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lunes, 3 de junio de 2024

Bajo el arco iris

    El viejo modelo heterosexual y familiar, propio de la sociedad burguesa decimonónica capitalista y del siglo XX, se resquebraja, y se sustituye ahora por un nuevo modelo igualmente capitalista de persona unisex y posfamiliar, que se declara no-binaria, en el que lo que más cuenta es la realización personal del individuo que se hace a sí mismo asignándose el género que quiera, al margen si así lo siente de su sexo biológico, portador de un valor de cambio que le permite hacer todo lo que desee en la medida de sus posibilidades económicas y según sus propios caprichos consumistas. 
 
    Una de las características definitorias de esta nueva etapa es el rechazo del binarismo. Muchas personas se declaran no-binarias. Pero para entender esta declaración negativa, es preciso comprender antes qué es ser binario, que el diccionario define como “compuesto de dos elementos, unidades o guarismos”, y que habitualmente se refiere a que hay dos sexos biológicos: masculino y femenino, por lo que ser binario significaría que uno cree que eso es verdad, y no ser binario, que no lo cree: que cree que hay un solo sexo, por ejemplo, o varios e incluso muchos, pero no dos como dice la biología... 
 
 
    En ese sentido, a las personas binarias se las denomina cisgéneros, cisexuales o simplemente cis (adaptación de la lengua del Imperio cisgender, cissexual), porque coincide su identidad de género (su alma, digamos para entendernos, utilizando este viejo concepto religioso) con el sexo con el que han nacido (digamos con su cuerpo), y se denomina transgéneros, transexuales o simplemente trans (adaptaciones de transgender, transsexual) a los que se sienten identificados con el otro sexo biológico, con el sexo contrario, y adoptan estereotípicamente sus atuendos y comportamientos, sometiéndose a tratamientos hormonales, bloqueos de la pubertad cuando son niños o adolescentes e intervenciones quirúrgicas para adquirir los caracteres sexuales del sexo opuesto. Resulta curiosa desde un punto de vista meramente lingüístico la cotización que han adquirido los viejos prefijos latinos cis- y trans- en manos de una lengua tan monosilábica como es la del Imperio y cada vez más, influida por ella, lo va siendo la nuestra.
 
    Hemos asistido a la expansión del ya viejo acrónimo LGTB que agrupaba a homosexuales tanto femeninos (lesbianas) como masculinos (gays), bisexuales y transexuales, que ha acabado convirtiéndose en LGTBQIA2S+, sumando a las etiquetas anteriores ahora las de queer y/o questioning (aquellos que se cuestionan su identidad y orientación sexual), intersexuales, asexuales, y 2 espíritus y el signo más que representa a todas aquellas personas que no están comprendidas en las etiquetas anteriores como los pansexuales o fluidos de género, es decir a todas aquellas personas que no son heterosexuales ni cisgéneros. 
 

     Desde las altas esferas, en nombre de la tolerancia y de la corrección política, se imponen estas etiquetas que debemos aceptar so pena de ser considerados, en caso contrario, "malos ciudadanos", o incluso "malas personas". Pero a poco que nos asomemos a lo que hay detrás de esta corriente no dejamos de ver los intereses de la codiciosa industria médico-quirúrgica y farmacéutica que se apresuran a ofrecer soluciones químicas y quirúrgicas para toda la vida, como si la transición fuera una cosa sencilla y sin graves consecuencias. 
 
    Frente a lo que se ha dado en llamar disforia de género, que el diccionario de la lengua de la RAE define como “angustia o malestar persistente en una persona causados por la falta de correspondencia entre su sexo biológico y su identidad de género”, podría contraponerse no ya una euforia de género, que sería todo lo contrario, la perfecta adecuación entre el sexo biológico y la identidad de género, sino el rechazo de toda identidad de género, que no es más que un estereotipo sexual impuesto al sexo biológico, criticando la idea o imagen comúnmente aceptada tanto de “hombre” como de “mujer”, tanto el estereotipo masculino como el femenino.

sábado, 17 de diciembre de 2022

¿Qué es una mujer?

    El Diccionario de Cambridge definía hasta hace muy poco la  palabra  woman (mujer) como adult female human being, o sea,  un ser humano femenino adulto, una definición muy parecida a la que da nuestra Real Academia: "persona del sexo femenino". Pero a partir de octubre de este año se hizo una adición a la definición tradicional que no debería pasar desapercibida en la que se confunde la biología con la ideología: an adult who lives and identifies as female though they may have been said to have a different sex at birth, lo que quiere decir en castellano lo siguiente: Persona adulta que vive y se identifica como mujer, aunque al nacer se le haya asignado un sexo diferente
 
    Antes de este cambio, el Meriam-Webster había añadido una definición suplementaria de "femenino" (female) que definía el término como "que tiene una identidad sexual (gender identity en la lengua del Imperio) opuesta a la masculina (male)".
 
    El añadido se hizo después de un concienzudo estudio de los patrones de uso de la palabra 'mujer'. Los autores de la enmienda concluyeron que esta nueva definición mejora la anterior y es la  que los estudiantes de inglés deben conocer para comprender cómo se usa en el idioma de Chéspir en la actualidad.  


 
    El objeto de la nueva definición es incluir a las personas transexuales o trasgéneros, con anglicismo flagrante. El diccionario ofrece los siguientes ejemplos de uso de la palabra: She was the first trans woman elected to a national office (Ella fue la primera mujer transgénero elegida para un cargo nacional) y Mary is a woman who was assigned male at birth. (Mary es una mujer a la que se le asignó sexo masculino al nacer).
 
    Camila Pérez canta con Marta Gómez este precioso tema musical suyo prácticamente a capela "Me estoy perdiendo", sugiriéndonos algo del misterio que late en lo hondo de "mujer".
 
 
    También se realizaron actualizaciones adicionales a la entrada del término complementario man (hombre) que tradicionalmente se definía como an adult male human being (un ser humano masculino adulto) y el genérico the human race (el género humano). La definición corregida y aumentada reza ahora: an adult who lives and identifies as male though they may have been said to have a different sex at birth (Persona adulta que vive y se identifica como varón, aunque al nacer se le haya asignado un sexo diferente). El ilustre diccionario ofrece el siguiente ejemplo: “Mark is a trans man (= a man who was said to be female when they were born)” (Mark es un hombre trans -un hombre que se dijo que era una mujer cuando nació-) y Their doctor encouraged them to live as a man for a while before undergoing surgical transition (su médico las animó a vivir como un hombre por un tiempo antes de someterse a la transición quirúrgica).
 
 
    No es fácil definir, como se ve, qué es una mujer, cuando trascendemos el marco de la biología y de los cromosomas y cuando basta con vivir e identificarse como tal, es decir, cuando basta con 'sentirse mujer', sea lo que sea, que no lo sabemos, para serlo. Quizá va a ser verdad lo que decía el clásico: uarium et mutabile semper femina: la mujer es siempre algo distinto y variable (Virgilio).

martes, 30 de agosto de 2022

Un hombre (o lo que es lo mismo una mujer) como Dios manda

No se nace hombre/mujer, se llega a serlo (Άντρας/γυναίκα δε γεννιέσαι, γίνεσαι) era el lema del Athens Pride u Orgullo de Atenas del año 2016 del movimiento LGTB, basado en la celebérrima frase de Simone de Beauvoir: On ne naît pas femme, on le devient (No se nace mujer, se llega a serlo), extraída de su libro de 1949 El segundo sexo
 
 
El lema del orgullo ateniense incluye también a los varones, y viene a decirnos que nazcamos con el sexo 'natural' que nazcamos e independientemente de él, el género atribuido a dicho sexo es una construcción cultural y arbitraria, y por lo tanto una imposición social. La distinción entre sexo (natural, corporal) y género (social, cultural) significa que el sexo biológico es lo que heredamos al nacer, a partir del cual la sociedad impone a través de la educación tanto formal como informal unos patrones de “género”. Si el sexo es el cuerpo, el género sería el alma de ese cuerpo, es decir, la conciencia de ese cuerpo, el estereotipo azul masculino o rosa femenino, la identidad sexual.
 
Rebuscando entre nuestros clásicos el origen de la cita de Simone de Beauvoir, parece que su fuente más cercana cronológicamente sería Erasmo de Rotterdam, que en su tratado sobre la educación De pueris statim ac liberaliter instituendis sóbre cómo educar a los niños, publicado en 1519, escribe: ...los hombres, créeme, no nacen, sino que se hacen (...homines, mihi crede, non nascuntur, sed finguntur).  El contexto en el que aparece la frase es que los árboles nacen, aunque no den fruto o lo den silvestre, y los caballos también nacen, aunque no se utilicen, pero los hombres en sentido general no nacen, sino que deben modelarse. El verbo finguntur, que hemos traducido por 'se hacen', significa básicamente 'se forman, se moldean, se construyen' pero también 'se forjan, se urden, se fraguan' con el sentido de 'se inventan'. De hecho el verbo fingere del que procede ha originado en castellano 'fingir' y 'ficticio''.
 
Retrato de Erasmo de Rotterdam
 
Erasmo, como buen conocedor de los clásicos, se inspira a su vez en Tertuliano, el padre de la iglesia y denominado Cicerón cristiano, que en Apologético (18,4) escribía: fiunt, non nascuntur christiani. (Los cristianos se hacen, llegan a serlo, no nacen). 
 
Cierto es que a Tertuliano le debemos también otra cita que contradice aparentemente la de que el cristiano no nace sino que se hace, y que se ha hecho bastante célebre: ¡Oh testimonio de un alma cristiana por naturaleza! (O testimonium animae naturaliter christianae!). Viene a decir que el alma es por naturaleza cristiana.  Pero como afirma en otra parte hablando del alma humana: No eres, por lo que yo sé, cristiana. Pues (el alma) suele hacerse, no nacer cristiana (Non es, quod sciam, Christiana. Fieri enim, non nasci solet Christiana (sc. Anima). El alma no es o no suele ser, matiza Tertuliano, cristiana por naturaleza.
 
Y Tertuliano, a su vez, seguramente había leído en el tratado de Séneca De ira (2, 10, 6):  Sabe que sabio nadie nace, sino que se hace (scit neminem nasci sapientem sed fieri), frase que suele citarse sin hipotaxis: Sabio nadie nace sino que se hace (nemo nascitur sapiens, sed fit), con lo que conectamos con el refranero castellano, inspirado seguramente en el filósofo cordobés, Nadie nace enseñado, que a veces se cita, como en la novela La Pícara Justina, seguido de: ...si no es a llorar.    
 
 
Lo definitivo de nuestra época, volviendo a la frase del orgullo ateniense de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales es que tanto a varones como a mujeres se nos impone al nacer un género o estereotipo sexual, con el que podemos estar de acuerdo (cisgénero, lo llaman) o no estarlo, y en este caso nos brindan la posibilidad de cambiar de género (transgénero, lo llaman), con lo cual no nos libramos de la dualidad de la dictadura de los géneros, que salen reforzados, como si no hubiera más que uno: ser un hombre o una mujer, que viene a ser lo mismo, como Dios manda, que se decía antes, o como los cánones políticamente correctos nos prescriben en estos tiempos laicos y prácticamente seculares en que uno puede elegir su estereotipo sexual con independencia de su sexo, pero no librarse de estereotipos sexuales. 
 
En ese sentido se me ocurría a mí 'corregir' la frase de Simone de Beauvoir, añadiendo que el destino de la mujer en el siglo XXI que quisiera liberarse de la obligación de ser, es decir, de hacerse mujer y llegar a ser un prototipo femenino era, igual que el destino del varón, hacerse y ser un hombre y llevar los pantalones con todas las de la ley, un hombre como Dios manda, lo que está muy lejos de ser una liberación, sino todo lo contrario: la mujer no nace, sino que se hace... un hombre.

martes, 7 de junio de 2022

¿Niño o niña?

    A algunos les puede parecer educativo o que no está mal que se les enseñe a los niños y adolescentes a decir cosas como “pene” y “vulva” en lugar de “pito” y “chocho”, que dicen los primeros, o en vez de “picha” y “coño” que dicen más bien los segundos, porque tanto unos como otros tienen que aprender a hablar “bien”. Son términos cultos. Puede que eso sea educativo, no vamos a ponerlo aquí en duda ni a negarlo. A fin de cuentas, una de las funciones de la educación es ampliar el registro lingüístico de las personas, y enseñarles que hay eufemismos para nombrarlo todo, incluso para sus partes más íntimas, como dirían los finolis.

    Pero lo que ya pasa de castaño oscuro es que además de inculcarles el registro culto del lenguaje con términos como esos de “pene” y “vulva”, los adoctrinen diciéndoles cosas como la siguiente, que está sacada de un libro de texto supongo que de educación sexual o algo así, no sé si de primaria o de secundaria, pero poco importa:


    Viene un dibujo de un montón de niñas desnudas (curiosamente todas con el estereotipo de la melenita de pelo largo) y el siguiente texto: "La mayoría de las chicas tenemos vulva y algunas tenemos pene”. Como la mayoría no son todas, se aclara que hay algunas que no comparten el atributo sexual característico. A continuación otro dibujo de un montón de niños desnudos (curiosamente todos con el estereotipo de pelo corto) y el siguiente texto correlativo: “La mayoría de los chicos tenemos pene y algunos tenemos vulva”.

    Es un buen ejemplo de cómo el estereotipo sexual, lejos de desaparecer sin más, ha dejado de depender del sexo, y el sexo ha pasado a depender del estereotipo. Resulta curioso cómo lo que se planteaba como una crítica de los roles sexuales acaba siendo su más acérrima defensa. Y es un buen ejemplo, además, de cómo se está engañando a niños y adolescentes con la mejor intención del mundo, pues de lo que se trata según parece es de aceptar a los que no se sienten a gusto dentro del cuerpo que les ha tocado y de facilitarles la transición al cuerpo idealizado que desean. 

   Ha aumentado el número de casos de adolescentes y niños que dicen haber nacido en un cuerpo equivocado, pero en verdad o todos hemos nacido en un cuerpo equivocado, con el que no nos identificamos en absoluto, o, al revés, ninguna persona ha nacido en un cuerpo equivocado ni tiene por qué avergonzarse de él. 


     La teoría de que el sexo no es algo biológico sino ideológico comenzó en los años 90 en los campus universitarios de Estados Unidos, especialmente de la mano de la filósofa estadounidense Judith Buttler, extendiéndose por Estados Unidos, Europa y Canadá. Se trata de un constructo social que se impone de forma arbitraria al nacer y que, además, no es binario, no hay dos sexos, sino muchísimos más, infinidad de ellos... La típica pregunta ante un recién nacido: ¿Es niño o niña? Puede responderse ahora diciendo: ¡Será lo que quiera ser! Es pronto para saberlo.

    Lo paradójico de este movimiento es que, buscando la despatologización, perdón por el palabro, de los problemas vinculados con el sexo y el género, propone someter a las personas que no se identifican con su cuerpo un tratamiento fármaco-quirúrgico irreversible que conllevará probablemente una medicación de por vida. 

    Se maneja este dato, que no he comprobado pero que parece verosímil: en Estados Unidos, aproximadamente en los últimos 10 años, las clínicas de cambio de sexo se han multiplicado por cien. Han pasado de ser tres o cuatro hace unas décadas a ser ahora 300, 400.

    Hay un elogio de la individualidad permanente, un elogio del deseo irracional del átomo personal, de la subjetividad, donde lo que predomina es el sentimiento individual. Es un tipo de discurso que llama a descomponer la sociedad en individuos, a diluirla, a eliminar, disolver todo lo que nos une y, por el contrario, convertirlos en un montón de individuos aislados absortos en sus deseos.

    Una viñeta muy oportuna de El Roto en que una niña de rubios cabellos le pregunta a su padre cómo es posible que pueda elegir entre ser niño o niña y no entre rica y pobre. Y el padre le responde: Es que eso es muy difícil.