Leo El hombre sin atributos ('Der Mann ohne
Eigenschaften'), la larga novela inacabada de Robert Musil, de la que tomo tres notas, a propósito de tres temas acuciantes como son la guerra y la paz, los niños y su sacrificio en aras del futuro, y las ideas, cuya vocación es convertirse en ideas fijas u obsesiones enquistadas en nuestra mente, según la traducción del alemán de José María Sáenz publicada por Seix Barral en Barcelona, 1973:

Sobre la guerra:
El general (Stumm) […] perseveraba en la convicción de que la guerra no es más que una continuación de la paz con medios más violentos, un orden enérgicamente vigilado, sin el cual el mundo no puede subsistir.
Sobre los niños: Los adultos cometen un pecado bárbaro al destruir la virtud creadora del hijo arrebatándole su mundo, al ahogárselo con el saber muerto y
convencional, y al orientárselo hacia fines precisos y extraños. El niño no es productivo, su actividad se reduce al juego y al crecimiento; acepta sólo aquello que verdaderamente puede asimilar, a no ser que se haga uso de la violencia; todo objeto que toca adquiere vida; el niño es un mundo, un cosmos, intuye lo último y absoluto, aunque no lo sepa expresar; pero se mata al niño enseñándole a comprender los fines y encadenándole a las circunstancias de cada caso, a las cuales se les llama, hipócritamente, realidad.

Sobre las ideas:
O bien, supón que, literalmente, una idea se apoderase de ti; ¡en el momento en que sintieses físicamente este encuentro, te hallarías ya en la frontera del reino de la locura! Y así, cada palabra desea ser tomada al pie de la letra, para no echarse a perder convirtiéndose en una mentira; pero tampoco se puede tomar ninguna palabra al pie de la letra, porque el mundo se convertiría en una casa de locos.
