La llorada Mercedes Sosa, alias La Negra, cantaba en 1993 con su cálida voz una preciosa tonada titulada “Todo cambia”, celebrando la caída del dictador chileno Pinochet ("Sí señor: ya cayó, ya cayó"), con una letra de inspiración heraclitana por aquello que se supone que dijo Heraclito de πάντα ῥεῖ (pánta rheî), pero que realmente no dejó escrito como tal.
Sin
embargo, se ha divulgado como doctrina de Heraclito la del flujo
perpetuo de todas las cosas, lo que reducido a dos palabras, es "todo
fluye", o sea: todas las cosas, incluidos nosotros, las personas, entre
las cosas como caso particular de cosa que somos, fluimos constantemente
en el perpetuo río del tiempo, como aquellos otros famosos ríos en los que
entramos y no entramos, estamos y no estamos, en los que se decía, malinterpretando a Heraclito,
que sólo podíamos bañarnos una vez porque la segunda vez ni nosotros ni
los ríos éramos ya los mismos, habida cuenta de que todo cambia y
nosotros también con todo, como si paradójicamente no continuáramos
siendo al mismo tiempo los mismos...
Por eso don Antonio Machado, el poeta, siguiendo con la lógica de la
contradicción del efesio presocrático que era Heraclito, reformuló el
dicho que se le atribuye en un verso precioso: “Todo pasa y todo queda”.
O, lo que podríamos decir con otras palabras, volviendo al tema de
Mercedes Sosa: "Todo cambia y todo sigue igual". Ya lo dijo en italiano
Giuseppe Tomasi di Lampedusa: «Se vogliamo che tutto rimanga come è,
bisogna che tutto cambi».
La
frase se lee en su novela "El Gatopardo", y se escucha en la espléndida
versión cinematográfica que rodó Luchino Visconti: "Si queremos que
todo siga como está, es necesario que todo cambie". De esta cita corre
en castellano una versión adulterada: «Es necesario que algo cambie, si queremos que todo siga como está». La
modificación, bastante significativa, introducida por algunos
traductores, no sé si intencionadamente o no, ha consistido en cambiar
el segundo "todo" y sustituirlo por "algo", un supuesto "qualcosa" que
no se dice en italiano.
Es
frecuente, en este caso, que también hayan invertido el orden de las
dos oraciones pasando la apódosis del período hipotético al lugar de la
prótasis, lo que no tiene tanta importancia como lo primero.
Pero
no es lo mismo. La adulteración del “dictum” lampedusiano destruye la
fuerza de la paradoja, y nos muestra no una contradicción de la
realidad, sino una banalidad que no produce ningún sobresalto ni hace
que se tambaleen nuestras firmes y sagradas creencias. Sin necesidad de
prestarle atención, nos informa de lo que ya sabíamos, de lo que no
hacía falta decir porque ya estaba dicho de alguna manera y era
consabido de antemano.
Para
entender el contexto en que surge la frase, debemos echar mano de la
historiografía, como argumentan los historiadores, y comentar algo de la
situación política que la novela y la película de Visconti reflejan: En
la Italia de 1860, anunciar que se avecinaba la sustitución de (toda)
una clase social por otra, aceptar el envite integrándose en la
burguesía emergente, para seguir disfrutando de privilegios análogos a
los que se tenían, era exactamente cambiarlo todo para conservarlo todo,
cambiarlo todo para que todo siguiera igual.
Sin
embargo, lo bueno de la paradoja es que, surgida en un determinado
momento histórico, es válida para cualquier otra coyuntura. La
alteración de la cita es, como ahora se dice, políticamente correcta. Lo
que ordinariamente nos toca presenciar en la política contemporánea del
día a día es precisamente la del algo por el todo, la versión alterada
del apotegma italiano. Y esto es lo que la razón que a todos nos es
común nos dice a la gente de abajo cuando se produce, por ejemplo, un
cambio de gobierno en las alturas, o cuando como sucedió hace unos años
se eligió un "nuevo" papa: es necesario que todo cambie para poder
seguir igual…
No
olvidemos lo que contesta don Fabricio, el sobrino del Príncipe de
Salina, a éste «e dopo sarà diverso, ma peggiore»: “y después será
distinto, pero peor”. Y ¿por qué esto resulta después de todo peor que
antes? La respuesta a esta pregunta no es muy complicada: cuando han
cambiado aparentemente las cosas, es difícil denunciar que por lo bajo y
de verdad siguen siendo como eran, es difícil denunciar la opinión
mayoritaria y la "communis doctrina" generalmente aceptada de que se ha
producido un cambio.
Un
ejemplo que a los españoles de cierta edad no nos resulta indiferente
es la tan cacareada transición política que tanto alaban los medios de
formación de masas como modelo cívico de paso de un régimen dictatorial a
otro democrático sin demasiados sobresaltos, es decir a uno más
evolucionado pero no menos pernicioso para el pueblo, habida cuenta de
lo beneficiosa que era para el capital, que ya no toleraba demasiadas
dictaduras en el siglo XX, la sustitución de una dictadura trasnochada
por una democracia más moderna y presentable.
Por
eso es peor, como decía don Fabricio, lo que ha venido después, porque
sólo es aparentemente distinto. Sólo han cambiado las formas. Y si no
nos damos cuenta de que todo sigue igual es porque cometemos el
inveterado vicio de juzgar sólo por las apariencias. Y esto, lo que hay
ahora es peor en el fondo que lo que había antes porque no se ve como lo que
es, una continuación o reencarnación de lo anterior, que ha sufrido una
metamorfosis para poder seguir siendo lo mismo: estos perros hodiernos,
no dejan de ser, como se dice en castellano, los mismos de antes con
collares diferentes.
Escuchemos
a La Negra, y añadamos este estribillo de inspiración lampedusiana y
heraclitana a la copla que ella canta para poder entender un poco mejor
cómo son las cosas en este nuestro mundo: Cambia lo superficial, /
cambia también lo profundo; / porque siga todo igual / cambia todo en
este mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario