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lunes, 26 de febrero de 2024

La razón de la fuerza contra la fuerza de la razón

    El secretario general de la OTAN, el señor Jens Stoltenberg, ha reiterado el sábado pasado, 24 de febrero, que, dos años después del inicio de la invasión rusa, Ucrania puede seguir contando con el apoyo incondicional de sus socios internacionales; y además: "Ucrania se unirá a la OTAN, es sólo cuestión de tiempo".  Está claro que el señor Stoltenberg y la Organización del Tratado del Atlántico Norte que regenta no tienen empacho en precipitar al mundo  a la tercera guerra mundial en la que ya estamos inmersos sin saberlo. Hemos pasado de la guerra fría a la guerra caliente, tan caliente que nos quema las pestañas.
 
    Conviene que nos demos cuenta de que los países que no están directamente en guerra todavía,  tampoco están en paz, porque la paz no es simplemente la ausencia de la guerra declarada. Nuestras Españas, por ejemplo, no están en guerra, pero tampoco están en paz porque están colaborando durante los dos años que lleva en la guerra de Ucrania adiestrando hombres y enviando armas y dineros al frente de combate.


 
    El Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, el señor Borrell, otro que tal baila y lo hace al mismo son que Stoltenberg, se descuelga con un artículo de prensa titulado La guerra en Ucrania y la agenda geopolítica, que leo en El Diario Montañés de ayer domingo, pero que veo que publican también El Correo, Diario Sur y Diario de Navarra, del grupo Vocento, en el que reconoce que Putin no ha ganado la guerra que dura ya dos años, pero tampoco la ha perdido.
 
    En el mentado artículo, escribe que tenemos tres desafíos: El primero, apoyar a Ucrania “más y más rápido en un nuevo tipo de guerra de alta intensidad que asocia las trincheras de la Primera Guerra Mundial con el papel determinante que jugarán el uso de drones y la inteligencia artificial”. Es decir, estamos actualizando la Primera Guerra Mundial introduciendo en ella los últimos avances tecnológicos y la IA. 
 
    El segundo desafío es “que (Ucrania) sea miembro de la Unión Europea” -cosa que no costará mucho dada su participación en Eurovisión, al igual que la de Israel, que ni siquiera forma parte del continente europeo pero participa en el eurofestival. 
 
    Y tercero pero no menos importante desafío: Prepararnos para un largo período de tensiones con Rusia. “Nuestro esfuerzo militar tiene que ser sostenido” afirma literalmente, dado que el tío Sam podría desentenderse de la seguridad europea. Dice Borrell que visitó hace unas semanas al presidente Volodímir Zelenski, ese actor cómico y títere nato, nunca mejor dicho, y que este, como cabía esperar, le dijo que “era necesario aumentar el suministro de munición” (para la guerra, obviamente), a lo que apostilla el Alto Representante “que es ahora nuestra tarea más importante”. 
 
Ilustración de Adrià Voltà
 
       No sé si merece la pena comentar la ilustración de Adrià Voltà que acompaña el artículo de Borrell: una tarta con los icónicos colores ucranianos del azul y el amarillo ensangrentada por las dos velas o quizá petardos que representan los dos años que con los colores de Rusia -blanco, azul y rojo- enrojecen toda Europa. Es el rojo de Rusia el que tiñe toda Europa, incluida Ucrania, pues parece que se quiere dar a entender que la sangre recae sobre todo el continente.
 
    El resto del artículo se refiere a Gaza, para la que propone una solución política, al contrario de Ucrania, donde no ve más solución que la ayuda militar, es decir, echar más leña al fuego. 
 
    Y finalmente el señor Borrell plantea la “cuestión transversal de nuestra seguridad y capacidad de defensa”, recordando que hace dos años dijo que Europa estaba en peligro y nadie le hizo caso. Supongo que se refiere a la historia aquella del jardín europeo frente a la jungla exterior...  Ahora el tiempo, escribe, le ha dado la razón, y lamenta que”nuestra industria de defensa se ha quedado pequeña” y que no vamos a ser capaces de hacer frente a nuestra agenda geopolítica, es decir, a hacer lo que está mandado desde arriba ”si no somos capaces de defendernos” del peligro que nos acecha, lo que empieza por desarrollar nuestra industria de defensa. Y escribe: “Estamos haciéndolo; por ejemplo, la capacidad de producción de municiones para suministrar a Ucrania ha crecido un 40% en el último año”. 
 
    No plantea él la necesidad de crear un ejército europeo “sino de poder movilizarlo de forma conjunta y coordinada para hacer frente a los retos comunes”. Pero ¿cómo vamos a movilizarlo de forma conjunta y coordinada si no lo hemos creado? Muy sencillo: porque no se trata de crear algo nuevo, sino de algo mucho más fácil: utilizar los viejos ejércitos existentes y subordinarlos a la agenda geopolítica que es lo que está mandado. Porque en el mundo en el que vivimos “se generaliza el uso de la fuerza para resolver los conflictos”.  Lo dice Borrell y punto redondo. Lo dice como si estuviera constatando una realidad que no se puede cambiar y se queda tan ancho, porque es de lo que se trata, de generalizar el uso de las fuerzas armadas para solucionar los conflictos y de hacer que prevalezca como ya de hecho prevalece la razón de la fuerza contra la fuerza de la razón. 
 
 

martes, 16 de mayo de 2023

"No tenemos elección"

    Jugosísimas, como de costumbre, son las declaraciones del señor Borrell, alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea. Recientemente compareció en el evento El Estado de la Unión, Construyendo Europa en Tiempos de Incertidumbre organizado por la EUI, European University Institute en Florencia el pasado 6 de mayo. 

     Con lo de la incertidumbre supongo que se aludía a la guerra de Ucrania y a la inflación que golpean al viejo continente tras la crisis sanitaria anterior, las sanciones económicas a Rusia y el apoyo a la propia guerra.

    Dijo el alto ejecutivo en la lengua del Imperio: Unhappily, this is not the moment for diplomatic conversations about peace. It's the moment of supporting militarily the war. Desgraciadamente, este no es momento de conversaciones diplomáticas sobre la paz, es el momento de apoyar militarmente la guerra.

Retrato de Josep Borrell, Pablo García
 

    Él mismo parecía darse cuenta de la contradicción en que incurrían sus palabras, dado que, como reconocía después, sonriéndose, no le daba la sensación de estar actuando como lo que era, un diplomático, sino, más bien, como un Ministro de Defensa de la Unión Europea, lo que en el fondo más desearía, porque siempre estaba hablando de armamento y municiones.   

    Que Borrell diga que no es momento de conversaciones diplomáticas, y sí de apoyar militarmente a Ucrania no es, efectivamente, muy diplomático que digamos. No es, por lo tanto, algo propio de su alta dignidad en la Unión Europea, que debería mediar entre los dos Estados en lid, ambos europeos y, sin embargo, ajenos ambos a la Unión Europea, y no tomar partido por ninguno de ellos, procurando llegar al alto el fuego con un acuerdo de paz que no implique la humillación de ninguno de los bandos rivales.

    ¿Qué clase de alto “diplomático” es este que ante una guerra de consecuencias imprevisibles afirma que está actuando más que como el diplomático que debería ser, como lo que en la práctica es de hecho, un Ministro de Defensa, o, mejor dicho, un Ministro de la Guerra a las órdenes del Magister Belli o Master of War, que es el Tío Sam de Guasintón de las Américas? 

Viñeta de Iván Lira.
 

   Detengámonos un poco en la palabra “diplomacia”, que deriva de “diploma”, término que viene del latín diploma, que significaba 'documento oficial', y que el latín había tomado prestado del griego δíπλωμα con el sentido general de “cantidad doble”, relacionado con la raíz duplo/doble y el número dos, y particular de “tablilla o papel -documento en definitiva- doblado en dos”. Y quedémonos con esta última acepción que nos hace pensar que la diplomacia nació con las palabras que se fijan por escrito para que no se las lleve el viento y que nos permiten decir las cosas con cierta cortesía o amabilidad o al menos con alguna reserva y reflexión, no guiados por la urgencia del momento.

    La Academia a mediados del siglo XIX ya recoge los términos 'diplomático' y 'diplomacia' aplicados a los tratos y negocios que se establecen entre los Estados y las personas que intervienen en ellos, y las connotaciones de “afectadamente cortés” y “circunspecto, sagaz, disimulado”, aplicándose el adjetivo también a los sustantivos “inmunidad”, “valija”, “protección” y “pasaporte”.

     “Si no apoyamos a Ucrania, caerá en cuestión de días”, afirma el alto dignatario. Y a continuación se disculpa, cuando se anuncia que una partida de quinientos millones de euros acababa de despacharse a Ucrania esa misma semana, afirmando que sería mejor destinar los dineros a incrementar el bienestar de los europeos, como a cualquiera le parece bien en su sano juicio. 

 

    Transcribo traducida parte de su intervención, que puede oírse en el vídeo: "Es la realidad y hay que afrontarla. Y todo el mundo quiere paz, sí, pero en estos momentos, desgraciadamente, Putin sigue haciendo la guerra y Ucrania se tiene que defender. Y si no apoyamos a Ucrania, Ucrania caerá en cuestión de días. De modo que, sí, sería mejor emplear este dinero incrementando el bienestar de la población, hospitales, escuelas, las ciudades, como el alcalde está pidiendo, pero no tenemos elección".

    Aludía el alto funcionario al discurso del alcalde de Florencia, anfitrión del evento, que había señalado previamente que las ciudades, que son el baluarte de la cultura y los ideales europeos, no tenían voz ni en Bruselas ni en Estrasburgo, y carecían de fondos disponibles para sus áreas metropolitanas...

    No es la primera vez, ni será la última, seguramente, que el impresentable diplomático español hace unas declaraciones marcadamente belicistas. De hecho, la semana pasada contradijo públicamente al presidente francés que había dicho que la UE no debía dejarse arrastrar por los Estados Unidos a un choque directo con China por Taiguán en una crisis “que no es la nuestra”, y pidió que las armadas europeas patrullaran el estrecho de Taiguán". Y aún más: un reciente titular de El Periódico Global rezaba que Borrell urgía a los Veintisiete -así, con mayúscula, para referirse a los vasallos de la UE- a enviar a Ucrania artillería de largo alcance".

    ¡Ay, si le escuchara aquel Hipólito Taine que dijo "la diplomacia reemplaza a la fuerza", y viera, cómo, al revés, ahora es la fuerza bruta de la sinrazón la que reemplaza a la diplomacia en las relaciones internacionales!

miércoles, 26 de octubre de 2022

El abuelete está gagá

    Gagá está, o sea, con las facultades mentales muy mermadas a causa de la provecta edad o con pérdida total de buena parte de ellas (coordinación, memoria, razonamiento lógico...). El abuelte está chocho perdido, y, por lo tanto, chochea. Debería ya estar disfrutando de una merecida jubilación, y, sin embargo, ejerce un alto cargo que rimbomba en la Unión Europea pues es Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Vicepresidente de la Comisión Europea, en el ejecutivo comunitario de la señá Úrsula. 

 

     Acostumbrados nos tiene al empleo de metáforas.  ¡Qué gran poeta se ha perdido! Lástima que no hable en verso y que prefiera esa farragosa prosa que utilizan los políticos profesionales. Después de haber dicho que Europa era un jardín y el resto del mundo una jungla donde impera el caos, o sea, la ley de la selva, se descuelga ahora con otra poética metáfora: "No podemos ser un herbívoro en un mundo de carnívoros". Lo que dicho en términos filosóficos viene a ser, como aclara el Alto Representante que así se las da de cultivado: "No podemos pasear con Kant en la mano en un mundo hobbesiano".

    Insiste en que no podemos convertirnos en una potencia blanda, soft en la lengua del Imperio, y en que vivimos en un mundo donde la fuerza y las relaciones de fuerza tienen una importancia cada vez mayor. Lo dice antes en inglés: Vivimos en un mundo del Power politics, no de la fuerza de la política, entiéndase bien, sino de la política de la fuerza.


    Una viñeta de El Roto sale al paso de la metáfora borreliana: una vaca le dice: "No se puede ser herbívoro en un mundo de carnívoros". ¡Efectivamente, Josep! ¡Que nos lo digan a nosotras! Y es que Europa no es precisamente vegetariana ni herbívora. No fuera malo. Pero no lo ha sido nunca a lo largo de su historia ni lo es ahora. Europa es omnívora, como la mayoría de los europeos

    "No basta -perora y predica el Alto- con la prédica de los derechos humanos y con la prédica del orden basado en reglas, que, por supuesto, no hay que abandonar, simplemente tomar conciencia de que no es suficiente, que si queremos subsistir, y digo bien, subsistir, (...) tenemos que dotarnos de medios para hacer frente a esas amenazas (...) y entre esos medios están también, y lo digo sin ninguna clase de complejos, las capacidades militares".

    El abuelete dice que Europa no tiene un ejército, y que él, y lo dice ahora en primera persona identificándose con esa abstracción como si Europa fuese él y él fuese Europa,  tiene en Bruselas un montón de asesores militares "pero no tengo un ejército". ¡Lástima!

    Aclara después que los ejércitos los tienen los estados miembros de eso que se llama Europa, la princesa fenicia raptada por Zeus, y que son solo ellos los que los pueden movilizar.  

    El vejete está gagá: no tiene un ejército propio, y quiere, beligerante, uno prpio para jugar a las guerras y a los soldaditos, y convertir la política en lo que siempre ha sido, una continuación diplomática de la guerra, y la guerra en una continuación de la política. Con sujetos como él, que son la mayoría, desgraciadamente, siempre estaremos en guerra: Siempre estamos en la guerra.

domingo, 27 de marzo de 2022

El jardín y la jungla

    El jefe de la diplomacia europea, el señor Borrell, aplaudido por su discurso(*) pronunciado el 1 de marzo en el parlamento europeo, declaraba tres días después en una entrevista al periódico El Mundo que no proporcionar a Ucrania los elementos básicos para la defensa (quería decir “armas y munición”) hubiera sido una inmensa hipocresía y un fallo histórico. Que nadie se llame a engaño: Europa no predica la resolución pacífica de los conflictos. No es una fuerza de paz que vuela cual paloma picassiana con una rama de olivo y da ejemplo no traficando con las armas. De hecho la Unión, del mismo modo que financió las vacunas experimentales destinadas a garantizar la salud de sus ciudadanos, ha concedido ahora 6.000 millones de euros, que se dice pronto, para suministrar a Ucrania “los elementos básicos” que garanticen la defensa de la Paz.

    Y afirmaba, además, el alto representante en la entrevista: "Los europeos hemos construido la Unión como un jardín a la francesa, ordenadito, bonito, cuidado, pero el resto del mundo es una jungla. Y si no queremos que la jungla se coma nuestro jardín tenemos que espabilar". Empleaba dos símiles que han tenido una larga resonancia, en los que conviene detenerse un poco a fin de analizarlos: la Unión Europea era como un pulcro y modesto jardín francés, 'ordenadito, bonito, cuidado'. Uno puede pensar inmediatamente en el parterre de una maison de campagne.  Pero habida cuenta de la grandeur del país vecino y de la Unión Europea, que comprende 27 estados miembros, uno puede imaginar mejor un grotesco y barroco jardín versallesco con sus estanques y palacetes, sus fuentes luminosas y sus esculturas grandilocuentes repartidas por doquier... 

 
El señor Borrell con los colores de moda en la solapa.

     Nótese que la comparación no se ha establecido con un English garden, que hubiera sido muy poco afortunada porque el Reino Unido se desmarcó de la Unión, como se sabe. 

    Un error de base es equiparar Europa con Unión Europea, y decir, como hace el señor Borrell, que “los europeos hemos construido la Unión”, como si esta fuera obra de todos los europeos y no de algunos, pues hay países dentro del viejo continente arrebatado y violado por Zeus omnipotente en el célebre rapto de Europa, como el Reino Unido, Noruega o Suiza, que no forman parte de la Unión, por no hablar de Rusia, ubicada entre dos continentes, tan asiática y tan europea sin embargo.

    Lo que no mencionó el señor Borrell es que, como ha señalado alguno, para mantener y adecentar ese privilegiado parterre donde él y otros potentados política- y económicamente como él viven muy confortablemente, hace falta mucha mano de obra barata de muchos jardineros -nuevos esclavos que deben ganarse la vida con el sudor malpagado de su frente-, procedentes de la “jungla” exterior, es decir, del resto del planeta.

    Pero entendamos lo que entendamos por “jardín a la francesa”, el resto del mundo -atención a la metáfora que viene ahora, que no es una comparación introducida por un 'como' -es una jungla donde entendemos automáticamente que “impera la ley de la selva”, y una jungla que “si no espabilamos”, como dice el susodicho, va a comerse la tajada de nuestro modesto jardincillo.  El resto del mundo es la jungla que va a devorar a la Unión Europea poco espabilada.

La Jungla, Wilfredo Lam (1943)
 
     Obviamente, ni la Unión Europea es un jardín à la française ni el resto del mundo es una jungla que va a devorarnos. Quien dice 'jungla', además, podría haber dicho también 'desierto', o quizá más propiamente 'taiga', que es la selva característica del norte de Rusia y de Siberia, que limita por arriba con la tundra y por abajo con el erial de las estepas.

    Las metáforas que utilizamos nos utilizan en realidad a nosotros incrustándose en nuestro lenguaje y en nuestra visión del mundo. Las metáforas empleadas por el señor Borrell no son ingenuas, pecan de eurocentrismo y de racismo por lo tanto: Europa no es el Jardín del Edén donde se respetan los derechos humanos y las libertades democráticas, y el resto del mundo no es la jungla. La barbarie, lo salvaje, la ley de la jungla, también impera dentro de la Unión Europea disfrazada de paloma de la Paz. 

Jardines de Versalles
 

(*) Del aplaudido discurso del señor Josep Borrell me quedo con el epílogo final, donde se ensalzan las virtudes (sí, las virtudes) de la pandemia que ya se da por concluida como por arte de encantamiento al haber dado paso a este, como dicen ahora, nuevo escenario de película de guerra: La pandemia abrió la puerta a acciones innovadoras. La pandemia nos ha impulsado por el camino de unirnos más para hacer frente a los virus. Este momento trágico debe impulsarnos a unirnos más para hacer frente a aquellas acciones humanas que amenazan también la vida, la seguridad y la prosperidad de todos.