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miércoles, 18 de septiembre de 2024

Sexo y género

    El constructivismo social posmoderno que predica Judith Butler y afirma que son una convención o construcción social el sexo (o cuerpo), y el género (o alma, en su versión secularizada, según el certero análisis de Juan Manuel de Prada, que cita a Santiago Armesilla), concede paradójicamente a la llamada 'disforia de género' la categoría de hecho natural. 
 
 
    La expresión 'nacido en un cuerpo equivocado' es la narrativa más socorrida por la que se trata de explicar la disforia o desazón y molestia por el hecho de que el sexo biológico 'asignado al nacer' no se corresponda con la identidad de género. Esta versión del dualismo más rancio del alma atrapada en la cárcel del cuerpo de nuestros místicos la encontramos continuamente vulgarizada en los medios de comunicación. El dualismo alma-cuerpo de la teoría cuir (adaptación a nuestra ortografía del anglicismo queer 'persona que no es heterosexual o cisgénero y rechaza ser clasificada por sus prácticas sexuales o su género para no limitar su experiencia personal') tiene implicaciones prácticas en la medida en que fundamenta intervenciones fármaco-quirúrgicas para «liberar» la identidad transgénero sentida del supuesto cuerpo equivocado. 
 
    La identidad sentida viene a ser el alma innata con la que uno nace y que permanece atrapada en ese cuerpo incorrecto. Después de tanta insistencia en la construcción social del género y del sexo, nos encontramos aquí con que la identidad transgénero sería una entidad natural no construida que, sin embargo, se puede reconstruir farmacológica- y quirúrgicamente. Como escribe De Prada: La 'autodeterminación de género' no sería otra cosa, a la postre, sino la afirmación de un individuo soberano que se yergue contra la propia biología, en su búsqueda narcisista de felicidad personal. (...) la 'autodeterminación de género' destruye el cuerpo humano hormonándolo y mutilándolo de forma irreversible, o bien lo niega irracionalmente, como pretende la llamada 'ley trans', que considera mujeres a los hombres que así se declaran ante el registro civil (Juan Manuel de Prada, Alma y género, en 'Animales de Compañía', XLSemanal, 6 de septiembre 2024).  
 

    Nadie está atrapado en un cuerpo equivocado. Para empezar, éste es un concepto él mismo equivocado, «atrapado» en el dualismo gnóstico alma-cuerpo. Tampoco es sostenible en su versión cerebro-cuerpo cuando se habla por ejemplo de un cerebro de mujer en un cuerpo de varón o al revés. No existe un tal cerebro de varón o mujer, si acaso un mosaico de aspectos convencionalmente considerados masculinos y femeninos. 
 
    Se escucha que el sexo se asigna, y que en realidad no existe. Llamo «delirio cuir» a algo fácil y señalable: a mantener que el sexo no tiene existencia real, sino que es un constructo, más específicamente, una construcción performativa. Pero, a la vez, no dejaría de ser una revelación espiritual que, desde el interior de cada quien, no cabe negar. 
 
    Resulta asimismo curiosa la deriva de la izquierda política hacia las identidades subjetivas y sentidas, en detrimento de las realidades y contradicciones objetivas de la sociedad capitalista, y el aprovechamiento que el capitalismo neoliberal, que es el mayor productor de subjetividades, realiza capitalizando dichas políticas consideradas de izquierdas. 
 
 
    Estamos hablando de un movimiento, el movimiento cuir que tiene presencia en la filosofía y en los platós de televisión, en la legislación nacional e internacional y, por supuesto, en el gallinero de las redes sociales telemáticas. 
 
    Dice la falsa etimología popular que la expresión 'reinas drag' se explica porque drag sería el acrónimo del inglés DRessed As A Girl “vestido como una chica”, y aunque el término significa eso -chico travestido- su origen no es esa ingeniosidad, sino que remonta, al parecer, al verbo inglés to drag, que significa 'arrastrar', en concreto "un ancla a lo largo del fondo de un río, lago, etc., en busca de algo", y que hemos adaptado en castellano, quizá por intermedio francés, como “dragar”, con el significado de ahondar y limpiar con una draga, que sería un mecanismo específico para extraer y arrastrar de los puertos, ríos, lagos, estanques el fango, piedras, arena, etc. Drag, como sustantivo, significó en inglés desde el siglo XIV 'red de arrastre' y a partir del XVIII "cualquier cosa adjunta a un cuerpo en movimiento que retarda su progreso". 
 
 
    El sentido actual de ropa de mujer usada por un hombre remonta a 1870, y se supone nacido en la jerga teatral por las faldas largas que arrastraban los actores que encarnaban papales femeninos por por el suelo. Podría también explicarse a través del yiddish trogn 'vestir', del alemán tragen, con el mismo significado. El sentido moderno de travesti masculino o reinona con el sentido de hombre, general- pero no exclusivamente homosexual, que se disfraza de mujer de una manera muy llamativa, que tiene en la expresión drag queen remonta a 1941, y sería 'reina que arrastra su vestido”.

martes, 7 de junio de 2022

¿Niño o niña?

    A algunos les puede parecer educativo o que no está mal que se les enseñe a los niños y adolescentes a decir cosas como “pene” y “vulva” en lugar de “pito” y “chocho”, que dicen los primeros, o en vez de “picha” y “coño” que dicen más bien los segundos, porque tanto unos como otros tienen que aprender a hablar “bien”. Son términos cultos. Puede que eso sea educativo, no vamos a ponerlo aquí en duda ni a negarlo. A fin de cuentas, una de las funciones de la educación es ampliar el registro lingüístico de las personas, y enseñarles que hay eufemismos para nombrarlo todo, incluso para sus partes más íntimas, como dirían los finolis.

    Pero lo que ya pasa de castaño oscuro es que además de inculcarles el registro culto del lenguaje con términos como esos de “pene” y “vulva”, los adoctrinen diciéndoles cosas como la siguiente, que está sacada de un libro de texto supongo que de educación sexual o algo así, no sé si de primaria o de secundaria, pero poco importa:


    Viene un dibujo de un montón de niñas desnudas (curiosamente todas con el estereotipo de la melenita de pelo largo) y el siguiente texto: "La mayoría de las chicas tenemos vulva y algunas tenemos pene”. Como la mayoría no son todas, se aclara que hay algunas que no comparten el atributo sexual característico. A continuación otro dibujo de un montón de niños desnudos (curiosamente todos con el estereotipo de pelo corto) y el siguiente texto correlativo: “La mayoría de los chicos tenemos pene y algunos tenemos vulva”.

    Es un buen ejemplo de cómo el estereotipo sexual, lejos de desaparecer sin más, ha dejado de depender del sexo, y el sexo ha pasado a depender del estereotipo. Resulta curioso cómo lo que se planteaba como una crítica de los roles sexuales acaba siendo su más acérrima defensa. Y es un buen ejemplo, además, de cómo se está engañando a niños y adolescentes con la mejor intención del mundo, pues de lo que se trata según parece es de aceptar a los que no se sienten a gusto dentro del cuerpo que les ha tocado y de facilitarles la transición al cuerpo idealizado que desean. 

   Ha aumentado el número de casos de adolescentes y niños que dicen haber nacido en un cuerpo equivocado, pero en verdad o todos hemos nacido en un cuerpo equivocado, con el que no nos identificamos en absoluto, o, al revés, ninguna persona ha nacido en un cuerpo equivocado ni tiene por qué avergonzarse de él. 


     La teoría de que el sexo no es algo biológico sino ideológico comenzó en los años 90 en los campus universitarios de Estados Unidos, especialmente de la mano de la filósofa estadounidense Judith Buttler, extendiéndose por Estados Unidos, Europa y Canadá. Se trata de un constructo social que se impone de forma arbitraria al nacer y que, además, no es binario, no hay dos sexos, sino muchísimos más, infinidad de ellos... La típica pregunta ante un recién nacido: ¿Es niño o niña? Puede responderse ahora diciendo: ¡Será lo que quiera ser! Es pronto para saberlo.

    Lo paradójico de este movimiento es que, buscando la despatologización, perdón por el palabro, de los problemas vinculados con el sexo y el género, propone someter a las personas que no se identifican con su cuerpo un tratamiento fármaco-quirúrgico irreversible que conllevará probablemente una medicación de por vida. 

    Se maneja este dato, que no he comprobado pero que parece verosímil: en Estados Unidos, aproximadamente en los últimos 10 años, las clínicas de cambio de sexo se han multiplicado por cien. Han pasado de ser tres o cuatro hace unas décadas a ser ahora 300, 400.

    Hay un elogio de la individualidad permanente, un elogio del deseo irracional del átomo personal, de la subjetividad, donde lo que predomina es el sentimiento individual. Es un tipo de discurso que llama a descomponer la sociedad en individuos, a diluirla, a eliminar, disolver todo lo que nos une y, por el contrario, convertirlos en un montón de individuos aislados absortos en sus deseos.

    Una viñeta muy oportuna de El Roto en que una niña de rubios cabellos le pregunta a su padre cómo es posible que pueda elegir entre ser niño o niña y no entre rica y pobre. Y el padre le responde: Es que eso es muy difícil.