería de algún marchante (ojo al galicismo, que es sinónimo de comerciante, pero con el añadido semántico de "de obras de arte") o museo donde se exponen otras piezas. El objeto se convierte así como por arte de magia ya en obra de arte, aunque no haya ningún proceso creativo detrás en su realización, gracias a la firma del artista y a su exposición y comercialización posterior en una subasta. 
 
No puede faltar, en último término, el beneplácito de la crítica especializada, que considera que la pieza es una obra de arte y como tal la consagra, aunque el público no entendido no comparta esa opinión y no la valore. Frente al profanum vulgus, se alza la opinión del único que entiende, además del artista, que es el crítico de arte especializado, que se convierte así en sumo sacerdote del culto de Apolo y las Musas, y dictamina lo que puede entrar y lo que no en la categoría de la Historia del Arte. El resto del público -no entendido- queda excluido y considerado "ignorante" del arte moderno y contemporáneo. 
 
La alquimia pretendía encontrar la piedra filosofal que trans-mutaba todas las cosas en oro, y que era el elixir de la eterna juventud que rejuvenecía y confería la inmortalidad: pues bien, esa piedra filosofal es el dinero, lo más abstracto, que efectivamente trans-muta todas las cosas en oro puro idealizándolas. 
 

Merda d'Artiste, Piero Manzoni (1961)

 
Llegamos así al ejemplo más conspicuo de este proceso de revalorización, y de comercialización que conozco, que es la obra, que contradice el principio clásico de 'cacatum non est pictum', o sea 'la mierda no se pinta (ni es objeto de representación artística)', que se denominó “Mierda de artista” de Piero Manzoni (1933-1962). ¿En qué consistía esta singular obra maestra del arte contemporáneo? El artista firmó –y la simple firma de Manzoni le imprimió carácter de arte a la obra e incrementó su valor dándole un significado y su cotización- noventa pequeñas latas de conserva de 6,5 por 4,8 centímetros  numeradas con la etiqueta “Mierda de artista, una edición estrictamente limitada y firmada por el artista. Peso neto 30 gramos. Conservada al natural. Producida y envasada en mayo 1961”, y escrito en cuatro idiomas para que estuviera bien claro: Artist's shit (inglés), Künstlerscheisse (alemán), Merda d'Artista (italiano), Merde d'Artiste (francés). Le faltó el castellano, pero gracias al francés y al italiano se entiende perfectamente.  Las latas, según parece, contenían las heces de sus propios excrementos conservados al natural.
 
El artista defecador, Aert Van Waes (1620-1675)
 
¡Vendió cada lata al precio equivalente a la cotización que tenía el oro en el día! Pero lo curioso ha sido que la lata número 69 de las 90 que firmó ha alcanzado la cotización actual de 275.000 euros en una subasta reciente de Milán. La artística mierda se ha vendido no ya a precio de vil metal, su peso en oro, sino más cara aún que el oro. Se ignora cuál es el contenido de estas latas de conserva herméticamente cerradas, si Manzoni defecó y depositó sus heces en su interior, porque, según parece y que se sepa, ninguna ha sido abierta hasta la fecha para comprobar su contenido. 
 
 
La "merda d' artista" es el lógico producto del "artista di merda". Hemos sacralizado el concepto de creación y el de originalidad, cuando en realidad la mayoría de las producciones artísticas, sometidas a derechos de autor como están, no tienen ningún valor para la gente, y la mayoría de las obras de arte contemporáneas son, como suele decirse vulgarmente, “una mierda pinchada en un palo”, lo que, paradójicamente, aumenta su cotización en la bolsa de valores del mercado y las subvenciones estatales. 
 
Lo que más se promociona y subvenciona econónicamente hablando suele ser lo que menos vale para la gente y el pueblo, lo más inocuo y lo menos peligroso para el Estado y el Capital, como sabemos desde que la figura de Mecenas dio nombre al mecenazgo y a la protección de los poetas bajo el principado de Augusto, exigiéndoles que cantaran las glorias del nuevo régimen imperial.
 
Piero Manzoni ya se había ocupado del cuerpo humano en obras anteriores: además de inflar globos con su propio aliento en los grupos de trabajo “Corpi d'aria” (1959/60) y “Fiato d'artista” (1960), ofreció al público en “Consumazione dell'arte”, huevos cocidos, que previamente había firmado con su huella digital, para comer. 
 
Huevo cocido con huella digital del artista, Piero Manzoni
 
Desde el consumo de estos huevos hasta la excreción, que es el resultado (en el sentido biológico) lógico de la ingesta de alimentos, se completa el ciclo de producción orgánica. El artista reduce la creación a la expresión biológica más directa: su producción -orgánica- es la mierda.
 
El embalaje estandar industrial, una simple lata y el etiquetado uniforme y en serie,  hicieron que su escatológica “Merda d'artista” parecidera un bien de consumo trivial, lo cual venía a sugerir artísticamente que todos los bienes de consumo triviales son una mierda literalmente. 
 
El valor de dicha mercancía debía corresponder al valor diario actual de una onza troy de oro. Con lo cual se equiparaba el oro con la mierda y viceversa, lo que nos hacía reconsiderar que estas categorías no están tan aparentemente opuestas como parecen a primera y simple vista.

lunes, 17 de junio de 2024

Pareceres LI

246.- El horror de llegar. El viaje ha sido devorado por el turismo vacacional organizado y por esa curiosa actualización de la peregrinación de los clerici uagantes que es hoy el programa universitario Erasmus -que los estudiantes denominan jocosamente Orgasmus-, y es una auténtica fragua de homologación. En ese sentido, el turismo es la parodia moderna del viaje romántico. Si el sentido de aquel era el descubrimiento y el encuentro con lo diferente a fin de superar el miedo a lo desconocido,  en el mundo globalizado de hoy lo que uno encuentra en su destino turístico es lo mismo que tiene y que le espera a la vuelta de la esquina, lo que hace que el desplazamiento como tal carezca de ese sentido primigenio de descubrimiento de lo otro. Habría que desafiar antes la homologación cultural de la globalización que padecemos para que el desplazamiento tuviera algún sentido. En un mundo que se ha empequeñecido enormemente, el pensamiento, sin embargo, sigue invitándonos a ir lejos, a deambular por caminos poco trillados que pocos tienen el valor de recorrer. Sin metas, sin destinos. Citando a Machado: “¡Ay del noble peregrino / que se para a meditar / después del largo camino / en el horror de llegar!”. 
 
247.- Papel higiénico. Una vez decretado el Estado de Alarma, el papel higiénico fue lo primero que desapareció de las estanterías de los supermercados: la población tenía pánico a perder el control de sus esfínteres anales y uretrales, y a ensuciarse haciéndoselo encima, como suele decirse. El acaparamiento del papel higiénico es una regresión inconsciente a nuestra más temprana edad, la etapa anal, según diría el doctor de Viena don Segismundo Freud, que aseguró que los seres humanos equiparamos inconscientemente las heces con el oro o el dinero. En "Sobre las transformaciones del instinto como se ejemplifica en el erotismo anal", el padre del psicoanálisis escribió: Dado que sus heces son su primer regalo, el niño transfiere fácilmente su interés de esa sustancia al nuevo que él encuentra como el regalo más valioso en la vida. Pero la sociedad adulta le dice al niño que "eso" que él produce y que a él le interesa porque es producto suyo, es "caca", algo que no se come, que no se toca, que huele mal, algo que es una función fisiológica, natural, pero de la que uno debe avergonzarse: caca, nene. Eso no se hace. Y el niño renuncia a su don, aprende que hay que limpiarse el culo, y no sólo eso, sino que hay que controlar la producción de heces, que defecar no es un acto placentero que se pueda hacer en público, sino privado, y la mierda no es un tesoro que ofrecer, sino algo de lo que hay que avergonzarse. 
 
 
248.-Realidad y realeza del dinero. Hasta que a comienzos del siglo XXI, en 2002 se impuso el euro sustituyendo a la peseta, se oía en castellano la expresión de que algo no valía "ni dos reales" o que no valía "ni cuatro cuartos" para dar a entender que valía muy poco. 'Cuarto' era el nombre de una vieja moneda española, que se acuñó entre los siglos XIV y XV, que equivalía a cuatro maravedíes, siendo ocho cuartos y medio el valor del real, la otra vieja moneda. El nombre de la moneda "real", como el Real Decreto Ley, deriva de la palabra latina regalem, adjetivo formado sobre el sustantivo rex regis que era el nombre del rey. Por eso a una moneda, acuñada con la imagen del rey, se la llamó real. Resulta curioso cómo en castellano se confundieron enseguida regalem ('relativo al rey') y realem ('relativo a la cosa'), de res rei 'cosa', pero no era lo mismo una boda real, en el sentido de no ficticia o no imaginaria, que una boda del rey. Pero la polisemia del adjetivo, que se deshace en el sustantivo abstracto, en un caso 'realeza' y en otro 'realidad', nos sugiere que el dinero -representado en la moneda acuñada con el rostro regio del monarca- es lo que da realidad a las cosas, nombre e identidad, y precio, por lo tanto, idealizándolas.
Imágenes reales: del rey (delante) y de la realidad (detrás)  

249.- Teatrocracia e hipocresía. Los griegos llamaron al actor “hypokrités”; palabra que subsiste curiosamente en nuestra lengua como reproche que se le hace a alguien por su falsía bajo la forma “hipócrita”: el que actúa y no precisamente en un escenario, es decir, el mal actor, que desempeña  su papel en las tablas del poco noble teatro de la vida cotidiana. El divino Platón, por su parte, inventó la palabra “teatrocracia” que podría recobrar vida e importancia en este mundo nuestro contemporáneo que fue descrito como “sociedad del espectáculo” (Guy Débord). La teatrocracia correspondería a este estado de degeneración de la democracia, esa superstición tan difundida, ese abuso de la estadística. como dictaminó Borges, en el que gobernaría la mayoría, que nunca totalidad, del público. Es el gobierno de las masas, de la chusma, dicho con todo el poder despectivo de esta última palabra. No el gobierno del pueblo, porque el pueblo, la gente, no es una masa de individuos y cada individuo un voto, como pretenden los políticos que sea para que sea sólo eso y nada más que eso, sino algo vivo y palpitante, que está, a poco que se le deje hablar y se le preste oídos a lo que dice, diciendo siempre que no a todas las imposiciones que sobre él se fundamentan, y, en concreto, a la tragicomedia de la realidad. 
 
 
250- Reírse de Dios (y de todo dios). El obispo de Roma ha dicho en un encuentro celebrado en el Vaticano con más de un centenar de humoristas y comediantes de todo el planeta que le gusta rezar cada día y lo hace con la oración de Santo Tomás Moro: “Dame, Señor, sentido del humor”. Les dice a los cómicos que cuando hacen que alguien sonría, hacen también sonreír a Dios. Resulta sin embargo un poco difícil entender cómo puede alguien hacer sonreír a Dios, ese señor tan serio. Y reparte, como si fueran hostias consagradas, los siguientes tópicos sobre lo buena que es la risa del humor, que nunca es contra alguien, sino que siempre es inclusiva, proactiva, que despierta apertura mental, simpatía, empatía. ¿Podemos “reírnos también de Dios”? Por supuesto, afirma, y esto no es una blasfemia, podemos reírnos, mientras jugamos y bromeamos con las personas que amamos. Se puede hacer, pero sin ofender los sentimientos religiosos de nadie. ¿Cómo reírse de Dios sin ofender los sentimientos religiosos? Se pueden denunciar los abusos de poder... con una sonrisa. Podemos, pues, reírnos de Dios y de todo dios, incluido el vicario de Cristo, al que tanto le preocupa la inteligencia artificial que deforma sus imágenes.
 
 

jueves, 9 de enero de 2020

La moral del pedo

Erasmo escribió en latín: Suus cuique crepitus bene olet. A cada cual le huele bien su propio pedo. Traducía así un refrán popular griego transmitido por Apostolio que rezaba: Ἕχαστος αὑτοῦ τὸ βδέμα μήλου γλύκιον ἡγεἶται Cada cual considera que (el olor de) su pedo es más dulce que (la fragancia de) una manzana.



Comentando el adagio de Apostolio, escribía Erasmo que no había conocido a nadie al que le olieran bien sus propios pedos, y matizaba que lo que solía suceder es que las personas sentían mayor repugnancia y aversión por los excrementos y ventosidades de los demás que por las propias, lo que cuadraría más con este otro refrán menos escatológico: suum cuique pulchrum: a cada cual le parece bello lo suyo, que utiliza por ejemplo Cicerón en Conversaciones en Túsculo, V, 63, donde lo cita y comenta añadiendo: adhuc neminem cognoui poetam (et mihi fuit cum Aquinio amicitia) qui sibi non optimus uideretur; sic se res habet: te tua, me delectant mea: aún no he conocido a ningún poeta (y tuve amistad con Aquinio) que no se creyera el mejor; así son las cosas; a ti te agrada lo tuyo, a mí lo mío.


Cada cual tiene unas bacterias peculiares en el intestino encargadas de descomponer los alimentos al hacer la digestión, y parece lógico que cada cual tenga, por eso mismo, un hedor propio, distinto al de los demás, pero ese olor no tiene por qué ser siempre el mismo, y podría depender de los alimentos que se hayan ingerido. Es decir, que las flatulencias de uno mismo no tienen por qué apestar siempre de idéntica manera y ser siempre idénticas a sí mismas y diferentes de las de los demás. Lo que sucede es que el cerebro las interpreta enseguida como propias y no ve en ellas una señal de alarma como en las que considera ajenas. 
 
Se trata en suma del narcisismo y del chovinismo del amor de lo propio y del odio de lo ajeno, que alimenta también todos los nacionalismos y paroxismos patrióticos existentes y emergentes, lo que Ferlosio denominó magistralmente "la moral del pedo": no es que huela mejor o peor, es que el ajeno ofende y el propio no.