Dicen que Gayo Julio César, cuando cruzó el Rubicón, pronunció la frase: iacta alea est o lo que es lo mismo alea iacta est: 'la suerte está echada', o más exactamente: 'el dado, que es metáfora de la suerte, ha sido lanzado al aire', dando a entender con esa frase que había tomado una decisión que no tenía vuelta atrás, irrevocable declaración de guerra como era ya que el Rubicón, río del norte de Italia que desemboca en el Adriático, señalaba el límite que un general romano no debía cruzar con su ejército en armas en dirección a Roma, y César volvía de las Galias sin haber licenciado sus tropas...
César, que es la cumplida representación de la forma
del Estado moderno, necesita declarar la guerra, porque la guerra es
el juez que dictaminará con su veredicto de victoria y derrota quién debe ostentar el poder. A César le
perjudicaba como él mismo reconoce la falta de enemigos. Cuando ya
no le quedan fuera de Roma, después de haber sometido las Galias,
debe buscarlos dentro de ella, porque César, el Estado, necesita
enemigos externos o internos, bien extranjeros, otros Estados, o bien sus propios
ciudadanos, para lo que es preciso dividirlos (diuide et impera,
divide y vence): y así discriminarlos: varones/mujeres, ciudadanos/no-ciudadanos, libres/esclavos, patricios/plebeyos, ricos/pobres...
Una vez que hay ya dos bandos en lid, el resultado decidirá el gobierno del mundo. Las modernas guerras se establecen declarando crisis: crisis sanitarias, crisis energéticas, crisis climáticas, crisis humanitarias, crisis económicas... que son amenazas de futuras catástrofes cuyo objeto es sembrar el miedo en su forma más álgida de pánico entre la gente.
Para César la causa mejor será la del bando que resulte vencedor, no porque crea que los dioses apoyan la causa justa, sino porque los dioses aprueban la causa victoriosa, a los vencedores independientemente de su catadura moral. Los césares son muy pragmáticos. Creen erróneamente que la obtención del éxito es señal de la bondad de una causa. Pero hay algo en el fondo que todos sabemos: El mejor jugador no es el que gana, sino, como su nombre indica, el que juega mejor, al margen de que gane o de que pierda el partido o la partida.