136.- Clase ociosa e improductiva. Uno de los intelectuales o pensadores, como dice la publicidad editorial, más leídos del mundo en los últimos años, si no el que más, el historiador israelí Yuval Noah Harari (1976-...) afirma sin pudor que los seres humanos solo tienen razón de ser en función de su valor económico. Escribe sin temblarle el pulso en Homo Deus (2016): La gente vive mucho más tiempo de lo que se esperaba y no hay dinero para pagar las pensiones y los tratamientos médicos (…) En el siglo XXI podemos asistir a la creación de una nueva y masiva clase no trabajadora: personas carentes de ningún valor económico, político o incluso artístico, que no contribuyen en nada a la prosperidad, al poder y a la gloria de la sociedad. Esta “clase inútil” no solo estará desempleada: será inempleable. ¿Qué habrá que hacer -¿habrá que hacer algo?- con esta clase ociosa e improductiva?
137.- El pueblo no bombardea: Tras la invasión de Ucrania por el ejército ruso, la opinión pública occidental ha demonizado a los rusos. En una pintada callejera que dice “amigos del pueblo ruso”, alguien ha sobrescrito “cuando deje de bombardear Ucrania”. Y yo me he quedado pensando: “¿Cómo podemos confundir una cosa como es el pueblo con otra muy distinta como el gobierno y el ejército a su servicio? El pueblo no bombardea. Ningún pueblo ha bombardeado nunca a ningún otro. Son los ejércitos y los gobiernos que da la orden los que bombardean y asesinan.
138.- Los
sindicatos orgánicos, desde que renunciaron radicalmente al proyecto
político de transformar la sociedad desde abajo y se
consumó el divorcio del Sindicato y el ámbito laboral del Partido
o el político, se han limitado a ser meras gestorías o asesorías
jurídicas laborales de su clientela de afiliados y simpatizantes y a reivindicar como mucho subidas salariales en los convenios colectivos:
como intermediarios que son, son los máximos colaboradores de la
patronal y del Estado, dado que no cuestionan su existencia ni la
realidad del trabajo asalariado mismo, sino que se dedican a gestionar, como se dice ahora, y a hacer más
llevaderas las condiciones materiales en las que se desempeña la
servidumbre laboral.
139.- Sobre el amor y el sexo escribió Fernando Pessoa las palabras más desengañadas en su entrañable lengua portuguesa, que no difiere tanto de la nuestra castellana, hermanas ambas que son: Nunca amamos a nadie. Amamos, tan sólo, la idea que tenemos de alguien. Lo que amamos es un concepto nuestro -a nosotros mismos, en suma-. Esto es verdad en toda la escala del amor. En el amor sexual buscamos un placer nuestro alcanzado por intermedio de un cuerpo extraño. En el amor que no es sexual, buscamos nuestro placer mediante una idea nuestra también.
140.- Un juzgado de Ferrol, la Audiencia Provincial de La Coruña y el Tribunal Constitucional condenaron a una persona, durante la ceremonia de izada de una bandera rojigualda española, por coger un megáfono y gritar en gallego: "hay que prenderle fuego a la puta bandera". El Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, después de ocho años de imputación y seis de condena por ultraje a la bandera, concluye que su actuación no tiene ningún reproche penal y se enmarca dentro de la libertad de expresión. La expresión del sentimiento de que hay que quemar la(s) puta(s) bandera(s) está amparada por el derecho a la libertad de expresión. No hay ningún ultraje a la bandera. El mayor ultraje y crimen además de lesa humanidad es que ondeen banderas todavía.