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miércoles, 23 de marzo de 2022

Enfermos aprensivos



    Cabe preguntarse, después de lo que hemos vivido durante dos años consecutivos de matraca sanitaria, si las autoridades de ese gremio del Estado no nos han matado, considerándonos a todos enfermos en potencia aristotélica, es decir, enfermos imaginarios, convirtiéndonos en muertos en vida, con encierros, confinamientos, hospitalizaciones, cuarentenas, toques de queda, imposición de mascarillas y distanciamientos sociales, prohibición de reunión y de movimiento, soledad forzosa para muchos y campañas de inoculación experimental para todos a fin de obtener un salvoconducto que permitiera desplazamientos, y un sinfín de medidas irracionales como la prohibición de besos y abrazos, tendente todo ello a no dejarnos morir en paz.  
 
       
 
    Escuchemos, si podemos, mejor que leamos este fragmento del diálogo entre Argán y Beraldo, dos personajes de la escena 3ª del acto III de El Enfermo Imaginario de Molière:  

ARGAN. -(...) pero tú dirás qué es lo que debe hacer uno cuando está enfermo. 

BERALDO. -Nada. 

ARGAN. -¿Nada? 

BERALDO. -Nada... Guardar reposo y dejar que la misma naturaleza, paulatinamente, se desembarace de los trastornos que la han prendido. Nuestra inquietud, nuestra impaciencia es lo que lo echa todo a perder; y puede decirse que la mayoría de las criaturas mueren de los remedios que les han suministrado y no de las enfermedades. 

 

OoO 

    Un aforismo de Lichtenberg: Hay enfermedades mortales; hay otras que no matan pero provocan padecimientos y se diagnostican sin mucho análisis; por último, hay otras que sólo se conocen por el microscopio y se manifiestan espantosamente después de ser diagnosticadas. El microscopio es una suerte de hipocondría. Si los hombres se dedicaran a estudiar a fondo las enfermedades microscópicas, tendrían la satisfacción de enfermarse a diario. 

    Donde Lichtenberg dice 'microscopio' debemos sobreentender hoy no sólo 'electrónico', que todavía no se había inventado en su época, que era el siglo XVIII, sino 'pruebas de Reacción en Cadena de la Polimerasa de Transcripción Inversa' (rtPCR en la lengua del Imperio), dado que algunos víruses, como el SARS COV2 que causa el síndrome de la COVID 19, están formados por ARN que debe transformarse en ADN antes de crecer y multiplicarse por sucesivas amplificaciones. 


     La PCR, diríamos actualizando a Lichtenberg, es una suerte de hipocondría, que la docta Academia española define como: Afección caracterizada por una gran sensibilidad del sistema nervioso con tristeza habitual y preocupación constante y angustiosa por la salud. Y la enfermedad hipondríaca se manifestará espantosamente después de ser diagnosticada con dicha técnica  y arte fraudulenta. 

    Gracias al estudio de las enfermedades microscópicas, como dice Lichtenberg, tendremos la satisfacción de enfermarnos a diario, e incluso de considerarnos y que se nos considere enfermos y consecuentemente,  si somos trabajadores asalariados, se nos dé la baja laboral.

miércoles, 6 de octubre de 2021

Efectos secundarios, reacciones adversas, daños colaterales.

    No sé si los estudiantes de segundo curso de Bachillerato de Griego, si queda alguno por ahí a estas alturas de la reforma educativa, traducirán directamente (o leerán al menos en castellano) la fábula núm. 170 de Esopo (Hsr. 180, Ch. 250), conocida como “El enfermo y el médico”. No está desde luego entre las más celebradas del autor, pero sí sin duda entre las más interesantes, recomendables e instructivas en el sentido de que nos aporta instrumentos para la crítica y demolición de las ideas dominantes sobre los fármacos que los médicos suministran a sus pacientes y sus efectos secundarios o reacciones adversas, que pueden compararse con lo que modernamente se ha dado en llamar “daños colaterales” en polemología, más devastadores que el propio mal que pretenden combatir, por aquello que reconoce la gente desengañada de que suele ser las más de las veces peor el remedio que la enfermedad. 

 

    Un enfermo al que el médico le preguntó cómo se encontraba le dijo que sudaba más de lo normal. El médico sentenció: «Eso es bueno». Al preguntarle por segunda vez cómo estaba, dijo que, aquejado por los escalofríos, estaba destrozado. El médico sentenció: «Eso es bueno también». Cuando le visitó por tercera vez y le preguntó sobre su enfermedad, dijo que tenía diarrea. Y aquél, después de sentenciar «también eso es bueno», se despidió. Cuando fue a visitarlo uno de sus familiares y le preguntó cómo estaba, le dijo: «Me muero a fuerza de lo bien que estoy».

 Νοσῶν καὶ ἰατρός.

    Νοσῶν τις καὶ ἐπερωτώμενος ὑπὸ τοῦ ἰατροῦ πῶς διετέθη, ἔλεγε πλέον τοῦ δέοντος ἱδρωκέναι. Ὁ δὲ ἔφη· Ἀγαθὸν τοῦτο. Ἐκ δευτέρου δὲ ἐρωτώμενος πῶς ἔχοι, ἔφη φρίκῃ συνεχόμενος διατετινάχθαι. Ὁ δέ· «Καὶ τοῦτο, ἔφη, ἀγαθόν.» Τὸ δὲ τρίτον ὡς παρεγένετο καὶ ἐπηρώτα αὐτὸν περὶ τῆς νόσου, διαρροίᾳ περιπεπτωκέναι ἔφασκε. Κἀκεῖνος ἀγαθὸν καὶ τοῦτο φήσας ἀπηλλάγη. Τῶν δὲ οἰκείων τινὸς παραγενομένου πρὸς αὐτὸν καὶ πυνθανομένου πῶς ἔχοι, ἔφη πρὸς αὐτόν· «Ἐγώ σοι ὑπὸ τῶν ἀγαθῶν ἀπόλωλα.»

    El tíulo griego de la fábula Νοσῶν καὶ ἰατρός (nosôn kaì iatrós) nos sirve para aprender tres palabras de origen griego: nosocomial, hablando de infecciones nosocomiales o intrahospitalarias, porque nosocomio en griego es hospital, es decir, establecimiento destinado al tratamiento de enfermos; iatrogenia, preferible la forma yatrogenia ('Alteración, especialmente negativa, del estado del paciente producida por el médico'); y yatrocracia o iatrocracia, no admitida aún en el diccionario de la RAE, para referirse a la autoridad tiránica de la también llamada 'dictadura sanitaria' que los médicos, o quizá mejor dicho, las autoridades sanitarias usurpan en nombre de la Medicina sobre las almas hipocondríacas y abatidas por el temor y por el mal que padecen.



    Un comediógrafo como el gran Molière no podía dejar de aprovechar una gracia como esta  de hacernos creer que lo malo es bueno (y de rechazo que lo bueno es malo) para hacer reír y pensar al público en su diálogo entre Sganarelle y Géronte en la escena V del acto III de su Le médecin malgré lui, literalmente "El médico a su pesar" o "... a pesar suyo",  que nuestro Moratín tradujo como “El médico a palos”.

    Le pregunta Sganarelle, nombre que Moratín adapta como Bartolo, a Géronte (o Don Gerónimo), el padre de Lucinda: "¿Cómo está la enferma (Lucinda)?", a lo que Géronte le responde: “Bastante peor desde que se le aplicó su remedio”. Don Bartolo le contesta: “Mejor. Es señal de que funciona”. (Nótese que el remedio, poco importa que sea pan remojado en vino, como en Moratín, o las sedicentes 'vacunas' actuales de ARN mensajero o de ADN vectorizadas, cumple su función porque provoca efectos adversos -y eso es señal de que logra, como diría un político, su objetivo -bueno o malo, ese es otro cantar-, pero hace algo, en este caso un empeoramiento del estado de salud de la paciente desde que hizo uso del remedio). El padre de la muchacha, aceptando esa lógica ilógica, añade expresando su temor: “Sí, pero, funcionando como funciona, temo que la ahogue”.

SGANARELLE: Comment se porte la malade?

GÉRONTE: Un peu plus mal, depuis votre remède.

SGANARELLE: Tant mieux. C’est signe qu’il opère.

GÉRONTE: Oui, mais en opérant, je crains qu’il ne l’étouffe! 


     En la traducción y adaptación, de nuestro Moratín el diálogo se transforma así: D. GERÓNIMO: ¡Ay, amigo Don Bartolo! que aquella pobre muchacha no se alivia. No ha querido acostarse. Desde que ha tomado la sopa en vino está mucho peor. BARTOLO: ¡Bueno! eso es bueno. Señal de que el remedio va obrando. No hay que afligirse. Aunque la vea usted agonizando, no hay que afligirse, que aquí estoy yo...

    Todo lo cual me recuerda a no sé ya qué presidente norteamericano elegido democráticamente que propuso acabar con los incendios forestales talando los bosques. Desaparecidos estos, ya no hay peligro de que se incendien.

jueves, 12 de noviembre de 2020

¿Medicina o salud (II)?

Gayo Plinio Segundo, alias Plinio el Viejo, escribió en el siglo I de nuestra era en su Historia natural (XXIX, 8, 18) lo siguiente a propósito de la yatrogenia avant la lettrediscunt periculis nostris et experimenta per mortes agunt, medicoque tantum hominem occidisse inpunitas summa est. quin immo transit conuicium et inteperantia culpatur, ultroque qui periere arguuntur: Aprenden (los médicos)  a costa de ponernos a nosotros en peligro,  y hacen experimentos con nuestras muertes y solamente le es dada al médico la soberana impunidad de haber matado a un hombre. Es más, se cruza el reproche y se echa la culpa a la intemperancia, y encima hacen responsables a los que han muerto. 

Molière, el célebre comediógrafo francés, escribió "Le malade imaginaire" (que se ha traducido como El enfermo imaginario, o El enfermo aprensivo o El paciente hipocondriaco), una sátira de los efectos colaterales de la medicina, inspirándose en parte, como veremos, en el susodicho pasaje de Plinio. 

El enfermo imaginario, Max Claudet (1840-1893)

En el tercer intermedio, en efecto, del tercer acto, que es el final, de la obra se representa una ceremonia en la que entre cantos, danzas y recitados se celebra la graduación de un médico.  Utiliza Molière la siguiente fórmula latina macarrónica, que resulta cómica porque se entiende el francés que hay detrás de la morfología latina, con la que un hombre recibe el bonete que hace de él un doctor: Dice así: Ego, cum isto boneto / venerabili et docto / dono tibi et concedo / virtutem et puissanciam / medicandi, / purgandi, / seignandi, / perçandi, / taillandi, / coupandi, / et occidendi / impune per totam terram: Yo con este bonete / venerable y docto / te doy y concedo / la virtud y el poder / de medicar, / de purgar, / de sangrar, /de atravesar, / de diseccionar, / de cortar / y de matar / impunemente por toda la tierra



Finalmente todos los médicos y boticarios, bailando, le hacen una reverencia al nuevo médico. Molière se ha hecho eco aquí de la sentencia de Plinio arriba citada:  medicoque tantum hominem occidisse inpunitas summa est: Sólo un médico puede matar impunemente a un ser humano. Summa inpunitas: con toda la impunidad del mundo. No son gajes del oficio: es su oficio, matar y certificar la muerte.  

Dice la Academia que matasanos es una denominación coloquial y despectiva que se aplica a un curandero o un mal médico. Popular- y burlescamente se aplica a todos los médicos, independientemente de su cualificación profesional. Y está documentada según Coromines en castellano desde 1617, palabra compuesta del verbo matar y del adjetivo sanos. El verbo matar, por cierto, está atestiguado desde mitad del siglo X entre nosotros, y además de quitar la vida significó también "herir", como vemos en algún derivado actual como "matadura" (llaga o herida que se hace la bestia por ludirla el aparejo o por el roce de un apero) y en la expresión coloquial "dar a alguien en las mataduras" (según la Academia: Zaherirlo con aquello que siente más o que le causa más enojo y pesadumbre). 

 De qué mal morirá, Caprichos, Goya (1797-99)

El Certificado Médico de Defunción (CMD) es el documento que acredita la muerte de una persona, y que permite la inscripción de dicho fallecimiento en el Registro Civil y la inhumación del cadáver. Debe emitirlo el médico que presta la asistencia en el último momento o el facultativo llamado a comprobar la certeza del óbito o "exitus letalis" con su firma.