Cicerón
en su tratado teológico De natura deorum (libro II, capítulo 25)
afirma: "(Hablando de Saturno, al que los griegos denominaron) ...Krónos, que es lo mismo que chrónos,
esto es, espacio de tiempo)." Para un romano culto como Cicerón la
confusión de estas dos palabras inicialmente distintas, la primera un nombre propio y la segunda común, era patente por la
práctica homofonía si se exceptúa la ligera aspiración del término
griego chrónos que lo diferencia de crónos, que no la tiene.
Una ilustración de Vicenzo Cartari
1615 en Las verdaderas y nuevas imágenes de los dioses de los
antiguos muestra la conflación entre Saturno y el Padre Tiempo. Tienen en común que ambos están desnudos, ambos están de pie y ambos tienen barba. Crono/Saturno, a la izquierda, está caracterizado con la hoz que le dió su madre Gea/Tierra, símbolo sin duda agrícola de poda de cultivos, especialmente de la viña, y de cosecha de cereales, por lo que simboliza el paso de una sociedad paleolítica de cazadores-recolectores nómadas a otra neolítica de agricultores-ganaderos sedentarios, con la que castró
a Urano, y Tiempo, a su derecha, por el doble par de alas a sus espaldas. Gracias a
esta fusión el tiempo adquirirá la hoz o guadaña en otras
versiones y será sinónimo de destrucción y muerte. (Y, andando el tiempo, nunca mejor dicho, la hoz, convertida en guadaña, será símbolo de la Parca, o sea, de la Muerte medieval).
En griego tenemos dos palabras para referirnos al tiempo aión (eón o aión, αἰών, en griego arcaico αἰϝών) y chrónos, similares a las latinas aeuom y tempus
respectivamente: la primera representa el tiempo como eternidad, como
algo continuo y eterno, y la segunda como algo discontinuo y propiamente
temporal. El tiempo era un dios bicéfalo o bifronte, como un Jano
romano, el dios de las puertas, que abre el calendario y da nombre al
mes de enero (Ianuarius), que mira hacia el pasado y el futuro. Esta distinción entre palabras se ha perdido en las lenguas
modernas, donde solo disponemos de una para referirnos a dos cosas muy
distintas entre sí: tiempo, time, temps, Zeit...
Saturno,
identificado ya como dios del Tiempo, aparece en una ilustración de Cartari con el uróboro o
serpiente que se muerde la cola que representa la eternidad o tiempo
cíclico, es decir, como Aión/Eón más que como Chrónos.
Con la identificación de Crónos
(Saturno) con Chrónos (el tiempo), aparece el tiempo propiamente
dicho. En el relato de la Edad de Oro de Ovidio, cuando reinaba
Saturno, no había propiamente tiempo, pero, una vez destronado este
por su hijo Júpiter o sea Jove, hace su aparición propiamente el
año con sus cuatro estaciones en la Edad de Plata: Luego que el
mundo, echando a Saturno al lóbrego Tártaro, / era de Júpiter,
hubo la raza de plata llegado / que era más vil que la de oro, más
noble que el bronce arrubiado. / Jove restó duración al vernal buen
tiempo de antaño, / y entre inviernos y estíos y otoños
desigualados / y una fugaz primavera, partió en cuatro tramos el
año. (Metamorfosis I,
vv.113-118).
Saturno
ha desaparecido, y con él la Edad de Oro, que los romanos intentaban recuperar periódicamente en las fiestas saturnales, y, con su desaparición,
aparece el Tiempo, es decir, Crónos se convierte en
Chrónos, el portador del tiempo cronometrado.
Es como si hubiera sufrido una metamorfosis para convertirse en lo
que no era. Crónos impedía que el tiempo se dividiera en tramos,
Chrónos ha traído el calendario al mundo, y con él, somos expulsados del paraíso de la Edad de Oro y
condenados al tiempo, representado a veces como un can Cérbero
tricéfalo que mira al pasado, presente y futuro. Hemos entrado en la historia.