Judith Butler, la filósofa superstar, que se reconoce influida por Hegel, Freud, Michel Foucault y Simone de Beauvoir, consisderada como una de las mentes más influyentes del mundo en el siglo XXI y referente del feminismo contemporáneo de última generación, concedió recientemente una entrevista a El Periódico Global, alias El País, en su mansión de California, donde Judith se registró oficialmente hace años como persona no binaria y donde convive en la actualidad con su pareja la politóloga Wendy Brown.
Judith no cambió su nombre propio pero dejó constancia en el juzgado de que se refirieran a su persona no con los pronombres de tercera persona del singular, que en la lengua del Imperio son, como se sabe, he, she, it, de los géneros gramaticales masculino, femenino y neutro respectivamente, que corresponden grosso modo a nuestros él, ella, ello, sino con la forma de plural they/them única para los tres géneros ingleses. They/them, pese a su doble forma, es en realidad el mismo pronombre que varía según su función sintáctica de sujeto/objeto, pero no distingue de géneros gramaticales sino que los engloba a todos, un gesto de autodeterminación que en español equivaldría, según el periodista, al uso de elle en lugar de ella.
Le recuerda el entrevistador a la filósofa que uno de los eslóganes de la campaña electoral de Donald Trump contra su rival Kamala Harris era: “Kamala está por elles (they/them). Trump está por ti (you)”. Donde se juega con los pronombres de tercera y segunda persona, siendo el mensaje de Trump mucho más personal, frente al impersonal uso de la tercera persona que se atribuye a su rival... Precisamente el pronombre de segunda persona no hace distingo alguno de género gramatical ni en inglés ni en español, ni en la mayoría de las lenguas conocidas, aunque sí en árabe
(masc. أنتَ (anta) fem. أنتِ (anti), y en hebreo
(masc. אַתָּה (atá) fem. אַתְּ (at) por lo que se me alcanza. Pero Butler no cree que el triunfo de Trump se deba a eso, sino a otros factores de índole social y política.
"Kamala está a favor de elles"
En la entrevista, después de clarificar su postura sobre el problema gazatí, poniendo los puntos sobre las íes al afirmar que la ofensiva israelí no empezó el 7 de octubre del año pasado con el ataque del grupo terrorista de Hamás, sino que opera desde la creación del Estado de Israel en 1948, afirmando que “quienes hacen la guerra a menudo conciben las de quienes aniquilan como vidas que de todos modos no valía la pena vivir (concepto de 'grievability' por la manera en que la sociedad distingue entre individuos cuya muerte merece duelo y los que no). No lamentan esas pérdidas, porque carecen de valor. Se considera a los palestinos como amenazas a la existencia israelí, no como seres humanos. Una vez que una población ha sido tan degradada que ya no cuenta entre la comunidad humana, queda despejado el camino hacia la acción genocida. Y lo que estamos viendo en Gaza son acciones genocidas”.
Afirma, más adelante, sobre la transexualiadad: “No creo que cada vez que un niño dice que quiere hormonas haya que correr a que se las receten, pero tampoco en rechazar de plano la idea”. Intenta aquí la filósofa mantener un difícil equilibrio entre darle a niño el capricho de hormonarse para que su cuerpo se ajuste al modelo ideal que se ha fabricado de sí mismo, y rechazarlo de plano. A lo que el periodista objeta que una de las principales críticas a la ideología de género es precisamente que la industria farmacéutica está muy interesada económicamente hablando en ella. Butler lo reconoce, y lo relativiza afirmando que “Esa industria se lucra con el reemplazo hormonal, pero tengo entendido que el beneficio que extraen de la terapia para mujeres posmenopáusicas es mucho mayor. Por supuesto que las grandes farmacéuticas son parte de ello, como lo son del tratamiento de la depresión, pero hay otros problemas por los que los niños cuestionan las normas de género, entre otros, la versión de masculinidad que representa Trump. Necesitan espacios donde ejercer su autonomía. ¿Cómo afirmarse? A veces, con un sencillo pronombre.”
La filósofa, una de las mentes más influyentes del mundo según dicen, se sale aquí por la tangente, y viene a decirnos con su respuesta que basta con un sencillo pronombre para no tener que recurrir a la hormonación, que supone una medicalización probablemente vitalicia de la existencia humana, y un lucro de la industria farmacéutica, por no hablar de la intervención quirúrgica que puede conllevar para el cambio de sexo...
Sin duda Butler lamentará, como nuestra exministra de igualdad que en el reciente Congreso del P(SO)E, las siglas LGTBIQ+, que agrupan a lesbianas, gays -anglicismo usual para evitar el despectivo 'maricones'-, transexuales, bisexuales, intersexuales, «queers» (anglicismo de más reciente incorporación, que equivale a algo así como «raro» o «extraño» y que han adoptado quienes no quieren etiquetarse dentro de las categorías binarias específicas de identidad de género y de orientación sexual)… y el carácter tipográfico "más", hayan quedado amputadas por la cola y reducidas a LGTBI, desmochando lo "queer" y lo “+”, que nunca se ha sabido muy bien lo que era.
Según la exministra del susodicho ministerio, que acasa al P(SO)E con el que ella ha gobernado y legislado de transfobia, "las mujeres trans son mujeres, tengan pene o vagina", incurriendo en la tautología y petición de principio que incluye en la definición lo definido. Decir que las mujeres trans (o cis, nos da igual para el caso) son mujeres es un pleonasmo, una redundancia innecesaria que no nos explica qué son las mujeres, uarium et mutabile semper femina.