viernes, 1 de octubre de 2021

¡Todo cambia! ¿Cambia todo?

    La llorada Mercedes Sosa, alias La Negra, cantaba en 1993 con su cálida voz una preciosa tonada titulada “Todo cambia”, celebrando la caída del dictador chileno Pinochet ("Sí señor: ya cayó, ya cayó"), con una letra de inspiración heraclitana por aquello que se supone que dijo Heraclito de πάντα ῥεῖ (pánta rheî), pero que realmente no dejó escrito como tal.


    Sin embargo, se ha divulgado como doctrina de Heraclito la del flujo perpetuo de todas las cosas, lo que reducido a dos palabras, es "todo fluye", o sea: todas las cosas, incluidos nosotros, las personas, entre las cosas como caso particular de cosa que somos, fluimos constantemente en el perpetuo río del tiempo, como aquellos otros famosos ríos en los que entramos y no entramos, estamos y no estamos, en los que se decía, malinterpretando a Heraclito, que sólo podíamos bañarnos una vez porque la segunda vez ni nosotros ni los ríos éramos ya los mismos, habida cuenta de que todo cambia y nosotros también con todo, como si paradójicamente no continuáramos siendo al mismo tiempo los mismos...

    Por eso don Antonio Machado, el poeta, siguiendo con la lógica de la contradicción del efesio presocrático que era Heraclito, reformuló el dicho que se le atribuye en un verso precioso: “Todo pasa y todo queda”. O, lo que podríamos decir con otras palabras, volviendo al tema de Mercedes Sosa: "Todo cambia y todo sigue igual". Ya lo dijo en italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa: «Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi».

 


    La frase se lee en su novela "El Gatopardo", y se escucha en la espléndida versión cinematográfica que rodó Luchino Visconti: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". De esta cita corre en castellano una versión adulterada: «Es necesario que algo cambie, si queremos que todo siga como está». La modificación, bastante significativa, introducida por algunos traductores, no sé si intencionadamente o no, ha consistido en cambiar el segundo "todo" y sustituirlo por "algo", un supuesto "qualcosa" que no se dice en italiano. 

    Es frecuente, en este caso, que también hayan invertido el orden de las dos oraciones pasando la apódosis del período hipotético al lugar de la prótasis, lo que no tiene tanta importancia como lo primero.

    Pero no es lo mismo. La adulteración del “dictum” lampedusiano destruye la fuerza de la paradoja, y nos muestra no una contradicción de la realidad, sino una banalidad que no produce ningún sobresalto ni hace que se tambaleen nuestras firmes y sagradas creencias. Sin necesidad de prestarle atención, nos informa de lo que ya sabíamos, de lo que no hacía falta decir porque ya estaba dicho de alguna manera y era consabido de antemano. 

    Para entender el contexto en que surge la frase, debemos echar mano de la historiografía, como argumentan los historiadores, y comentar algo de la situación política que la novela y la película de Visconti reflejan: En la Italia de 1860, anunciar que se avecinaba la sustitución de (toda) una clase social por otra, aceptar el envite integrándose en la burguesía emergente, para seguir disfrutando de privilegios análogos a los que se tenían, era exactamente cambiarlo todo para conservarlo todo, cambiarlo todo para que todo siguiera igual. 

    Sin embargo, lo bueno de la paradoja es que, surgida en un determinado momento histórico, es válida para cualquier otra coyuntura. La alteración de la cita es, como ahora se dice, políticamente correcta. Lo que ordinariamente nos toca presenciar en la política contemporánea del día a día es precisamente la del algo por el todo, la versión alterada del apotegma italiano. Y esto es lo que la razón que a todos nos es común nos dice a la gente de abajo cuando se produce, por ejemplo, un cambio de gobierno en las alturas, o cuando como sucedió hace unos años se eligió un "nuevo" papa: es necesario que todo cambie para poder seguir igual… 

    No olvidemos lo que contesta don Fabricio, el sobrino del Príncipe de Salina, a éste «e dopo sarà diverso, ma peggiore»: “y después será distinto, pero peor”. Y ¿por qué esto resulta después de todo peor que antes? La respuesta a esta pregunta no es muy complicada: cuando han cambiado aparentemente las cosas, es difícil denunciar que por lo bajo y de verdad siguen siendo como eran, es difícil denunciar la opinión mayoritaria y la "communis doctrina" generalmente aceptada de que se ha producido un cambio. 


    Un ejemplo que a los españoles de cierta edad no nos resulta indiferente es la tan cacareada transición política que tanto alaban los medios de formación de masas como modelo cívico de paso de un régimen dictatorial a otro democrático sin demasiados sobresaltos, es decir a uno más evolucionado pero no menos pernicioso para el pueblo, habida cuenta de lo beneficiosa que era para el capital, que ya no toleraba demasiadas dictaduras en el siglo XX, la sustitución de una dictadura trasnochada por una democracia más moderna y presentable. 

    Por eso es peor, como decía don Fabricio, lo que ha venido después, porque sólo es aparentemente distinto. Sólo han cambiado las formas. Y si no nos damos cuenta de que todo sigue igual es porque cometemos el inveterado vicio de juzgar sólo por las apariencias. Y esto, lo que hay ahora es peor en el fondo que lo que había antes porque no se ve como lo que es, una continuación o reencarnación de lo anterior, que ha sufrido una metamorfosis para poder seguir siendo lo mismo: estos perros hodiernos, no dejan de ser, como se dice en castellano, los mismos de antes con collares diferentes. 


    Escuchemos a La Negra, y añadamos este estribillo de inspiración lampedusiana y heraclitana a la copla que ella canta para poder entender un poco mejor cómo son las cosas en este nuestro mundo: Cambia lo superficial, / cambia también lo profundo; / porque siga todo igual / cambia todo en este mundo.

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