lunes, 17 de julio de 2023
El baile de las olas (I)
domingo, 27 de marzo de 2022
El jardín y la jungla
Y afirmaba, además, el alto representante en la entrevista: "Los europeos hemos construido la Unión como un jardín a la francesa, ordenadito, bonito, cuidado, pero el resto del mundo es una jungla. Y si no queremos que la jungla se coma nuestro jardín tenemos que espabilar". Empleaba dos símiles que han tenido una larga resonancia, en los que conviene detenerse un poco a fin de analizarlos: la Unión Europea era como un pulcro y modesto jardín francés, 'ordenadito, bonito, cuidado'. Uno puede pensar inmediatamente en el parterre de una maison de campagne. Pero habida cuenta de la grandeur del país vecino y de la Unión Europea, que comprende 27 estados miembros, uno puede imaginar mejor un grotesco y barroco jardín versallesco con sus estanques y palacetes, sus fuentes luminosas y sus esculturas grandilocuentes repartidas por doquier...
Nótese que la comparación no se ha establecido con un English garden, que hubiera sido muy poco afortunada porque el Reino Unido se desmarcó de la Unión, como se sabe.
Un error de base es equiparar Europa con Unión Europea, y decir, como hace el señor Borrell, que “los europeos hemos construido la Unión”, como si esta fuera obra de todos los europeos y no de algunos, pues hay países dentro del viejo continente arrebatado y violado por Zeus omnipotente en el célebre rapto de Europa, como el Reino Unido, Noruega o Suiza, que no forman parte de la Unión, por no hablar de Rusia, ubicada entre dos continentes, tan asiática y tan europea sin embargo.
Lo que no mencionó el señor Borrell es que, como ha señalado alguno, para mantener y adecentar ese privilegiado parterre donde él y otros potentados política- y económicamente como él viven muy confortablemente, hace falta mucha mano de obra barata de muchos jardineros -nuevos esclavos que deben ganarse la vida con el sudor malpagado de su frente-, procedentes de la “jungla” exterior, es decir, del resto del planeta.
Pero entendamos lo que entendamos por “jardín a la francesa”, el resto del mundo -atención a la metáfora que viene ahora, que no es una comparación introducida por un 'como' -es una jungla donde entendemos automáticamente que “impera la ley de la selva”, y una jungla que “si no espabilamos”, como dice el susodicho, va a comerse la tajada de nuestro modesto jardincillo. El resto del mundo es la jungla que va a devorar a la Unión Europea poco espabilada.
Las metáforas que utilizamos nos utilizan en realidad a nosotros incrustándose en nuestro lenguaje y en nuestra visión del mundo. Las metáforas empleadas por el señor Borrell no son ingenuas, pecan de eurocentrismo y de racismo por lo tanto: Europa no es el Jardín del Edén donde se respetan los derechos humanos y las libertades democráticas, y el resto del mundo no es la jungla. La barbarie, lo salvaje, la ley de la jungla, también impera dentro de la Unión Europea disfrazada de paloma de la Paz.
(*) Del aplaudido discurso del señor Josep Borrell me quedo con el epílogo final, donde se ensalzan las virtudes (sí, las virtudes) de la pandemia que ya se da por concluida como por arte de encantamiento al haber dado paso a este, como dicen ahora, nuevo escenario de película de guerra: La pandemia abrió la puerta a acciones innovadoras. La pandemia nos ha impulsado por el camino de unirnos más para hacer frente a los virus. Este momento trágico debe impulsarnos a unirnos más para hacer frente a aquellas acciones humanas que amenazan también la vida, la seguridad y la prosperidad de todos.
lunes, 20 de diciembre de 2021
Dos metáforas del virus
La palabra 'virus', tomada directamente del latín, entró en nuestra lengua en 1817 según Corominas. Sin embargo, su derivado el adjetivo 'virulento', tomado también del latín 'uirulentus' entró mucho antes, hacia 1435. Virus, el sustantivo, entró más tarde que el adjetivo porque es un tecnicismo de la Ciencia, la nueva teología, hoy muy difundida gracias al proceso de vulgarización debida a la propagación de millones de noticias que la viralizan, haciéndola viral.
Virus en latín significaba 'jugo', 'zumo'. La palabra servía para referirse tanto a la baba de los caracoles (así la usa Plinio) como al semen de los animales, como en el pasaje de Virgilio donde habla de la creencia 'científica' antigua de que las yeguas eran fecundadas por el viento sin ayuntamiento carnal con ningún caballo, destilando de sus ingles un veneno viscoso que los pastores llamaban 'hipómanes': "lentum destillat ab inguine uirus" (destila espesa / de sus partes la lúbrica ponzoña, en la traducción de A. Espinosa Pólit). También significaba 'veneno' 'ponzoña', y 'mal olor'.
El caso es que el virus invisible y ubicuo como Dios que nos invade es por un lado, como dice una anónima pintada en un muro en la lengua del Imperio, el capitalismo: capitalism is the virus. El capitalismo es en efecto el sistema económico y político -ambas palabras son prácticamente sinónimas ya- basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la libertad de mercado. Pero el capitalismo es también la ideología y el conjunto de entidades e instituciones, como dice la docta Academia, que defienden los intereses. Mejor diríamos, en lenguaje popular, que el virus es el Dinero, con la mayúsucla honorífica que le corresponde a Dios.
Pero también, como nos llega en esta otra imagen, el virus es una metáfora de la información, en concreto de las noticias que difunde en el Reino Unido la British Broadcasting Corporation, como reza la pancarta londinense. BBC NEWS IS THE VIRUS (representado por su ícono de pelota erizada):
Nosotros diríamos que el virus es Radio Televisión Española, la emisora estatal, pero también sus sucursales autonómicas, y las emisoras privadas (Antena 3, Telecinco, La Cuatro, la Sexta, y la Trigésimo Quinta, si la hay). Virus es el bombardeo informativo que provoca el miedo en la gente que lo recibe a todas horas, día y noche, por todos los medios. Virus es, en definitiva, la información. Esto explica la lucha de los gobiernos contra la desinformación (misinformation en la lengua del Imperio). Distinguen ellos entre una información buena, la suya, que informa a las masas, es decir, ahorma como la horma de un zapato, y otra mala, la que desinforma, pero en realidad no hay ninguna buena.