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lunes, 17 de julio de 2023

El baile de las olas (I)

    Metáfora es término griego cuya traducción latina equivalente sería translatio, o si se prefiere, traslación, o, más sencillo, traslado. No es solo una figura literaria propia de vates líricos que se transponen con sus hallazgos poéticos, sino, sobre todo, un recurso retórico que puede llegar a condicionar nuestro pensamiento y nuestra visión, que es interpretación, de la realidad, utilizado ampliamente por los medios de (in)formación de masas, mal llamados de comunicación, pues su función es formarnos como masas de individuos personales, para masificarnos, pero no comunicarnos. 
 
    Una de estas metáforas que piensan por nosotros o que nos piensa, según la afortunada denominación de Emmanuel Lizcano, y de las más recurrentes de estos últimos años es la del baile de las olas. 
 
La ola gigante de la costa de Kanagawa, Katsushika Hokusai
 
     Se me ocurren, así a bote pronto, tres ejemplos del metafórico va y ven marino de las olas: 
 
-La ola de pornografía que nos invade. Cuando desapareció la censura en el viejo régimen, moribundo ya el decrépito dictador nacional-católico, salieron a relucir tetas y culos por doquier que habían estado pudorosamente velados hasta entonces y a vislumbrarse incluso algún que otro coño velludo -donde hay pelo hay alegría, dice el refrán taurino que la gente aplica a sus intimidades-, aunque pronto comenzara la moda de la depilación, en revistas satinadas a todo color y películas. Se conoce aquella época como la del destape o descubrimiento de lo que había estado hasta entonces censurado.
 
    Se hizo proverbial durante la transacción -perdón, quiero decir transición- la expresión “ola de pornografía (y erotismo) que nos invade”, convirtiéndose la metáfora en el cliché de una frase hecha y formularia. 
 
Portada de la revista Interviú, septiembre 1976
 
     Las frases hechas son un buen recurso periodístico, un comodín que sirve tanto para remendar un roto como un descosido. Otro ejemplo de estas frases que comenzó a aparecer por entonces fue la también socorrida “crisis de la economía mundial”, que venía a justificar el colapso de la economía nacional convirtiéndola en internacional, o global, como prefieren los anglófilos; había crisis dentro porque también fuera la había. 
 
-La ola de virus que nos invade. Durante la pandemia se usó y abusó también de las olas como metáfora. Se hablaba de la llegada de olas víricas tanto pasadas como futuras con un ordinal delante: primera, segunda, tercera ola... Al final uno perdía la cuenta y ya no sabía si seguíamos en la cuarta ola coronavírica o ya nos había inundado la quinta haciéndose viral... 
 
    He aquí un titular periodístico terrorista recogido al azar de aquellos años tan convulsos: El covid entra en su tercer año de pandemia con la amenaza de nuevas variantes de coronavirus y la previsión de una nueva ola. 
 

      Las olas de virus coronado eran mortales, a diferencia de las olas de erotismo y pornografía que, como mucho, podían hacer que algún adolescente pajillero se "matara a pajas", y según la iglesia pecara de onanismo, o, según la ciencia de aquel entonces, se quedara ciego, tuberculoso, tonto, impotente y le salieran granos en la cara, contrayendo un sinfín de enfermedades a fuerza de masturbaciones, pero nada más.
 
    Como perdíamos la cuenta de las olas con los numerales, periodistas, políticos y virólogos decidieron ponerles como nombres propios las letras del alfabeto griego: delta, ómicron... Y como el virus originario mutaba como Proteo y no se dejaba nunca secuenciar ni atrapar y generaba variantes y subvariantes en las sucesivas oleadas, se recurrió a nombres propios que infundieran terror, como, por ejemplo, Kraken, un mostro marino con forma de calamar gigantesco de la mitología nórdica que hacía naufragar a las naves, y para infundir más terror aún se aplicaban denominaciones más científicas e incomprensibles para el vulgo con letras y números como: Kraken XBB.5.1 se ha extendido por el noreste de EE.UU, cuya función es describir una realidad que al mismo tiempo se estaba inventando y pergeñando.

domingo, 27 de marzo de 2022

El jardín y la jungla

    El jefe de la diplomacia europea, el señor Borrell, aplaudido por su discurso(*) pronunciado el 1 de marzo en el parlamento europeo, declaraba tres días después en una entrevista al periódico El Mundo que no proporcionar a Ucrania los elementos básicos para la defensa (quería decir “armas y munición”) hubiera sido una inmensa hipocresía y un fallo histórico. Que nadie se llame a engaño: Europa no predica la resolución pacífica de los conflictos. No es una fuerza de paz que vuela cual paloma picassiana con una rama de olivo y da ejemplo no traficando con las armas. De hecho la Unión, del mismo modo que financió las vacunas experimentales destinadas a garantizar la salud de sus ciudadanos, ha concedido ahora 6.000 millones de euros, que se dice pronto, para suministrar a Ucrania “los elementos básicos” que garanticen la defensa de la Paz.

    Y afirmaba, además, el alto representante en la entrevista: "Los europeos hemos construido la Unión como un jardín a la francesa, ordenadito, bonito, cuidado, pero el resto del mundo es una jungla. Y si no queremos que la jungla se coma nuestro jardín tenemos que espabilar". Empleaba dos símiles que han tenido una larga resonancia, en los que conviene detenerse un poco a fin de analizarlos: la Unión Europea era como un pulcro y modesto jardín francés, 'ordenadito, bonito, cuidado'. Uno puede pensar inmediatamente en el parterre de una maison de campagne.  Pero habida cuenta de la grandeur del país vecino y de la Unión Europea, que comprende 27 estados miembros, uno puede imaginar mejor un grotesco y barroco jardín versallesco con sus estanques y palacetes, sus fuentes luminosas y sus esculturas grandilocuentes repartidas por doquier... 

 
El señor Borrell con los colores de moda en la solapa.

     Nótese que la comparación no se ha establecido con un English garden, que hubiera sido muy poco afortunada porque el Reino Unido se desmarcó de la Unión, como se sabe. 

    Un error de base es equiparar Europa con Unión Europea, y decir, como hace el señor Borrell, que “los europeos hemos construido la Unión”, como si esta fuera obra de todos los europeos y no de algunos, pues hay países dentro del viejo continente arrebatado y violado por Zeus omnipotente en el célebre rapto de Europa, como el Reino Unido, Noruega o Suiza, que no forman parte de la Unión, por no hablar de Rusia, ubicada entre dos continentes, tan asiática y tan europea sin embargo.

    Lo que no mencionó el señor Borrell es que, como ha señalado alguno, para mantener y adecentar ese privilegiado parterre donde él y otros potentados política- y económicamente como él viven muy confortablemente, hace falta mucha mano de obra barata de muchos jardineros -nuevos esclavos que deben ganarse la vida con el sudor malpagado de su frente-, procedentes de la “jungla” exterior, es decir, del resto del planeta.

    Pero entendamos lo que entendamos por “jardín a la francesa”, el resto del mundo -atención a la metáfora que viene ahora, que no es una comparación introducida por un 'como' -es una jungla donde entendemos automáticamente que “impera la ley de la selva”, y una jungla que “si no espabilamos”, como dice el susodicho, va a comerse la tajada de nuestro modesto jardincillo.  El resto del mundo es la jungla que va a devorar a la Unión Europea poco espabilada.

La Jungla, Wilfredo Lam (1943)
 
     Obviamente, ni la Unión Europea es un jardín à la française ni el resto del mundo es una jungla que va a devorarnos. Quien dice 'jungla', además, podría haber dicho también 'desierto', o quizá más propiamente 'taiga', que es la selva característica del norte de Rusia y de Siberia, que limita por arriba con la tundra y por abajo con el erial de las estepas.

    Las metáforas que utilizamos nos utilizan en realidad a nosotros incrustándose en nuestro lenguaje y en nuestra visión del mundo. Las metáforas empleadas por el señor Borrell no son ingenuas, pecan de eurocentrismo y de racismo por lo tanto: Europa no es el Jardín del Edén donde se respetan los derechos humanos y las libertades democráticas, y el resto del mundo no es la jungla. La barbarie, lo salvaje, la ley de la jungla, también impera dentro de la Unión Europea disfrazada de paloma de la Paz. 

Jardines de Versalles
 

(*) Del aplaudido discurso del señor Josep Borrell me quedo con el epílogo final, donde se ensalzan las virtudes (sí, las virtudes) de la pandemia que ya se da por concluida como por arte de encantamiento al haber dado paso a este, como dicen ahora, nuevo escenario de película de guerra: La pandemia abrió la puerta a acciones innovadoras. La pandemia nos ha impulsado por el camino de unirnos más para hacer frente a los virus. Este momento trágico debe impulsarnos a unirnos más para hacer frente a aquellas acciones humanas que amenazan también la vida, la seguridad y la prosperidad de todos.

lunes, 20 de diciembre de 2021

Dos metáforas del virus

    La palabra 'virus', tomada directamente del latín, entró en nuestra lengua en 1817 según Corominas.  Sin embargo, su derivado el adjetivo 'virulento', tomado también del latín 'uirulentus' entró mucho antes, hacia 1435. Virus, el sustantivo, entró más tarde que el adjetivo porque es un tecnicismo de la Ciencia, la nueva teología, hoy muy difundida gracias al proceso de vulgarización debida a la propagación de millones de noticias que la viralizan, haciéndola viral.  

    Virus en latín significaba 'jugo', 'zumo'. La palabra servía para referirse tanto a la baba de los caracoles (así la usa Plinio) como al semen de los animales, como en el pasaje de Virgilio donde habla de la creencia 'científica' antigua de que las yeguas eran fecundadas por el viento sin ayuntamiento carnal con ningún caballo, destilando de sus ingles un veneno viscoso que los pastores llamaban 'hipómanes': "lentum destillat ab inguine uirus" (destila espesa / de sus partes la lúbrica ponzoña, en la traducción de A. Espinosa Pólit). También significaba 'veneno' 'ponzoña', y 'mal olor'.

    El caso es que el virus invisible y ubicuo como Dios que nos invade es por un lado, como dice una anónima pintada en un muro en la lengua del Imperio, el capitalismo: capitalism is the virus. El capitalismo es en efecto el sistema económico y político -ambas palabras son prácticamente sinónimas ya- basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la libertad de mercado. Pero el capitalismo es también la ideología y el conjunto de entidades e instituciones, como dice la docta Academia, que defienden los intereses. Mejor diríamos, en lenguaje popular, que el virus es el Dinero, con la mayúsucla honorífica que le corresponde a Dios.

    Pero también, como nos llega en esta otra imagen, el virus es una metáfora de la información, en concreto de las noticias que difunde en el Reino Unido la British Broadcasting Corporation, como reza la pancarta londinense. BBC NEWS IS THE VIRUS (representado por su ícono de pelota erizada): 


     Nosotros diríamos que el virus es Radio Televisión Española, la emisora estatal, pero también sus sucursales autonómicas, y las emisoras privadas (Antena 3, Telecinco, La Cuatro, la Sexta, y la Trigésimo Quinta, si la hay). Virus es el bombardeo informativo que provoca el miedo en la gente que lo recibe a todas horas, día y noche, por todos los medios.  Virus es, en definitiva, la información. Esto explica la lucha de los gobiernos contra la desinformación (misinformation en la lengua del Imperio). Distinguen ellos entre una información buena, la suya, que informa a las masas, es decir, ahorma como la horma de un zapato, y otra mala, la que desinforma, pero en realidad no hay ninguna buena.