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martes, 30 de agosto de 2022

Un hombre (o lo que es lo mismo una mujer) como Dios manda

No se nace hombre/mujer, se llega a serlo (Άντρας/γυναίκα δε γεννιέσαι, γίνεσαι) era el lema del Athens Pride u Orgullo de Atenas del año 2016 del movimiento LGTB, basado en la celebérrima frase de Simone de Beauvoir: On ne naît pas femme, on le devient (No se nace mujer, se llega a serlo), extraída de su libro de 1949 El segundo sexo
 
 
El lema del orgullo ateniense incluye también a los varones, y viene a decirnos que nazcamos con el sexo 'natural' que nazcamos e independientemente de él, el género atribuido a dicho sexo es una construcción cultural y arbitraria, y por lo tanto una imposición social. La distinción entre sexo (natural, corporal) y género (social, cultural) significa que el sexo biológico es lo que heredamos al nacer, a partir del cual la sociedad impone a través de la educación tanto formal como informal unos patrones de “género”. Si el sexo es el cuerpo, el género sería el alma de ese cuerpo, es decir, la conciencia de ese cuerpo, el estereotipo azul masculino o rosa femenino, la identidad sexual.
 
Rebuscando entre nuestros clásicos el origen de la cita de Simone de Beauvoir, parece que su fuente más cercana cronológicamente sería Erasmo de Rotterdam, que en su tratado sobre la educación De pueris statim ac liberaliter instituendis sóbre cómo educar a los niños, publicado en 1519, escribe: ...los hombres, créeme, no nacen, sino que se hacen (...homines, mihi crede, non nascuntur, sed finguntur).  El contexto en el que aparece la frase es que los árboles nacen, aunque no den fruto o lo den silvestre, y los caballos también nacen, aunque no se utilicen, pero los hombres en sentido general no nacen, sino que deben modelarse. El verbo finguntur, que hemos traducido por 'se hacen', significa básicamente 'se forman, se moldean, se construyen' pero también 'se forjan, se urden, se fraguan' con el sentido de 'se inventan'. De hecho el verbo fingere del que procede ha originado en castellano 'fingir' y 'ficticio''.
 
Retrato de Erasmo de Rotterdam
 
Erasmo, como buen conocedor de los clásicos, se inspira a su vez en Tertuliano, el padre de la iglesia y denominado Cicerón cristiano, que en Apologético (18,4) escribía: fiunt, non nascuntur christiani. (Los cristianos se hacen, llegan a serlo, no nacen). 
 
Cierto es que a Tertuliano le debemos también otra cita que contradice aparentemente la de que el cristiano no nace sino que se hace, y que se ha hecho bastante célebre: ¡Oh testimonio de un alma cristiana por naturaleza! (O testimonium animae naturaliter christianae!). Viene a decir que el alma es por naturaleza cristiana.  Pero como afirma en otra parte hablando del alma humana: No eres, por lo que yo sé, cristiana. Pues (el alma) suele hacerse, no nacer cristiana (Non es, quod sciam, Christiana. Fieri enim, non nasci solet Christiana (sc. Anima). El alma no es o no suele ser, matiza Tertuliano, cristiana por naturaleza.
 
Y Tertuliano, a su vez, seguramente había leído en el tratado de Séneca De ira (2, 10, 6):  Sabe que sabio nadie nace, sino que se hace (scit neminem nasci sapientem sed fieri), frase que suele citarse sin hipotaxis: Sabio nadie nace sino que se hace (nemo nascitur sapiens, sed fit), con lo que conectamos con el refranero castellano, inspirado seguramente en el filósofo cordobés, Nadie nace enseñado, que a veces se cita, como en la novela La Pícara Justina, seguido de: ...si no es a llorar.    
 
 
Lo definitivo de nuestra época, volviendo a la frase del orgullo ateniense de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales es que tanto a varones como a mujeres se nos impone al nacer un género o estereotipo sexual, con el que podemos estar de acuerdo (cisgénero, lo llaman) o no estarlo, y en este caso nos brindan la posibilidad de cambiar de género (transgénero, lo llaman), con lo cual no nos libramos de la dualidad de la dictadura de los géneros, que salen reforzados, como si no hubiera más que uno: ser un hombre o una mujer, que viene a ser lo mismo, como Dios manda, que se decía antes, o como los cánones políticamente correctos nos prescriben en estos tiempos laicos y prácticamente seculares en que uno puede elegir su estereotipo sexual con independencia de su sexo, pero no librarse de estereotipos sexuales. 
 
En ese sentido se me ocurría a mí 'corregir' la frase de Simone de Beauvoir, añadiendo que el destino de la mujer en el siglo XXI que quisiera liberarse de la obligación de ser, es decir, de hacerse mujer y llegar a ser un prototipo femenino era, igual que el destino del varón, hacerse y ser un hombre y llevar los pantalones con todas las de la ley, un hombre como Dios manda, lo que está muy lejos de ser una liberación, sino todo lo contrario: la mujer no nace, sino que se hace... un hombre.

jueves, 9 de enero de 2020

La moral del pedo

Erasmo escribió en latín: Suus cuique crepitus bene olet. A cada cual le huele bien su propio pedo. Traducía así un refrán popular griego transmitido por Apostolio que rezaba: Ἕχαστος αὑτοῦ τὸ βδέμα μήλου γλύκιον ἡγεἶται Cada cual considera que (el olor de) su pedo es más dulce que (la fragancia de) una manzana.



Comentando el adagio de Apostolio, escribía Erasmo que no había conocido a nadie al que le olieran bien sus propios pedos, y matizaba que lo que solía suceder es que las personas sentían mayor repugnancia y aversión por los excrementos y ventosidades de los demás que por las propias, lo que cuadraría más con este otro refrán menos escatológico: suum cuique pulchrum: a cada cual le parece bello lo suyo, que utiliza por ejemplo Cicerón en Conversaciones en Túsculo, V, 63, donde lo cita y comenta añadiendo: adhuc neminem cognoui poetam (et mihi fuit cum Aquinio amicitia) qui sibi non optimus uideretur; sic se res habet: te tua, me delectant mea: aún no he conocido a ningún poeta (y tuve amistad con Aquinio) que no se creyera el mejor; así son las cosas; a ti te agrada lo tuyo, a mí lo mío.


Cada cual tiene unas bacterias peculiares en el intestino encargadas de descomponer los alimentos al hacer la digestión, y parece lógico que cada cual tenga, por eso mismo, un hedor propio, distinto al de los demás, pero ese olor no tiene por qué ser siempre el mismo, y podría depender de los alimentos que se hayan ingerido. Es decir, que las flatulencias de uno mismo no tienen por qué apestar siempre de idéntica manera y ser siempre idénticas a sí mismas y diferentes de las de los demás. Lo que sucede es que el cerebro las interpreta enseguida como propias y no ve en ellas una señal de alarma como en las que considera ajenas. 
 
Se trata en suma del narcisismo y del chovinismo del amor de lo propio y del odio de lo ajeno, que alimenta también todos los nacionalismos y paroxismos patrióticos existentes y emergentes, lo que Ferlosio denominó magistralmente "la moral del pedo": no es que huela mejor o peor, es que el ajeno ofende y el propio no.