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miércoles, 8 de julio de 2020

Polémico Ovidio

Estos versos, tomados del Ars amatoria o Arte de amar, libro I, 673-680, del poeta Publio Ovidio Nasón, son sin duda polémicos: uim licet appelles: grata est uis ita puellis; /  quod iuuat, inuitae saepe dedisse volunt. / quaecumque est Veneris subita uiolata rapina, / gaudet, et inprobitas muneris instar habet. at quae, cum posset cogi, non tacta recessit, / ut simulet uoltu gaudia, tristis erit. / uim passa est Phoebe, uis est allata sorori; / et gratus raptae raptor uterque fuit. Aunque lo llames violencia, a ellas les va esa violencia. / Quieren darse a pesar suyo a menudo a placer. /  Toda mujer violada en un pasional arrebato goza, / y tal vejación tiene el cariz del favor. / Mas la que pudo haber sido forzada e intacta saliera, / aunque simule en su faz gozo, se entristecerá. / Febe violencia sufrió, violencia se le hizo a su hermana; / uno y otro raptor grato a su víctima fue.   (Alude el poeta aquí a Febe e Hilaíra, las hijas de Leucipo, que fueron raptadas y forzadas por sus primos los Dioscuros, los hijos de Zeus y de Leda,  Cástor y Pólux).   

La traducción en prosa de  Vicente Cristóbal López publicada por Gredos dice así:  "Aunque le des el nombre de violencia: a las mujeres les gusta esa clase de violencia; lo que les produce placer, desean darlo muchas veces obligadas por la fuerza. Todas se alegran de haber sido violadas en un arrebato imprevisto de pasión y consideran como un regalo esa desvergüenza. Por el contrario la que, pudiendo haber sido forzada, se retira intacta, aunque finja alegría en su rostro, estará triste. Febe sufrió violencia y violencia le fue hecha a su hermana, pero ambos violadores resultaron del agrado de las violadas". 

Rapto de las hijas de Leucipo, Peter Paul Rubens (1616)

Según Ovidio en esos cuatro dísticos elegíacos toda mujer que ha sido forzada en un pasional arrebato, o, literalmente, en “súbito rapto de Venus”, como dice él, donde la mención de la diosa alude a la pasión sexual o afrodisíaca que infunde, experimenta placer -gaudet, goza-, y siente la vejación (inprobitas, en latín, con la negación in- incorporada, es decir, la falta de bondad, el deshonor o la deshonra que se le ha infligido) como si se le hiciera un favor, a modo de regalo u homenaje. Y la que pudiendo haber sido violada no lo fue, aunque finja alegría, estará triste en el fondo de su alma. En el primer verso deja claro que esa violencia les es grata a las mujeres: "grata est uis ita puellis".

Pero es aquí donde se produce un conflicto: por un lado se dice que la víctima de la violación goza físicamente, y por otro lado se califica esa violación, ese rapto de Venus -que conlleva violencia del violador y sumisión de la víctima- como una in-probitas, es decir, una deshonra, un hecho moralmente reprobable. 

¿Está justificando Ovidio la violación de la mujer? ¿El hecho de que la mujer forzada goce justifica moralmente la violación? Hay algo más importante que el goce físico, que es la "probitas", la moralidad que lo censura como severo juez y lo califica de inmoral. El goce no justifica la violación, cuando ese disfrute puede ser muchísimo más gozoso si no es arrebatado, y no media la violencia. 

El rapto de las sabinas, Picasso (1963)

Se trata, efectivamente, de un caso ejemplar, un tanto extremo, si se quiere, pero revelador del horror que esconde la normalidad: todos somos víctimas de un sistema que nos obliga a negar el placer y a trabajar, por ejemplo, para ganarnos la vida, entrando por el aro del orden establecido como fierecillas domadas, reprimiendo nuestros deseos, cosa que solemos hacer de dos maneras: aceptando sin rechistar la realidad, e incluso hallando cierto gozo masoquista en la sumisión, o rebelarnos contra ella. Pero tanto en uno como en otro caso la violación, la violencia ejecutora del Poder es intolerable, y nuestra sumisión no la legitima. 

En 1925, Sigmund Freud publica un artículo títulado «La negación», “Die Verneinigung” en la lengua de Goethe, donde plantea una tesis sencilla: «La negación», afirma Freud, «es una forma de alzar constancia de lo reprimido». Es decir que si la mujer dice que no quiere, eso no significa que no lo desee, sino que, secretamente está deseándolo. Todo «no» es, de algún modo, un «sí». Y a la inversa. En cada «sí» que pronunciamos, hay un «no» protectoramente camuflado.

¿Qué les sucedió a Febe y a Hilaíra, las hijas de Leucipo, después de raptadas por los gemelos? Pues que se enamoraron -amor caecus est- de sus primos Cástor y Pólux. Esta actitud de “amistad con el agresor” tiene sin duda algo que ver con el llamado síndrome de Estocolmo del que hablan los curanderos de almas, en el que la víctima del secuestro acaba comprendiendo, perdonando y aun queriendo a su secuestrador.