Que la Historia (inglés history) es una ficción (inglés story) que escriben los
vencedores es algo que salta a la vista cuando uno lee por ejemplo el libro
primero de la Guerra de las Galias donde Julio César, que es a la
vez el protagonista principal de la historia y el historiador,
cuenta la guerra que sostuvo
contra los helvecios.
Los vencidos no podían haberla escrito porque habían sido derrotados, sencillamente, y la inmensa mayoría yacía bajo tierra. Y César, el vencedor, la escribe con el fin de justificar la guerra que emprendió, para lo que utiliza algunos insidiosos recursos como hablar de sí mismo en tercera persona, como si el narrador fuera distinto del protagonista principal de su informe. El sujeto gramatical de la mayoría de sus comentarios es él mismo: César, pero nunca utiliza la primera persona del singular para referirse a sí mismo, sino siempre la tercera, que no es ni la del hablante ni la del oyente, sino la que despersonaliza a los interlocutores convirtiéndolos en cosas o temas de conversación, es decir, alejándolos de las personas gramaticales, como si estuviera hablando objetivamente de alguien ajeno a él, igual que haría un supuesto historiador neutral, si lo hubiese, que no formara parte de ninguno de los dos bandos en liza o que no tomara partido, lo que en rigor es imposible, por unos u otros, por los romanos o por los helvecios, que, constreñidos por la naturaleza del lugar donde vivían, habían decidido huir de sus valles y montañas y embarcarse en una gran migración en busca de mejores pastos y más benignos horizontes siguiendo el consejo de Orgetórige.
Los vencidos no podían haberla escrito porque habían sido derrotados, sencillamente, y la inmensa mayoría yacía bajo tierra. Y César, el vencedor, la escribe con el fin de justificar la guerra que emprendió, para lo que utiliza algunos insidiosos recursos como hablar de sí mismo en tercera persona, como si el narrador fuera distinto del protagonista principal de su informe. El sujeto gramatical de la mayoría de sus comentarios es él mismo: César, pero nunca utiliza la primera persona del singular para referirse a sí mismo, sino siempre la tercera, que no es ni la del hablante ni la del oyente, sino la que despersonaliza a los interlocutores convirtiéndolos en cosas o temas de conversación, es decir, alejándolos de las personas gramaticales, como si estuviera hablando objetivamente de alguien ajeno a él, igual que haría un supuesto historiador neutral, si lo hubiese, que no formara parte de ninguno de los dos bandos en liza o que no tomara partido, lo que en rigor es imposible, por unos u otros, por los romanos o por los helvecios, que, constreñidos por la naturaleza del lugar donde vivían, habían decidido huir de sus valles y montañas y embarcarse en una gran migración en busca de mejores pastos y más benignos horizontes siguiendo el consejo de Orgetórige.
Busto de Julio César
El propio Gayo Julio César nos refiere que se hallaron
unas tablillas al final de la campaña en el campamento de los helvecios
escritas con caracteres griegos donde se hacía una relación nominal de los que
habían emigrado de su patria. La gran migración en busca de la tierra prometida ascendía a un total de trescientas sesenta y ocho mil personas entre
helvecios, la mayoría de ellos, y tulingos, latóbrigos, ráuracos y boyos. De los cuales había
unos noventa y dos mil hombres en edad de poder empuñar
las armas, y el resto era población civil, por
utilizar un término actual que comprende a mujeres, niños y ancianos. A
continuación nos da el número de los que volvieron, vencidos y rendidos,
al lugar de origen del que habían emigrado tras haber arrasado sus
aldeas y quemado sus cosechas, territorio que hoy ocupa la Confederación
Helvética o Suiza: unas ciento diez mil personas.
No es difícil hacer el recuento de víctimas: aproximadamente dejaron detrás doscientos cincuenta y ocho mil cadáveres, algo más de las dos terceras partes de la población. Los helvecios, derrotados y obligados a volver, habían entrado en el libro de la Historia Universal por la puerta grande. Así es como se escribe la Historia. Con tinta y sangre, que viene a ser lo mismo.
No es difícil hacer el recuento de víctimas: aproximadamente dejaron detrás doscientos cincuenta y ocho mil cadáveres, algo más de las dos terceras partes de la población. Los helvecios, derrotados y obligados a volver, habían entrado en el libro de la Historia Universal por la puerta grande. Así es como se escribe la Historia. Con tinta y sangre, que viene a ser lo mismo.
Vercingetórige depone sus armas a los pies de César, Lionel Noel (1852-1926)
La historia (ἱστορία, conocimiento, inglés history)
no deja de ser un cuento, es decir, un relato mítico (inglés story) y,
más en general, un intento de convencernos a nosotros mismos de que los hechos
que han pasado son comprehensibles y que son la causa de hechos presentes y de
los presuntamente futuros, que serían su lógica consecuencia.
Repárese en la contradicción lógica existente en los términos “hechos presentes y futuros”, porque si son presentes no son hechos dado que no se han cumplido todavía, sino que se están haciendo en todo caso, y si son futuros no han pasado todavía ya que si son hechos son, por definición, pretéritos y no pueden ser presentes ni futuros, por lo que lo pasado “pasado está”, como la gente dice. La historia, en definitiva, es un intento de dotarle a la vida de un sentido, del que lógicamente carece.
Repárese en la contradicción lógica existente en los términos “hechos presentes y futuros”, porque si son presentes no son hechos dado que no se han cumplido todavía, sino que se están haciendo en todo caso, y si son futuros no han pasado todavía ya que si son hechos son, por definición, pretéritos y no pueden ser presentes ni futuros, por lo que lo pasado “pasado está”, como la gente dice. La historia, en definitiva, es un intento de dotarle a la vida de un sentido, del que lógicamente carece.
Viñeta de Bill Watterson, de la serie Calvin y Hobbes
Ya
lo vio William "Bill" Watterson (1958-...), humorista
gráfico estadounidense, conocido por ser autor de la célebre tira cómica
Calvin
y Hobbes, guiño filosófico a Calvino y a Thomas Hobbes, donde le hace
decir a su niño de 6 años, llamado Calvin, a su amigo imaginario y tigre
de peluche Hobbes,
que la historia es la ficción que inventamos para convencernos a
nosotros
mismos de que los hechos son comprensibles y que la vida tiene un
sentido y una
dirección (history is the fiction we invent to persuade ourselves that events are knowable and that life has order and direction).
La
historia es siempre mentira por definición porque
los hechos no son las palabras que los refieren, ya que entre el dicho y
el hecho hay, como la gente dice, un trecho, o, en la lengua de
Dante, tra il dire e il fare c'è di mezzo il mare, que podríamos traducir como entre el hacer y el contar está por el medio el mar. Y entre la lengua escrita, que es en la que yace la Historia, y la lengua viva o hablada se abre otro abismo insuperable.
Así lo vieron los clásicos griegos y romanos, que situaron la historiografía como un género literario comparable con la moderna novela, el género prosaico por excelencia, inspirado por la musa Clío, la grandilocuente, la mentirosa. Si te cuento la historia, convierto la historia en un cuento.
Así lo vieron los clásicos griegos y romanos, que situaron la historiografía como un género literario comparable con la moderna novela, el género prosaico por excelencia, inspirado por la musa Clío, la grandilocuente, la mentirosa. Si te cuento la historia, convierto la historia en un cuento.
Estoy de acuerdo con lo que dices, la historia es un género literario, un cuento que cambia según quien te lo cuente, pero habría que ver por qué interesa tanto que se estudie. En mi modesta opinión, sirve de adoctrinamiento y de manipulación nacionalista. Yo vivo en Catalunya y a mí me cuentan la historia/ficción de Catalunya, pero en el resto de España te imponen la de España, o la de Murcia si es el caso. Un saludo.
ResponderEliminarMuy oportuno el caso que citas del nacionalismo que inventa una historia/ficción propia que justifica la idea falsa pero real de nación. Ya no hay Historia Sagrada ni en primaria ni en secundaria en la enseñanza, pero la historia profana, la que, mal que nos pese, estamos condenados a repetir una y otra vez a fuerza de considerarnos el pueblo elegido, ha ocupado su privilegiado lugar instalándose y consagrándose en los planes de estudio.
EliminarDe ahí que cuando oimos proclamar por todos los medios: hay que atenerse a los hechos, de hecho hay que atenerse a lo dicho y andar al paso que nos marcan esos vencedores hacia nuestro ocaso.
ResponderEliminarSí, atenerse a los hechos es atenerse a lo que se nos dice acerca de ellos. Gracias por el comentario.
EliminarHola, soy profesor de historia y no estoy en absoluto de acuerdo con lo que aquí se dice ni en la entrada ni en el comentario. La historia no es una ficción, (lo es a veces la historia oficial), sino una disciplina con todo el rigor científico de cualquier otra. Me parece que esto es algo que no admite discusión.
ResponderEliminarUn saludo, Pedro Salmón.
Uy el “rigor científico”, anda él muy disoluto por los medios y oportunidades que el evento estrella está brindando a sus funcionalísimas autoridades científicas.
ResponderEliminar«En la batalla por los corazones y las mentes de los seres humanos, la narrativa superará sistemáticamente a los datos en su capacidad para influir en el pensamiento humano y motivar la acción humana», el World Economic Forum dixit, y siguiendo las orientaciones del oráculo que menos que “resetear” y mandar al carajo a todo lo que no siga a esa Gran Narrativa.
Un saludo. Eugenio Martínez
Por supuesto que la Historia tiene rigor científico, tanto como la misma ciencia. La frase "la Historia la escriben los vencedores" es un tópico manido y como tal tiene parte de verdad y mucho de falsedad. Hay cientos de libros escritos por los vencidos o sobre ellos, de la Segunda GM ni te cuento, te recomendaría alguno pero para qué, es más cómodo no saber, ser un papanatas que le baila el agua a quien considera por encima social, cultural o físicamente incluso. Te irá bien en la vida, eso me lo ha enseñado la Historia.
ResponderEliminarAlguien que conozca la Historia, sabe mucho de la vida y del ser humano, como alguien que sepa latín y griego conocerá el origen de las palabras en nuestro idioma, y tú dirás como los adolescentes aún ignorantes ¿y esto pa qué me sirve? Pues para que no te engañen los vendedores de crece pelo y para tener un criterio propio ante la realidad. Y fíjate si sirve y si será importante que se ha orillado su estudio a los escolares, por parte de políticos sin escrúpulos, para crear Eugenios que vayan a votar el día de las elecciones.
Creo que en una discusión como esta en la que estamos poniendo en tela de juicio el rigor científico de la Historia en particualr y de la propia ciencia en general, sobran, por descontado, las alusiones personales.
EliminarLa Ciencia, con mayúscula, da igual social que natural, se ha convertido en la nueva forma que ha adoptado la religión para la mayoría de la gente que cree en ella a pies juntilla con una fe ciega que no admite discusión. Ese es el problema. El rigor científico no deja de ser un "rigor mortis".
Nada de alusiones personales, no es nada personal sino colectivo; donde dice Eugenio puedes leer Guillermo, y ahí incluyo a todos los Guillermos del mundo que intentan hacer reflexiones muy profundas y luego escriben con faltas de ortografía. Te recomiendo que repases los pronombres y los determinantes, y las expresiones castellanas porque se dice a pie juntillas, forma en la que dicha expresión se usaba en el siglo de oro y que llega hasta nosotros. Lee un poco a los clásicos y no tanto a Google o a la Wikipedia. Y eso en un texto cortito...
ResponderEliminarPor lo que se refiere a la cuestión que nos ocupa, lo que escribes me parece un cúmulo de despropósitos, intentas ser original pero no lo consigues. Claro que el ordenador lo aguanta todo.
También para eso sirve la Historia, para distinguir al diletante del erudito.
ResponderEliminar¡Y dale con las alusiones personales que solo aportan ruido a la "cuestión que nos ocupa" y que pasa así a un segundo, tercero o ultimísimo plano, si no desaparece por completo como ha desaparecido!
ResponderEliminarVamos a ver: agradezco en lo que me atañe las recomendaciones personales de estilo y procuraré tenerlas en cuenta en la medida de lo posible y razonable, porque me gusta escribir. No dudo que haya faltas de ortografía en lo que escribo y más erratas de las que a mí me gustaría, porque no siempre tengo tiempo de revisar el "cúmulo de despropósitos" que redacto, pero al menos intento argumentar lo que digo y evito las descalificaciones personales. (Que lo consiga o no es harina de otro costal).
Lo que era inevitable, y no me parece mal, que conste, es que saliera algún que otro caballero medieval a defender la noble causa del honor mancillado de esa dama bastante poco honorable ella que es la Historia Universal, por mí tan denostada. Pero sería de desear que el susodicho paladín hiciera el favor de presentar unos argumentos que hasta ahora brillan por su ausencia en el debate, si es que los tiene y no está procediendo y limitándose a los aspavientos de una defensa tan desesperada como interesada de la damisela en cuestión.
He dado argumentos y he personalizado porque estoy en contra de lo que dicen dos personas, pero bien, como quieras, en abstracto.
ResponderEliminarLa Historia, y sus enseñanzas, es algo esencial para crear ciudadanos libres que piensen por sí mismos, con una visión crítica que nos permita discernir y evitar (en lo posible) las trampas y malicias de la vida cotidiana. Más concreto. En las academias militares se estudia Gaugamela, por ejemplo, como estrategia militar y hecho histórico, porque son los mismos los de Lepanto que los que desembarcaron en Normandía. Es cierto que estudiar Historia no es un negocio rentable, pues te proporciona herramientas intangibles en su mayoría, pero si quieres dinero anima y educa a tus hijos para que vayan al Gran Hemano, experimento sociológico según la ridícula Mercedes Milá. Ay, perdón, sin personalizar. Argumentos.
También puedes decir que son más importantes otras ciencias como la Medicina, que sólo el descubrimiento de la penicilina -hecho histórico- tiene mayor relevancia porque salva vidas. Pues sí, pero el inventor seguro que se apoyó en su pasado para instruirse, leyó libros de médicos anteriores a él, e incluso se sirvió de los conocimientos de los que le precedieron.
La Historia, la Filosofía, la Literatura, la Teología..., son todas hermanas de una misma familia, y llevan al hombre al utópico y costoso proceso de la inalcanzable sabiduría.
Mi mejor amigo es historiador y, junto con un compañero, dedicó mucho tiempo a descifrar el significado de una inscripción latina en piedra antiquísima, que resultó ser un testamento, y como premio obtuvo una pequeña mención en una revista especializada y una reseña por parte de mi admirado Pancracio Celdrán, éste sí, erudito. Oh, nada de personalizar. Argumentos, argumentos. Pues a mí, más torpe que ellos, la Historia me sirve para ver una película de Chaplin en lugar de una de Almodóvar, para leer a Santa Teresa y no a Elvira Sastre, para nada temer sino la traición, para distinguir lo ético de lo inmoral, para saber que la Historia no es una ficción sino una realidad, y que haces bien si le llevas la contraria a gente que desprecia a los demás al despreciar la disciplina a la que se dedican, a quien ha entregado su vida al estudio de la Historia, por ejemplo, y que sin duda no han perdido el tiempo.
Y es que la Historia no puede ser nunca una ficción desde el momento en que te proporciona conocimientos necesarios para vivir en sociedad y para entender las claves de la misma, pues te muestra las grandes virtudes y defectos del hombre que son los mismos en todas las épocas, y porque sólo sabes que no sabes nada porque otro te lo ha dicho.
Así que ya sabes, Guillermo, conócete a ti mismo, hazle caso a la famosa inscripción de Delfos, y limpia tu casa antes de hablar tan ligeramente de la de los demás.
ResponderEliminarPor fin se esgrime el argumento perfecto: la Historia sirve para saber que la Historia no es una ficción sino una realidad, ¡como si la realidad no fuera ella misma, toda ella, la mayor de las ficciones, es decir, de las mentiras, sin dejar por ello de ser real como la vida misma!
EliminarY, otro argumento más, “la Historia no puede ser nunca una ficción desde el momento en que te proporciona conocimientos necesarios (...) para entender las claves de la misma (la sociedad)”, igual que una buena novela como por ejemplo El Quijote, digo yo, por citar uno de los mayores y mejores representantes del último y prosaico género literario que surgió en la antigüedad tardía y que hoy es el de mayor éxito y consumo.
Ahora que ya casi te había olvidado, leo este artículo que me respalda. Date por vencío, no seas cerril.
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Desaparece Filosofía en la ESO, aparecen los siervos
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Desaparece Filosofía en la ESO, aparecen los siervos
28 Oct 2021/CARLOS MAYORAL /
508
Desaparece Filosofía en la ESO, aparecen los siervos
¿Para qué sirve la filosofía? Heidegger citaba a Platón para responder a la eterna pregunta. En una teoría sobre la que más tarde se apoyarían Hegel o Simone de Beauvoir, Platón diferencia entre dos tipos de sujetos: los hombres libres y los esclavos o siervos. A los primeros les persigue la dignidad del pensamiento libre, una suerte de autonomía mental a la que se accede, ya lo habrán adivinado, a través de la filosofía. Los hombres libres son nobles a la manera sociológica, es decir, no dependen de nada ni de nadie. Los siervos, sin embargo, manejan un pensamiento servil, subordinado a otras corrientes o dogmas. Son, claro, lo contrario a la nobleza. Se muestran dependientes, sometidos. Esta teoría formulada por Platón es completada, como decía, por Heidegger con un diagnóstico que sirve para ilustrar esta columna: el hombre de hoy es siervo, porque condiciona su pensamiento a los mandatos de la tecnología y el mercado.
"Este recorte no es patrimonio de un gobierno concreto. Sólo da respuestas a eso que decía Heidegger: el ser de hoy no necesita autonomía de pensamiento"
Esa última frase cristaliza en la novedad que venimos a comentar a esta tribuna hoy: la asignatura de Filosofía desaparece del cuarto curso de la Educación Secundaria. Un renglón atrás me referí a la noticia como «novedad», pero lo cierto es que no tiene nada de novedoso. Sólo se aviene a una tendencia que demuestra hasta qué punto las Humanidades se derrumban como una de esas filas de dominó interminables. Cuando no se esfuma el Latín de Bachillerato, lo hace el Griego en Selectividad. Cuando no recortan horas de Literatura, lo hacen de Historia. Ahora caiga Filosofía, ahora Cultura Clásica. Y no, no se engañen. Este recorte no es patrimonio de un gobierno concreto. Sólo da respuestas a eso que decía Heidegger: el ser de hoy no necesita autonomía de pensamiento, porque lo somete al dictado mercantil. Y las Humanidades, me temo, no son rentables para ese monstruo que llamamos mercado.
"Ya decía Unamuno que no creía ni en lo humano ni en la humanidad, ni en el adjetivo simple, ni en el sustantivado, sino en el sustantivo concreto: en el hombre"
Si hay algún lector que se pasee por este texto con los puños ardiendo, renegando del diagnóstico y sus circunstancias, temeroso por un futuro cortoplacista y servil, para aplacarlo sólo se me ocurre agarrar individualmente el toro por los cuernos. Ya decía Unamuno que no creía ni en lo humano ni en la humanidad, ni en el adjetivo simple, ni en el sustantivado, sino en el sustantivo concreto: en el hombre, raíz del humanismo. Porque de esta deriva educativa, donde la enseñanza cada día se orienta más hacia un producto puro del mercantilismo más infame, como decía Heidegger, será cada cual quien deba cultivar o ayudar a cultivarse a esos niños que hoy afrontan sus catorce primeros años de vida en una escuela donde no le enseñarán el origen de su historia, no le enseñarán el origen de su lengua, no le enseñarán a desafiar los límites de su mente, no le enseñarán quién es, en suma, sino qué puede aportar en esta rueda capitalista. No lo llamen enseñanza, llámenlo adaptación laboral, o algo así. Y que la verdadera educación recaiga sobre los hasta ahora siervos