Más conocido por sus novelas y piezas de teatro, el escritor francés Jean Genet (1910-1986) comenzó sin embargo escribiendo poesía. Su primera obra poética es este furibundo alegato contra la pena de muerte titulado Le condamné à mort, que compuso en 1942, dedicado a su amigo y amante Maurice Pilorge del que estaba enamorado, que fue acusado de asesinato, condenado a muerte y ejecutado en la guillotina en 1939.
Antes de haber leído nada de Jean Genet, tuve noticia de él gracias a la edición que hizo Louis Forestier de la obra poética de Arthur Rimbaud publicada por Gallimard, donde cita como una de las claves interpretativas de la obra del poeta de Charleville una frase suya, sin especificar su fuente, que me fascinó: “Vivre c'est survivre à un enfant mort” (Vivir es sobrevivir a un niño muerto).
“El condenado a muerte” me ha recordado esta frase, porque de alguna manera todos los adultos somos el sarcófago que contiene el cadáver que arrastramos a cuestas del niño que hemos sido. En el caso de Maurice Pilorge, el amigo de Jean Genet, su vida además fue truncada por un tribunal de justicia que le condenó a la pena capital por haber asesinado a un amante para robarle.
La última ejecución con guillotina en Francia fue en el año 1977, siendo abolida la pena de muerte oficialmente en 1981 en el país vecino. Sin embargo, no debemos llamarnos a engaño, el hecho de que no exista la pena capital como tal acto de barbarie no significa que los Estados hayan dejado de administrar la vida y la muerte de sus súbditos de otra manera. Sucede lo mismo con la esclavitud, oficialmente abolida de la faz de la tierra, que no por ello conlleva, qué más quisiéramos, que los seres humanos hayamos dejado de ser esclavos de muchas otras formas y alcanzado la libertad.
El poema consta de 268 versos: 264 alejandrinos o versos de catorce sílabas partidos por la mitad por una cesura en dos hemistiquios heptasílabos, con rima ABBA, y cuatro heptasílabos sueltos más que se unen como coda a cuatro de los 66 cuartetos que lo componen, rimando con los versos segundo y tercero.
Inserto la magnífica interpretación del poema que hace Christian Olivier del grupo Têtes raides:
La traducción que presento por mi parte, y que puede leerse aquí, está en verso, por supuesto. Una traducción en prosa sería sin duda más fiel al contenido del poema, pero sería infiel a la poesía. Sería como despojar a una canción de su melodía y reducirla a la letra, como si el contenido y no el ritmo que es la fuerza de las palabras fuera lo más importante.
El verso empleado es el alejandrino, el mismo que usa Genet, y aunque podría haber utilizado versos blancos, es decir sin rima, en mi versión como la mayoría de las traducciones que he consultado, he optado por la apuesta más difícil que es conservar la rima consonante o total del poema, lo que a veces ha sido muy sencillo por la hermandad de la lengua francesa y la española, pero la mayoría de ellas reconozco que bastante complicado y aun endiablado. La poesía de Genet, por otra parte, no es fácil: mezcla las imágenes y metáforas más sublimes y los términos cultos con la jerga carcelaria y barriobajera más atrevida, sin rehuir la temática de la homosexualidad masculina, que hoy no escandaliza a nadie pero que era bastante atrevida sin duda para su época. Espero y deseo que pueda sonar de ese modo lo más parecido posible al original este canto de amor desesperado y denuncia contra la pena capital.
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