sábado, 5 de marzo de 2022

¡Que viene la Guerra!

    No sé si los escasos lectores que hurgan a veces en este arcón, a pocos telediarios que hayan visto, ya se han percatado, supongo que sí, de la puesta en escena, nunca mejor dicho, de una campaña mediática de intoxicación informativa idéntica a la que se desató con motivo de la declaración de la pandemia por la OMS allá en marzo de 2020, hace un par de años. 
 
    La finalidad de esta campaña es, como la de aquella otra, seguir inculcando cantidades ingentes de miedo en los oyentes y espectadores, votantes y contribuyentes. Se emiten imágenes bélicas y se entrevista a pobre gente aterrada que no sabe muy bien qué está pasando, cuyo testimonio nos contagia, como si del mismísimo virus se tratara. 
 
Estudio para magistrado, Gabriel Pérez-Juana (2022)
 
    Ocurrió lo mismo hace dos años: La sola imagen de múltiples ataúdes convenció a la gente de que podían estar destinados para ellos o sus seres queridos. Encerraron a los ancianos abandonándolos en las residencias por temor a lo que venía y nunca vino, y allí se murieron de asco y soledad. Lo mismo sucede ahora con las noticias de los bombardeos, las sirenas de alarma, los refugios subterráneos, el desabastecimiento de productos básicos... 
 
    Leo, por ejemplo, en la prensa digital que Rusia posee la llamada Bomba del Zar, el arma de destrucción total, “que es 3.800 veces más potente que una atómica”, y, claro está, si la lanza contra las bases norteamericanas españolas, por ejemplo, nosotros no tendremos escapatoria. Resucitan los fantasmas nucleares de la Guerra Fría en esta Guerra Caliente que ahora nos sirven. 
 
Batalla del Puente Milvio, Giulio Romano (1520-1524)
 
    Y también que Rusia ha tomado la mayor central nuclear de Ucrania y de Europa tras incendiarla en un bombardeo. Y, claro, ya están las autoridades (in)competentes, como siempre, alertándonos de que “si explota será 10 veces peor que Chernóbil”. 
 
    Sería interesante que si nos dimos cuenta del despliegue de aquella estrategia de deformación audiovisual entonces, la reconozcamos ahora y siempre que la utilicen, y no nos dejemos engañar niamedrentar por ella. Esto no significa que no haya ataques. Los hay, y muchos más de los que creemos o podemos imaginar, porque lo que no hay es paz. Como alertó Calino de Éfeso a sus contemporáneos allá por el siglo VII antes de Cristo “en paz creéis /  estar pero la guerra domina toda la Tierra”. Y hay guerras y guerrillas en muchos sitios, no sólo en Ucrania, que es lo único que los medios enfocan ahora con una intensidad cada vez mayor. 
 
    Contra este virus deformativo deberíamos instalar un antivirus en nuestros cerebros. Logran que pongamos nuestra atención en lo que nos echan y nos desentendemos de lo que de verdad pasa en el mundo, y de lo que pretenden nuestros mandamases que son los que mandan a la guerra a los soldados en son de paz so capa de causas justas y santas si hace falta y democráticas.
 
La Bomba del Zar
 
     La fórmula es sencilla: generar miedo, y más aún, intesificarlo, creando pánico, la más primaria de las emociones. Nos sacan a los chinos aterrorizados de Wuhan y en Ucrania a los ucranianos (o ucranios, como se empeña en escribir El País, y que admite la docta Academia). Después de las sangrientas imágenes, que a veces ni siquiera las emiten para que las recreemos nosotros en nuestra imaginación, que son tan horribles que no podemos concebirlas, o las difuminan para no herir nuestra sensibilidad, vienen las explicaciones de los expertos, esos tertulianos que están siempre opinando a los que alguien ha denominado “todólogos”, porque saben, o creen, que es peor, saber de todo lo habido y por haber. 
 
    De la noche a la mañana, los medios se llenan de geoestrategas, como antes se llenaron de virólogos y virólogas como Margarita del Val, que pululan y defecan sus opiniones en todos los medios. 
 

 
    Debemos acostumbrarnos a que la frase “es por la guerra de Ucrania” va a servir una vez más para justificar lo injustificable (como antes "es por la pandemia"), que algunos se enriquezcan y otros se empobrezcan más de lo debido y que se promulguen no pocas restricciones de libertades formales y se generalice la ciega obediencia, la obediencia debida. Nuestro presidente del gobierno el señor Pedro Sánchez ya nos ha advertido por lo pronto de algunos sacrificios que tendremos que hacer habida cuenta de las repercusiones económicas -y de eso sabe mucho, como doctor cum laude en economía que es-, para que vayamos preparándonos: "Debemos hablar con claridad a los españoles y españolas, las medidas van a tener un coste y van a exigir sacrificios, porque las sanciones a Rusia repercutirán en la economía de las familias y en los productos básicos".

1 comentario:

  1. Para estos indeseables de la gobernanza los productos básicos ya son la crisis permanente con los cánticos guerreros que se escenifican en "los medios". Como alguien ha dicho: con la crisis continua se consigue prevenir cualquier ruptura
    efectiva.

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