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lunes, 11 de diciembre de 2023

Loa de la pereza

    Llegué a la loa de la pereza a través de una cita que pone Paul Lafargue al capítulo primero de “El derecho a la pereza”, cuya traducción estoy preparando, que se titulaba “Un dogma desastroso” en su segunda edición refiriéndose obviamente al trabajo. La cita eran los tres últimos versos de un Lied titulado Die Faulheit (La pereza o La holgazanería, o, más culto, la desidia, que era, si no recuerdo mal, uno de los siete pecados capitales junto con la lujuria, el ocio, la gula, la envidia, la avaricia y la soberbia) del poeta e ilustrado alemán Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781).
 
    Los versos, que Lafargue cita en francés, dicen así en su versión original: Laß uns faul in allen Sachen, / Nur nicht faul zu Lieb und Wein, / Nur nicht faul zur Faulheit sein, que yo traduzco directamente con alguna licencia: Seamos vagos en todo, / menos en vino y amor / y en ser vagos con tesón. 
 
Desidia (pereza), Pieter Brueghel el Viejo (1557)
 
     Lessing, abundando en el mismo motivo, compuso también este "Elogio de la pereza" (Lob der Faulheit), que ha sido musicado por Haydn: Faulheit, endlich muß ich dir / Auch ein kleines Loblied singen. /– O – – wie sau – – er – – wird es mir, – – / Dich – – nach Würden – – zu besingen! / Doch, ich will mein Bestes tun, / Nach der Arbeit ist gut ruhn. Höchstes Gut! wer dich nur hat, / Dessen ungestörtes Leben – – / Ach! – – ich – – gähn’ – – ich – – werde matt – – / Nun – – so – – magst du – – mir’s vergeben, / Daß ich dich nicht singen kann; / Du verhinderst mich ja dran.
 
 

 

    He aquí mi versión rítmica: Pereza al fin debo a ti / una alabanza cantarte. / ¡Di-fí-cil se me ha-ce a mí / co-mo es de-bi-do ensalzarte! / Pero lo haré lo mejor / parando tras la labor. / Bien supremo, quien te ha, / cuya vida sin tormento... / ¡Bos-te-zo y me can-so ya, / per-dó-na.me, lo siento, / no poderte yo cantar; / tú me impides empezar!

Desidia (pereza), según Pieter Bruegel el Viejo  Pieter van der Heyden (1558)


sábado, 26 de diciembre de 2020

Laurie Lipton o el triunfo de la Muerte

Grata sorpresa ha sido para mí descubrir la obra de la dibujante Laurie Lipton (nacida en 1960). Sus minuciosos cuadros en blanco y negro nos ayudan a ver la prolija realidad que ella refleja con una laboriosa minuciosidad, maestría y dominio de la técnica, y un gran sentido crítico que hace que su obra sea trascendente. Muchos de sus dibujos con sus característicos esqueletos omnipresentes recuerdan al óleo de Brueghel el Viejo “El triunfo de la muerte” que atesora el Museo del Prado.


 Triunfo de la Muerte, Brueghel el Viejo (1562)

Laurie Lipton, no obstante, no pinta al óleo, sino a lápiz. Sin embargo, ambos artistas vienen a decirnos que la muerte ha invadido el mundo, y de su imperio no se salva ni Dios, cuya defunción certificaría Nietzsche en Así hablaba Zaratustra: la señora inmortal de la guadaña a todos nos iguala, cercenando la vida tanto a los ricos como a los pobres.

 La artista trabajando en una de sus obras

Véase, por ejemplo, este cuadro titulado irónicamente “Felices”: Los esqueletos, todos iguales, todos muertos igual que nosotros, los vivos, llevan en sus manos teléfonos móviles con el icono sonriente de la estúpida felicidad en sus micropantallas. 


Los esqueletos son formas recurrentes en su obra, como en el lienzo del pintor flamenco que evocábamos al principio. Resulta curioso cómo a veces muestra a los vivos como esqueletos y a los muertos como si estuvieran vivos, como en esta Reunión donde la familia -esqueletos- vela al difunto de cuerpo presente todavía. 

 Reunión, Laurie Lipton (2008)

Orto de sus motivos recurrentes son los tubos y tuberías de misteriosas maquinarias que reflejan la complejidad tecnológica de la vida moderna y de las ciudades en las que sobrevivimos malviviendo.


La atracción que sienten algunos, dentro de lo que se llama la cultura popular,  en cines y pantallas televisivas hacia las series y películas de zombis, a raíz sobre todo de que George A. Romero lanzara en 1968 La noche de los muertos vivientes, refleja nuestra preocupación por el triunfo de la muerte: los zombis son muertos que están muy vivos, como los esqueletos de Laurie Lipton, unos seres violentos y antropófagos, que personifican la muerte que nos vive, el futuro que se come nuestro presente cotidiano y que se confunde de hecho con la vida, y viene a matarnos robándonos lo poco de ella que acaso nos quedaba.

Fábrica de la muerte, Laurie Lipton (2009)

La obra de Laurie Lipton puede contemplarse en las galerías ordenadas cronológicamente de su página electrónica, obra que hace pensar, lo que no es poco en estos críticos tiempos acríticos que corren, y no deja indiferente a nadie. Puede gustar más o menos o no gustar, puede resultar más o menos tétrica, pero su valor artístico, al margen de los gustos personales, es innegable, y su mensaje contundente.



lunes, 6 de julio de 2020

El Triunfo del Tiempo

En 1574 se publica el grabado de Peter Brueghel el Viejo titulado El Triunfo del Tiempo. Se trata de una alegoría, cuyas dimensiones son 21.2 por 30.4 cm, firmada abajo a la derecha como “Petrus Bruegel innuen”, y más a la derecha: “Ph[i]l[ip]s Galle | excudebat.” Me consta que hay al menos dos versiones prácticamente iguales de él, pero en la que vamos a llamar la primera, porque es la primera que vamos a considerar, más sencilla, figura la fecha de publicación en la parte inferior central, y hay una errata en los hexámetros latinos al pie del grabado agrupados en parejas de dos, concretamente en la cuarta palabra del primer verso, donde se lee “mucetum”, algo incomprensible; 


y la segunda versión, en que no figura la fecha de composición y en su lugar se lee la leyenda latina en letras capitales a modo de título, que enfatiza el poder destructivo del tiempo: TEMPVS OMNIA ET SINGVLA CONSVMENS (El tiempo consumiendo todas y cada una de las cosas). En esta segunda versión las alegorías de los doce signos zodiacales que rodean el globo terráqueo están acompañadas de su correspondiente símbolo astrológico, y además está corregida la errata y se lee claramente “inuectur”. 


Pasemos a la descripción del grabado. Sobre un fondo de un paisaje campestre pasa un cortejo.  

El cortejo, en primer plano: dos caballos, uno blanco, que representa el Sol, y otro negro, la Luna, tiran del  carro en forma de bote que soporta sobre dos ruedas un enorme globo terráqueo. Un anciano devora a un niño pequeño. Se trata de Saturno (griego Kronos) al que se ha identificado con el Tiempo (griego Chronos), sentado sobre un reloj de arena, devorando a uno de sus hijos y portando en la mano izquierda el uróboro, un círculo en forma de dragón o serpiente que se muerde la cola, (del griego οὐροβóρος/οὐρηβόρος adjetivo compuesto de οὐρά, 'cola' y βορός, 'voraz, glotón', que solía aplicarse a la palabra ὄφις, serpiente o a δράκων, dragón, símbolo muy antiguo, conocido ya por los egipcios, de la concepción cíclica del tiempo y del eterno retorno donde no hay principio ni fin). 

En la alegoría del Tiempo hay una contradicción evidente entre el símbolo de la eternidad que es el uróboro que porta en la mano y el reloj de arena sobre el que se sienta y el reloj mecánico que hay sobre su cabeza, la contradicción existente entre la representación cíclica del tiempo y la lineal. 

En el globo terráqueo están representados los doce símbolos del zodiaco. A los pies del anciano los signos zodiacales de aries y cáncer; siguiendo por la derecha hacia arriba: tauro, piscis, leo, acuario, escorpio; trepando por el árbol, libra, colgado del árbol. El signo de Libra, representado por la balanza, tiene, además, el significado añadido de símbolo de la justicia, aludiendo al fin del mundo y al juicio final. En orden descendente por la izquierda: virgo, géminis, capricornio y sagitario. 

Tras el carro cabalga la Muerte esquelética con su guadaña sobre lo que parece un asno, y tras ella y por encima de ella la personificación de la Fama, alada por aquello de “fama uolat” , montada sobre un elefante y tocando su trompeta. Está al final del cortejo porque es lo último que queda de nuestro paso por la Tierra. Pero también podría tratarse de un ángel apocalíptico que con el toque de trompeta anuncia el fin del mundo.

Presidiendo toda la composición, arriba, en el centro, vemos un moderno reloj mecánico con mecanismo de golpe colgado de un árbol que nace del propio globo terráqueo, que es el árbol de la vida. Este aparato que mide el tiempo contrasta con la dinámica del tiempo natural que se ejecuta cíclicamente sin descanso. 

A los pies del cortejo del Tiempo, la Muerte y la Fama, bajo las ruedas del carro, hay numerosos objetos que representan artes y oficios humanos. Ante el paso destructivo del Tiempo no queda nada de los ilustres o anónimos personajes que han utilizado esas cosas que vemos tiradas por el suelo: un sombrero de cardenal, un cetro, un casco, una corona real, instrumentos musicales, herramientas de labranza y otros utensilios. 

El paisaje campestre,  en segundo plano: Se trata de una secuencia que va de derecha a izquierda y que representa las cuatro estaciones. Puede dividirse, grosso modo, en dos mitades: a la izquierda la representación del invierno y el otoño, árboles muertos, mientras que a la derecha hay vegetación exuberante: el verano y la primavera. 

A la derecha vemos una plácida aldea con una iglesia. Detrás de una pareja, en lo que podría ser la plaza del pueblo, se alza un Árbol de Mayo (Maibaum), a cuyo alrededor hay gente bailando. Se trata de una fiesta popular alemana que nos sitúa en plena primavera, el día 30 de abril, cuando se celebra el comienzo del mes de mayo bailando en Alemania. El paisaje de la mitad derecha verano/primavera representa la vida. En contraste con la vegetación exuberante de la escena, vemos a la izquierda las ramas desnudas de los árboles del otoño; y tras el bosque otoñal una ciudad en llamas; además una embarcación parece hundirse en la costa. 

En esta parte izquierda nos hallamos ante la representación de la muerte. De hecho se podría decir que el grabado representa el triunfo del Tiempo sobre la vida, identificado prácticamente con la Muerte, pero también el triunfo de la Fama o de la Parca sobre la propia Muerte, dado que la Fama sería lo único que queda al fin y a la postre de nuestro paso por el mundo. 

En cuanto a los seis hexámetros latinos, una vez corregida la errata, leemos en la segunda versión : Solis equus, Lunaeque, inuectum quattuor Horis, | Signa per extenti duodena uolubilis Anni. | | Proripiunt Tempus: curru quod praepete secum | Cuncta rapit: Comiti Morti non rapta relinquens. | | Pone subit, cunctis rebus Fama una superstes, | Gaetulo boue uecta, implens clangoribus orbem. Que viene a decir más o menos literalmente en prosa: El caballo del Sol, y el de la Luna arrastran, llevado por las cuatro estaciones a través de los doce signos del año que gira a lo largo, al Tiempo, que arrebata en su carro veloz todas las cosas, dejando lo que no ha arrebatado a la Muerte que lo acompaña. Marcha detrás la única que sobrevive a todas las cosas, la Fama, montada sobre un elefante, llenando el mundo con los sones de su trompeta. Y en verso, con una sintaxis más violenta pero más literal, podrían quedar así: Sol y la Luna a caballo, llevado con cuatro estaciones / entre los doce signos del año que gira a lo largo, / llevan al Tiempo, que todo en su rápido carro consigo / roba, dejando a la Muerte que sigue lo no rapiñado./ Marcha la Fama detrás, de las cosas la sola que vive,/ sobre elefante montada, llenando el mundo de ruidos.