Vivimos un momento complicado caracterizado según la prensa del Régimen por la “inestabilidad del tablero geopolítico”. Curioso palabro este de 'geopolítico' que sacan a relucir por doquier ahora los políticos juntando a Gea, la madre tierra y el planeta, con la política o sea con el Estado, cuya salud, como dijo Bourne, es la Guerra.
Han abierto un debate nacional e internacional sobre la necesidad de aumentar el gasto en Defensa, es decir en el Ataque porque, como dicen algunos, la mejor defensa es tácticamente un buen ataque.
Se habla incluso de volver a la puta mili, abolida en las Españas en 2001 porque hay muy pocas solicitudes voluntarias de ingreso en las Fuerzas Armadas, pocas vocaciones -vamos a utilizar esta palabra un tanto desusada ya que hacía referencia a la inspiración con la que Dios -Dios nos libre de Dios- nos llamaba a algún estado, especialmente al de la religión, y que acabó significando aquello que lo llamaba a uno a hacer algo.
Ante esta falta de vocaciones, el Ministerio de Defensa (en realidad, de la Guerra) quiere venderles la moto a las tiernas criaturas buscando reclutas hasta debajo de las piedras entre los más jóvenes, ofertando e impartiendo charlas de captación en los centros educativos dirigidas a alumnos y alumnas -no las excluyen a ellas- de Educación Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional, en los que algunos tienen ya la edad mínima requerida, que son los dieciocho años cumplidos, para incorporarse a los diferentes cuerpos militares.
Que las Fuerzas Armadas necesitan más jóvenes es una realidad, porque hay muy poca demanda. Se incrementa por lo tanto la oferta ofreciendo a la juventud una salida profesional que reducirá sin duda la tasa de desempleo. Hay pocos jóvenes, en general, y muy pocos de los que hay están interesados en ser carne de cañón.
El Ministerio les engaña hablándoles de la “cultura de la defensa”, la historia de los ejércitos, los valores que fomentan y la vida que pueden desarrollar en las Fuerzas Armadas a través de misiones internacionales que les brindan la oportunidad de viajar y de conocer otros países, culturas y gentes, a la vez que desempeñan una labor humanitaria, ayudando a los buenos y neutralizando -o sea matando- a los malos, que son los enemigos.
Las chicas no están excluidas, y eso le agrada a la ministra, que quiere favorecer su ingreso en las FFAA, dentro de la campaña de feminización del Ejército, donde las mujeres también pueden hacerse un Hombre -en el sentido genérico de Ser Humano-, como en los tiempos de la puta mili, cuando se decía que un chico solo se hacía un hombre cuando entraba en el cuartel, empoderándolas hasta romper el techo de cristal y alcanzar las más altas instancias del generalato.
Pero hay que darle la vuelta al clásico argumento militarista de que si uis pacem, para bellum ('si quieres la paz, prepara la guerra'), porque lo que está mandado es lo contrario: si uis bellum, para pacem: si quieres la guerra, prepara la paz llenándote la boca con esa palabra y hablando de misiones de paz, fuerzas de paz, contingentes de paz, tropas de paz, combatientes por la paz, ejército de paz, convirtiendo la paz no ya en el fin u objetivo militar de la guerra, sino también en su causa, porque, según el dicho orgüeliano, la guerra es la paz, y así se confunden la finalidad o para qué con la causa o el porqué.