“España va a enviar armas directamente a Ucrania”, dijo la portavoz del Consejo de Ministros y Ministras, “...dentro del Fondo Europeo de Apoyo... a la Paz”.
La guerra sin tregua que valga está en la esencia misma del sistema y es poco menos que imposible que haya paz en la Tierra mientras haya como hay dominación.
La creciente medicalización de la vida cotidiana fuerza a muchos ancianos a consumir de forma crónica, España en cabeza, mogollón de fármacos tranquilizantes.
La OMS prohibió los tratamientos tempranos efectivos y promovió, subvencionada por la farmacopea, la vacunación masiva seguida por la inmensa mayoría acojonada.
Ayer el coronavirus, hoy la guerra de Ucrania, mañana quizá el cambio climático; siempre hallarán una coartada que justifique su desmedido afán de gobernarnos.
Von Clausewitz sentenció que la guerra es la continuación de la política por otros medios. ¿No será la política la continuación de la guerra, dándole la vuelta?
Proclaman la guerra para que creamos que esto, en contraposición, es paz, y envían armas ofensivas al frente al objeto de apagar el incendio echando gasolina.
Hemos heredado esta preciosa glosa de Tácito vía Jean-Jacques Rousseau: et miserrimam seruitutem pacem appellant: y llaman paz a una harto miserable esclavitud.
Mientras meten miedo ante una potencial guerra nuclear que utilizan como tapadera del fraude sanitario, siguen apretando los grilletes de nuestra servidumbre.
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