sábado, 29 de febrero de 2020

Lectura política del evangelio según san Lucas

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18, 11): ὁ Φαρισαῖος σταθεὶς ταῦτα πρὸς ἑαυτὸν προσηύχετο Ὁ Θεός, εὐχαριστῶ σοι ὅτι οὐκ εἰμὶ ὥσπερ οἱ λοιποὶ τῶν ἀνθρώπων, ἅρπαγες, ἄδικοι, μοιχοί, ἢ καὶ ὡς οὗτος ὁ τελώνης· 

Versión Vulgata: Pharisaeus stans haec apud se orabat: Deus gratias ago tibi quia non sum sicut ceteri hominum raptores iniusti adulteri uel ut etiam hic publicanus.

Traducción a la lengua de Cervantes: El fariseo oraba de pie para sí de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como este publicano tampoco. 

La moral del fariseo consiste en definirse como bueno por contraposición a los demás, que considera malos. El fariseo necesita que los demás sean malvados para erigirse él como bueno. Construye su bondad no sobre méritos propios, sino sobre la maldad ajena. 

El fariseo y el publicano, Anton Robert Leinbewer (1845-1921)

El fariseo te dice yo soy mejor que tú porque yo no soy como tú, que eres malo. El fariseo da gracias a Dios por ser así, pero en realidad se está dando gracias a sí mismo, se está divinizando y considerando divino él mismo por ser como es, es decir, por no ser como el otro, que es el malo, cuando en realidad él es igual o peor que el otro. 

El fariseo fundamenta su identidad negando la de los otros. Es algo habitual en política donde los unos se definen en relación contraria con los otros. El malo es el otro, porque es otro: sobre él proyectamos nuestros demonios interiores. El héroe necesita crear el trampantojo del monstruo para justificar su existencia liberándonos de él heroicamente.  

Llevemos la parábola al terreno político. Un Estado, por ejemplo, que en algún momento de su historia ha sido fascista, puede asimilar sin ningún problema ahora el antifascismo y fortalecerse con poderes extraordinarios gracias a esa asimilación, creando así una casta dirigente que se considera superior a los gobernados gracias a su pedigrí antifascista. 

Para lo cual es menester que el propio Estado avive el fantasma del fascismo, igual que hace la psiquiatría, que genera las enfermedades y trastornos mentales que dice combatir con psicoterapia y psicofármacos. El Estado necesita crear un enemigo inexistente, histórico, para enfrentarse a él por contraposición, cuando el auténtico enemigo es el propio Estado.

A moro muerto, gran lanzada. Dice el refrán que hace referencia a la cobardía inherente al que aparenta un gran mérito -esa es la gran lanzada- por atacar a un enemigo que ya está vencido, neutralizado, muerto, pero que resucitamos para celebrar nuestra heroica y ridícula hazaña.

viernes, 28 de febrero de 2020

Breve mensajería de texto (I)

De re publica

La consigna nacionaliega "El país cántabru pa'l pueblu cántabru" equivale a "¡Santiago y cierra, Cantabria!" y vale lo mismo que "España pa' los españoles".

El gobierno democrático encarna la soberanía popular, pero el pueblo no existe, es un invento y entelequia del propio gobierno que así justifica su existencia. 

Que nadie se llame a engaño: la democracia es el sistema perfecto de dominación del pueblo con su consentimiento y colaboración, la pluscuamperfecta dictadura.

Una cosa es el pueblo, que no existe y es un invento del gobierno, y otra cosa son las naciones, que sí existen, como los gobiernos, y que son cárceles humanas. 

 De Theocrito Syracusano
Bucólico e idílico son términos que evocan un paraje ameno lejos del mundanal ruido, donde malenamorados pastores cantan y conjuran así las heridas del amor.

¿Qué cantan los pastores de Teócrito de Siracusa? Cantan cual roncas cigarras, porque así espantan el mal de amor, la recurrente y monótona canción del desamor. 

"El cabrero, al ver sus cabras, cómo copulan, / baña sus ojos en llanto, porque él no es macho cabrío" -una idílica y erótica escena de Teócrito de Siracusa. 

 


De sancto Hieronymo
(San Jerónimo) Sagitta in lapidem numquam figitur, interdum resiliens percutit dirigentem. La flecha nunca se clava en roca, a veces hiere de rebote al arquero. 

La flecha nunca se clava en la roca, a veces rebotando hiere al que la dispara, volviendo al origen cual bumerán, por la resiliencia de la flecha y de la roca. 

Varia uariorum
Una vez alguien me dijo: Sé tú mismo. Yo le respondí: De acuerdo, pero ¿quién soy yo mismo? ¿Cómo serlo desconociendo como desconozco de verdad mi identidad? 

El famélico asno de Buridán, no sabiendo cuál de los dos montones equidistantes de heno elegir, se quedó paralizado y de resultas de ello falleció de inanición. 

Todo soldado lleva un bastón de mariscal en su cartuchera, porque cualquiera puede aspirar, haciéndose a sí mismo, al sueño americano de la más alta graduación. 

¡Senectud, divino tesoro! Plateadas ya las sienes, la frente surcada de arrugas, la papada colgando del mentón como la de los bueyes, y las cosas... olvidadas. 


Miles de turistas peregrinan a la Ciudad Eterna no para visitarla, conocerla o admirarla, sino para retratarse en ella y publicar sus fotografías en las redes. 

Escribe Samuel Butler en "Erewhon" que la mayoría de los que comúnmente se dice que han muerto no han nacido nunca, -no han logrado vivir, hay que interpretar. 

Hay un virus patógeno más virulento y viral que ningún otro: el miedo vírico, que hace que cunda el pánico y se viralice a través de los mass media y de la Red.

jueves, 27 de febrero de 2020

El cosmos y el caos

Durante mucho tiempo creí, ingenuo de mí, que existía un orden total en el universo que Dios había creado que se basaba en la teoría de que todo respondía a una relación de causa a efecto. De hecho, impregnado de esa obsesión, lo reducía todo a causas y a efectos, lo que llevado al terreno moral creaba en mí el concepto y sentimiento de “culpa” y de responsabilidad jurídica. 

¿No era esta la forma ortodoxa de ver la realidad? Sin embargo, poco a poco he ido desengañándome, perdiendo la fe, descreyendo de las verdades que me inculcaron y en las que creía, aprendiendo a ver las cosas de otra forma, lejos del dualismo maniqueo de términos que se oponen. 

Así en vez de ver el orden, por un lado, de la creación y por otro el desorden que lo amenaza, como hacía antes, veo ahora el orden dentro del desorden, el caos dentro del cosmos, por decirlo con palabras griegas, porque no mantengo un pensamiento dual que opone dos términos antitéticos bueno/malo, blanco/negro, cosmos/caos… lo que no deja de ser un reduccionismo a una dicotomía intolerable, sino que ahora veo lo uno dentro de lo otro.


No creo ya que el Sistema político, económico, social en el que vivimos inmersos, como quieren hacernos creer, el mundo en definitiva, esté amenazado por ningún virus o caos total exterior de origen terrorista y anarquista que intente destruirlo, sino que constato y reconozco que el caos no está fuera del sistema, el caos es este sistema caótico todo: un caos cósmico o, si lo prefieren, tanto monta, un cosmos caótico. 

Es probable que jamás estemos en condiciones de obtener una verdad total sobre nuestro mundo. O, por lo menos, que cuanto más avancemos en el conocimiento, más nos demos cuenta de las limitaciones de nuestra vastísima ignorancia. 

Ya lo dijo el oráculo de Delfos: El hombre más sabio del mundo era un tal Sócrates. El primer sorprendido fue él mismo, hasta que descubrió en qué consistía su sabiduría: “Solo sé que no sé nada”.

miércoles, 26 de febrero de 2020

Seguidillas para Federico García Lorca

¿Dónde encontrará su hora, 
verde aceituna? 
¿Dónde a la negra Parca, 
su última Musa? 

¿Dónde hallará la muerte
 si no en Granada, 
donde escupe el fusil
rabia de balas?

Le entran en el costado
cuatro puñales
dando en claveles rienda
suelta a la sangre; 

cruz de cuatro balazos
que se le clavan
y hunden entre las telas
rotas del alma. 



Han matado al chiquillo,
y hecho un hombre;
malditos asesinos, 
no tienen nombre. 

Se tiñen los alcores 
de roja sangre: 
la negra tierra, herida, 
abre sus carnes. 

Ya se viste la lira
toda de luto
y en el silencio se hunde, 
crótalo oscuro. 

Llora la seguidilla. 
Las plañideras
mudas de espanto mesan
sus cabelleras: 

Que han fusilado a Lorca, 
allá, en España, 
donde pintan ahora 
bastos y espadas.

martes, 25 de febrero de 2020

Resiliencia

Hace tiempo que vengo tropezándome con el anglicismo resiliencia, adaptación de resilience y resiliency en la lengua del Imperio, utilizado ya por Francis Bacon en 1625 y aplicado en física, biología, psicología, ecología, donde se habla de la resiliencia de los ecosistemas, sociología e historia. 

Llegó a la lengua de Shakespeare a través del francés, donde résiler hacia 1501 y résilier hacia 1641 significaban rescindir un contrato, echar algo hacia atrás

Pero el origen del término, en todo caso, es latino, formado como está a partir del verbo resilire, compuesto del prefijo re-,  que indica repetición e insistencia, y el verbo silire (formado sobre salire con apofonía vocálica), saltar, el sufijo de agente -nt-, y el sufijo que indica cualidad -ia, de modo que en latín significaba capacidad de saltar hacia atrás, de reaccionar retirándose y replegándose.

El diccionario de la Academia recoge dos acepciones de este término: En primer lugar Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos, y en segundo lugar Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido


Según leo en la inevitable Güiquipedia, el sustantivo se aplica en esta segunda acepción sobre todo a la capacidad que tiene el acero de recuperar su forma inicial a pesar de los golpes que pueda recibir y los esfuerzos que puedan hacerse para deformarlo.

En cuanto al primer significado, se aplica en psicología y ciencias sociales para referirse a la capacidad que tienen algunas personas de sobreponerse a situaciones extremas y a no verse afectadas por ellas. Me extraña esta acepción ya que, según la etimología latina, la resiliencia sería la huida, no el enfrentamiento a situaciones adversas. Es decir, el hecho de que no nos afecte algo y nos „rebote“ se debe a nuestra capacidad para evitarlo. 

En latín hay muchos usos de este verbo, obviamente. Me quedo con este precioso ejemplo de san Jerónimo que aparece en una epístola a un tal Nepociano, donde le dice: Una flecha nunca se clava en una roca (sagitta in lapidem numquam figitur), a veces de rebote (interdum resiliens) hiere al que la ha lanzado (percutit dirigentem). El santo aplica el participio resiliens, como verbo intransitivo y de movimiento que es,  a la flecha (sagitta) y no a la roca (lapidem), porque lo utiliza en su sentido primario de rebotando, saltando hacia atrás.

Sin embargo, los usos modernos de este término insisten más bien en la idea de resistencia y de capacidad de recuperación ante una agresión, propia de la piedra, que rechaza el flechazo haciendo que reverbere y repercuta sobre el emisor. Han cargado el verbo original de transitividad, haciendo que signifique no ya "saltar hacia atrás", sino "hacer saltar hacia atrás".

El verbo simple salire y su compuesto resilire son habitualmente intransitivos en latín, pero pueden utilizarse como transitivos, añadiéndoles un complemento directo semántico, como sucede en español con saltar, normalmente intransitivo, pero susceptible de transitividad como en saltar una valla, donde adquiere el significado de franquear o superar un obstáculo.

En el ejemplo citado, la resiliencia de la flecha consiste en retornar intransitivamente como un bumerán a quien la ha disparado, mientras que en los usos modernos del término la resiliencia se la aplicaríamos a la roca, que dura como una piedra, nunca mejor dicho, rechaza transitivamente la agresión del dardo desviándolo hacia su emisor.

lunes, 24 de febrero de 2020

¡Abróchate el cinturón!

La Dirección General de Tráfico (DGT) del reino de las Españas, dependiente del Ministerio del Interior, nos da un consejo paternalista. Saca la foto del perfil de una persona sentada, a la que no se le ve la cara, que es el espejo del alma, sino sólo parte del torso y de las piernas formando un ángulo recto, que representa al conductor de un vehículo sentado, aunque también podría ser el copiloto o cualquier pasajero, abrochado al cinturón de seguridad, sobre el que puede leerse en letras mayúsculas la leyenda: ABRÓCHATE A LA VIDA. 

El mensaje de texto del organismo que regula el tráfico rodado es el siguiente: “El cinturón de seguridad reduce a más de la mitad la mortalidad en caso de accidente”. Pues bien, lo que dice la DGT y el Ministerio del Interior en su nombre es mentira, así de sencillo: ¡mentira! No es cierta la ecuación que se establece de un modo sibilino entre “seguridad” y “vida”. La vida puede ser cualquier cosa, lo que se quiera, menos segura. 



Y la seguridad se parece más a la muerte que a la vida. Por algo dice la gente a veces que no hay nada más seguro que la muerte. Y en ese sentido podríamos establecer la ecuación contraria: abrocharse al cinturón de seguridad implica abrocharse a la muerte (ojo al dato: seis mil muertos y numerosos heridos anuales en las cunetas españolas al año). La Dirección General de Tráfico, bajo el imperativo de ponernos el cinturón de castidad “por nuestro propio bien”, nos está invitando a montar en automóvil. 

Da por hecho que lo hacemos y que vamos a seguir haciéndolo. El consejo con el que yo contraatacaría desde aquí es el siguiente: DESABRÓCHATE EL CINTURÓN. NO TE ABROCHES A LA MUERTE. Pero no te estoy invitando a contravenir la legalidad, lo que resulta bastante obediente por otra parte, y no deja de ser una forma de sumisión, por la que pueden multarte si te traban: estoy invitándote a la desobediencia cívica y civilizada más activa: no te subas a un auto personal -ni siquiera al tuyo- ni harto de grifa, y trata de huir de ellos y de las carreteras por donde pasan como de la peste: son peores que el caballo de Atila que por donde pisaba, como se sabe, no volvía a crecer la hierba.

La DGT nunca cuestionará el tráfico rodado en sí, que es lo que cualquier persona sensata haría, sino que, dándolo por hecho consumado, pretende regularlo a fin de mejorarlo: que no conduzcamos borrachos ni bajo los efectos de ninguna sustancia ilegal, que no conduzcamos somnolientos, sino que conduzcamos en “buenas”, en las mejores condiciones. No nos da el consejo más sabio: que no conduzcamos ni nos dejemos conducir en los ataúdes rodantes que son los automóviles, auténticos coches fúnebres. 

El automóvil conduce inexorablemente al suicidio ecológico por agotamiento de los recursos naturales necesarios para su producción, así como por sus múltiples poluciones y contaminaciones: por la necesidad no ya de una red de carreteras siempre insuficientes sino de autovías y autopistas, así como de aparcamientos, lo que implica asfalto y más asfalto, chapapote en suma. Pero el automóvil provoca una muerte cada hora y media en España, y numerosos heridos graves y traumatizados con lesiones irreversibles. 

¿Por qué nadie nos dice que podemos sustituir el automóvil con la marcha a pie, la bicicleta o los transportes públicos como trenes, tranvías, metros y, en el caso de que estos sean insuficientes, autobuses, que suelen llegar a donde no llega el ferrocarril? Porque no interesa, porque el automóvil produce intereses -económicos, claro, y políticos, también, y sociales, crea puestos de trabajo y mercado... 

No deja de ser una decisión sabia la de vivir en un sitio donde por la proximidad a los centros neurálgicos de estudio donde no se aprende nada, de trabajo donde lo único que hacemos es perder el tiempo convirtiendo la vida en jornadas laborales o de comercio donde comulgamos con los bienes de consumo que no necesitamos, centros comerciales que son los auténticos templos de la moderna religión, no necesitemos automóvil para trasladarnos, pudiendo hacerlo a pie por nuestros propios medios. 

Se me puede objetar que eso condicionará mucho nuestra libertad, argumentando que no podremos nunca vivir donde nos dé la gana, cosa que podríamos hacer tranquilamente disponiendo de un automóvil... Pero el razonamiento se vuelve contra sí mismo a poco que se lo deje, porque pasaríamos a depender totalmente del vehículo rodante para nuestros desplazamientos. 

Viviendo donde quisiéramos, preservaríamos nuestra libertad de elección de hábitat, pero subordinaríamos nuestra libertad de movimiento al automóvil y al combustible necesario para que funcione y a todo lo que significa y conlleva, recayendo en el siguiente círculo vicioso: “Necesito doce mil euros tirando por lo bajo para comprarme un coche. -¿Para qué necesitas un coche? - Para ir a trabajar. -¿Para qué necesitas trabajar? -Para pagar el coche que me lleve al trabajo.” La pescadilla que se muerde la propia cola.

domingo, 23 de febrero de 2020

Traduttore, traditore

En la transmisión y traducción de los textos clásicos se ha aplicado no pocas veces la censura, tratando cuando no  de suavizar expresiones o palabras malsonantes de escenas de contenido sexual sobre todo. El traductor, desde el momento en que no era fiel al texto original, se convertía en un traidor, que es lo que sugiere el dicho italiano traduttore, traditore

Se preparaban así en Francia las traducciones censuradas que se consideraban convenientes para la educación ad usum Delphini, para que pudiera leerlas el delfín, es decir, el hijo de Luis XIV. Eran textos clásicos grecolatinos, sí, de los que se había eliminado cualquier pasaje o expresión que se considerara escabrosa o inapropiada. Los textos así expurgados fueron utilizados en las escuelas para la formación de las nuevas generaciones, por lo que las ediciones ad usum Delphini pasaron a ser ad usum scholarum, para uso de las escuelas y todos los alumnos. 

Un ejemplo donde se ha ocultado un pasaje escabroso de contenido sexual son los versos 41 y 42 del Idilio V de Teócrito de Siracusa,  creador de la poesía pastoril, no tan bucólica ni tan idílica como nos han hecho creer a menudo, en los que el cabrero Comatas le pregunta al joven ovejero Lacón si ya no recuerda el episodio de su iniciación amorosa a cargo de él: ἁνίκ' ἐπύγιζόν τυ, τὺ δ' ἄλγεες· αἱ δὲ χίμαιραι / αἵδε κατεβληχῶντο, καὶ ὁ τράγος αὐτὰς ἐτρύπη.  


Ya el Diccionario de griego-francés de Anatole Bailly traduce el verbo πυγίζω como faire des obscenités, velando pudorosamente su significado, aunque lo relaciona etimológicamente con πυγή, que es el nombre de las nalgas, por lo que podemos sospechar o intuir alguna relación entre ambos conceptos. 

La traducción castellana de don José Antonio Conde, publicada en 1796, recoge en dos hendecasílabos y medio la escena convenientemente expurgada que reflejan los dos hexámetros de Teócrito: Cuando yo te burlaba, y te quejabas, / y balaban las cabras que seguidas / eran del macho... De los cuatro verbos los únicos que podemos considerar traducidos literalmente son te quejabas y balaban las cabras, porque yo te burlaba y (cabras) seguidas / eran del macho ocultan la relación sexual entre los dos pastores en el primer caso y la monta del rebaño en el segundo, quizá sugerida por los puntos suspensivos. 


 

En una traducción española publicada en la Red, cuya autoría y fecha de publicación desconozco, puede leerse la siguiente versión(?) del verso 42 que tiene su gracia, si no fuera disparatada, por la sugerente imagen que trasmite del carnero: Las cabras nos rodearon, y el carnero estaba de pie sobre sus patas traseras.

Las versiones ad usum Delphini o ad usum scholarum no se han dado solo en francés y en castellano. Si tomamos la traducción inglesa de este mismo pasaje de A. S. F. Gow (1952) para la Oxford Classical Texts, vemos que vierte en latín, eso sí literalmente, pero sólo comprensible para los entendidos, los versos escabrosos: Vbi te paedicabam tuque dolebas; capellae autem balabant et a capro penetrabantur.

La traducción inglesa, sin embargo, de Neil Hopkinson que la Loeb Classical Library publicó en 2015 es ya fiel al original: When I was buggering you, and you were in pain; and these sheep were bleating at you, and the ram mountend them.

La traducción catalana de Josep Alsina publicada por la Fundaciò Bernat Metge en Barcelona en 1961 hacía lo mismo que la inglesa de Gow, verter al latín el pasaje: Cum ego te paedicabam, tuque dolebas, et capellae balabant et caper eas terebrabat

Tenemos que llegar en castellano a finales del siglo XX para encontrar traducciones más literales y fieles al original, como, por ejemplo la de Manuel García Teijeiro y Mª Teresa Molinos Tejada que publicó entre nosotros Clásicos Gredos en 1986, donde se vierten literalmente los cuatro verbos: Cuando te daba por el culo y te dolía. Balaban estas cabritas y el macho las montaba. 




La traducción literal, en hexámetros castellanos porque no hay que olvidar que estamos traduciendo poesía, que es un caso de lenguaje rítmico, y que habría también que ser fiel a eso, que es la música, y no sólo al contenido o la letra,  que propongo podría ser: Cuando yo te enculaba y tú te quejabas; y las cabrillas / estas balaban, y el macho cabrío las iba cubriendo

Si no se entendían bien los versos antedichos, malamente se podría entender el reproche de Lacón, después de la mención que ha hecho Comatas del incidente olvidado, en el verso siguiente: μὴ βάθιον τήνω πυγίσματος, ὗβε, ταφείης. ¡Más hondo a ti te sepulten, giboso, que esa jodienda!  

Comatas, que no ha podido olvidar aquella vez, vuelve a recordarle a Lacón el escabroso episodio más adelante en los hexámetros 116-117 del mismo epilio con una pregunta retórica: ἦ οὐ μέμνασ', ὅκ᾽ ἐγώ τυ κατήλασα, καὶ τὺ σεσαρὼς / εὖ ποτεκιγκλίζευ καὶ τᾶς δρυὸς εἴχεο τήνας;  

Jossep Alsina, en la traducción catalana arriba citada, volvía a verterlo en latín para los entendidos, por razones obvias de censura en la España de Franco: Num oblitus es tum, cum ego te percutiebam, quam pulchre mihi tu tuam caudam iactaueris ringens et quercui illi adhaerens? ¿Vez no recuerdas que yo te follaba, y tú boquiabierto / bien que movías el culo y de aquella encina agarrabas?  A lo que Lacón respondía: Eso no lo recuerdo.

sábado, 22 de febrero de 2020

Pederotismo o pedopornografía, el caso Marzella

Marzella pronto cumplirá ciento once años en el Museo Moderno de Estocolmo. Cuando Kirchner (1880-1938), la pinta desnuda en este retrato, sólo contaba nueve años. Es más que una obra del expresionismo alemán, emblemática del grupo Die Brücke, el puente,  una muestra del arte degenerado según el nazionalsocialismo hitleriano. 

Su verdadero nombre era Liza Franziska Fehrman y el apelativo de Marzella o Franzi es apodo cariñoso por su edad y proximidad al artista. Ella, la Lolita que nos mira desde la pared del museo es, según los críticos de arte, más que el objeto de la mirada masculina el sujeto, a pesar de su desnudez, que objetiviza nuestra mirada. 

Marzella,  Ernest Ludwig Kirchner (1909)

Nos mira, como la Medusa mitológica, y nos convierte en piedra: nos deja petrificados. Es una putilla barata que ha vendido su virginidad, o sea, la honra: sus labios y sus uñas están pintados de un rojo chillón. 

Sería muy provocador decir que la Marzella de Kirchner es pedopornografía, es decir, pornografía infantil. Sería, acaso, una monstruosidad, porque es arte, erotismo, no pornografía, en todo caso. Pero eso, si nos ponemos a discutir la diferencia entre ambos conceptos, sólo afecta al precio de la obra: mucho más cara cuanto más erótica y menos pornográfica, y mucho más artística cuanto menos cruda y procaz. 

Hay un tabú muy fuerte que roza la histeria sobre el sexo con menores de edad que nadie osa romper. Las leyes y la opinión pública se muestran unánimes en la reprobación de las relaciones sexuales de adultos con infantes, negando cualquier autonomía al preadolescente, y retrasando su emancipación hasta la mayoría de edad establecida por las leyes a los dieciocho años.

Y ese tabú se acrecienta en el caso de la prostitución infantil. Escandaliza que haya niñas prostitutas, y no escandaliza tanto que haya prostitución, porque aceptamos la existencia del dinero, que es lo que nos prostituye, como un mal necesario, corroborando así la necesidad del mal. Lo mismo sucede con el trabajo infantil. Lo que nos parece aceptable en los adultos (la prostitución, el trabajo asalariado) nos resulta intolerable aplicado a los menores de edad, porque queremos preservar una infancia inocente y pura.

Marzella, que pronto cumplirá ciento once años, se ríe de nosotros piadosa- e impúdicamente desnuda.

viernes, 21 de febrero de 2020

Santander y su bahía

El que fuera ministro de Cultura en el reino de las Españas bajo la égida de Felipe González, el ya fallecido Jorge Semprún, escribió una novela que leí en mi adolescencia y que me impresionó bastante: Le long voyage. Se trataba de la narración de su largo viaje en tren hacia el campo de concentración en el que estuvo prisionero.

El octogenario fallecido ha confesado en más de una ocasión que durante sus dos años de estancia en el campo de exterminio de Buchenwald le venían a la memoria estos hendecasílabos del poeta cántabro, bastante mediocre, por cierto, José del Río Sainz, que le evocaban sus veraneos en la capital santanderina, y que le ayudaron a sobrevivir.


Otra vez, Santander, aquí me tienes,
descansando en la paz de tu Bahía;
¡Dame para ponérmela en las sienes,
la corona de tu melancolía!




Es la evocación, a través de la poesía, del paraíso perdido de la infancia lo que nos ayuda a soportar lo intolerable. Quizá sea esa una y no poco importante la función más noble de la poesía: devolvernos el niño que hemos sido, o mejor dicho, "lo" niño que nos pertenece, lo que nos ha sido arrebatado pero que llevamos en el fondo de nuestro corazón, como esa bahía verde y gris coronada por la  eterna melancolía que nos evoca el norte de España abierto al bravío mar cantábrico.



jueves, 20 de febrero de 2020

La homsexualidad en el Islam

La Sunna (o Hadiz) es la segunda fuente del Islam tras el Corán, que es su Libro Sagrado, que nos viene directamente, se considera, de Alá. La Sunna es la enseñanza que recibimos del Profeta, y el Islam es el resumen de ambos, lo que se recoge en la fórmula: no hay más verdad que Alá y Muhammad, Mohama, Mahoma o Mohamé -que todos son nombres del mismo- es el Mensajero de Alá o el Profeta

Pues bien, la Sunna condena expresamente la homosexualidad en estos terribles términos: “Si encuentras a alguien practicando el acto del pueblo de Lot (o sea, la sodomía u homosexualidad masculina), mata al dante y al tomante”. 

 
Dos chicos jóvenes, casi adolescentes, fueron colgados de una grúa en el Irán de los Ayatolás, en la antigua Persia del poeta Omar, acusados de haber violado a un niño de trece años en pleno siglo XXI. 

No obstante, el bujarronerío ha florecido históricamente en algunas cortes musulmanas, de lo que hay algunos indicios en los cuentos de Las Mil y Una Noches sin ir muy lejos. Afectaba a emires, ministros, jueces, y la masa del vulgo también participaba a su manera de aquella tolerancia. Algunos califas, en efecto, dieron rienda suelta a las libertades y emociones al margen de la religión, la moralidad religiosa y la censura. Por eso hubo poetas árabes, algunos espléndidos, que se acercaron a su corte y hablaron de la homosexualidad abiertamente como Bashar bin Burd, Abu Nuwas, Muti' bin Iyas, Yahya bin Ziyad, Hammad Ajrad, Salm al-Khasir, Waliba bin al-Habbab, Iban al-Lahi. 

Un autor como Al-Jahiz (su nombre real era Abu Ozman Amar) escribió un diálogo entre dos cortesanos que defendían sus respectivas inclinaciones sexuales. Uno prefería a los efebos y el otro a las concubinas. ¡Estamos hablando del siglo VIII! Este autor  aconsejaba: “Apártate del amor de las mujeres… Dedícate mejor a los catamitos (o efebos). Tu catamito es más beneficioso para ti que tu hermano, y de más ayuda que tu primo”. 

Las odaliscas imitaban a los mancebos, y no al revés. Al-Jahiz dice al respecto que la ventaja de los efebos sobre la odalisca es que si ella es descrita como hermosa, la gente dice que es bella como un efebo. No se compara la belleza del efebo con la de una virgen puta o puta virgen, si se me permite la contradictio in terminis, sino la de esta con la del efebo o catamito. 

La práctica de la homosexualidad se denomina "liwat" (derivado de Luti o Lot, el hombre de Sodoma, lo que alude al coito anal sodomítico según el relato bíblico), algo estrictamente castigado en algunos países árabes islámicos hoy en día con la pena de muerte.

De Abu Nuwas todo el mundo conoce sus versos: “he dejado las muchachas por los muchachos, y por el vino viejo dejé el agua clara. Lejos del camino correcto, he tomado el del pecado porque lo prefiero”. También nos dice: Hay hombres a quien las mujeres agradan y que agradan a las mujeres. En cuanto a mi, es el joven viril quien me encanta.

miércoles, 19 de febrero de 2020

Del folclore obsceno de los niños

«La obscenidad es un elemento constante en la vida social humana y corresponde a una profunda necesidad del espíritu», Havelock Ellis, citado por Henry Miller. 

El antropólogo francés Claude Gaignebet ha estudiado y demostrado que hay todo un folclore obsceno infantil, sexual y escatológico, que forma parte de la formación de la personalidad, compuesto por cuentos, adivinanzas, juegos o canciones que se transmiten horizontalmente, independientemente de los adultos y generalmente a pesar de ellos, que lo reprueban, de generación en generación. 

Como muestra un botón: una canción infantil francesa, que dice así en versión original: Les saints et les anges / et le petit Jésus, / quand ça les démange, / se gratt'nt le trou du cul / avec avec avec le petit doigt (bis). Ofrezco de ella una versión bastante libérrima pero fiel al espíritu obsceno de la cantilena gala: Los santos y los ángeles / y hasta el Niño Jesús, / si les pica, se arrascan / igual que yo y que tú, / se arrascan, si les pica, el ojete del culo, / metiéndose el dedito, / sin ningún disimulo, / metiéndose el dedito, / dedito chiquitín.  



Destacan en ella el uso de diminutivos, lo que subraya su carácter infantil: le petit Jésus, le petit doigt (en la versión francesa) o el "dedito chiquitín" en la traducción que os propongo. También cabe reseñar la alusión religiosa a los santos, los ángeles y al Niño Jesús, que son personajes, dentro del imaginario colectivo cristiano, que pueblan la infancia, sobre todo la imagen de este último, en torno a cuyo nacimiento gira todo el tinglado de la Na(ti)vidad. Estos personajes tan serios, objeto de las creencias infantiles, resultan en la canción desmitificados, privados de la sublimación de sus nombres propios. 

La canción nos introduce enseguida en la cotidianidad: ellos, que son personajes espirituales, casi sin ninguna carnalidad, puros e inocentes, cuando les pica, se rascan. No hemos dicho todavía qué es lo que les pica. El francés utiliza el expresivo y coloquial “ça”, que se abre a múltiples sugerencias. 

Finalmente, la canción revelará el quid de la cuestión: qué es lo que les pica y que ellos se rascan sin rebozo: “le trou du cul” , esto es, “el agujero del culo”. Hemos dado entrada al elemento obsceno-infantil de la etapa anal, que diría el padre Sigmund Freud. La canción finaliza insistiendo todavía más en la idea de introducción de un dedo en el orificio del ano subrayando el diminutivo,  y contraviniendo las reglas de la buena educación: "niño, eso no se hace".

martes, 18 de febrero de 2020

Reflexión tras el campeonato mundial

Parece que se oye un poco de silencio, ahora.  Bienvenido sea, porque ya iba siendo hora. ¡Qué cansino ha sido todo! Parece que han enmudecido, víctimas de la resaca, las estruendosas vuvuzelas chovinistas que sólo sabían decir: "je suis Chauvin, je suis Chauvin". O para el caso: "Soy español, soy campeón." 

Parece que se han callado los sones machacones de los tantanes tribales. Pero después de este mundial de balompié, y a pesar de que seamos campeones del mundo mundial, nos han metido, por usar la metáfora futbolística,  los goles de todos los nacionalismos y gregarismos, fomentados desde arriba a través de todos los medios de masificación. 


Hordas pintarrajeadas con los colores nacionales y abanderadas han invadido las calles esparciendo sus hormonas juveniles alcoholizadas y vociferantes. No hay argumentos, sólo sentimientos gregarios de rebaño y aborregamiento  masivo.

El vecino ha colgado la bandera nacional en el balcón, donde sigue izada todavía;  mejor sería colgarla en el tendal,  donde se secan al sol, recién lavados, los trapos sucios. Las banderas nacionales son trapos ensangrentados.

lunes, 17 de febrero de 2020

Fúzbol

Ya está la hinchada de forofos fanáticos del  fúzbol con zeta, sí, de zoquete que rebuzna,  preparada para montar el numerito: Campeones. Oé oé oé. ¡Paña! ¡Barsa! ¡Lo que sea! Todos a hacer la ola y a montar la bronca padre en el estadio y fuera de él, o en el bar, donde se hace un silencio sepulcral, hasta que entra el gol en portería: ¡gooooool! Sólo un partido de balompié, parece mentira, puede paralizar la vida de un país. Todo gira en la España de María Santísima en torno al esférico coronado: la pelota de Parménides que es, como el Ser, omnipresente. Y ya se sabe que el mundo es redondo como un balón reglamentario, según los periódicos deportivos, los que más se leen en un país ágrafo y funcionalmente analfabeto, donde lo único que importa es poder graznar con chulería: ¡Les hemos ganao por goleada! 



Todos en casa, aborregados, con los amigotes o la familia, porque queda muy triste y no poco soso y sin gracia eso de ver un partido solo. Sería un placer onanista y solitario. Y eso no puede ser. El balompié es una celebración orgiástica, colectiva, un fenómeno de eyaculación seminal masiva, arsénica, en el sentido etimológico de la palabra, o sea, masculina.  Hay que comentar las jugadas y la actitud partidista del árbitro y discutir con los otros y exudar adrenalina de la más rancia testosterona.  

El fúzbol es un asunto de interés nacional, creo que lo dijo un ministro o un presidente del gobierno de las Españas, como demuestra tanto incremento de patriotismo y tanta españolez, tanta fiesta nacional, tanta proliferación de metros y metros de banderas rojigualdas o de los colores que defiendan, sean azulgrana, rojiblanco o los que sean,  y de toros bravos de negra y astifina silueta, tanto  “podemos” y “a por ellos”, tanta banderita pintada en la cara, tanto “pan y circo”, tanta monarquía  presidiendo el fausto. 

No puedo evitar las ganas de vomitar ante tanta hinchazón de fuzbolerío. Los que sudan la camiseta son los jugadores en el campo, los demás, en el estadio, o ante la pantalla estupefaciente de la televisión, somos espectadores pasivos unidos por un patriotismo de pacotilla. Y me la trae más que floja que gane o pierda España: allá ella, sea quien sea esa señora. 

Se nota que a mí no me gusta el fúzbol, pero no se trata de gustos personales, de lo que no se discute, sino de balompié. Vamos a hablar, precisamente, un poco de foot-ball, en la lengua del imperio, con la osadía del lego en la materia.  El interés por el resultado final de un partido hace que el propio partido pierda su interés. Deja de haber juego, deja de mandar el balón en el campo de juego, como dicen los adictos, que ya se ve como campo de batalla donde los dos ejércitos o selecciones rivales que representan sus colores se disputan, como en un tablero de ajedrez, los laureles de la victoria.

Ni los espectadores pueden gozar del juego ni los propios jugadores entregarse a él despreocupadamente: abrumados por la enorme responsabilidad de representar unos colores, es decir, unas ideas. Por ello no atienden a la pelota: juegan mal. No pueden jugar bien. No puede haber buen juego. 

Los defensores del deporte rey dicen que ellos disfrutan, que se divierten viendo un partido y nadie va a negárselo. Será verdad, si ellos lo dicen. Es más: debe de ser verdad. Pero, frente a la diversión y al disfrute, está el auténtico gozo, que no es lo mismo, de descubrir la mentira de la realidad en que vivimos.  Nadie, en su sano juicio, puede gozar viendo un partido de balompié en la televisión estupefaciente: podrá divertirse, exaltarse, disfrutar, o lo que quiera, podrá incluso darle un infarto, como me consta que le ha pasado ya a alguno, pero gozar, gozar... es otra cosa. Y eso lo sabemos todos. Así no se goza. Pero no voy a ser yo quien vaya a decirle a nadie cómo se goza. Se supone que ya somos mayorcitos.

domingo, 16 de febrero de 2020

Buenos y malos recuerdos

Los investigadores de una Universidad española, de cuyo nombre no quiero acordarme, víctimas de un ataque agudo de alopecia, se han quedado calvos y  herniado descubriendo el Mediterráneo al asegurar que la predisposición psíquica de las personas ante los eventos pasados, las vivencias presentes o las expectativas futuras, influye en su salud y calidad de vida, de modo que quienes tienen una actitud negativa, por ejemplo, hacia los hechos pasados de su biografía, porque no consiguen olvidar los  malos recuerdos y los tienen siempre presentes como experiencias traumáticas, tienen mayores problemas en sus relaciones con los demás y presentan los peores indicadores en calidad de vida y en salud tanto física como mental. 

La conclusión que se desprende del sesudo estudio,  para el que se evaluaron 50 personas adultas de ambos sexos de una muestra aleatoria, es que los recuerdos negativos deterioran la salud, y, por lo tanto, se impone la conclusión de Perogrullo de que para vivir es mejor olvidarlos. Las personas que no logran olvidar quiénes son, marcadas por este lastre negativo, reportan dificultades para esforzarse en actividades cotidianas y presentan limitaciones físicas para el rendimiento en la esclavitud laboral del trabajo asalariado; perciben mayor dolor corporal y tienen mayor predisposición a enfermar.  Además, están abocadas a sufrir estados depresivos, ansiosos y alteraciones de la conducta en general. 

 

Los tres perfiles temporales encontrados entre los participantes del estudio corresponden a los siguientes modelos: uno predominantemente negativo e influido por el pasado, otro predominantemente orientado al futuro, los dos más extremos,  y un tercero, más equilibrado, que sería el intermedio, por aquello de los clásicos de que en el término medio está la virtud. 

El perfil equilibrado sería el de las personas que aprenden positivamente de las experiencias pasadas, se orientan al cumplimiento y autoexigencias de metas en el futuro, pero no descuidan la posibilidad de vivir emociones y experiencias agradables y placenteras intensamente en el presente. Asimismo, estas personas contarían con una mayor puntuación en las capacidades de esfuerzo físico, mejor salud mental general, menos tendencia a enfermar y menor percepción de molestias o dolores corporales. 

Por otro lado, las personas que viven pendientes de la espada de Damoclés del futuro, es decir, que se olvidan de vivir experiencias agradables presentes y guardan poca conexión con sus experiencias pasadas gratificantes, no son la alegría de la huerta,  porque no viven, atentos sólo como están al incierto día de mañana que, por definición, no llega nunca porque está siempre... por venir, porvenir que no llega nunca.  

Para este viaje, como suele decirse, no necesitábamos alforjas. Para llegar a estas conclusiones de estos investigadores carpetovetónicos no  necesitábamos ningún estudio científico de psicología barata, quién sabe si tesina de la que surja como por arte de magia una futura tesis, de ninguna Universidad que se precie, porque cualquiera -y cualquiera es lo mismo que decir todo el mundo-  sabe en su fuero interno que  tanto el pasado como el futuro y el tránsito del presente son el trampantojo de una fantasmagoría. No vamos a decir que no existan, porque si ponemos empeño en ello haremos que conjurándolos existan, y será peor para nosotros, pero sí afirmaremos que no son verdad.

sábado, 15 de febrero de 2020

Baja en el sindicato

Estuve afiliado a un sindicato hasta que decidí dejar de pagar la cuota sindical, desgravable en la declaración de la renta a Hacienda, y, acto seguido, llamé por teléfono para comunicar mi decisión y las razones que me empujaban a darme de baja. Me parecía lo correcto después de diez años de "militancia". 


Le comuniqué mis razones a la compañera que me atendía al otro lado del hilo telefónico: Los sindicatos que como aquel, de cuyo nombre no voy a hacer mención, porque da igual un nombre que otro y porque todos los nombres son pseudónimos,  participan en las elecciones sindicales, da igual su supuesta ideología, son la voz de su amo, es decir, del Estado que los subvenciona, y aunque pretendan ir contracorriente como aquél le hacen el juego al Señor, porque son una parte y no poco importante del sistema, como el perro hambriento y agradecido que no muerde sino que besa la mano que le da de comer. Los sindicatos se han convertido, le dije, en meras gestorías laborales que defienden el trabajo asalariado y el "por lo menos tienes un trabajo y eres funcionario, no te quejes".



El Estado del Bienestar, que paradójicamente nos genera malestar, mantiene los medios de producción en manos de unos pocos, que son los que manejan el cotarro del dinero, empresarios y ejecutivos de Dios, e implanta el trabajo obligatorio entre quienes no los poseen, que somos la inmensa mayoría democrática de la gente, o ciudadanía, como nos llaman ahora con no poco recochineo, asegurándonos la satisfacción de las necesidades básicas y un nivel mínimo de bienestar.

¿Cuál es el papel que juegan los sindicatos orgánicos? Ellos son los paladines defensores de ese nivel mínimo de bienestar, de modo que su consecución parece a simple vista una conquista del sindicalismo, cuando en realidad no es un logro sindical, sino una graciosa concesión del poder político, que es, huelga decirlo, el poder económico del dinero. De este modo los sindicatos aseguran el equilibrio y la subsistencia del sistema. Ellos, todos y cada uno, son los cancerberos del sistema que dicen combatir.

Estos que hay ahora no son los sindicatos obreros decimonónicos que pretendían la revolución social, han traicionado su misión originaria para convertirse en meros apéndices del Estado y del Capital, que garantiza su existencia y subsistencia. Primera consecuencia paradójica: los sindicatos han servido para debilitar el movimiento obrero del que nacieron.

El Estado garantiza su función parasitaria subvencionándolos y convirtiendo a sus dirigentes en una especie de delegados del poder establecido y el Gobierno, a los que libera temporalmente de la servidumbre del trabajo: son los privilegiados, dentro de la clase obrera, los "liberados", como la compañera que estaba al otro lado del teléfono escuchándome en silencio. 

Los sindicatos no dependen de las aportaciones de sus afiliados, ridículas cuotas como la que yo y otros cuatro más pagábamos religiosamente todos los meses, sino de las cuantiosas subvenciones del Estado. Sirven, además, para ayudar al partido o coalición política que defienden -una vez consumado el divorcio en el siglo pasado entre el partido y el sindicato obrero- en la conquista del poder, logrando en definitiva que todos seamos unos perfectos consumidores en esta sociedad de consumo que a todos nos consume.

Como me parecía un poco duro de escuchar la chapa que le estaba metiendo a mi interlocutriz, le di la oportunidad de rebatir mis argumentos. Ni siquiera se molestó en contestarme. Sólo obtuve la callada por respuesta. No tenía nada que decirme. Ni  siquiera las gracias por comunicárselo.

jueves, 13 de febrero de 2020

Tres cuestiones judías

1ª.- ¿Cristiano? El último cristiano que en el mundo ha sido murió en la cruz, condenado a muerte, hace dos mil años –Nietzsche dixit. Dijo "el último", pero quizá debería haber dicho "el único" cristiano; y ni eso, porque ni siquiera Él era cristiano, sino judío. 

2ª.- De cómo la condición de víctima es reversible y complementaria de la de verdugo. Así los judíos, que históricamente han sido las víctimas de los nazis se convierten ellos mismos ahora en los nazis, es decir, los verdugos, de estos nuevos “judíos de los judíos”, como los denomina con acierto el escritor libanés Elias Khoury, que son los palestinos. 

3ª.- Los judíos israelíes sionistas nos están dando una lección de dominación y nos están enseñando cómo se escribe la Historia Universal y, en concreto, cómo se construye un moderno Estado democrático y liberal en Oriente Medio entre tantas teocracias machistas musulmanas, con guetos como el de Varsovia en la Franja de Gaza, con un vergonzoso muro segregacionista en Cisjordania, con una guerra que ni siquiera se llama así, sino lucha antiterrorista, con la matanza y la muerte de los palestinos que originariamente vivían en esos territorios, todo bajo la atenta mirada de un dios justiciero, pendenciero y veterotestamentario como Él solo, un dios de la guerra, Jehová, que designa a Israel como Su pueblo elegido para la gloria: ad maiorem Dei gloriam. El mismo Dios, por cierto, en el que confían los Estados Unidos de América.

lunes, 10 de febrero de 2020

Mercadillo solidario

Las damas de la caridad, que durante muchos años fueron profesoras de un centro educativo sostenido con fondos públicos, ya jubiladas, colaboran en la actualidad con una Organización No Gubernamental que promueve el desarrollo y el progreso del África Subsahariana. 

Partidarias del sedicente "comercio justo", que no deja de ser mal que les pese una justificación del comercio y del capitalismo, expían así sus pecados profesionales y su mala conciencia de funcionarias del Estado, como voluntarias de una oenegé, poniendo a la venta bagatelas y fruslerías artesanales africanas, así como donaciones particulares en el tenderete del mercadillo solidario que montan al efecto y despachan con devota entrega como parte de su proyecto misionero en el instituto donde impartieron sus clases durante muchos años, destinando la recaudación obtenida íntegramente a proyectos de cooperación con el mal llamado Tercer Mundo. 
 

De esta forma subvencionan la pobreza con su limosna no ya caritativa cristiana, sino laica y solidaria. Hay en su dedicación un espíritu altruista de consagración, no poco egoísta por otra parte, fomentado por el empeño de conseguir la salvación individual de sus almas monjunas tras la redención de sus faltas que dé sentido a sus vidas a la vez que mejoran las condiciones económicas de otras personas,  y hay sobre todo muchísima fe, la vieja virtud teologal, que unida a su espíritu caritativo, las convierte en Hermanitas de la Solidaridad.
 
Y como no hay dos sin tres, no les falta tampoco sino que les sobra, en concomitancia con las otras dos virtudes teologales que albergan, la tercera, la esperanza descomunal en que lo que hacen, su granito de arena, como dicen ellas, por poco que sea, sirve para algo.

Creen, no poco ingenuas, que con pequeños cambios pueden conseguir grandes logros, como, por ejemplo, la transformación del mundo. Hay un innegable espíritu de lucro en ellas. No en el sentido de que vayan a beneficiarse económicamente con los escasos beneficios obtenidos del rastrillo, no sugiero yo ni por lo más remoto tal cosa, sino de lucro espiritual: lograr su salvación mientras colaboran para que el mundo siga con algunos pequeños retoques cosméticos igual. 

De alguna manera padecen el síndrome de Viridiana, aquella novicia santurrona, beata meapilas sin sangre en las venas a punto de ordenarse monja, atenta sólo a sus obras egoístas de caridad, que realiza por el único  afán de salvarse personalmente y redimir así su alma individual, que retrató magistralmente Buñuel en una película inolvidable. 

sábado, 8 de febrero de 2020

Orgullo nacional

La nacionalidad nos viene dada por derecho de nacimiento, como la raza y el sexo. ¿A qué fin voy a sentirme yo orgulloso de ser blanco, por ejemplo, español y macho o hembra? ¿Acaso las ratas parduscas españolas macho pueden sentirse orgullosas de ser españolas, pardas y machos y no portuguesas, albinas y hembras, por ejemplo? 

Puedo sentirme orgulloso de lo que hago o de lo que dejo de hacer, porque eso depende de mi voluntad, pero no de lo que soy, de mis señas de identidad o huella dactilar, porque eso sería un orgullo ontológico, y metafísico, ajeno por completo a mí. 

Por la historia española o por la de cualquier otra nación, por cierto, no puede sentir uno mucha simpatía tampoco sin avergonzarse también bastante. Podría enorgullecerme de la corte de Toledo, donde convivieron bajo Alfonso X el Sabio moros, judíos y cristianos en paz y armonía, pero no me enorgullezco, sino todo lo contrario, de la España de los Reyes Católicos, que expulsaron –excluyeron, diríamos hoy- a moros  y judíos de la península ibérica, y patrocinaron el genocidio del descubrimiento de América subvencionándolo. 

En la historia de España hay tantos episodios y tan diversos unos de otros que resulta imposible hacer una suma y un balance y decir si sentimos más orgullo o vergüenza de ser españoles.



La nacionalidad no es algo que se elija, nos viene dado genéticamente de nacimiento. Lo mismo que resultaría absurdo decir que me siento orgulloso de ser europeo, porque eso no tiene ningún mérito. Yo no he hecho nada para nacer en Europa ni para sentirme orgulloso de ser europeo. 

La nacionalidad no se puede elegir, pero se puede elegir ser nacionalista o no. Eso sí que depende de nosotros. Y yo, desde luego, no soy nacionalista, sino todo lo contrario: me declaro antinacionalista. Y, en ese sentido, soy español, sí, eso no puedo negarlo, pero no españolista, ni siento ningún orgullo patriotero de ser español, sino todo lo contrario. Me enorgullezco de no ser españolista. 

Y es que yo me avergüenzo de España. A mí también me duele España. Es más, me jode España, lo mismo que me joden Francia y Portugal, y no digamos las patrias chicas que, no contentas con la grandeza de su pequeñez, aspiran a ser estados y naciones, es decir, cárceles como las otras. 

Porque me duele que haya naciones y nacionalidades y nacionalismos, que no dejan de ser jaulas del zoológico de estos monos pelones que somos los seres humanos. Me duele que haya patrias. Sólo tengo cierto cariño por las patrias que son tan chicas, tan minúsculas que no existen.

viernes, 7 de febrero de 2020

¿Quién que no esté loco?

El catolicismo sólo concebía la salvación definitiva en el otro mundo si previamente nos resignábamos y padecíamos en este valle de lágrimas y no nos aliábamos con el Diablo, bendito sea, vendiéndole nuestra alma, que ojalá se pudra para siempre. El sufrimiento, lejos de ser una desgracia para los cristianos, era la mayor bendición y máxima prueba de virtud que Dios todopoderoso podía enviarnos a sus humanas criaturas. Las vidas ejemplares de los mártires y los santos, así como la pasión del propio Jesucristo -Dios encarnado- señalaban el camino del martirio.


El capitalismo global, que es el catolicismo del dinero, supuso un giro curioso. El sufrimiento ya no es una muestra de virtud, sino de fracaso individual. La felicidad ya no se inscribe en el más allá, sino en el más acá: tiene precio y fecha de caducidad. Las vidas ejemplares o modelos que debemos imitar son ahora las figuras del mundo del espectáculo y del espectáculo del mundo: deportistas triunfadores, bellos actores, ricachones, banqueros, empresarios...Pero esta nueva moral, lejos de ser tan nueva como parece, no deja de ser una refinada versión y perversión de la otra, de la vieja moral paleocristiana del sacrificio.



El que no alcanza la felicidad en el más acá de la vida cotidiana es porque está enfermo de la mente. Según ha evolucionado la sociedad, el loco del tarot ha sido progresivamente encerrado, uniformado y desarmado. La noción de “enfermedad mental” surge en el siglo XIX, una noción que es fruto de la sociedad en la que se produce, se consolida en el XX, tras los embates de la contrapsiquiatría, que en lugar de acabar con la psiquiatría la fortaleció, - lo mismo que hizo la contracultura con la cultura oficial, que la asimiló como nueva forma de cultura enseguida- y se ve robustecida en el XXI en el que nos hallamos.


La noción de salud mental quedó así ligada indisolublemente a la de propiedad privada y a la responsabilidad individual. Cada cual es responsable o culpable de lo que tiene. Pero, ¿cómo redefinir la normalidad psíquica?


La Biblia de la psiquiatría, que es el DSM (Diagnostic and Statistical Manual, o sea, Manual Diagnóstico y Estadístico) de los trastornos mentales, editado por la Asociación Estadounidense (ellos dicen Americana) de Psiquiatría, en la que se categorizan y clasifican los "mental disorders", ha simplificado extraordinariamente las clasificaciones para los trastornos mentales. La homosexualidad, por ejemplo, ya no es una enfermedad mental. El vademécum de los psiquiatras ha procurado vincular a los enfermos mentales a las soluciones farmacológicas en la medida en la que le ha sido posible, algo a lo que no son ajenos los intereses de la todopoderosa industria farmacéutica.


Son los demonios interiores los que nos impulsan al desorden mental. Frente a ellos, la psicofamarcología y los libros de autoayuda ofrecen soluciones (?) sencillas, rápidas y cada vez más baratas, insistiendo siempre en la responsabilidad/culpabilidad individual, sin cuestionar nunca el sistema de dominio vigente.

martes, 4 de febrero de 2020

Placer electoral

Echar a los que están. Es el único placer que puede brindarnos el sistema democrático vigente de dominación electoral que padecemos: votar contra el gobierno actual, desalojarlos del Poder. ¿A qué precio? Al precio de tener que alojar a otros en su lugar. Eso es lo malo. No nos dejan desalojar a los que están sin más, sin un pronto recambio como contrapartida, como si lo único que importase fuera el que no se queden vacantes nunca a ningún precio las poltronas del Poder que ocupan, los escaños del parlamento.


“Otro vendrá que bueno me hará” dice la sabiduría popular desengañada, lo que significa que el otro que venga no va a ser mejor. Si era bueno, el ejercicio del Poder lo echará a perder, corrompiéndolo y maleándolo para siempre. Si era malo empeorará. 





El placer electoral de echar a los que están se enturbia con la necesidad de tener que poner a otros enseguida en su lugar que ocupen sus puestos y sus cargos, otros que acabarán siendo expulsados y recambiados por otros que a su vez acabarán echados...  Siempre hay que alojar a alguien para desalojar a otro: a rey muerto, rey puesto. 

Eso es lo que envenena el placer de ir a votar: no nos dejan votar en contra sin más, no nos dejan votar en negro, nos exigen que votemos en blanco o que propongamos a otros que, lo sabemos, estamos seguros e íntimamente convencidos, acabarán haciéndolo igual de mal o peor que los que ahora están.


 El voto en blanco suele interpretarse como un voto de confianza en el sistema, lo que le lleva al ciudadano a participar en el proceso electoral, a la vez que denota desonfianza en los partidos que concurren. Si el blanco es el color que se produce por la unión de todos los colores, y por eso su luz es más pura, el voto en blanco es votar a todos los partidos, mostrando una indiferencia total por el que pueda salir y ganar:  voto y participo en la farsa electoral pero no sé a quién elegir, no me aclaro. Frente al blanco, el negro es la ausencia de color y, por lo tanto, la negación de la luz. El voto de castigo, por lo tanto, del elector que niega su apoyo a un partido debería llamarse voto negro.

¿Llegará el día en que desalojemos a todos los inquilinos de La Moncloa, La Zarzuela, la Casa Blanca y demás Palacios de Invierno, y que para ello no tengamos que sustituir a reyes de rancias dinastías y obsoletas monarquías, a dictadorzuelos tercermundistas y a presidentes  de viejas repúblicas por otros reyes y presidentes y jefes de Estado de recambio?


sábado, 1 de febrero de 2020

De cómo Su Señoría nos vende la moto

Ha dicho S. S.:  “En el último trimestre de este año estaremos creciendo como la media de la UE”. Pero ella ¿qué sabe? ¿Quién es ella para asegurar una cosa así? Ya sé que es la ministra, Su Señoría, pero eso no significa que sepa, sino, más bien, todo lo contrario: no sabe nada de nada pero cree -y está convencida de ello- que sabe mucho, por eso es lo que es. Y habla como si fuera verdad lo que dice.


Veamos: ¿Qué significa eso de crecer? ¿La talla de los españolitos, bajos que somos, va a aumentar como por arte de magia 10 pulgadas, pongamos por caso, de aquí a final de año? ¿Vamos a ser espigados y rubicundos y de ojos azules como los nórdicos? 


¿Qué engendro es ese de la UE? ¿Europa? Y ¿qué es Europa? Supongamos que el resto de esa UE, como dice la ministra, no crezca mucho de aquí a allá, quedan dos semestres, como diría ella o sea, dos períodos de seis meses, y en ese tiempo, la verdad, mucho, mucho no creo que vayamos a crecer o a menguar ni ellos ni nosotros.


¿Qué lenguaje es este que utilizan los políticos en general? Es un idioma abstruso y una jerga abstracta que se caracteriza porque carece de significado concreto. El sujeto de esa frase es “nosotros”: la primera persona del plural, y el predicado es que vamos a crecer igual que la media de la UE… al final de este año, es decir, en un futuro inalcanzable, inexistente. Es un mensaje, por lo tanto, falso, cuyo efecto es sedante o, mejor dicho, anestesiante. 



La Voz de Su Amo nos está diciendo: no os preocupéis, a final de año vamos a estar bien. Ahora, por lo pronto, no, todavía.  El objetivo de sus palabras es tranquilizar nuestros nervios porque lo que es obvio y evidente es que ahora no estamos bien, o, dicho con sus palabras, ahora “estamos creciendo por debajo de la media de la UE”.


Observa también esta otra maldad intrínseca de esa afirmación subliminal: “estamos creciendo por debajo”. Es un mensaje en positivo de una realidad negativa, para no crear alarma social en el caso de que no exista o para no agravar, dado que ya existe, la creciente preocupación. Es un mensaje-lenitivo que pretende edulcorar la realidad de que “no estamos creciendo al mismo nivel que la UE, que va por delante de nosotros”.


Son mensajes ansiolíticos, hablan de una realidad inexistente que conjuran con sus palabras mágicas, que crean de la nada como si fueran Dios, como auténticos expertos que son en creación de naderías, fabulaciones de humo, castillos en el aire, huera palabrería. 


Se ve que no quiere la ministra que nos preocupemos por la situación económica. Ella, que es la supuesta experta, asegura que a fin de este año todo se habrá arreglado. Eso mismo es lo preocupante: que ella lo diga, que diga ella que no nos preocupemos. 


 

Yo, de todas maneras, voy a hacerle caso a Su Señoría, y no voy a pre-ocuparme. Yo sólo me ocupo de los problemas cuando se presentan. Ahora hay un problema: me ocupo de él. Me dicen que no me pre-ocupe. No me pre-ocupo, sólo me ocupo de un problema cuando está aquí y ahora. Que no me diga que ese problema habrá desaparecido a fin de año, en el último trimestre como por arte de magia, porque eso no lo sabe nadie a ciencia cierta y si alguien pretende saberlo es un embustero que está faltando a la verdad.


¿Se ha vuelto futuróloga Su Señoría? ¿Qué sabe ella ni nadie del futuro, de lo que todavía no ha pasado? ¿En qué se basan sus predicciones? ¿A qué ciencia o pseudociencia o bola e cristal recurre para hacer esos pronósticos alegremente?  ¿Qué sabe nadie? ¿Qué saben sus (vice)secretarios y (vice)secretarias, asesores y asesoras? Absolutamente lo mismo que yo y que el vecino de enfrente: nada de nada. Pero Su Señoría habla como si supiera, como si entendiera, sienta cátedra: dan ganas de aplicarle aquello del magister (o,  en su caso, magistra) dixit, y, acto seguido, vomitar.