Grata sorpresa ha sido para mí descubrir la obra de la dibujante Laurie Lipton (nacida en 1960). Sus minuciosos cuadros en blanco y negro nos ayudan a ver la prolija realidad que ella refleja con una laboriosa minuciosidad, maestría y dominio de la técnica, y un gran sentido crítico que hace que su obra sea trascendente. Muchos de sus dibujos con sus característicos esqueletos omnipresentes recuerdan al óleo de Brueghel el Viejo “El triunfo de la muerte” que atesora el Museo del Prado.
Triunfo de la Muerte, Brueghel el Viejo (1562)
Laurie
Lipton, no obstante, no pinta al óleo, sino a lápiz. Sin embargo, ambos
artistas vienen a decirnos que la muerte ha invadido el mundo, y de su imperio
no se salva ni Dios, cuya defunción certificaría Nietzsche en Así hablaba Zaratustra: la señora inmortal de la guadaña a todos nos iguala, cercenando la vida tanto a los ricos como a los pobres.
La artista trabajando en una de sus obras
Véase,
por ejemplo, este cuadro titulado irónicamente “Felices”: Los esqueletos, todos
iguales, todos muertos igual que nosotros, los vivos, llevan en sus manos teléfonos móviles con el icono sonriente de
la estúpida felicidad en sus micropantallas.
Los
esqueletos son formas recurrentes en su obra, como en el lienzo del pintor
flamenco que evocábamos al principio. Resulta curioso cómo a veces muestra a
los vivos como esqueletos y a los muertos como si estuvieran vivos, como
en esta Reunión donde la familia -esqueletos- vela al difunto de cuerpo presente todavía.
Reunión, Laurie Lipton (2008)
Orto
de sus motivos recurrentes son los tubos y tuberías de misteriosas maquinarias que reflejan la complejidad tecnológica
de la vida moderna y de las ciudades en las que sobrevivimos malviviendo.
La
atracción que sienten algunos, dentro de lo que se llama la cultura
popular, en cines y pantallas televisivas hacia las series y películas de zombis,
a raíz sobre todo de que George A. Romero lanzara en 1968 La noche de los
muertos vivientes, refleja nuestra preocupación por el
triunfo de la muerte: los zombis son muertos que están muy vivos, como
los esqueletos de Laurie Lipton,
unos seres violentos y antropófagos, que personifican la muerte que nos
vive, el futuro que se come nuestro presente cotidiano y que se confunde
de hecho con la vida, y viene
a matarnos robándonos lo poco de ella que acaso nos quedaba.
Fábrica de la muerte, Laurie Lipton (2009)
La
obra de Laurie Lipton puede contemplarse en las galerías ordenadas
cronológicamente de su página
electrónica, obra
que hace pensar, lo que no
es poco en estos críticos tiempos acríticos que corren, y no deja
indiferente a nadie. Puede gustar más o menos o no gustar, puede
resultar más o menos tétrica, pero su valor artístico, al margen de los
gustos personales, es innegable, y su mensaje contundente.