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sábado, 26 de agosto de 2023

¿Qué es ser progresista, papá?

    Hay palabras que zumban al oído y revuelan constantemente a nuestro alrededor como molestas moscas cojoneras, hija mía; por ejemplo esa de 'progresista'. Hay que ser progresista, cacarean nuestros políticos profesionales. El diccionario define progresismo como «ideología y doctrina que defiende y busca el desarrollo y el progreso de la sociedad en todos los ámbitos y especialmente en el político-social». Mala definición, porque incluye el término que hay que definir y que subyace al -ismo, que es progreso, en la definición.
 
    "Progreso" procede del latín progressus, avance, marcha hacia delante, contrapuesto a regressus, que sería el retroceso, retorno o vuelta atrás. Se supone que partimos de una situación de retraso y penuria material y moral, y que el avance técnico mejora la comunidad y facilita la supervivencia de la humanidad, como si el paso del estado salvaje al civilizado hubiera supuesto una notable mejoría. 
 
    El progresismo no deja de ser una huida hacia delante. Hay una creencia escatológica secularizada, y en el fondo religiosa, es decir, supersticiosa, que dice que la historia sigue una línea ascendente de mejora, que consagra la idea de Progreso, con mayúscula, como si en ese paso hacia delante supiéramos a dónde vamos. 
 
    Pero este relato de la modernidad es desmentido sistemáticamente por la realidad. Las fuerzas progresistas, identificadas con las izquierdas políticas, están ancladas en el pasado. A finales del siglo XVIII, con la revolución francesa, se categorizaron los espacios políticos de izquierda y derecha, una división política que estructuró ideológicamente el mundo entre buenos y malos durante todo el siglo XX, y que perdura todavía. 
 

 
    Pero ahora, entrados ya en el tercer milenio de la era cristiana, está en crisis la dicotomía diestra y siniestra, como supo ver el Movimiento del 15 de mayo del año 2011 cuando se razonaron cosas como: «no existe derecha o izquierda sino arriba y abajo», o, la copla de Isabel Escudero: “Ni derecha ni izquierda; / entre arriba y abajo / está la pelea”. 
 
    Además, el progreso tecnológico e industrial nos ha llevado al borde del precipicio con un capitalismo suicida que expolia todos los recursos, incluidos las personas o recursos humanos, del planeta provocando una degradación sin precedentes, y con la revolución informática de esa cosa tan tonta que es la Inteligencia Artificial, cuyo avance ya no controlamos, sin olvidar la amenaza siempre pendiente de una III Guerra Mundial, que sería la definitiva porque “a la tercera va la vencida”. 
 
    Si las naciones no eran buenas, hija mía, porque  no lo han sido nunca, las crecientes instituciones supranacionales como la ONU, la OMS, responsable de la pasada pandemia y de la futura que ya se entrevé en el horizonte, la OTAN, que nos vende la idea orgüeliana de que la guerra es la paz, o  la Unión Europea no son mejores. De la Unión Europea, precisamente, ha dicho el flipado de nuestro presidente del Gobierno que "es el proyecto común que une al conjunto de los europeos y europeas" y que representa "la Europa solidaria que dio respuesta a esta grave pandemia de la COVID-19(!), la Europa líder y referencia en la transición (!) ecológica y la perspectiva humanista de la transformación digital (!!)".   ¿Qué perspectiva humanista será esa, me pregunto yo, hija mía, "de la transformación digital"? ¿Qué querrá decir el que le escribe los discursos al jefe del Ejecutivo? ¿No habrá querido decir "perspectiva transhumanista y se le habrá atascado el prefijo trans-?


       La UE, capitaneada por la señora Úrsula von der Leyen, a la que el flipado parece referirse cuando dice "Europa", la Europa solidaria que dio respuesta a la gravísima pandemia firmando contratos opacos, millonarios y suculentos con un laboratorio farmacéutico de cuyo nombre no merece la pena acordarse, que aseguraban diez dosis inyectables para cada europeo (y europea, que no está de más, aunque no haga falta decirlo),   emprende ahora la lucha contra la desinformación, que no es otra cosa más que la institucionalización de la censura en el viejo continente... La UE, hija mía, no es más que un engendro político en el que 27 países no aciertan a resolver los problemas que no tendrían sin la UE.
   
    Hay que salir de la falsa alternativa progresista. Quizá haya llegado el momento de parar, de hacer un alto en el avance en el que un ciego que cae en un precipicio, como en el lienzo de Brueghel el Viejo, arrastra consigo a los otros ciegos que iban tras él, inspirado en las palabras de Jesucristo (Mateo 15,14): Dejadlos, son guías ciegos; si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en la hoya.
 
La parábola de los ciegos, Pieter Brueghel el Viejo (1568)
 
    Quizá haya llegado el momento de dejar de progresar, si no queremos precipitarnos en el abismo al que vamos de cabeza.
 

    En el Libro de los Seres Imaginarios o Manual de Zoología Fantástica de Jorge Luis Borges, encontramos esta sorprendente perla: "No olvidemos el Goofus Bird, pájaro que construye el nido al revés y vuela para atrás, porque no le importa adónde va, sino dónde estuvo."

viernes, 15 de julio de 2022

El mito de las edades y el progreso

 Edad de Oro:


    En el libro primero de las Metamorfosis, versos 89-150, recoge Ovidio el mito de las edades, que había tomado del poeta griego Hesíodo, según el cual la historia de la humanidad no avanza en un sentido de progreso hacia mejoría, sino en una degeneración caracterizada por su progresivo, nunca mejor dicho, empeoramiento.
 
    La Edad de Oro no se caracteriza porque haya maravillas que ahora no hay, sino porque no hay todavía en el mundo las realidades que mueven a espanto, como la economía de los mercados –curiosamente en la Edad de Oro el oro no era un valor de cambio, porque no existe el dinero todavía-, las guerras y las políticas que las justifican, los gobiernos ni los Estados. Tampoco existen los jueces ni las leyes, porque hay Justicia y no hace falta por lo tanto que existan tribunales que dictaminen lo que es justo y lo que no... Es decir, la Edad de Oro es una Arcadia idílica donde no existen gobiernos, ejércitos ni trabajo asalariado. No se ha inventado la navegación, por lo que no se ha iniciado el comercio. Se trata de un paraíso terrenal en el que reina Saturno, es decir, la anarquía.
 
  De oro la edad se creó la primera, la cual, sin mandarlo
nadie, sin ley, cultivaba el deber y el bien de su grado. 
Miedo y castigo no había ni en bronce decretos grabados
se promulgaban tremendos ni el pueblo temía, postrado
voz de su juez, sino que eran a salvo sin un mandatario.
Pino talado no había aún de sus montes bajado
ni uno a las olas marinas a ver el mundo a lo largo, 
ni otras costas ajenas sabían los seres humanos. 
No todavía ceñía ciudades un foso escarpado, 
no broncirrecto clarín ni corneta de bronce curvado
hubo, no cascos ni espadas: sin necesidad de soldados
iban las gentes viviendo la cómoda paz a resguardo.
Todo lo daba la tierra también de balde, y sin rastro
de un azadón, por sí misma, ni herida de reja de arado, 
y es que, pagados con frutos nacidos sin nadie plantarlos,
bayas de arbusto cogían y fresas silvestres del campo,
guindas y moras en los espinosos zarzales colgando, 
y las bellotas caídas del árbol de Júpiter ancho. 
Era sin fin primavera y mecían los céfiros plácidos
flores nacidas sin siembra con brisas de aire templado; 
luego la tierra ofrecía su fruto además sin trabajo, 
y encanecía la mies sin barbecho de espigas y granos: 
ríos ya iban de leche, de néctar ya ríos manando, 
e iba en verde encina la rubia miel chorreando.

Edad de Plata

 
    La Edad de Plata es la edad de Júpiter, que se ha hecho con el poder destronando a Saturno, es una degeneración de la edad anterior que se caracteriza por la aparición de las cuatro estaciones. Se acabó la primavera idílica inicial y comienza su andadura el tiempo cronometrado de los ciclos de la naturaleza. Los seres humanos comienzan a resguardarse del cambio climático adquiriendo conciencia del clima en viviendas que en principio fueron grutas. Del mismo modo, comienza el trabajo con el desarrollo de la agricultura y de la ganadería que no eran necesarias en la etapa anterior.

Luego que el mundo, echando a Saturno al lóbrego Tártaro,
era de Júpiter, hubo la raza de plata llegado
que era más vil que la de oro, más noble que el bronce arrubiado.
Jove restó duración al vernal buen tiempo de antaño, 
y entre inviernos y estíos y otoños desigualados
y una fugaz primavera, partió en cuatro tramos el año.
Pronto entonces el aire ardió, del fuego abrasado, 
tórrido, y hielo quedó congelado del viento en carámbanos:
pronto entonces entraron en casas: fueron los antros
casas, matas espesas, follaje a corteza enlazado; 
fueron pronto entonces semillas de Ceres en largos
surcos sembradas, y uncidos al yugo los bueyes bramaron. 

 Edades de Bronce y de Hierro


La Edad de Bronce se caracteriza por la aparición de las armas, y, por lo tanto, de la guerra hasta entonces inexistente.

Vino al cabo después, la tercera, la raza bronceña, 
más de carácter atroz y pronta a las armas horrendas,
 no aún criminal:

    Finalmente hace su aparición la Edad de Hierro, que es la peor de todas y que es, huelga decirlo, la nuestra. Aparecen ahora todos los males que conocemos: la propiedad privada, la sangre, la mentira, el arte de la navegación y el comercio, la división de la tierra, y el dinero que lo pone todo en venta, a las cosas y a las personas, cosificándolas. Como consecuencia de la aparición del dinero, la Justicia, representada como una doncella que hasta entonces había reinado en la Tierra, huye de este mundo y se convierte mediante un catasterismo en una constelación sideral: Virgo.

...de hierro durísimo es la postrera. 
Pronto irrumpió en la edad más vil de la férrea vena
 todo mal, y huyeron deber, verdad y vergüenza;
 y en su lugar surgieron engaños, estratagemas, 
trampas, sangre y afán criminal de bienes y hacienda. 
Velas echaban al viento, sin que el marinero supiera
 de él, y las quillas que habían crecido siempre en cimeras
 cumbres saltaron en olas de desconocidas mareas.
 Y, antes común como luz del sol y el aire, la tierra
 la dividió agrimensor sagaz con larga lindera.
 No le exigían tan sólo al rico terruño cosecha
 y el merecido alimento, sino que en su entraña se adentran
 y esos tesoros que había guardado y metido en sus negras
 minas profundas, botín de malvados, ya desentierran;
 y hubo surgido el vil hierro, y peor, el oro, que en venta
 pone: surgió la que lucha con uno y con otro, la guerra,
 y hace blandir las armas fragosas con mano sangrienta.
 Viven a saco: ni fía el huésped de aquél que lo hospeda,
 ni suegro de yerno, y es rara también la avenencia fraterna.
 Trama el fin de su esposa el marido, del cónyuge aquella:
 mezclan venenos amortajadores madrastras siniestras; 
antes de tiempo el hijo la edad pregunta paterna.
 Yace vencida Piedad, y abandona la Virgen, postrera
 diosa, la tierra manchada de sangre, y se vuelve sidérea.

   Desaparece la justicia de la faz del mundo cuando se impone paradójicamente la Justicia, es decir el poder judicial con sus tribunales  que dictaminan lo que es justo y lo que no, y con sus penas de privación de libertad que nos hacen creer a los que estamos fuera de los centros penitenciarios que, por contraposición a los reclusos, somos libres.
 
      Que este paraíso no exista ni haya existido nunca en la realidad no significa que no pueda haberlo. La Edad de Oro no se da en ningún lugar concreto como Mesopotamia entre el Tigris y el Éufrates (pero puede darse en cualquiera, sin embargo, por ejemplo aquí mismo, no importa dónde) ni en ningún tiempo (ni pasado, como creen los primitivistas y los antropólogos, que siempre encuentran alguna tribu que se había librado del progreso hasta el momento de su descubrimiento, y como sugiere el propio mito, que parece situarse en una idílica pre-historia y se desarrolla cronológicamente, ni futuro, como el Cielo de los cristianos o el edén islámico de las virginales huríes, ni presente tampoco (pero sí puede darse ahora mismo; aquí y ahora, por lo tanto, es posible que se dé con tal de que haya olvido de la realidad, que es lo que existe). 
     
 
Tomo como ilustración de los versos de Ovidio tres imágenes del artista alemán del siglo XVII, Johann Wilhelm Bauer, que dibujó 150 escenas de las Metamorfosis, con una breve descripción en latín y en alemán cada una.