Un papiro nos devolvió en 2004 estos versos griegos de la poetisa Safó oriunda de la isla de Lesbo y, por lo tanto, lesbia y lesbiana avant la lettre. La palabra “lesbiana”, por cierto, es un galicismo. El gentilicio castellano propio sería "lesbia", como el pseudónimo que utilizó Catulo para su amada Clodia. Lesbiana, según la docta Academia, es la mujer que ama a otras mujeres, y aparece encabezando el nombre del colectivo LGTBI.
La poetisa escribió poemas de amor a otras mujeres sin que eso supusiera un encasillamiento previo bajo ninguna etiqueta de "homosexualidad" aún, en el siglo VIII antes de nuestra era, en un mundo sobre el que todavía no se proyectaba la sombra de la cruz de Cristo. Escribió en dialecto griego eolio, y fue considerada por los antiguos la décima Musa.
La poetisa Safó, Charles Mengin (1877)
En estos versos recientemente descubiertos la autora confiesa que envejece y que no puede hacer nada para evitarlo, y después de constatar que su pelo está encaneciéndose y sus rodillas flaqueándole, nos trae a la memoria el mito de la Aurora que se enamoró del joven Titono. Sin embargo ella, la Aurora de dedos rosicler, que era inmortal, como comprobamos todos los días al amanecer, descubrió una mañana que su joven enamorado había envejecido, como la propia poetisa. Y es que el tiempo nos vuelve viejos. Sin embargo, no deberíamos negarnos a envejecer: el otoño es bello, la vejez también puede serlo, sobre todo cuando sigue brillando en ella la chispa de la juventud.
Tras frutos hermosos de las Musas de floridos senos
id, niñas, vosotras, y melódica la dulce lira.
Que ya me robó vejez el cuerpo a mí que en otro tiempo
fue tierno, y se me han canosos vuelto los cabellos negros.
Y duro se me hace el corazón, ni me sostienen piernas
que otrora ligeras al bailar como las corzas eran.
Mil veces por eso me lamento; pero ¿qué iba a hacerle?
No puede dejar de envejecer el que se sepa humano.
También se contaba de Titono que rosada Aurora
raptándolo fue por sus amores hasta el fin del mundo,
tan bello y tan joven, pero a él lo sorprendió canosa
también a su tiempo la vejez, siendo inmortal su esposa.
Otra muestra de la poesía de Safó, el himno a Afrodita. Está compuesto en estrofas sáficas, llamadas así en su honor, que constan de tres (o cuatro como prefieren otros) versos: tres hendecasílabos llamados sáficos y un pentasílabo como remate del tercero de la copla que se denomina adonio. Safó suplica del amor a la diosa su ayuda para conseguir el favor de su amada.
Afrodita, diosa de trono alegre,
hija zalamera de Zeus, te ruego:
no atormentes más con dolores ni ansias
mi alma, señora,
sino ven aquí, si mi voz de lejos
otra vez oíste y me la escuchaste
y dejando atrás la paterna casa
de oro viniste,
tras uncir tu carro: gorriones lindos
a la negra tierra tiraban prestos
con sus fuertes alas batiendo el aire
desde los cielos.
Y llegaron pronto, y oh tú bendita,
con divino rostro me sonreías
preguntando qué me pasaba, a qué otra
vez te llamaba,
y qué más quería que a mí me pase,
alocada, en mi alma: “¿A quién deseas
que te ponga amor en tus brazos? ¿Quién, Sa-
fó, te tortura?
Si ella te huye, ya correrá en tu busca,
y si los rechaza, te hará regalos ,
si no te ama, ya te amará muy pronto,
aunque no quiera”.
Ven también ahora, y de dura pena
líbrame tú, y cuanto desea mi alma
conseguir concédemelo, y tú misma
sé mi aliada.
Elefthería Arvanitaki canta con su espléndida voz un poema de Safó. El vídeo está hecho, además, con cuadros sugerentes de J. W. Waterhouse. Disfrutadlo.
Cuando veo cómo reproduces los versos en griego me acuerdo del instituto y mi lucha para aprobar esta asignatura. Qué tonto era (y soy), por entonces consideraba al profe el enemigo a batir mediante el aprobado (y ahora también), debí aprovecharme más del saber ajeno, en fin...
ResponderEliminar