miércoles, 6 de octubre de 2021

Efectos secundarios, reacciones adversas, daños colaterales.

    No sé si los estudiantes de segundo curso de Bachillerato de Griego, si queda alguno por ahí a estas alturas de la reforma educativa, traducirán directamente (o leerán al menos en castellano) la fábula núm. 170 de Esopo (Hsr. 180, Ch. 250), conocida como “El enfermo y el médico”. No está desde luego entre las más celebradas del autor, pero sí sin duda entre las más interesantes, recomendables e instructivas en el sentido de que nos aporta instrumentos para la crítica y demolición de las ideas dominantes sobre los fármacos que los médicos suministran a sus pacientes y sus efectos secundarios o reacciones adversas, que pueden compararse con lo que modernamente se ha dado en llamar “daños colaterales” en polemología, más devastadores que el propio mal que pretenden combatir, por aquello que reconoce la gente desengañada de que suele ser las más de las veces peor el remedio que la enfermedad. 

 

    Un enfermo al que el médico le preguntó cómo se encontraba le dijo que sudaba más de lo normal. El médico sentenció: «Eso es bueno». Al preguntarle por segunda vez cómo estaba, dijo que, aquejado por los escalofríos, estaba destrozado. El médico sentenció: «Eso es bueno también». Cuando le visitó por tercera vez y le preguntó sobre su enfermedad, dijo que tenía diarrea. Y aquél, después de sentenciar «también eso es bueno», se despidió. Cuando fue a visitarlo uno de sus familiares y le preguntó cómo estaba, le dijo: «Me muero a fuerza de lo bien que estoy».

 Νοσῶν καὶ ἰατρός.

    Νοσῶν τις καὶ ἐπερωτώμενος ὑπὸ τοῦ ἰατροῦ πῶς διετέθη, ἔλεγε πλέον τοῦ δέοντος ἱδρωκέναι. Ὁ δὲ ἔφη· Ἀγαθὸν τοῦτο. Ἐκ δευτέρου δὲ ἐρωτώμενος πῶς ἔχοι, ἔφη φρίκῃ συνεχόμενος διατετινάχθαι. Ὁ δέ· «Καὶ τοῦτο, ἔφη, ἀγαθόν.» Τὸ δὲ τρίτον ὡς παρεγένετο καὶ ἐπηρώτα αὐτὸν περὶ τῆς νόσου, διαρροίᾳ περιπεπτωκέναι ἔφασκε. Κἀκεῖνος ἀγαθὸν καὶ τοῦτο φήσας ἀπηλλάγη. Τῶν δὲ οἰκείων τινὸς παραγενομένου πρὸς αὐτὸν καὶ πυνθανομένου πῶς ἔχοι, ἔφη πρὸς αὐτόν· «Ἐγώ σοι ὑπὸ τῶν ἀγαθῶν ἀπόλωλα.»

    El tíulo griego de la fábula Νοσῶν καὶ ἰατρός (nosôn kaì iatrós) nos sirve para aprender tres palabras de origen griego: nosocomial, hablando de infecciones nosocomiales o intrahospitalarias, porque nosocomio en griego es hospital, es decir, establecimiento destinado al tratamiento de enfermos; iatrogenia, preferible la forma yatrogenia ('Alteración, especialmente negativa, del estado del paciente producida por el médico'); y yatrocracia o iatrocracia, no admitida aún en el diccionario de la RAE, para referirse a la autoridad tiránica de la también llamada 'dictadura sanitaria' que los médicos, o quizá mejor dicho, las autoridades sanitarias usurpan en nombre de la Medicina sobre las almas hipocondríacas y abatidas por el temor y por el mal que padecen.



    Un comediógrafo como el gran Molière no podía dejar de aprovechar una gracia como esta  de hacernos creer que lo malo es bueno (y de rechazo que lo bueno es malo) para hacer reír y pensar al público en su diálogo entre Sganarelle y Géronte en la escena V del acto III de su Le médecin malgré lui, literalmente "El médico a su pesar" o "... a pesar suyo",  que nuestro Moratín tradujo como “El médico a palos”.

    Le pregunta Sganarelle, nombre que Moratín adapta como Bartolo, a Géronte (o Don Gerónimo), el padre de Lucinda: "¿Cómo está la enferma (Lucinda)?", a lo que Géronte le responde: “Bastante peor desde que se le aplicó su remedio”. Don Bartolo le contesta: “Mejor. Es señal de que funciona”. (Nótese que el remedio, poco importa que sea pan remojado en vino, como en Moratín, o las sedicentes 'vacunas' actuales de ARN mensajero o de ADN vectorizadas, cumple su función porque provoca efectos adversos -y eso es señal de que logra, como diría un político, su objetivo -bueno o malo, ese es otro cantar-, pero hace algo, en este caso un empeoramiento del estado de salud de la paciente desde que hizo uso del remedio). El padre de la muchacha, aceptando esa lógica ilógica, añade expresando su temor: “Sí, pero, funcionando como funciona, temo que la ahogue”.

SGANARELLE: Comment se porte la malade?

GÉRONTE: Un peu plus mal, depuis votre remède.

SGANARELLE: Tant mieux. C’est signe qu’il opère.

GÉRONTE: Oui, mais en opérant, je crains qu’il ne l’étouffe! 


     En la traducción y adaptación, de nuestro Moratín el diálogo se transforma así: D. GERÓNIMO: ¡Ay, amigo Don Bartolo! que aquella pobre muchacha no se alivia. No ha querido acostarse. Desde que ha tomado la sopa en vino está mucho peor. BARTOLO: ¡Bueno! eso es bueno. Señal de que el remedio va obrando. No hay que afligirse. Aunque la vea usted agonizando, no hay que afligirse, que aquí estoy yo...

    Todo lo cual me recuerda a no sé ya qué presidente norteamericano elegido democráticamente que propuso acabar con los incendios forestales talando los bosques. Desaparecidos estos, ya no hay peligro de que se incendien.

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