miércoles, 15 de julio de 2020

Sobre cómo acabar de una vez por todas con la pandemia sin morir en el intento

-Hagámonos esta pregunta: ¿Nos habríamos enterado de que existía una pandemia universal si no nos hubieran informado de ella?
-Sinceramente, no. 
-Y aquí quien manda es la OMS, que declaró el 11 de marzo la pandemia universal (aunque lo que dijo era: COVID-19 can be characterized as a pandemic. (COVID-19 puede caracterizarse como una pandemia; nótese el “can be characerized”, y no el “is” que cararearon los medios hasta la saciedad, un pequeño matiz no sin importancia). Conque los medios empezaron a divulgar a los cuatro vientos la dichosa palabra: pandemia, pan-de-mia universal. Y la gente empezó a repetir que había una pandemia, sin saber muy bien qué era una pandemia. 
-Ya, y mientras tanto le habían dado el cambiazo de significado a la palabra. 
-En efecto, la OMS había previamente modificado la definición de pandemia. Antes se definía como una infección contagiosa, simultánea en diferentes países, que tenía una mortalidad significativa en relación con la proporción de población infectada. En la nueva definición, se eliminó la «mortalidad significativa», y se quedó en propagación mundial de una nueva enfermedad A pandemic is the worldwide spread of a new disease o también A pandemic disease is a disease that occurs in epidemic proportions that occurs in many countries simultaneously, someone worldwide, aunque su mortalidad específica o letalidad fuera insignificante (un 0,16 % la que nos ocupa, como la gripe de todos los inviernos, poco más o menos). Esta definición le permite a cualquier país declarar la pandemia con muy pocos casos, y activar los protocolos correspondientes; Italia, por ejemplo, lo hizo cuando solo contaba cuatro muertos. 
-¿Qué hacen los gobiernos para acabar con ella? 
-Pues unos, los "buenos", como el nuestro según sus apologetas, implementan medidas draconianas, que salvan vidas (antes se salvaban "almas", ahora se salvan "cuerpos"), otros, los "malos", según los primeros, no implementan medidas sociales sino que prefieren favorecer los intereses del capital y, sencillamente, no actúan: laissez faire, laisser passer. Y así les va, muriéndoseles la gente a miles. 
-Pero a nosotros también se nos han muerto muchos a millares...
-Sí, calla, pero mira lo que decía el presidente del gobierno, que si no nos llegan a encerrar se habrían muerto muchísimos miles más. 
-Y eso ¿cómo lo sabe? 
-Pues por su comité de expertos que le asesoran... 
-Ah, claro, doctores tiene la Iglesia, bueno, en este caso el Estado. Pero todavía hay algún ingenuo que crea que hay gobiernos "buenos" y "malos". 
-Pues eso creen algunos, quienes para no parecer muy maniqueos te dirán que los hay "malos" y "menos malos", porque no es cuestión de "sí o no", sino de "más o menos"... 
-Siempre queda gente con muchas creencias a cuestas. 
-Los buenos gobiernos apelan a la responsabilidad civil... 
-¿A qué llaman responsabilidad? 
-Es la versión laica de la culpabilidad, la vieja culpa del catecismo de toda la vida. Uno responde de sus actos, asumiendo su autoría, se arrepiente de sus pecados y hace propósito de enmienda. ¿No has leído estos días en la prensa moralizante la parábola del treintañero negacionista que acudió a una fiesta para contagiarse del virus coronado? 
-No. 
-Pues eso: Un estadounidense murió en Texas de la peste después de contagiarse en una fiesta ad hoc, donde había de todo menos Covid, creía él, porque negaba su existencia, organizada por una persona infectada. La idea era juntarse, pasárselo bien y ver si el virus era real y si alguien lo contraía, según explicó la directora médica del Hospital Metodista de San Antonio. 
-¿Y qué pasó? 
-Pues que la salud del joven, cuya identidad e historial clínico se desconoce -ya sabes, protección de datos- y además no importa, porque al final resultó que todo era mentira, empezó a deteriorarse hasta su hospitalización y posterior fallecimiento en el Hospital al cabo de una semana. Antes de morir, le confesó a la enfermera que lo atendía: «Cometí un error. Fui negacionista. Me arrepiento de ello. Pero ya es demasiado tarde. Pensé que este virus no existía, pero existe... y, además, mata". 
-Muy aleccionadora la parábola. Y muy en la línea de las políticas de los gobiernos que nos meten miedo últimamente y amenazan con los brotes y los rebrotes que brotan y vuelven a rebrotar. 
-Mira lo que dice un político, uno cualquiera de los muchos de ese gremio. Su nombre propio y filiación política es lo de menos: “La responsabilidad individual es la única garantía para mantener a raya la Covid-19″. 
-Bueno, dejemos aparte el género femenino que le dan al palabro porque la "d" final es abreviatura de 'disease', o sea, enfermedad, que tiene género gramatical femenino en castellano, vayamos al meollo del asunto: ¿Qué es la responsabilidad? ¿En qué consiste la cualidad de ser responsable? 
-Pues a nuestra capacidad de respuesta. El éxito de las medidas profilácticas del gobierno se debe precisamente a la creencia de que es nuestra responsabilidad “de todos y cada uno” parar, por ejemplo, el virus. Recuérdense aquellos eslóganes: “Este virus lo paramos entre todos”, acompañados de los inevitables aplausos y los pensmaientos positivos: “Todo saldrá bien”. La llamada a la responsabilidad individual es, en realidad, una llamada a la responsabilidad colectiva, que se hace de uno en uno, recordándonos que una masa es una suma de individuos, y que un individuo es un ingrediente de la masa donde todos son intercambiables. 
-¿Qué dice la etimología? 
-Pues, según Coromines, la palabra “responsable” hizo su aparición en nuestra lengua no hace mucho tiempo, en 1737 y el sustantivo “responsabilidad” un poco más tarde, en el siglo XIX. Es una palabra culta derivada del latín responsum, que es el participio del verbo respondere que significaba garantizar y responder, compuesto del prefijo intensivo re- y el verbo simple spondere que significaba prometer, de ahí nuestros esponsales y nuestros esposos y esposas, y también nuestra correspondencia y corresponsales.
-Pero ¿por qué le llaman responsabilidad cuando quieren decir obediencia? 
-Muy sencillo, porque la respuesta que se espera de nosotros, votantes y contribuyentes, es esa misma, la obediencia a lo que está mandado. En eso y no otra cosa consiste ser responsable: en tener la capacidad de responder a lo que se nos pide cumpliéndolo y no cuestionándolo. Uno de los significados de la palabra en nuestro diccionario lo dice todo: Capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente. Si alguien realiza un acto libremente, se responsabiliza de él, es decir, reconoce y acepta las consecuencias derivadas de ese hecho: responde en el sentido de “da cuenta” de lo que ha hecho cuando se le pregunta por ello.
-¿Se puede hacer algo contra toda esta locura sinsentido? 
-Frente a esto, sólo cabe, en sentido contrario, hacer una llamada a la irresponsabilidad, a decir que no, nosotros no somos responsables y no tenemos por qué obedecer a lo que está mandado y ordenado. Al principio de la pandemia universal me llegó un comentario de un conocido que decía lo siguiente: “Me flipa muchísimo la cantidad de gente que entiende el confinamiento como una restricción del gobierno y no como una responsabilidad civil” (Hoy habría que sustituir la palabra "confinamiento" por “nueva normalidad”, porque esto, aunque haya cambiado de nombre, ha venido para quedarse, como reconoce la gente por lo bajo, y ahora se llama así). Y yo le dije: Así es como hay que entenderlo, como lo entiende “cantidad de gente”, como lo que es: una restricción del gobierno. Estas medidas, aparte de su nula eficacia clínica, se quieren presentar no como lo que son realmente, imposiciones del gobierno, sino como obligaciones de la voluntad de los súbditos, una “responsabilidad civil”, ese mantra que tanto se repite últimamente, que viene a decir que la responsabilidad de los ciudadanos es obedecer a lo que les manda el gobierno. 
-¿Se puede acabar de una vez por todas con esta dichosa pandemia sin morir en el intento? 
-Sí, minimizando y ridiculizando su existencia. El humor puede destruir la seriedad de lo que está mandado que creamos. Sigamos el consejo del sofista Gorgias: desarmar la risa con la seriedad y la seriedad con la risa. Y, por supuesto, hay una forma muy sencilla para los que no tengan a estas alturas, con la que nos está cayendo encima, mucho sentido del humor o hayan perdido el mucho o poco que tenían: dejar de hacerse tests. Si dejamos de hacernos tests, dejará de haber positivos y negativos y dejará, sin más, así de fácil, de haber contagiados y pandemia. Esa es la forma más efectiva de acabar con esta pandemia de todos los demonios. 
 -¿Hay vacuna disponible y eficaz contra la peste? 
-Sí, muy barata y al alcance de todos, y que aceptarían hasta los que están en contra de las vacunas porque no tiene ningún efecto secundario ni colateral: dejar de creer en la pandemia.

martes, 14 de julio de 2020

Cui bono prosit? (y II)

¿Qué salen ganando políticamente hablando los estados con el virus? Han conseguido imponer la obediencia al pueblo en aras de la salud pública, aumentando el control social sobre la ciudadanía, metiendo presión con el miedo y con la información sensacionalista, y pseudo-científica (lógicamente, lo de “pseudo-” que significa “falso” no salta a primera vista, pues si la gente creyera que la información que se les da como científica es falsa probablemente no creería en ella, y se desengañaría; por eso ni se cuestionan que pueda ser falsa, y la toman como un dogma de fe verdadera). 

Circula por las redes una cita atribuida a George Orwell que nunca escribió. Sus palabras son: “The people will believe what the media tells them they believe” (La gente creerá lo que los medios de comunicación les digan que crean).  Una prueba fehaciente de que Orwell no escribió nunca esas palabras que de hecho no se encuentran en ninguna de sus páginas escritas es que el término  "media" no empezó a ser de uso común en lengua inglesa hasta después de su muerte acaecida en 1950. 

¿Por qué se le atribuye a alguien una frase que no dijo? Obviamente, para conferirle prestigio de autoridad: Magister (George Orwell, en este caso) dixit. Que le neguemos aquí esa autoría no significa que la frase no sea razonable y de sentido común y revele un poco lo que está pasando, pero no hace falta recurrir a la autoría de Orwell que, si levantara la cabeza de su tumba, se revolvería seguramente diciendo que él no había dicho eso, aunque, visto lo que hay, podría estar de acuerdo en ello.      
 

El confinamiento, la distancia social o el uso obligatorio del antifaz  tienen una utilidad muy clara: no son un medio para hacer frente a la pandemia, sino un fin en sí mismo que contribuye a convertirnos a todos y cada uno en individuos perfectamente equiparables, miembros de la masa, controlables, manejables, responsables de la salud pública, lo que contribuye a individualizarnos todavía más, personalizándonos a la vez que nos despersonaliza, valga la contradicción, cortándonos por un mismo y único patrón. 


Al principio utilizaron los medios de comunicación a su servicio, prácticamente todos, pero también, una vez creado el clima propicio, a la policía y al ejército para mantener manu militari el Estado de Alarma. 
 


Recuérdense aquellas ruedas de prensa televisadas donde se empleaba un lenguaje militar declarando la guerra al virus que íbamos a vencer entre todos, de las que hicimos un análisis aquí mismo

Una vez que los ciudadanos han sido convenientemente adoctrinados por su propio bien, la labor de la policía disminuye, reduciéndose a casos puntuales y concretos de desobediencia, dado que se ha creado de la noche a la mañana una Nueva Normalidad (así han bautizado al Novus Ordo Seclorum o Nuevo Orden Mundial) en que los ciudadanos, además de controlados, son controladores de otros ciudadanos. 

¿Cuál es el objetivo de todo esto? No hay que buscar ninguna finalidad ajena a esto mismo o extraña: la finalidad era esto que han conseguido. Esta nueva normalidad que se ha declarado no es un medio destinado a un fin, sino que era un fin en sí mismo. 

El Estado se robustece, sin más, una vez que toda la población ha sido sometida no a los tests de prevalencia del virus, sino al test de la obediencia debida. 

Ahora nos amenazan con el castigo de un encierro futuro si no permanecemos obedientes. El Estado prefiere no hacer uso de las fuerzas de seguridad a su servicio, no vaya a ser que el uso se convierta en abuso, cosa que suele suceder, y recurrirá en primera instancia a sanciones económicas (su afán recaudatorio es insaciable), porque así disimula más su autoritarismo, pero no lo descarta si los ciudadanos no se habitúan a la nueva situación. 

lunes, 13 de julio de 2020

Cui bono prosit? (I)

Lo primero que se pregunta un detective en las novelas policíacas, cuando se perpetra un crimen o un robo, es a quién beneficia el delito, abriendo así una línea de investigación principal que no tiene por qué ser la única y exclusiva, pero sí la que hay que despejar en primera instancia, ya que el beneficiario suele ser el primer sospechoso. 


Medea en la tragedia homónima de Séneca le reprocha a Jasón que él es el autor del crimen que ella ha cometido, argumentándolo con las siguientes palabras: cui prodest scelus / is fecit: Aquel al que aprovecha el crimen es quien lo hizo (vv. 500-501)


Preguntémonos aquí qué provecho sacan los estados y los capitales con esta lucha que han emprendido a capa y espada contra la emergencia sanitaria producida por la irrupción del SARS-CoV-2 o virus coronario. 

A primera y simple vista, parece que los gobiernos de los estados no ganan nada, simplemente cumplen con su función social que es la de salvaguardar la vida de la gente, la salud y seguridad del pueblo configurado como conjunto de votantes y contribuyentes. 

En cuanto a los dineros y capitales, parece que en términos económicos no hay tampoco ganancia alguna, sino cuantiosas pérdidas. La recesión económica que se ha producido a consecuencia de la crisis sanitaria es muy distinta, según los economistas, a la Gran Recesión de 2008, que afectó principalmente a los bancos, que fueron rescatados por los gobiernos evitando así el colapso financiero. 

En esta recesión actual los afectados no son tanto las entidades bancarias, que están bastante saneadas después de aquello, como los millones de pequeños y medianos negocios que han tenido que cerrar sus puertas, y que para poder subsistir necesitarán la ayuda de bancos y gobiernos. 

Un gran negocio, sin embargo, que ha resultado claramente beneficiado, quizá el único, a raíz del confinamiento es el informático: el encierro ha fomentado compras y ventas online, trabajo online, enseñanza online, cultura online, amor y sexo online, amistad online... vida, en definitiva, online, es decir, vida virtual y descarnada, que no carnal y verdadera. 

Y sobre todo el gran negocio de la información online, una cantidad ingente de información que es imposible procesar y en la que no puede distinguirse lo verdadero de lo falso, cuyo resultado ha sido la propagación globalizada del virus del miedo. 

El dibujante Montt hace un juego de palabras que sólo es posible en español y que no puede ser traducido a otros idiomas sin que se pierda la gracia, pero que es muy sugerente por la asociación de ideas que implica: en vez de “medios” de comunicación escribe “miedos de comunicación” en esta viñeta sugerente:

En este país tenemos "miedos de comunicación"


sábado, 11 de julio de 2020

De la confusión entre Krónos y Chrónos

Cicerón en su tratado teológico De natura deorum (libro II, capítulo 25) afirma: "(Hablando de Saturno, al que los griegos denominaron) ...Krónos, que es lo mismo que chrónos, esto es, espacio de tiempo)."  Para un romano culto como Cicerón la confusión de estas dos palabras inicialmente distintas, la primera un  nombre propio y la segunda común, era patente por la práctica homofonía si se exceptúa la ligera aspiración del término griego chrónos que lo diferencia de crónos, que no la tiene.  


Una ilustración de Vicenzo Cartari 1615 en Las verdaderas y nuevas imágenes de los dioses de los antiguos muestra la conflación entre Saturno y el Padre Tiempo. Tienen en común que ambos están desnudos, ambos están de pie y ambos tienen barba. Crono/Saturno, a la izquierda, está caracterizado con la hoz que le dió su madre Gea/Tierra, símbolo sin duda agrícola de poda de cultivos, especialmente de la viña, y de cosecha de cereales, por lo que simboliza el paso de una sociedad paleolítica de cazadores-recolectores nómadas a otra neolítica de agricultores-ganaderos sedentarios, con la que castró a Urano, y Tiempo, a su derecha, por el doble par de alas a sus espaldas. Gracias a esta fusión el tiempo adquirirá la hoz o guadaña en otras versiones y será sinónimo de destrucción y muerte. (Y, andando el tiempo, nunca mejor dicho, la hoz, convertida en guadaña, será símbolo de la Parca, o sea, de la Muerte medieval).

En griego tenemos dos palabras para referirnos al tiempo aión (eón o aión, αἰών, en griego arcaico αἰϝών) y chrónos, similares a las latinas aeuom y tempus respectivamente: la primera representa el tiempo como eternidad, como algo continuo y eterno, y la segunda como algo discontinuo y propiamente temporal. El tiempo era un dios bicéfalo o bifronte, como un Jano romano, el dios de las puertas, que abre el calendario y da nombre al mes de enero (Ianuarius), que mira hacia el pasado y el futuro. Esta distinción entre palabras se ha perdido en las lenguas modernas, donde solo disponemos de una para referirnos a dos cosas muy distintas entre sí: tiempo, time, temps, Zeit...


Saturno, identificado ya como dios del Tiempo, aparece en una ilustración de Cartari con el uróboro o serpiente que se muerde la cola que representa la eternidad o tiempo cíclico, es decir, como Aión/Eón más que como Chrónos.

Con la identificación de Crónos (Saturno) con Chrónos (el tiempo), aparece el tiempo propiamente dicho. En el relato de la Edad de Oro de Ovidio, cuando reinaba Saturno, no había propiamente tiempo, pero, una vez destronado este por su hijo Júpiter o sea Jove, hace su aparición propiamente el año con sus cuatro estaciones en la Edad de Plata: Luego que el mundo, echando a Saturno al lóbrego Tártaro, / era de Júpiter, hubo la raza de plata llegado / que era más vil que la de oro, más noble que el bronce arrubiado. / Jove restó duración al vernal buen tiempo de antaño, / y entre inviernos y estíos y otoños desigualados / y una fugaz primavera, partió en cuatro tramos el año. (Metamorfosis I, vv.113-118). 
 

Saturno ha desaparecido, y con él la Edad de Oro, que los romanos intentaban recuperar periódicamente en las fiestas saturnales, y, con su desaparición, aparece el Tiempo, es decir, Crónos se convierte en Chrónos, el portador del tiempo cronometrado. Es como si hubiera sufrido una metamorfosis para convertirse en lo que no era. Crónos impedía que el tiempo se dividiera en tramos, Chrónos ha traído el calendario al mundo, y con él, somos expulsados del paraíso de la Edad de Oro y condenados al tiempo, representado a veces como un can Cérbero tricéfalo que mira al pasado, presente y futuro. Hemos entrado en la historia. 

miércoles, 8 de julio de 2020

Polémico Ovidio

Estos versos, tomados del Ars amatoria o Arte de amar, libro I, 673-680, del poeta Publio Ovidio Nasón, son sin duda polémicos: uim licet appelles: grata est uis ita puellis; /  quod iuuat, inuitae saepe dedisse volunt. / quaecumque est Veneris subita uiolata rapina, / gaudet, et inprobitas muneris instar habet. at quae, cum posset cogi, non tacta recessit, / ut simulet uoltu gaudia, tristis erit. / uim passa est Phoebe, uis est allata sorori; / et gratus raptae raptor uterque fuit. Aunque lo llames violencia, a ellas les va esa violencia. / Quieren darse a pesar suyo a menudo a placer. /  Toda mujer violada en un pasional arrebato goza, / y tal vejación tiene el cariz del favor. / Mas la que pudo haber sido forzada e intacta saliera, / aunque simule en su faz gozo, se entristecerá. / Febe violencia sufrió, violencia se le hizo a su hermana; / uno y otro raptor grato a su víctima fue.   (Alude el poeta aquí a Febe e Hilaíra, las hijas de Leucipo, que fueron raptadas y forzadas por sus primos los Dioscuros, los hijos de Zeus y de Leda,  Cástor y Pólux).   

La traducción en prosa de  Vicente Cristóbal López publicada por Gredos dice así:  "Aunque le des el nombre de violencia: a las mujeres les gusta esa clase de violencia; lo que les produce placer, desean darlo muchas veces obligadas por la fuerza. Todas se alegran de haber sido violadas en un arrebato imprevisto de pasión y consideran como un regalo esa desvergüenza. Por el contrario la que, pudiendo haber sido forzada, se retira intacta, aunque finja alegría en su rostro, estará triste. Febe sufrió violencia y violencia le fue hecha a su hermana, pero ambos violadores resultaron del agrado de las violadas". 

Rapto de las hijas de Leucipo, Peter Paul Rubens (1616)

Según Ovidio en esos cuatro dísticos elegíacos toda mujer que ha sido forzada en un pasional arrebato, o, literalmente, en “súbito rapto de Venus”, como dice él, donde la mención de la diosa alude a la pasión sexual o afrodisíaca que infunde, experimenta placer -gaudet, goza-, y siente la vejación (inprobitas, en latín, con la negación in- incorporada, es decir, la falta de bondad, el deshonor o la deshonra que se le ha infligido) como si se le hiciera un favor, a modo de regalo u homenaje. Y la que pudiendo haber sido violada no lo fue, aunque finja alegría, estará triste en el fondo de su alma. En el primer verso deja claro que esa violencia les es grata a las mujeres: "grata est uis ita puellis".

Pero es aquí donde se produce un conflicto: por un lado se dice que la víctima de la violación goza físicamente, y por otro lado se califica esa violación, ese rapto de Venus -que conlleva violencia del violador y sumisión de la víctima- como una in-probitas, es decir, una deshonra, un hecho moralmente reprobable. 

¿Está justificando Ovidio la violación de la mujer? ¿El hecho de que la mujer forzada goce justifica moralmente la violación? Hay algo más importante que el goce físico, que es la "probitas", la moralidad que lo censura como severo juez y lo califica de inmoral. El goce no justifica la violación, cuando ese disfrute puede ser muchísimo más gozoso si no es arrebatado, y no media la violencia. 

El rapto de las sabinas, Picasso (1963)

Se trata, efectivamente, de un caso ejemplar, un tanto extremo, si se quiere, pero revelador del horror que esconde la normalidad: todos somos víctimas de un sistema que nos obliga a negar el placer y a trabajar, por ejemplo, para ganarnos la vida, entrando por el aro del orden establecido como fierecillas domadas, reprimiendo nuestros deseos, cosa que solemos hacer de dos maneras: aceptando sin rechistar la realidad, e incluso hallando cierto gozo masoquista en la sumisión, o rebelarnos contra ella. Pero tanto en uno como en otro caso la violación, la violencia ejecutora del Poder es intolerable, y nuestra sumisión no la legitima. 

En 1925, Sigmund Freud publica un artículo títulado «La negación», “Die Verneinigung” en la lengua de Goethe, donde plantea una tesis sencilla: «La negación», afirma Freud, «es una forma de alzar constancia de lo reprimido». Es decir que si la mujer dice que no quiere, eso no significa que no lo desee, sino que, secretamente está deseándolo. Todo «no» es, de algún modo, un «sí». Y a la inversa. En cada «sí» que pronunciamos, hay un «no» protectoramente camuflado.

¿Qué les sucedió a Febe y a Hilaíra, las hijas de Leucipo, después de raptadas por los gemelos? Pues que se enamoraron -amor caecus est- de sus primos Cástor y Pólux. Esta actitud de “amistad con el agresor” tiene sin duda algo que ver con el llamado síndrome de Estocolmo del que hablan los curanderos de almas, en el que la víctima del secuestro acaba comprendiendo, perdonando y aun queriendo a su secuestrador.

martes, 7 de julio de 2020

"Que no pase ninguna de la que no quieras acordarte"

Hace unos años sacamos en ¿Qué cuentan los relojes? una relación de leyendas latinas que se habían puesto desde antaño en distintos relojes, que no pretendía ser exhaustiva sino simplemente significativa. 

Aquellos relojes, la mayoría públicos,  no se limitaban a decirnos más o menos la hora exacta que era, una hora que nunca podremos precisar con exactitud porque nada más formularla ya habrá transcurrido, sino que nos ofrecían  pequeñas reflexiones, aprovechando la gran economía de la lengua latina que puede decir muchas cosas con pocas palabras. 

Añado hoy a aquella muestra este lema de un pseudo-reloj solar, que, a pesar de tener gnomo,  no parece que pueda contar ninguna hora de luz del Sol con su sombra, contiene, eso sí, una errata: el copista ha trastocado dos sílabas fonéticamente muy parecidas: en lugar de haber grabado me-mi-nis-se, que sería lo esperado, ha grabado *me-ni-mis-se

 
La leyenda, corregida, debería decir en letras capitales sin distinción de V y U, ya que se trata del mismo fonema: NVLLA FLVAT CVIVS NON MEMINISSE VELIS: Se sobreentiende HORA: Que no pase ninguna (hora) de la que no quieras acordarte, o, para no acumular tantas negaciones: Que no pase ninguna (hora) de la que quieras olvidarte

El solario no es tal solario ya que no marca las doce horas del día, sino más bien un calendario en el que figuran, en forma helicoidal desde el pasado hacia el futuro, una serie de hitos en la historia de la humanidad, donde las cifras arábigas representan los años de las épocas históricas. Y así, por ejemplo, junto al año 2000  y la palabra PRAESENS (presente) vemos la imagen de un ordenador, y junto al 400.000 antes de Cristo la de la Venus de Willendorf. 

La palabra POSTERVM significa "futuro", de ahí lo de pasar a la posteridad, que es, obviamente, la muerte. Y la palabra PRAETER es abreviación de PRAETERITVM, que significa "pasado", de donde los tiempos verbales pretéritos (o preteridos) de nuestras gramáticas escolares. 

El falso reloj solar, construido por Juan Luis Moraza en el 2003 en granito negro y pulido, tal como indica la pequeña placa situada en su parte inferior derecha, es en realidad una presunta obra del arte de este escultor.

Iglesia de Santa Lucía (Zamora)

lunes, 6 de julio de 2020

El Triunfo del Tiempo

En 1574 se publica el grabado de Peter Brueghel el Viejo titulado El Triunfo del Tiempo. Se trata de una alegoría, cuyas dimensiones son 21.2 por 30.4 cm, firmada abajo a la derecha como “Petrus Bruegel innuen”, y más a la derecha: “Ph[i]l[ip]s Galle | excudebat.” Me consta que hay al menos dos versiones prácticamente iguales de él, pero en la que vamos a llamar la primera, porque es la primera que vamos a considerar, más sencilla, figura la fecha de publicación en la parte inferior central, y hay una errata en los hexámetros latinos al pie del grabado agrupados en parejas de dos, concretamente en la cuarta palabra del primer verso, donde se lee “mucetum”, algo incomprensible; 


y la segunda versión, en que no figura la fecha de composición y en su lugar se lee la leyenda latina en letras capitales a modo de título, que enfatiza el poder destructivo del tiempo: TEMPVS OMNIA ET SINGVLA CONSVMENS (El tiempo consumiendo todas y cada una de las cosas). En esta segunda versión las alegorías de los doce signos zodiacales que rodean el globo terráqueo están acompañadas de su correspondiente símbolo astrológico, y además está corregida la errata y se lee claramente “inuectur”. 


Pasemos a la descripción del grabado. Sobre un fondo de un paisaje campestre pasa un cortejo.  

El cortejo, en primer plano: dos caballos, uno blanco, que representa el Sol, y otro negro, la Luna, tiran del  carro en forma de bote que soporta sobre dos ruedas un enorme globo terráqueo. Un anciano devora a un niño pequeño. Se trata de Saturno (griego Kronos) al que se ha identificado con el Tiempo (griego Chronos), sentado sobre un reloj de arena, devorando a uno de sus hijos y portando en la mano izquierda el uróboro, un círculo en forma de dragón o serpiente que se muerde la cola, (del griego οὐροβóρος/οὐρηβόρος adjetivo compuesto de οὐρά, 'cola' y βορός, 'voraz, glotón', que solía aplicarse a la palabra ὄφις, serpiente o a δράκων, dragón, símbolo muy antiguo, conocido ya por los egipcios, de la concepción cíclica del tiempo y del eterno retorno donde no hay principio ni fin). 

En la alegoría del Tiempo hay una contradicción evidente entre el símbolo de la eternidad que es el uróboro que porta en la mano y el reloj de arena sobre el que se sienta y el reloj mecánico que hay sobre su cabeza, la contradicción existente entre la representación cíclica del tiempo y la lineal. 

En el globo terráqueo están representados los doce símbolos del zodiaco. A los pies del anciano los signos zodiacales de aries y cáncer; siguiendo por la derecha hacia arriba: tauro, piscis, leo, acuario, escorpio; trepando por el árbol, libra, colgado del árbol. El signo de Libra, representado por la balanza, tiene, además, el significado añadido de símbolo de la justicia, aludiendo al fin del mundo y al juicio final. En orden descendente por la izquierda: virgo, géminis, capricornio y sagitario. 

Tras el carro cabalga la Muerte esquelética con su guadaña sobre lo que parece un asno, y tras ella y por encima de ella la personificación de la Fama, alada por aquello de “fama uolat” , montada sobre un elefante y tocando su trompeta. Está al final del cortejo porque es lo último que queda de nuestro paso por la Tierra. Pero también podría tratarse de un ángel apocalíptico que con el toque de trompeta anuncia el fin del mundo.

Presidiendo toda la composición, arriba, en el centro, vemos un moderno reloj mecánico con mecanismo de golpe colgado de un árbol que nace del propio globo terráqueo, que es el árbol de la vida. Este aparato que mide el tiempo contrasta con la dinámica del tiempo natural que se ejecuta cíclicamente sin descanso. 

A los pies del cortejo del Tiempo, la Muerte y la Fama, bajo las ruedas del carro, hay numerosos objetos que representan artes y oficios humanos. Ante el paso destructivo del Tiempo no queda nada de los ilustres o anónimos personajes que han utilizado esas cosas que vemos tiradas por el suelo: un sombrero de cardenal, un cetro, un casco, una corona real, instrumentos musicales, herramientas de labranza y otros utensilios. 

El paisaje campestre,  en segundo plano: Se trata de una secuencia que va de derecha a izquierda y que representa las cuatro estaciones. Puede dividirse, grosso modo, en dos mitades: a la izquierda la representación del invierno y el otoño, árboles muertos, mientras que a la derecha hay vegetación exuberante: el verano y la primavera. 

A la derecha vemos una plácida aldea con una iglesia. Detrás de una pareja, en lo que podría ser la plaza del pueblo, se alza un Árbol de Mayo (Maibaum), a cuyo alrededor hay gente bailando. Se trata de una fiesta popular alemana que nos sitúa en plena primavera, el día 30 de abril, cuando se celebra el comienzo del mes de mayo bailando en Alemania. El paisaje de la mitad derecha verano/primavera representa la vida. En contraste con la vegetación exuberante de la escena, vemos a la izquierda las ramas desnudas de los árboles del otoño; y tras el bosque otoñal una ciudad en llamas; además una embarcación parece hundirse en la costa. 

En esta parte izquierda nos hallamos ante la representación de la muerte. De hecho se podría decir que el grabado representa el triunfo del Tiempo sobre la vida, identificado prácticamente con la Muerte, pero también el triunfo de la Fama o de la Parca sobre la propia Muerte, dado que la Fama sería lo único que queda al fin y a la postre de nuestro paso por el mundo. 

En cuanto a los seis hexámetros latinos, una vez corregida la errata, leemos en la segunda versión : Solis equus, Lunaeque, inuectum quattuor Horis, | Signa per extenti duodena uolubilis Anni. | | Proripiunt Tempus: curru quod praepete secum | Cuncta rapit: Comiti Morti non rapta relinquens. | | Pone subit, cunctis rebus Fama una superstes, | Gaetulo boue uecta, implens clangoribus orbem. Que viene a decir más o menos literalmente en prosa: El caballo del Sol, y el de la Luna arrastran, llevado por las cuatro estaciones a través de los doce signos del año que gira a lo largo, al Tiempo, que arrebata en su carro veloz todas las cosas, dejando lo que no ha arrebatado a la Muerte que lo acompaña. Marcha detrás la única que sobrevive a todas las cosas, la Fama, montada sobre un elefante, llenando el mundo con los sones de su trompeta. Y en verso, con una sintaxis más violenta pero más literal, podrían quedar así: Sol y la Luna a caballo, llevado con cuatro estaciones / entre los doce signos del año que gira a lo largo, / llevan al Tiempo, que todo en su rápido carro consigo / roba, dejando a la Muerte que sigue lo no rapiñado./ Marcha la Fama detrás, de las cosas la sola que vive,/ sobre elefante montada, llenando el mundo de ruidos.

domingo, 5 de julio de 2020

Morirse de miedo

Del tratado De peste del doctor Juan Jiménez Savariego, que fuera protomédico de las galeras de España y médico de cámara de Su Excelencia, publicado en Antequera en 1602, “donde se contienen las causas, preservación y cura, con algunas cuestiones curiosas al propósito”, me ha llamado la atención el siguiente párrafo sobre los efectos mortíferos del miedo y el reconocimiento de que hay gente que literalmente se muere de miedo:

Y no hay que dudar sino que el vehemente miedo es grande ocasión de morir y enfermar a los que andan cerca de donde hay contagio, y tengo por cosa cierta que el vehemente temor del mal y el imaginar que están ya asidos de él, ora les venga esta imaginación de alguna conversación o de oír doblar (las campanas que tañen a muerto), les es causa precisa de la muerte, y vemos al contrario los pícaros que andan entre los muertos y enfermos comiendo y bebiendo sin orden ni razón, y sin pasarles por pensamiento que se les ha de pegar viven alegres y contentos, y aunque se desordenan en el comer, con gran dificultad se hieren de landre.(*) 

Que viene el coco, Francisco de Goya (1799)

(*) Landre: Es un tumor del tamaño de una bellota de un ganglio linfático, que sale generalmente en el cuello, las axilas y las ingles, por lo que es sinónimo de bubón y antiguamente designaba a la peste bubónica. Parece que la palabra deriva del latín clásico glandem cruzado con la forma vulgar glandinem, que significam ambas “bellota”, por la forma de la hinchazón. La expresión “mala landre”, atestiguada desde el siglo XV, se la oí yo alguna vez a mi abuela.

sábado, 4 de julio de 2020

La ciudad de los vivos y la ciudad de los muertos

La ciudad de los muertos es anterior a la ciudad de los vivos. A decir verdad en un sentido, la ciudad de los muertos es la precursora, y casi el núcleo, de toda ciudad viva. La vida urbana cubre el espacio histórico que se extiende entre el más rudimentario cementerio del hombre de la aurora y el cementerio final, la Necrópolis, en que una civilización tras otra han encontrado su fin. 
(Fragmento de La Ciudad en la Historia de Lewis Mumfond) 

La cita de Lewis Mumford me recuerda un poema extraordinario en prosa, considerada erróneamente verso libre (de ser verso), pero que no deja de ser sugerente de nuestro Dámaso Alonso (1898-1990), incluido en su poemario Hijos de la ira (1944), que leí cuando era adolescente, y que me viene ahora a la memoria. 


 Se trata de Insomnio, y dice así: 

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas). 

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro, y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna. 

Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla. 



Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma, por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid, por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo. 

Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?

viernes, 3 de julio de 2020

Volverse y hacerse como niños

Dijo una vez Jesús a sus discípulos (Mateo, 18:03): “En verdad os digo, si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. 

¿Que es ese Reino de los Cielos, regnum coelorum o regnum Dei  que Jesús promete a sus discípulos si se vuelven como niños? Ante todo es un reino futuro, en el que todavía no ha entrado nadie. Futuro hay que entenderlo en el sentido de negación de la realidad y del presente, negación del aquí y el ahora, del espacio y el tiempo,  pero que está en verdad aquí y ahora,  dentro de lo íntimo de los corazones,  en la añoranza del paraíso perdido, una jauja feliz, como dice Antonio Piñero, aludiendo al mítico valle de Perú, célebre por su prosperidad y su abundancia. 

No perdamos de vista el contexto en el que se enmarca el versículo. Los discípulos le han preguntado al maestro quién será el más grande en el reino de los cielos (quis, putas, maior est in regno caelorum?), y él, llamando a sí a un niño y poniéndolo en medio de ellos, les responde que hasta que uno no se haga muy pequeño (paruulus) como ese niño no será el más grande, es decir, que para ser maior, el más grande, hay que hacerse paruulus, muy pequeño, por muy contradictorio que parezca, como un niño chico de pequeño.  
"Dejad que los niños vengan a mí... Pues de los tales es el reino de Dios".

Jesús, que no era cristiano todavía,  contradecía así al Cristo futuro de la fe creado e inventado por el que sería su fiel seguidor y el verdadero fundador de la religión que acabó llamándose cristianismo y la iglesia católica, Pablo de Tarso; en rigor, el primer cristiano. 


Pablo, en efecto, escribe en la primera carta a los corintios (13:11) “Cuando yo era niño hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser hombre, me despojé de las niñerías”.


Hay, por otra parte, otra contradicción entre lo que predicaba Jesús, el advenimiento futuro del Reino de Dios o de los Cielos que debía producirse en aquella misma generación, y la predicación de la Iglesia paulina, que tras la muerte de Jesús y ante el retraso del fin del mundo, afirma que ese Reino ya está presente en la Tierra, porque de esta manera soluciona el problema de la fallida parusía, es decir, de la definitiva venida de Jesús que pondría punto final a la historia humana. 

Pero, volviendo al texto de Pablo, no todos dejamos atrás las niñerías, aunque tengamos edad de sobra para hacerlo y haberlo hecho ya. ¿Será acaso una enfermedad? Es más que posible. 

No sería raro que las autoridades sanitarias de este mundo, que velan por nuestra salud más que nosotros mismos, que somos unos irresponsables, nos advirtieran de los riesgos que conlleva esta nueva patología de infantilismo, que en realidad es más vieja que el catarro, para el sistema inmunitario de nuestra propia identidad personal. ¿No podrían implementar, como dicen ellos, las medidas oportunas para que esa enfermedad infecciosa no se contagie a la sociedad?