lunes, 29 de abril de 2024
"La vraie vie est absente"
viernes, 20 de mayo de 2022
Más ocurrencias ajenas expropiadas
Andrés Rábago, alias El Roto, publica en la prensa diaria una serie de viñetas titulada Los desastres de la guerra, que nos recuerdan por su temática los grabados homónimos de Goya.
Presenta en blanco y negro, como es habitual en él, con unas manchas de rojo de sangre en este caso en pecho y mano, un soldado muerto con casco y rifle: El texto dice: Murió por una causa que nunca entendió. Murió sin entender por qué razón moría, como nos pasa casi siempre a todos y cada uno de nosotros.
Al mismo tiempo, los periódicos del régimen cuentan que la guerra de Ucrania de la que nos informan puntualmente todos los días, como la orgüeliana guerra de Eurasia de la novela 1984, que es el año de la era cristiana en el que vivimos ahora, pese a que el calendario diga que estamos en 2022, se cronifica, es decir se hace crónica, como si se tratara de una enfermedad recurrente, como una rutina, como la propia paz, que es el reverso amable y políticamente correcto de la misma moneda de la guerra.
Podríamos, imitando a Andrés Rábago, alias el Roto, hablar de los desastres de la paz, y colocar en la lápida de cualquier tumba, a modo de epitafio, ese mismo texto: "Murió por una causa que nunca entendió".
La imagen del soldado muerto de El Roto, por otra parte, me trae a la memoria el soneto de Arthur Rimbaud El durmiente del valle, el verso "Cada cual con su muerto carga a cuestas" que se nos ocurrió a propósito de él, y el lienzo de Courbet en el que un hombre herido, parece que sueña y duerme plácidamente.
El hombre herido, Gustave Courbet (1840)
He aquí la recreación musical y la paráfrasis que hace del poema en español el cantante Pedro Guerra:
oOo
Un fragmento de Guerra y paz de Tolstoi
El príncipe se siente a un tiempo alegre y afligido por la contradicción que experimentaba entre su anhelo de algo infinitamente grande e indeterminado y la sensación de que él era un ser limitado y corpóreo, como también Natasha, a la que oía cantar acompañándose con el clavicordio: la contradicción de algo grande e indeterminado y la sensación de ser un ser limitado.
miércoles, 22 de septiembre de 2021
El durmiente del valle
Un soneto de Rimbaud me fascinó desde la primera vez que lo leí. He intentado varias veces traducirlo al español y tratado de reproducir su ritmo, su música. En cuanto a la letra, me he separado a veces mucho del original (ya se sabe: traduttore, traditore: 'traductor, traidor'); por ejemplo, en el verso 12, donde el poeta de Charleville dice: Les parfums ne font pas frisonner sa narine ("los perfumes no hacen estremecerse la ventana de su nariz"), yo, obligado por el alejandrino partido en sus dos hemistiquios y la rima en "ío" que me había impuesto hice este hallazgo: "No le dan los perfumes ningún escalofrío".
De verdor hay un hoyo
donde un riachuelo canta
Añadiendo a las hierbas locamente desmayos
De plata; donde el Sol, de la montaña tanta,
Brilla; es un vallecito que hace espuma de rayos.
Boquiabierto, un soldado joven,
casco caído,
Y bañándose en fresco berro azul su testuz,
Duerme; en la hierba, al aire libre, está tendido,
Blanco en su lecho verde, donde llueve la luz.
Los pies entre los lirios, duerme.
Está risueño
Cual sonreiría un niño enfermo, echa un sueño:
Naturaleza, mécelo cálida; tiene frío.
No le dan los perfumes ningún
escalofrío;
Está durmiendo al sol, la mano sobre el pecho
manso. Dos hoyos rojos tiene en costal derecho.
El hombre herido, Gustave Courbet (1840)
La traducción, a veces,
nos obliga a crear, o, mejor dicho, a recrear lo que otros han creado
antes. En este caso se trata de un espléndido poema con un final inesperado: En el último verso del soneto descubrimos que el soldado que creíamos vivo, durmiendo plácidamente al sol tal
vez una siesta en mitad de una naturaleza idílica con la mano sobre el pecho, está en realidad muerto, como el hombre herido que pintó Courbet treinta años antes de que Rimbaud escribiera este espléndido soneto a los dieciséis años, como
cualquiera de nosotros mismos, muertos en vida.