jueves, 31 de marzo de 2022

El discurso maniqueo de la Guerra de Ucrania

    La guerra es horrible, desde luego, pero no solo esta guerra que nos sirven ahora en bandeja las pantallas, sino todas las guerras. Y ahora mismo hay más de una en el mundo. Todas las guerras, además, son guerras civiles en las que no hay ningún bando vencedor: vencedores y vencidos representan el fracaso de nuestra humanidad. No hay victoria posible. Las imágenes que nos ofrecen, en las que es difícil diferenciar la realidad y la ficción, son la representación del horror con toda su banalidad y su crudeza. Los fotogramas de las películas de guerra sirven para que aceptemos las imágenes de los telediarios: la realidad y la ficción se retroalimentan mutuamente, hasta el punto de que los espectadores somos incapaces de diferenciar donde empieza una y donde acaba la otra.

    Para los principales medios de comunicación occidentales la crisis sanitaria está ya muy lejos, apenas informan de ella en primera plana o en las páginas interiores de los diarios. Han decidido que se acabó, que hay que pasar a otra cosa, mariposa, que la gente ya está harta de virólogos y epidemiólogos, y ahora ha llegado el momento de los geoestrategas y polemólogos. Lo que ha quedado, sin embargo como herencia de la pandemia en los medios oficiales de información, es la elección del tratamiento binario, simplista e infantiloide de la noticia. 

  

      Durante la crisis sanitaria, en efecto, había que ponerse del lado de la Ciencia de las vacunas experimentales que iban a salvar nuestras vidas, había que militar en el campo del bien contra los antivacunas y negacionistas conspiradores de toda la vida, que configuraban el campo del mal, y había que denunciar los bulos que difundían. Muy pocos medios de comunicación, se pueden contar con los dedos de una mano y sobran dedos, daneses y alemanes sobre todo, han entonado un mea culpa público por la penosa gestión alarmista y terrorista que hicieron de la crisis sanitaria y por haberle hecho la cama a la co(vi)diciosa industria farmacéutica.

    Durante los dos años que ha durado la pandemia fomentada por la OMS, los medios oficiales gestionaron así la actualidad a través del prisma maniqueo del bien y del mal, inventando una opinión ortodoxa moralizante más cercana a la ideología y a la fe que a la objetiva información.

    ¿Por qué iban a cambiar de óptica ahora? Han decidido seguir por el mismo camino: El mismo tratamiento binario están empleando para servirnos la crisis ucraniana que nos presenta, por un lado, al ucraniano bueno, el héroe, y por el otro al ruso malvado, el villano. Sin matices, sin términos medios, sin preguntas complicadas que enfaden el simplismo de los análisis habituales, acostumbrados como estamos a las películas americanas de buenos y malos, generalmente pérfidos nazis los segundos.


    Alguien puede poner en tela de juicio el estatus privilegiado que se da a los ucranianos como refugiados políticos comparado con el tratamiento que se da a los sirios, afganos, libios... Tal vez se deba a que los ucranianos se consideran de los nuestros, europeos, mientras que los otros se catalogan de bárbaros.

    También se puede cuestionar uno el fondo europeo de millones de euros para la Paz destinados a comprar armas para Ucrania, lo mismo que el fondo que se dedicó a la adquisición de las vacunas experimentales que han salvado, al parecer, nuestras vidas, y han redundado en el beneficio económico de la industria farmacéutica pronta a enfermarnos para vivir de nuestros males, y muchas otras cuestiones sobre este conflicto que merecerían ser abordadas con matices.


     Pero no, los medios de masas alimentan la visión maniquea: Putin es el mismísimo demonio que rige el Imperio del Mal, por lo que Europa emprende una cruzada a favor del Bien con su apoyo incondicional a Ucrania, hasta el punto de generar una auténtica fobia a todo lo que venga de la Madre Rusia, forzándonos a tomar partido y a denunciar la invasión de Ucrania.

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