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jueves, 4 de septiembre de 2025

Unos versos sáficos

Un papiro nos devolvió en 2004 estos versos griegos de la poetisa Safó oriunda de la isla de Lesbo y, por lo tanto, lesbia y lesbiana avant la lettre. La palabra “lesbiana”, por cierto, es un galicismo. El gentilicio castellano propio sería "lesbia", como el pseudónimo que utilizó Catulo para su amada Clodia. Lesbiana, según la docta Academia, es la mujer que ama a otras mujeres, y aparece encabezando el nombre del colectivo LGTBI.  

La poetisa escribió poemas de amor a otras mujeres sin que eso supusiera un encasillamiento previo bajo ninguna etiqueta de "homosexualidad" aún, en el siglo VIII antes de nuestra era, en un mundo sobre el que todavía no se proyectaba la sombra de la cruz de Cristo. Escribió en dialecto griego eolio, y fue considerada por los antiguos la décima Musa.

La poetisa Safó,  Charles Mengin (1877)

    En estos versos recientemente descubiertos la autora confiesa que envejece y que no puede hacer nada para evitarlo, y después de constatar que su pelo está encaneciéndose y sus rodillas flaqueándole, nos trae a la memoria el mito de la Aurora que se enamoró del joven Titono. Sin embargo ella, la Aurora de dedos rosicler,  que era inmortal, como comprobamos todos los días al amanecer, descubrió una mañana que su joven enamorado había envejecido, como la propia poetisa. Y es que el tiempo nos vuelve viejos. Sin embargo, no deberíamos negarnos a envejecer: el otoño es bello, la vejez también puede serlo, sobre todo cuando sigue brillando en ella la chispa de la juventud.


Tras frutos hermosos de las Musas de floridos senos
id, niñas, vosotras, y melódica la dulce lira.

Que ya me robó vejez el cuerpo a mí que en otro tiempo
fue tierno, y se me han canosos vuelto los cabellos negros.

Y duro se me hace el corazón, ni me sostienen piernas
que otrora ligeras al bailar como las corzas eran.

Mil veces por eso me lamento; pero ¿qué iba a hacerle?
No puede dejar de envejecer el que se sepa humano.

También se contaba de Titono que rosada Aurora
raptándolo fue por sus amores hasta el fin del mundo,

tan bello y tan joven, pero a él lo sorprendió canosa
también a su tiempo la vejez, siendo inmortal su esposa.


    Otra muestra de la poesía de Safó, el himno a Afrodita. Está compuesto en estrofas sáficas, llamadas así en su honor, que constan de tres (o cuatro como prefieren otros) versos: tres hendecasílabos llamados sáficos y un pentasílabo como remate del tercero de la copla que se denomina adonio. Safó suplica del amor a la diosa su ayuda para conseguir el favor de su amada.

Afrodita, diosa de trono alegre,
hija zalamera de Zeus, te ruego:
no atormentes más con dolores ni ansias
mi alma, señora,

sino ven aquí, si mi voz de lejos
otra vez oíste y me la escuchaste
y dejando atrás la paterna casa
de oro viniste,

tras uncir tu carro: gorriones lindos
a la negra tierra tiraban prestos
con sus fuertes alas batiendo el aire
desde los cielos.

Y llegaron pronto, y oh tú bendita,
con divino rostro me sonreías
preguntando qué me pasaba, a qué otra
vez te llamaba,

y qué más quería que a mí me pase,
alocada, en mi alma: “¿A quién deseas
que te ponga amor en tus brazos? ¿Quién, Sa-
fó, te tortura?

Si ella te huye, ya correrá en tu busca,
y si los rechaza, te hará regalos ,
si no te ama, ya te amará muy pronto,
aunque no quiera”.

Ven también ahora, y de dura pena
líbrame tú, y cuanto desea mi alma
conseguir concédemelo, y tú misma
sé mi aliada.


Elefthería Arvanitaki canta con su espléndida voz un poema de Safó. El vídeo está hecho, además,  con cuadros sugerentes de J. W. Waterhouse. Disfrutadlo.

martes, 18 de febrero de 2025

La moza que tenía miel en el culo

Érase una vez... Melibea, una moza que tenía dos pretendientes que le hacían la corte. Jóvenes ambos, no muy mal parecidos: el uno era rico pero bastante corto de entendederas, mientras que el otro galán era pobre pero más espabilado. 

Un día este último, al que no le faltaba el ingenio, le dijo a su rival: “Se dice por ahí que Melibea tiene un panal de miel en el ojete del culo. ¿No te has fijado en cómo se rasca entre las piernas por delante y por detrás?  Yo, en tu lugar, no me acercaría mucho a ella... por si acaso”.

El imbécil al que le sobraba el dinero corrió enseguida a preguntar a la moza si aquello que se decía era verdad, pues había visto con sus propios ojos, efectivamente, que a veces se refregaba la entrepierna, lo que daba lugar a las habladurías de la gente. 

-Corre el rumor, le dijo, de que tienes un avispero entre las piernas, mi amor. Antes de ir más lejos y llegar a algo más contigo, me gustaría saber si eso es cierto”.

-Lo tienes muy fácil, dijo ella riéndose del miedo de su pretendiente, no tienes más que meter la nariz ahí adentro tú mismo y comprobarlo, pero teniendo mucho cuidado de que no te piquen.... las avispas”.

Acto seguido, la moza se levantó el refajo sin ningún remilgo y sin mucho miramiento, y dejó ver un indiscreto lamparón en su camisa, que no se hallaba precisamente muy limpia por detrás. 

-¡Vade retro, Satanás! No hace falta que me enseñes nada más, dijo el lerdo al ver la zurrapa de la camisa de su novia. Cuando se ve el pastel, añadió, la colmena no puede andar muy lejos”. 
 
 
 
 oOOo
    El cuento es un relato folclórico, popular y anónimo de la tradición oral de la región del Quercy, en la región francesa de la Aquitania,  que pone de manifiesto, por un lado, el pavor del varón ante lo desconocido, ante el misterio que guardaba entre las piernas la moza aquejada de pruritos anales y vaginales, miedo que se ha dado en llamar colpofobia. El cuento asocia el sexo femenino, confundiendo lo de delante con lo de atrás, con la dulzura de la miel por un lado, pero por otro se figura como si fuera una rabiosa colmena de abejas o quizá más propiamente un avispero, cuyas inquilinas van a picar sin misericordia a quien intente arrebatarles su preciado y melifluo producto. 
 
     Es muy antigua en la literatura la metáfora del amor “melle dulcior”, más dulce que la miel, que decían los romanos. Ya la poetisa griega Safó declaró a Eros, el dios del Amor, dulce y amargo a la vez, mas no lo dijo en dos palabras, sino con una sola que inventó: dulciamargo (γλυκύπικρον), en aquellos dos versos que Ferraté tradujo: “Otra vez Eros, el que afloja / los miembros, me atolondra, dulce/ y amargo, irresistible bicho”; y García Calvo: “Héme aquí que me aguija atormentador,/ dulceamarga insufrible alimaña amor”.
 
 
    La expresión castellana “luna de miel”, que es un préstamo del inglés “honeymoon”, donde está atestiguada desde 1546, relaciona entre nosotros la miel con los placeres del amor. “Luna” es sinónimo de mes lunar o lunación, es decir, del tiempo comprendido entre dos conjunciones consecutivas de la Luna con el Sol, que suele ser 29 días y pico. La miel hace referencia a la dulzura de ese período en que los recién casados se aíslan del mundo y emprenden un viaje para consagrarse a los deleites afrodisiacos. 
 
    En francés el término “lune de miel” aparece en 1747 en el Zadig o El Destino de Voltaire: “Zadig experimentó que el primer mes del matrimonio es la luna de miel y que el segundo es la luna de ajenjo”. Entre nosotros, Ramón Pérez de Ayala publica en 1923, cuando ya estaba la expresión bastante generalizada, su Luna de miel, luna de hiel.


    El cuento de la moza y la miel, además de reflejar la colpofobia o “metus cunni”, el miedo a lo desconocido, en suma, del varón, se burla del rico, que tiene dinero -y por lo tanto "posibles"- pero carece de inteligencia, por ser bastante simple de espíritu, mientras que pone de manifiesto la astucia del pobre, que sobrado de ella, conseguirá apartar a su rival y obtener el trofeo de la dama y el botín del tesoro que oculta entre sus piernas.

    El momento crucial del relato es cuando el atolondrado pretendiente decide comprobar si es verdad lo que se dice de la moza, y esta se quita el refajo y deja ver la mancha en la camisa de una zurrapa que el adinerado amante no ve como tal, como lo que es, sino como lo que temía, y es que cuando se mira una cosa con un prejuicio, no se ve esa cosa, sino la idea preconcebida que de ella se tenía. Ve la miel que corrobora la temida presencia de la colmena o del avispero y no el escatológico palomino...