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viernes, 7 de febrero de 2025

Pareceres LXVIII

331.- Military Green New Deal. El Jefe del Ejecutivo español propone en Bruselas que no hay que gastar más, sino mejor. Vamos, lo de toda la vida: calidad en vez de cantidad. Pero no cuestiona la obligación compulsiva de gastar en general y, en concreto, en la defensa militar europea, es decir, en la defensa de la idea, tan falsa como real al mismo tiempo, de Europa, que es lo que debatían los máximos responsables de los veintisiete miembros del engendro de la UE en Bruselas. Nuestro CEO decía que el gasto indiscutible en defensa “debe contribuir a reforzar la competitividad, a fortalecer la cohesión de la Unión Europea, a desarrollar la excelencia tecnológica y a crear empleo”. A lo que se suma lo que podíamos denominar el blanqueo verde y digital de la operación comercial. Previamente se había reunido en la capital del reino, villa y corte, con el Secretario General de la OTAN, y le había ratificado el compromiso nacional de destinar el dos por ciento del Producto Interior Bruto al gasto militar camuflado como "de defensa". Pero según ese capitoste declaró en el Foro Económico Mundial de Davos ese porcentaje ya no era suficiente ni de lejos, máxime cuando el tío Sam exigía a sus vasallos el nuevo reto de llegar al cinco por ciento. 
 
332.- Arriba y abajo: Hay un feminismo de arriba y otro de abajo: Son feministas de arriba, desde luego, la Ministra de Igualdad y la Presidenta del consejo de Administración del Banco de Santander, alias Codicia Botín, como ellas mismas declaran sin empacho ninguno y sin que nadie lo ponga en duda, pertenecientes la una a la clase alta y la otra a la casta política, representantes de ese feminismo estatal e interclasista que utilizan el feminismo como una vía de ascenso social o laboral, para legitimar sus posiciones institucionales, buscar presencia en redes o defender su inclusión en listas electorales. Este feminismo de arriba considera que la sociedad, dividida en clases sociales, está bien como está y que solo hacen falta más féminas en los puestos de toma de decisiones tanto estatales como empresariales. La lucha por el empoderamiento femenino no es una lucha contra el poder, sino todo lo contrario. Que algunas mujeres ejerzan puestos de mando no va a cambiar ni un ápice la situación laboral o vital de las que están situadas en la base de la pirámide, ni va a hacer la vida mejor a la inmensa mayoría de mujeres. Solo va a dar una pátina progresista a este sistema injusto. 
 
 
333.- Intoxicación informativa. Interesante concepto. El término "intoxicación" nos viene del griego "toxicón", que significa veneno, pero no un veneno que se ingiera voluntaria- o involuntariamente, sino un veneno inoculado por una flecha emponzoñada. De hecho el sustantivo griego, "tóxon" del que deriva el adjetivo “toxicón” significa "arco" y también “flecha”. El adjetivo se usaba habitualmente acompañando al sustantivo “phármacon”, que propiamente significaba 'veneno', en la expresión “toxicón phármacon”, fármaco tóxico, que se abrevió sobreentendiéndose el sustantivo: veneno flechado, similar a nuestros puros (se sobreentiende 'cigarros') o a nuestro tinto o tintorro (se sobreentiende 'vino') el arco con el que se disparan las flechas envenenadas. La intoxicación de la que hablamos, en su sentido primario, designa pues un acto de agresión deliberado, calculado y no natural. Un acto destinado a matar. El tósigo, aquí identificado, es la mentira. Platón ya habló de la mentira utilitaria del gobernante. Y la mentira es el arma esgrimida voluntariamente por los poderosos contra los súbditos, insidiosamente considerados ciudadanos, a los que engañan envenenando, esto es, atosigando en el sentido de emponzoñando con tósigos, sus mentes. Sus dardos envenenados son las in-formaciones, propaganda política, cultural o mediática, las noticias que, mediante la manipulación de la neolengua orgüeliana nos disparan. 

334.- Cedant arma togae. "Que cedan los arneses a las togas" es la versión que da Gracián del ciceroniano “cedan las armas a la toga”, que quiere decir, como se sabe, que se subordinen las armas del guerrero, esto es, el ejército, a la toga del magistrado o del político. Habría que añadir ahora, después de eso, además, y dada nuestra aversión a todos los uniformes tanto militares como civiles, que deberían ceder también las togas y los trajes formales de chaqueta y corbata, las vestiduras y los hábitos, que, contra el refranero, sí hacen al monje, y al soldado, y al político, a la desnudez de los cueros de nuestros cuerpos serranos Desnudo, nadie es más que nadie, todos somos iguales. Desnudos nacemos, desnudos moriremos. ¿Con qué podríamos recubrir nuestros cuerpos? Con cualquier prenda que no sea un uniforme. 
335.- Sindicatos verticales. La OSE, acrónimo de Organización Sindical Española, conocida popularmente como Sindicato Vertical, fue la única organización sindical permitida en estas sufridas Españas durante la dictadura franquista. Todos los trabajadores englobados bajo el eufemismo de 'productores', y los empresarios estaban obligados legalmente a pertenecer al Sindicato Vertical en el que elegían a sus representantes, quedando proscritos los viejos sindicatos socialistas y anarquistas. La afiliación y la cotización eran obligatorias. En la actualidad, los sindicatos mayoritarios y supuestamente horizontales están subvencionados por el Estado, sin cuya aportación apenas podrían sostenerse, dado que las cotizaciones de los militantes no son suficientes para soportar sus aparatos.  En la práctica son sindicatos verticales, organizaciones jerárquicas, subvencionadas por el Estado para que haya “paz social” si le conviene al gobierno de turno. No suponen ninguna amenaza para el sistema, porque son parte importante de su engranaje: negocian convenios colectivos a través de elecciones sindicales de representantes, que se ven así liberados de la cadena laboral. Gracias a ellos se ha diluido la fuerza revolucionaria que podría tener el movimiento obrero, por lo que no son ninguna amenaza para el sistema capitalista de producción. Los llamados sindicatos horizontales son, en realidad, la prolongación del ominoso Sindicato Vertical franquista, y de hecho son estructuras jerárquicas y por lo tanto verticales. 

domingo, 10 de septiembre de 2023

Pareceres XXVIII

136.- Clase ociosa e improductiva. Uno de los intelectuales o pensadores, como dice la publicidad editorial,  más leídos del mundo en los últimos años, si no el que más, el historiador israelí Yuval Noah Harari (1976-...) afirma sin pudor que los seres humanos solo tienen razón de ser en función de su valor económico. Escribe sin temblarle el pulso en Homo Deus (2016): La gente vive mucho más tiempo de lo que se esperaba y no hay dinero para pagar las pensiones y los tratamientos médicos (…) En el siglo XXI podemos asistir a la creación de una nueva y masiva clase no trabajadora: personas carentes de ningún valor económico, político o incluso artístico, que no contribuyen en nada a la prosperidad, al poder y a la gloria de la sociedad. Esta “clase inútil” no solo estará desempleada: será inempleable. ¿Qué habrá que hacer -¿habrá que hacer algo?- con esta clase ociosa e improductiva? 
 
 
137.- El pueblo no bombardea: Tras la invasión de Ucrania por el ejército ruso, la opinión pública occidental ha demonizado a los rusos. En una pintada callejera que dice “amigos del pueblo ruso”, alguien ha sobrescrito “cuando deje de bombardear Ucrania”. Y yo me he quedado pensando: “¿Cómo podemos confundir una cosa como es el pueblo con otra muy distinta como el gobierno y el ejército a su servicio? El pueblo no bombardea. Ningún pueblo ha bombardeado nunca a ningún otro. Son los ejércitos y los gobiernos que da la orden los que bombardean y asesinan. 
 
 
138.- Los sindicatos orgánicos, desde que renunciaron radicalmente al proyecto político de transformar la sociedad desde abajo y se consumó el divorcio del Sindicato y el ámbito laboral del Partido o el político, se han limitado a ser meras gestorías o asesorías jurídicas laborales de su clientela de afiliados y simpatizantes y a reivindicar como mucho subidas salariales en los convenios colectivos: como intermediarios que son, son los máximos colaboradores de la patronal y del Estado, dado que no cuestionan su existencia ni la realidad del trabajo asalariado mismo, sino que se dedican a gestionar, como se dice ahora, y a hacer más llevaderas las condiciones materiales en las que se desempeña la servidumbre laboral.
 

 139.- Sobre el amor y el sexo escribió Fernando Pessoa las palabras más desengañadas en su entrañable lengua portuguesa, que no difiere tanto de la nuestra castellana,  hermanas ambas que son: Nunca amamos a nadie. Amamos, tan sólo, la idea que tenemos de alguien. Lo que amamos es un concepto nuestro -a nosotros mismos, en suma-. Esto es verdad en toda la escala del amor. En el amor sexual buscamos un placer nuestro alcanzado por intermedio de un cuerpo extraño. En el amor que no es sexual, buscamos nuestro placer mediante una idea nuestra también

 
140.- Un juzgado de Ferrol, la Audiencia Provincial de La Coruña y el Tribunal Constitucional condenaron a una persona, durante la ceremonia de izada de una bandera rojigualda española, por coger un megáfono y gritar en gallego: "hay que prenderle fuego a la puta bandera". El Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, después de ocho años de imputación y seis de condena por ultraje a la bandera, concluye que su actuación no tiene ningún reproche penal y se enmarca dentro de la libertad de expresión. La expresión del sentimiento de que hay que quemar la(s) puta(s) bandera(s) está amparada por el derecho a la libertad de expresión. No hay ningún ultraje a la bandera. El mayor ultraje y crimen además de lesa humanidad es que ondeen banderas todavía.
 
 

sábado, 15 de febrero de 2020

Baja en el sindicato

Estuve afiliado a un sindicato hasta que decidí dejar de pagar la cuota sindical, desgravable en la declaración de la renta a Hacienda, y, acto seguido, llamé por teléfono para comunicar mi decisión y las razones que me empujaban a darme de baja. Me parecía lo correcto después de diez años de "militancia". 


Le comuniqué mis razones a la compañera que me atendía al otro lado del hilo telefónico: Los sindicatos que como aquel, de cuyo nombre no voy a hacer mención, porque da igual un nombre que otro y porque todos los nombres son pseudónimos,  participan en las elecciones sindicales, da igual su supuesta ideología, son la voz de su amo, es decir, del Estado que los subvenciona, y aunque pretendan ir contracorriente como aquél le hacen el juego al Señor, porque son una parte y no poco importante del sistema, como el perro hambriento y agradecido que no muerde sino que besa la mano que le da de comer. Los sindicatos se han convertido, le dije, en meras gestorías laborales que defienden el trabajo asalariado y el "por lo menos tienes un trabajo y eres funcionario, no te quejes".



El Estado del Bienestar, que paradójicamente nos genera malestar, mantiene los medios de producción en manos de unos pocos, que son los que manejan el cotarro del dinero, empresarios y ejecutivos de Dios, e implanta el trabajo obligatorio entre quienes no los poseen, que somos la inmensa mayoría democrática de la gente, o ciudadanía, como nos llaman ahora con no poco recochineo, asegurándonos la satisfacción de las necesidades básicas y un nivel mínimo de bienestar.

¿Cuál es el papel que juegan los sindicatos orgánicos? Ellos son los paladines defensores de ese nivel mínimo de bienestar, de modo que su consecución parece a simple vista una conquista del sindicalismo, cuando en realidad no es un logro sindical, sino una graciosa concesión del poder político, que es, huelga decirlo, el poder económico del dinero. De este modo los sindicatos aseguran el equilibrio y la subsistencia del sistema. Ellos, todos y cada uno, son los cancerberos del sistema que dicen combatir.

Estos que hay ahora no son los sindicatos obreros decimonónicos que pretendían la revolución social, han traicionado su misión originaria para convertirse en meros apéndices del Estado y del Capital, que garantiza su existencia y subsistencia. Primera consecuencia paradójica: los sindicatos han servido para debilitar el movimiento obrero del que nacieron.

El Estado garantiza su función parasitaria subvencionándolos y convirtiendo a sus dirigentes en una especie de delegados del poder establecido y el Gobierno, a los que libera temporalmente de la servidumbre del trabajo: son los privilegiados, dentro de la clase obrera, los "liberados", como la compañera que estaba al otro lado del teléfono escuchándome en silencio. 

Los sindicatos no dependen de las aportaciones de sus afiliados, ridículas cuotas como la que yo y otros cuatro más pagábamos religiosamente todos los meses, sino de las cuantiosas subvenciones del Estado. Sirven, además, para ayudar al partido o coalición política que defienden -una vez consumado el divorcio en el siglo pasado entre el partido y el sindicato obrero- en la conquista del poder, logrando en definitiva que todos seamos unos perfectos consumidores en esta sociedad de consumo que a todos nos consume.

Como me parecía un poco duro de escuchar la chapa que le estaba metiendo a mi interlocutriz, le di la oportunidad de rebatir mis argumentos. Ni siquiera se molestó en contestarme. Sólo obtuve la callada por respuesta. No tenía nada que decirme. Ni  siquiera las gracias por comunicárselo.