viernes, 20 de septiembre de 2024

La didascalia del capitán

    El geógrafo Eliseo Reclus pronunció en 1894, ante la logia masónica “Los Amigos Filántropos” de Bruselas, una conferencia titulada La Anarquía. Después de haber trazado un sucinto cuadro histórico del anarquismo y presentado lo que el autor concebía como la moral libertaria, Eliseo Reclus, al que se le atribuye la definición de la anarquía como la más alta expresión del orden, narra una anécdota sucedida en el curso de una travesía marítima, en la que el capitán del navío demuestra que la autoridad jerárquica de la que goza no tiene ninguna utilidad en el barco, donde lo que resulta más eficiente es la colaboración de todos los que viajan en él. De alguna manera, este capitán estaba rememorando la vieja metáfora de la nave del Estado que aparece en Platón y que compara la sociedad con un barco, y si no viene a desmentir el dicho popular de que "donde hay capitán, no manda marinero", porque jerarquía sí que hay, sí que viene a sugerir que el mando no es necesario para que single el barco en el que todos navegamos. Le cedemos la palabra a don Eliseo Reclus (1830-1905): 
 

     Voy a permitirme aquí contarles a ustedes un recuerdo personal. Navegábamos en uno de esos hermosos buques modernos que cortan las olas soberbiamente con una velocidad de quince a veinte nudos por hora, y que trazaba de continente a continente, a pesar del viento y la marea, una línea recta -una línea que es una pura abstracción del espíritu, otra quimera como el punto matemático, que no existe más que para los geómetras como, a su modo lo es sin serlo de oficio, el piloto que lleva el gobernalle, que es el otro nombre del timón
 
    El aire estaba sosegado, la noche era templada y las estrellas se encendían una tras otra en la oscuridad del cielo. Charlábamos en la toldilla -que es la cubierta parcial que tienen algunos navíos a la altura de la borda, desde el palo de mesana al coronamiento de popa, por si ustedes no lo sabían, y que recibe otros nombres como chupeta o sobrecámara y castillo o tabladillo de popa-,  ¿y de qué podíamos charlar sino de esa eterna cuestión que es el problema social que nos atenaza, que nos agarra por el pescuezo como la esfinge de Edipo? 
 
    El reaccionario del grupo estaba siendo vivamente vapuleado por sus interlocutores, todos más o menos socialistas. De repente se volvió hacia el capitán, el jefe, el patrón, esperando hallar en él un defensor nato de los buenos principios: "Usted manda aquí; díganos, su poder, ¿no es sagrado? ¿Qué sería del barco si no estuviese dirigido por la constancia de su voluntad?". 
 
  The missionary boat, Henry Scott Tuke (1894)
 
    "¡Qué ingenuo es usted! -respondió el capitán-; Entre nosotros, puedo decirle que de ordinario yo no sirvo absolutamente para nada. El timonel mantiene el buque en su recta trayectoria; en algunos minutos otro piloto le relevará, luego otros más, y seguiremos regularmente sin intervención mía el rumbo acostumbrado. Abajo los fogoneros y maquinistas trabajan sin mi ayuda, sin mi opinión, y mejor que si yo me metiese a darles mi consejo. Y todos los gavieros -que son los grumetes al cuidado de la gavia o vela colocada en el mastelero mayor de la nave, encargados de registrar lo que desde allí puede alcanzarse con la vista-, todos los marineros saben también qué tarea tienen que hacer, y llegado el caso, yo no tengo más que conciliar mi pequeña porción de trabajo con la suya, más ardua aunque menos retribuida que la mía. Sin duda, se considera que yo gobierno el buque. ¿Pero no ve usted que eso no es más que una mera ficción? 
 
    Aquí están los mapas, y yo no los he cartografiado. La brújula nos guía, y yo no la inventé. Han dragado el canal del puerto del que procedemos, y el del puerto al que arribaremos. Y yo no he construido este soberbio trasatlántico que lentamente se inclina sobre sus cuadernas -que son las costillas del casco, encajadas en la quilla del buque desde donde arrancan a derecha e izquierda, en dos ramas simétricas-. bajo la presión de las ondas, balanceándose con majestad en el oleaje, impulsado poderosamente por el vapor. ¿Qué soy yo aquí, entre los grandes muertos, los descubridores y los sabios, nuestros precursores, que nos enseñaron a atravesar los mares? Somos todos sus socios, nosotros, mis camaradas, los marineros, y ustedes también, los pasajeros, porque por ustedes surcamos las olas, y en caso de peligro contamos con ustedes para ayudarnos fraternalmente. Nuestra obra es común, y somos solidarios los unos de los otros." 
 
    Todos callaron y yo guardé cuidadosamente en el tesoro de mi memoria las palabras de ese capitán como no se ve ningún otro. De este modo este buque, este mundo flotante donde, por lo demás, se desconocen los castigos, lleva una república modelo a través del océano, a pesar de los jerárquicos engorros.
 
(Extracto de la conferencia de Eliseo Reclus, pronunciada en Bruselas en 1894).

jueves, 19 de septiembre de 2024

Educación en valores y competencias

    Las competencias, en la jerga pedodemagógica vigente, son las supuestas demandas que “la vida moderna” o “la sociedad” en general hacen a los futuros ciudadanos. Han sido elaboradas por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), organismo que agrupa a los 30 estados más poderosos del universo mundo, dentro del marco del proyecto DeSeCo (Definición y Selección de Competencias), elaborado a partir de 1997.

    Allí se define el término competencia como sigue: Capacidad de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada. Supone una combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones y otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan conjuntamente para lograr una acción eficaz


    No hace falta decir que los parámetros bajo los que se insertan las competencias son funcionales y están subordinados a la dominación política del Estado y económica del Capital, y a la inserción de los niños y adolescentes en la sociedad y edad adultas, es decir, en lo que suele denominarse con un eufemismo sangrante "el mundo laboral".
 
 

    Estas propuestas están guiadas por un enfoque economicista de la educación, dado que responden únicamente a las demandas del mercado: ¿Qué habilidades, por ejemplo, deben poseer los jóvenes para encontrar y retener un trabajo? ¿Qué cualidades se requieren para estar al día en las nuevas tecnologías? ¿Qué deben tener los ciudadanos para funcionar bien en la sociedad tal y como está establecida? 

    Si los conocimientos son muy complejos, se hacen adaptaciones o ajustes curriculares simplificadores para que los educandos puedan obtener el título que les permita llegar a ser mercaduría laboral. No se persiguen espíritus críticos, sino todo lo contrario: gente sumisa que se amolde a la explotación, a la precariedad, y que no sueñe con transformar la realidad que le ha tocado vivir, sino que se acomode sin rechistar a lo que está mandado.

    A los profesores, que antes han sido alumnos, se les consulta, en el mejor de los casos, para saber su ópinión, una opinión que se les dicta de antemano, pero no se tienes en cuenta sus criterios; acaban imponiéndoseles unos cambios educativos desde las altas esferas pedagógicas de los poderes políticos y económicos, si cabe hacer distingo tan inepto, tendentes a formar ciudadanos empleados, es decir, utilizados, pues no en vano se hacen sinónimos "empleo" y "trabajo",  que participen votando en la feria de la democracia y que contribuyan económicamente al sostenimiento del Estado a través de sus aportaciones directas a la Agencia Tributaria y de los impuestos indirectos.

    Esto y no otra cosa es la moderna educación basada en competencias (ya ni siquiera en valores, on values, como decían antes de convertir los valores morales en bursátiles), que forman parte del currículo oficial y oculto de preparación de la ciudadanía para la vida moderna y que transmite e inculca nuestro sistema educativo  (con los medios audiovisuales e interné a la cabeza), según uno de nuestros más geniales humoristas, el entrañable Quino:
(Medios de transporte. Ya no se hace camino al andar, como cantó el poeta, sino al transportarse uno en cualquier vehículo privado mejor que público, de ahí el auge del automóvil rodado, que ahora se prefiere eléctrico como lo fue en sus orígenes, y entre los más jóvenes el patinete igualmente eléctrico).
  (El desarrollo del cerebro humano y la actividad de pensar se sustituyen por la Inteligencia Artificial que nos ofrecen las modernas TIC Tecnologías de la Información y la Comunicación para el fomento de nuestra competencia digital).
(El teléfono inteligente, móvil o esmarfon, que nos aleja de los que tenemos cerca y nos acerca a los que están lejos manteniendo con ellos un contacto sin tacto, aséptico y frío, que se impuso durante la pandemia por la orden del distanciamiento social, pero cuyo uso venía ya apuntando maneras de antes, sustituye al contacto humano por el virtual on line. Los besos, apretones de manos y los abrazos quedan reducidos off line a palabras y estúpidos pictogramas o emoticones).
  (La cultura se reduce a la basura que nos echan por las pantallas de las redes para pasto de pedantes y entretenimiento de idiotas).
 (El mandamiento cristiano "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" se reduce a "Amarás al único prójimo que tienes, que eres tú mismo". El narcisismo halla así su más cumplida realización en los modernos selfis).
  (Los únicos valores que cuentan son los económicos o bursátiles, que son los que cotizan en bolsa, a lo que se reducen nuestras auténticas acciones).
(Dios es el dinero, su más cumplida y moderna epifanía monoteísta, cuya fe secularizada y laica no tiene ateos).
(Esta es la educación pública, privada y concertada, que favorece por encima de todo la inserción en la sociedad y la (de)formación profesional como preparación para la prostitución laboral).

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Sexo y género

    El constructivismo social posmoderno que predica Judith Butler y afirma que son una convención o construcción social el sexo (o cuerpo), y el género (o alma, en su versión secularizada, según el certero análisis de Juan Manuel de Prada, que cita a Santiago Armesilla), concede paradójicamente a la llamada 'disforia de género' la categoría de hecho natural. 
 
 
    La expresión 'nacido en un cuerpo equivocado' es la narrativa más socorrida por la que se trata de explicar la disforia o desazón y molestia por el hecho de que el sexo biológico 'asignado al nacer' no se corresponda con la identidad de género. Esta versión del dualismo más rancio del alma atrapada en la cárcel del cuerpo de nuestros místicos la encontramos continuamente vulgarizada en los medios de comunicación. El dualismo alma-cuerpo de la teoría cuir (adaptación a nuestra ortografía del anglicismo queer 'persona que no es heterosexual o cisgénero y rechaza ser clasificada por sus prácticas sexuales o su género para no limitar su experiencia personal') tiene implicaciones prácticas en la medida en que fundamenta intervenciones fármaco-quirúrgicas para «liberar» la identidad transgénero sentida del supuesto cuerpo equivocado. 
 
    La identidad sentida viene a ser el alma innata con la que uno nace y que permanece atrapada en ese cuerpo incorrecto. Después de tanta insistencia en la construcción social del género y del sexo, nos encontramos aquí con que la identidad transgénero sería una entidad natural no construida que, sin embargo, se puede reconstruir farmacológica- y quirúrgicamente. Como escribe De Prada: La 'autodeterminación de género' no sería otra cosa, a la postre, sino la afirmación de un individuo soberano que se yergue contra la propia biología, en su búsqueda narcisista de felicidad personal. (...) la 'autodeterminación de género' destruye el cuerpo humano hormonándolo y mutilándolo de forma irreversible, o bien lo niega irracionalmente, como pretende la llamada 'ley trans', que considera mujeres a los hombres que así se declaran ante el registro civil (Juan Manuel de Prada, Alma y género, en 'Animales de Compañía', XLSemanal, 6 de septiembre 2024).  
 

    Nadie está atrapado en un cuerpo equivocado. Para empezar, éste es un concepto él mismo equivocado, «atrapado» en el dualismo gnóstico alma-cuerpo. Tampoco es sostenible en su versión cerebro-cuerpo cuando se habla por ejemplo de un cerebro de mujer en un cuerpo de varón o al revés. No existe un tal cerebro de varón o mujer, si acaso un mosaico de aspectos convencionalmente considerados masculinos y femeninos. 
 
    Se escucha que el sexo se asigna, y que en realidad no existe. Llamo «delirio cuir» a algo fácil y señalable: a mantener que el sexo no tiene existencia real, sino que es un constructo, más específicamente, una construcción performativa. Pero, a la vez, no dejaría de ser una revelación espiritual que, desde el interior de cada quien, no cabe negar. 
 
    Resulta asimismo curiosa la deriva de la izquierda política hacia las identidades subjetivas y sentidas, en detrimento de las realidades y contradicciones objetivas de la sociedad capitalista, y el aprovechamiento que el capitalismo neoliberal, que es el mayor productor de subjetividades, realiza capitalizando dichas políticas consideradas de izquierdas. 
 
 
    Estamos hablando de un movimiento, el movimiento cuir que tiene presencia en la filosofía y en los platós de televisión, en la legislación nacional e internacional y, por supuesto, en el gallinero de las redes sociales telemáticas. 
 
    Dice la falsa etimología popular que la expresión 'reinas drag' se explica porque drag sería el acrónimo del inglés DRessed As A Girl “vestido como una chica”, y aunque el término significa eso -chico travestido- su origen no es esa ingeniosidad, sino que remonta, al parecer, al verbo inglés to drag, que significa 'arrastrar', en concreto "un ancla a lo largo del fondo de un río, lago, etc., en busca de algo", y que hemos adaptado en castellano, quizá por intermedio francés, como “dragar”, con el significado de ahondar y limpiar con una draga, que sería un mecanismo específico para extraer y arrastrar de los puertos, ríos, lagos, estanques el fango, piedras, arena, etc. Drag, como sustantivo, significó en inglés desde el siglo XIV 'red de arrastre' y a partir del XVIII "cualquier cosa adjunta a un cuerpo en movimiento que retarda su progreso". 
 
 
    El sentido actual de ropa de mujer usada por un hombre remonta a 1870, y se supone nacido en la jerga teatral por las faldas largas que arrastraban los actores que encarnaban papales femeninos por por el suelo. Podría también explicarse a través del yiddish trogn 'vestir', del alemán tragen, con el mismo significado. El sentido moderno de travesti masculino o reinona con el sentido de hombre, general- pero no exclusivamente homosexual, que se disfraza de mujer de una manera muy llamativa, que tiene en la expresión drag queen remonta a 1941, y sería 'reina que arrastra su vestido”.

martes, 17 de septiembre de 2024

Pareceres LVIII

281.- Prevención de riesgos potenciales:  La medicalización o medicación innecesaria de la sociedad, que va pareja al proceso de infantilización general, no hay quien la pare, fomentada como está por la industria farmacéutica que encuentra curas para males que no existen todavía. Nos hemos convertido todos de la noche a la mañana en el enfermo imaginario de Molière, y ya solo estamos sanos si nos lo certifica una analítica de un laboratorio sin asteriscos de color rojo, que son cada vez más numerosos habida cuenta de la constante modificación de los parámetros a fin de que la normalidad sea cada vez más anormal. Es el concepto de new normal. Hacer creer a la gente que tiene una enfermedad que no tiene es una sustanciosa fuente de ingresos para los profesionales de la salud y la farmacia. Se medicalizan la vejez, el embarazo, la menopausia, los problemas personales y sociales, y se venden como enfermedades meros indicadores de riesgo, no siempre fiables, como la hipercolesterolemia o la osteoporosis... Bajo el dominio del doctor Knock, no hay personas sanas, en buen estado de salud, porque todos somos enfermos en potencia aristotélica, la mayoría de las veces ignorantes de los males lavados o latentes que presuntamente nos aquejan, pero la enfermedad no es otra cosa más que la conciencia que tenemos del propio cuerpo, de que el cuerpo es propiedad nuestra y, por lo tanto, podemos donarlo a la Ciencia. La medicina preventiva es una aberración que va en detrimento del carácter curativo que debería tener el oficio hipocrático. Los reconocimientos médicos a personas sanas deberían desaparecer de la faz de la tierra porque apenas aportan nada. Hacen más mal que bien, pero de eso se trata. La medicina ya no tiene como lema el primum non nocere, sino solo el nocere, el hacer daño para poder luego si acaso remediarlo.


282.- La predicción del oráculo para los próximos 25 años: La predicción del sibilino Bill Gates para los próximos 25 años, que estrenará una miniserie en Netflix de cinco capítulos que se titulará: What's next? ¿Y ahora qué? El futuro según Bill Gates, es, atención, porque sabe de lo que habla: Una gran guerra u otra pandemia, Comenta, además, que el problema número uno al que se enfrentan los jóvenes es la desinformación. Le preocupan al filántropo milmillonario las tensiones vividas en muchas regiones del mundo tales como la invasión rusa de Ucrania o la israelí de Gaza, así como los conflictos comerciales entre Estados Unidos, la vieja Europa y la pujante China, tensiones que pueden derivar en un conflicto armado a gran escala en los próximos años. En concreto utiliza la expresión “gran guerra”, en clara alusión a las dos guerras mundiales acontecidas en la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, en caso de que se evite el enfrentamiento armado, el futuro no será mucho mejor, según el magnate. Lo dice bien claro. Sabe de lo que habla: “Incluso si evitamos una gran guerra... habrá otra pandemia, muy probablemente en los próximos 25 años”. No hay que olvidar que Bill Gates escribió y publicó un libro en 2022 titulado Cómo evitar la próxima pandemia. En él criticó a varios gobiernos y presentó una serie de recomendaciones que podrían frenarla como invertir en el seguimiento de enfermedades, impulsar la investigación y el desarrollo de vacunas y establecer políticas de cuarentena mucho más estrictas. 
 
 283.- La Corona. Un titular del periódico monárquico ABC dice: “La Corona se consolida entre los españoles”. La sinécdoque hace que enseguida entendamos que se refiere a la monarquía. Es una noticia, basada en una encuesta que revela que el 54% de los españoles creen que el Rey ha fortalecido la Monarquía (con mayúscula). Al leer el titular sentimos enseguida que la mayoría de los españoles apoya la monarquía, es decir, el régimen establecido, por lo que si uno no la apoya siente enseguida que está equivocado y tiene que aceptar democráticamente, la opinión mayoritaria, porque es la que se impone democráticamente, aunque sea por muy poca diferencia, se nos hace creer que lo que la mayoría quiere es lo que quiere el pueblo, y eso es mentira: creemos lo que nos dicen que creamos. Las encuestas no reflejan la opinión que la gente tiene, sino la que tiene que tener. 
 
 
 284.- Gasto militar español. El gasto militar del gobierno español ha pasado de unos dieciochomil millones (18.000.000.000) de media anual con el gabinete conservador, a veinticincomil millones (25.000.000.000) durante 2022 y veintiochomil millones (28.000.000.000) durante el año pasado 2023 con el gobierno que se autodefine como “el más progresista de la historia”, desde que hay registros, obviamente. Pero es más que probable que el gasto militar real sea muy superior al reconocido. Hay gasto militar, en efecto, oculto en otras partidas paramilitares, lo que hace que el gasto efectivo sea muy superior al oficial declarado del Ministerio de Defensa. Por ejemplo el gasto concerniente a la Guardia Civil, que no depende del Ministerio de Defensa, sino del de Interior; las pensiones de jubilación de los militares, que otros países occidentales registran como gasto militar, en nuestro país se consideran un gasto social. El Ministerio de Asuntos Exteriores se encarga de financiar las operaciones en el extranjero de nuestras tropas, y eso no se considera gasto militar estricto porque no va al presupuesto de Defensa sino de Asuntos Exteriores. El gasto militar español, muy superior al que se declara, que ya resulta escandaloso, es como un iceberg: lo que se ve es solo la punta, mientras que el grueso se oculta a la vista. ¿Cómo se justifica este considerable aumento? Se recurre al argumento del ambiente prebélico que se respira a raíz de la guerra de Ucrania, pero antes de la invasión rusa, iniciada a últimos de febrero de 2022, el gasto militar ya se había disparado argumentando que había que modernizar y profesionalizar nuestros ejércitos, un argumento muy peligroso porque nunca se acaba de modernizar en sentido estricto, porque lo que hoy es moderno, mañana ya no lo es, es una antigualla que se ha quedado atrás. La modernización tiene que ser, por lo tanto, permanente, creciente como el gasto, que le va a la zaga. 
 
 285.- El clúster del Maestrazgo. El pasado martes 23 de julio el Consejo de Ministros y Ministras aprobó la autorización para construir el conocido como Clúster del Maestrazgo. Clúster es un término inglés que podría expresarse en castellano con una palabra propia equivalente de la índole de «agrupación», «conglomerado», «agregado», «(a)cúmulo», «haz», «racimo», «brote», pero el anglicismo oculta mejor el significado... Y el Maestrazgo es una comarca aragonesa situada al este de Teruel. Este es el macroproyecto eólico que surcará las comarcas turolenses del Maestrazgo y Gúdar-Javalambre y se coloca a su vez como uno de los mayores parques eólicos de España. El proyecto, que se desarrollaría en uno de los espacios naturales de mayor envergadura de España, supondrá la implantación de 20 parques eólicos. Entre todos ellos sumarían 125 aerogeneradores de unos 200 metros de altura, siendo de los más grandes existentes. Además, se sumarían 173 quilómetros de líneas de alta tensión y 327 quilómetros de carreteras. En total se afecta una superficie total de cerca de 72.000 hectáreas. Son más altos que las torres del Pilar de Zaragoza, y van a colocarse, si nadie lo remedia, en el Maestrazgo. Podemos imaginar el destrozo ambiental que van a suponer en una de las zonas más privilegiadas de Teruel y de todo Aragón, que el gobierno de las Españas vende a las empresas de energías macrorrenovables. Los propios macroproyectos de energías renovables aseguran el deterioro medioambiental, con esa inevitable 'predisposición', recurrente y renovada con su afán modernizante, de los grandes proyectos empresariales.
 

lunes, 16 de septiembre de 2024

Fascistas y antifascistas

    En septiembre de 1921, un año antes de la marcha de Mussolini sobre Roma, Errico Malatesta publicaba un artículo en Umanità Nova titulado “La guerra civile” en el que defendía que la guerra civil era la única guerra justa y razonable que podía emprenderse.  Estaba muy reciente aún el recuerdo de la carnicería que había sido la Primera Guerra Mundial (1914-1918), aquella que iba a poner fin a todas las guerras, en la que la vieja Europa se había desangrado. 
 
    A mí y a muchos de mi generación nos resulta en principio algo escandalosa una afirmación como la que hace Malatesta. Cuando éramos niños y preguntábamos en casa por la guerra civil que había sufrido España de 1936 a 1939 veíamos cómo nuestros mayores guardaban silencio, nadie quería hablar de aquello. Todo el mundo quería pasar página enseguida y olvidar, porque en todas las familias había víctimas de ambos bandos, y muchas heridas abiertas no habían cicatrizado todavía. Aquella había sido una guerra fratricida, como en el fondo lo son todas. 
 
    Pero Errico Malattesta acota enseguida el significado de la expresión que utiliza: «por guerra civil entendemos la guerra entre oprimidos y opresores, entre pobres y ricos, entre obreros y explotadores del trabajo ajeno, no importa si los opresores y los explotadores son o no de la misma nacionalidad, si hablan o no la misma lengua que los oprimidos y explotados». 
    
 
Errico Malatesta (1853-1932)
 
    El veterano anarquista decía que cuando hay una guerra entre estados -capitalistas todos por esencia-, los pueblos deben negarse a matarse entre ellos y, en su lugar, deben emprender una 'guerra civil' contra sus patrones y gobernantes que los llevan a la guerra.
 
    Se preguntaba en ese artículo Errico Malatesta si la guerrilla que entonces ensangrentaba Italia era una guerra civil en el sentido amplio que él había definido: una guerra del pueblo contra el gobierno, de los trabajadores contra los capitalistas, una guerra de los de abajo contra los de arriba o un enfrentamiento entre los de abajo, divididos desde arriba para que se mataran entre ellos. Y su respuesta era muy clara, le parecía que  “la guerrilla entre fascistas y subversivos -i.e. antifascistas-, como se ha sostenido en los últimos diez o doce meses y como se combate todavía, no sirve más que para hacer derramar sangre y lágrimas, para sembrar semillas de odios duraderos sin poder luego servir a ninguna causa, a ningún partido, a ninguna clase”. 
 
    Escribe Malatesta algo que hoy sin duda escandalizaría a muchos sedicentes antifascitas: “Pero al mismo tiempo que se organiza la resistencia, hay que reconocer que en el fascismo no es todo escoria, no es todo malo”. Y añade que entre los fascistas había muchos jóvenes sinceros, trabajadores incluso, que creían que estaban "defendiendo una causa justa y no se han dado cuenta todavía de que son instrumentos de unos pocos criminales y de unos pocos tiburones: es preciso abrirles los ojos invitándolos a amables discusiones”. Por supuesto, esto no significa que para Errico el fascismo no fuera un problema, que no hubiera que combatirlo. No ocultaba que era un producto «de los agrarios y los capitalistas» y que «es necesaria una resistencia organizada para acabar con la aventura fascista». El objetivo es entonces derrotar al fascismo, pero ciertamente no para defender el status quo, sino para asegurarse «que esta lucha absurda termine, para poder empezar a combatir una lucha clara». La lucha clara a la que se refiere es su "guerra civile".
 

    Viniendo a lo de hoy, más de un siglo después, esta lucha absurda entre fascistas y antifascistas en ausencia de fascismo, que no es más que un recuerdo histórico y una amenaza que algunos sitúan en un futuro más o menos inmediato contra el que hay que combatir, aún no ha terminado. Nos dicen que hay que acudir a las urnas a derrotar el fascismo e incluso, como en Francia, se constituye un Frente Popular cuyo objetivo es, como la coalición que gobierna en las Españas, que no gobierne la extrema derecha, posponiendo de ese modo o procrastinando, según la palabra de moda, hasta las calendas griegas, es decir, hasta nunca, la “guerra civil” en el sentido que le da Malatesta de enfrentamiento entre los de abajo contra los de arriba. 
 
    ¿Qué sentido tiene alarmarse como hacen algunos rasgándose las vestiduras por el ascenso de la extrema derecha, o en general por el retorno del fascismo y el nazismo a la vieja Europa, cuando son las democracias los regímenes más autoritarios y «fascistas» en el sentido más amplio de la palabra? Conste que no se está haciendo aquí con lo que se acaba de decir ninguna apología del fascismo, Dios o quien sea nos libre, sino todo lo contrario: se está ampliando su campo semántico para incluir también, dentro del fascismo, el antifascismo. No se defiende a ningún partido, sino al contrario, se condena a todos ellos por igual. 

     Si no vemos mayor peligro en el ascenso del fascismo es porque no creemos que pueda establecerse un régimen más autoritario y "fascista" en sentido amplio que el que ya tenemos encima y padecemos, que es el régimen demotecnocrático y neoliberal que defienden a capa y espada las élites financieras y los políticos y militares tanto de derechas como de izquierdas. 
 
    No viene mal recordar aquí la máxima del que fuera primer secretario del Partido Comunista de Italia, Amadeo Bordiga (1921): «El antifascismo se convertirá en el peor producto del fascismo». La cuestión principal para los comunistas y anarquistas de hace cien años no era la guerra contra los fascistas, sino, por decirlo en términos marxistas, contra la burguesía, o, en palabras más actuales, contra el Estado y el Capital.  
 
    Quizá no esté de más releer lo que escribíamos por aquí en Vuelve 'il fascio'

domingo, 15 de septiembre de 2024

Guerra por doquier

    Conviene recordar la advertencia que hacía Calino de Éfeso a sus contemporáneos porque sigue vigente ya que 'hoy es siempre todavía' allá por el siglo VII antes de la era cristiana: en paz creéis / estar pero la guerra domina toda la Tierra. Él lo decía para insuflar a los jóvenes ardor guerrero y ánimo de lucha, pero, aparte de su intención, no dejaba de formular una verdad o, por lo menos, algo que no era una falsedad. Aunque nosotros vivimos bajo el reinado de la paz, la guerra, como cantaba el poeta, que es el padre de todas las cosas, como dijo el efesio, es lo que está mandado y lo que manda por doquier. 
 
    ¿No vemos todas las guerras y guerrillas en el sentido tradicional  que se desarrollan ahora en Ucrania, en Gaza y en tantos otros puntos lejanos del planeta? Tienen su utilidad, sirven, además de para disparar la inversión de dinero en armas, para que creamos que nosotros, por contraposición, disfrutamos de presunta paz, como el hecho de que haya cárceles y prisioneros sirve para que creamos que nosotros, que estamos fuera de esos recintos, somos libres... por ahora.  La creencia de que estamos en paz se ve enturbiada por la amenaza apocalíptica, perturbadora y constante de una nueva guerra mundial, la tercera y última porque a la tercera va la vencida, o sea, la definitiva, que se cierne sobre todos nosotros como espada de Damoclés, que sería nuclear.
 
 
    Pero la guerra tiene numerosas epifanías y metáforas. Una sucesión de guerras conforma nuestra realidad que a veces se ha denominado neonormalidad (new normal, en la lengua del Imperio que se nos impone).
 
    La cosa, por lo que concierne a este siglo XXI, debió de comenzar en 2001 con la declaración de guerra al terrorismo (war against terrorism, global war on terror), a raíz de la destrucción de los rascacielos iguales neoyorquinos que todavía colea en los controles aeroportuarios en los que todos somos considerados terroristas potenciales, mientras no se demuestre lo contrario, por lo que se nos controla aleatoriamente.
 
 
    La cosa siguió en 2016 con la guerra al populismo (war against populism), una guerra que se hizo “global”. El Washington Post calificó aquel año como el año en que la ola de populismo revolucionó el mundo -Brexit, auge populista europeo y Donald Trump en los EE. UU-. Se apellida a veces esta guerra añadiéndole la coletilla "de extrema derecha", hasta el punto de que algunos gobiernos justifican su gobernanza diciendo que acceden al gobierno para impedir que lo haga la ultraderecha, olvidando que ellos mismos son el monstruo que dicen combatir.
 
    La cosa siguió en 2020 con la guerra al virus coronado, que duró hasta 2023 (war against virus), con la declaración de estado de emergencia, que nos obligaba a enmascarillarnos, guardar las distancias y observar cuarentenas y toques de queda porque todos podíamos ser portadores del virus. El presidente francés lo dijo claramente: “Nous sommes en guerre”. Y el presidente español, que no iba a ser menos y quedarse a la zaga, lo corroboró afirmando que estábamos “librando una guerra” contra el virus Covid-19, un “enemigo que nos golpea a todos” y “no entiende de fronteras, colores, ni idiomas”, por lo que es “el momento de la coordinación, de la cooperación y de la solidaridad”. 
 
 
    Una nueva forma de guerra se declaraba simultáneamente: la guerra contra la desinformación o contra los bulos, que por ejemplo enarboló la Unión Europea (war against misinformation and disinformation).​ Esto es, por ejemplo, lo que dice nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, que prefiere el término “lucha” en vez de “guerra”: La desinformación constituye una de las mayores preocupaciones de los países democráticos. Detrás de las noticias falsas o fake news se articulan, en numerosas ocasiones, estrategias para manipular la opinión pública y erosionar la estabilidad de los Estados y de sus instituciones. Los bulos y la desinformación representan desde hace tiempo una amenaza global para la libertad y para la democracia. Sin embargo, es en la actualidad, dada la velocidad de propagación de las campañas debido a los medios digitales, cuando más acuciante resulta. En los últimos años se ha acelerado tanto el flujo de información como el de desinformación, como lo demuestra la infodemia producida en las redes en el contexto de la pandemia de la COVID-19. Una guerra que ha sido llevada a cabo por los fact checkers o verificadores de datos y promovida por los gobiernos, que ven así en peligro el monopolio informativo de sus 'verdades oficiales' o mentiras. 
 
 
    Pero habría que retrotraerse a la segunda mitad del siglo XX para datar una guerra que todavía colea, la declarada contra el cambio climático (war against climate change), que se renueve con continuas campañas contra el calentamiento global, contra el dióxido de carbono o CO2, contra las emisiones GEI de Gases de Efecto Invernadero con renovados eslóganes como: Controla tu huella, Net Zero Coalition, Emisiones Cero... El origen de esta guerra podría datarse en el año 1972, cuando se celebró en Estocolmo la Primera Cumbre para la Tierra. 
 
    Estas son las nuevas guerras que junto a las tradicionales y convencionales conforman la realidad que padecemos, guerras que el capitalismo nos declara en su afán totalitario a todos y cada uno de nosotros porque a) somos terroristas en potencia, b) somos populistas o partidarios del pueblo y, por lo tanto, enemigos del gobierno, c)  somos portadores de virus, d) somos divulgadores de bulos e informaciones falsas y malintencionadas y d) somos responsables del deterioro del medio ambiente y del planeta; en definitiva, somos pecadores, como decía la vieja religión.

sábado, 14 de septiembre de 2024

Algunos cabos sueltos

ELECCIONES: No se trata de elegir (democráticamente, por supuesto, faltaría más) a un nuevo mayoral de la grey que nos pastoree. No se trata de cambiar de pastor ni de perros guardianes del rebaño ganadero -¡los mismos chuchos con collares diferentes!-, de forma que las cosas sigan básicamente igual en el fondo, sino que deberíamos tratar, más bien, de dejar de ser ovejas gregarias que forman parte de un rebaño. ¡Ya salió la oveja negra que faltaba! ¡Sí! ¡Ya salió el garbanzo oscuro del puchero y la manzana podrida del frutero que corrompe y echa a perder a las demás!




LA METÁFORA DE LA RED. No es que estemos envueltos en una Red de redes, sino que nosotros mismos desempeñamos el papel de arañas que tejen dicha red y urdimos dicha telaraña: somos nuestra víctima y verdugo a la vez. La Red nos ha convertido, mal que nos pese, a todos sus usuarios en colaboradores activos y necesarios, es decir, en siniestros arácnidos tejedores de su entramado. Ese es el éxito de su función y nuestro fracaso.



POR TU PROPIO BIEN: Lo más inmoral que hay: hacerle mal a alguien, como hace el proceso de educación con las tiernas criaturas infantiles, y tratar de convencerlo a uno con la técnica del lavado de cerebro de que el mal es por su propio bien futuro. La escuela nos formatea para que creamos que nos han hecho un bien cuando nos han infligido el peor de los males posibles “para que aprendamos”. 


SOCIALIZACIÓN: Los defensores de la escolarización obligatoria esgrimen como principal argumento para justificar su existencia el de la socialización. Si hay que elegir una sola razón que acredite la existencia de la escuela obligatoria, sería esta: nos sociabiliza. Vamos a dejarnos de cuentos,  porque ni nos educa ni nos enseña en condiciones. Examinémoslo. Se trata de una mentira interesada. ¿Es que acaso los niños griegos y romanos de la antigüedad, o los niños de la Edad Media o los de la prehistoria sin ir a la escuela no se sociabilizaban, como dicen ellos, y establecían vínculos no sólo con los compañeros de su edad sino también con todo tipo de personas? ¿Por qué la escuela obliga a los niños a relacionarse sólo con compañeros de su edad bajo la atenta mirada vigilante de los adultos? ¿Un niño acaso no se socializa y sociabiliza en casa, en la calle, en la familia, fuera de la reclusión del recinto escolar que cada vez se parece más a un campo de concentración? 



LAVADO DE CEREBRO: La existencia de sectas minoritarias que “comen el coco” a los niños y adolescentes, o la práctica del lavado de cerebro -brainwashing, según el término de Edward Hunter-  en la China comunista de la época de Mao, nos distraen del lavado cerebral y comedura de tarro más efectiva que nunca haya existido, que es lo que realiza el Estado aquí y ahora a escala multinacional y planetaria a través de los medios de conformación de masas y la educación obligatoria, dos maldiciones que pretenden que veamos como bendiciones y adelantos, “para que estemos in-formados”, es decir, con-formados, con-formistas y con-formes. 

 

LA MENTIRA DE LA HISTORIA: Vemos la locura y los horrores de otras épocas pasadas y nos consolamos pensando que son Historia, que son agua pasada, cosas que ya no pasan. No somos capaces de ver la locura y los horrores de nuestra época. Vemos por ejemplo la represión sexual de la era victoriana, o el holocausto de los judíos perpetrado por los nazis y no vemos la represión general, integral, y el holocausto que nos consume a todos en la nuestra, que es la única época que hay, por cierto, porque las otras épocas están todas metidas dentro de esta.
 

ÉXITO EN LA VIDA: La vida no es el curriculum vitae.

 

viernes, 13 de septiembre de 2024

Nuestra huella de carbono

    ¿Qué es la huella de carbono? Son los gases de efecto invernadero que producen nuestras actividades económicas cotidianas. El dato, expresado en toneladas emitidas de CO2 es vital, nos dicen, para frenar el cambio climático. Nos dicen que hay que poner en marcha las iniciativas necesarias para reducirla al máximo y borrarla del planeta tierra, empezando por cada uno de nosotros en nuestro día a día. El planeta ha sido asesinado, como muestra esta viñeta de Eneko, titulada "Escena de un crimen" que representa el cadáver de un globo terráqueo, y que da a entender que los asesinos somos nosotros, que no controlamos nuestras emisiones, nuestros gases de efecto invernadero, nuestra huella de carbono:
 
 

     La publicidad gubernamental insiste en la responsabilidad individual que tenemos todos y cada uno de nosotros si no hacemos algo para salvar el planeta y eliminar nuestra huella de carbono. Veamos por ejemplo este cartel aparecido en el Metro de Madrid, realizado en papel reciclado, que nos invita a calcular nuestra huella y que insiste en nuestra responsabilidad individual, versión laica de la culpabilidad de nuestro pecado original. La campaña se titula "Hablemos de Jimmy", pero podía haberse titulado: "Hablemos de ti mismo".
 

     "Los martes Jimmy sale de casa sin apagar la luz del salón y coge el coche para ir a comprar pan de molde al barrio de al lado. Los miércoles también. Hazlo un poco mejor que Jimmy".

    Este Jimmy es, sin duda, gilipollas porque si no apaga la luz al salir de casa y si coge todos los días el coche para ir a comprar el pan cerca de donde vive lo está pagando caro, pero no solo por incrementar su huella de carbono, sino sobre todo por la factura de la luz y la cuenta que deja en la gasolinera. 
 
    La campaña nos invita a hacerlo mejor que él, y a arrepentirnos si hacemos lo mismo que él, que es un pecador. Otro cartel reza, con propósito de enmienda: "Soy consciente de cuánto contamino, y a partir de ahora voy a cambiar radicalmente mis hábitos de consumo... dijo Jimmy nunca". Pero nosotros podemos hacerlo mejor que él y proponernos no contaminar, no dejar ninguna huella o dejar huella cero, como les gusta decir.
 

    La campaña insiste en nuestra responsabilidad personal, diluyendo así la responsabilidad del sistema capitalista en los tristes consumidores y contribuyentes individuales: "De media generamos 7,5 toneladas de CO2 al año. Jimmy genera 17 porque es muy competitivo". 
 
    "Jimmy tiene curiosidad por saber cuánto contamina. Spoiler: Mucho. Jimmy contamina como si no hubiera un mañana... literalmente".  Ahora resulta que Jimmy, o sea, cada uno de nosotros, es el responsable de la contaminación atmosférica.
 
    Hay algo en este cortometraje sarcástico de la campaña contra el cambio climático 10:10, realizado en 2010 por Richard Curtis, considerado uno de los mejores guionistas de comedia en el Reino Unido, y titulado "No pressure" (Sin presión) que nos hace pensar que somos nosotros mismos, no nuestra huella, lo que se pretende erradicar del planeta para salvarlo. El vídeo, subtitulado en castellano, contiene escenas que pueden resultar perturbadoras, nos advierten, para algunos que lo vean, y no se considera adecuado para los niños.  
    

   

jueves, 12 de septiembre de 2024

¿Puede existir un mundo sin dinero?

    Se pregunta el BBVA si puede existir un mundo sin dinero. A mí lo primero que se me ocurre es que existir, lo que se dice existir en la realidad, seguro que no puede, porque la esencia de la realidad y del mundo es el dinero. Pero el BBVA en esta página nos invita a hacer el ejercicio de imaginar por un instante que el dinero desaparece de la faz de este mundo por arte de magia para siempre. ¿Qué pasaría? 
 
    Sin duda el hecho de no disponer del dinero como medio de pago universal provocaría una completa transformación de la sociedad, y, quizá -¿quién sabe?- nosotros -'las personas' dice el BBVA-, olvidando la existencia del vil metal, viviríamos en un mundo idílico de felicidad y despreocupación, sin ese vínculo que nos subyuga.
 
 
    ¿Volveríamos al trueque? Analizando el sistema de cambalache de una cosa por otra, la susodicha entidad bancaria llega a la conclusión de que no es un sistema perfecto, puesto que quienes carecen de bienes en propiedad no podrían participar de esos trapicheos. 
 
    Un mundo donde no existiera el dinero tendría que ser un mundo feliz y despreocupado, aunque también podría ser -¿quién sabe?- una pesadilla, abriéndose un panorama terrorífico tras su desaparición repentina y efectiva, volviéndonos absolutamente incapaces nosotros de  intercambios. 
 
 
  Pero tras un somero análisis de los distintos tipos de dinero habidos y por haber, el BBVA llega a la conclusión de la trascendencia del dinero en nuestra vida ('en la vida de las personas' dice literalmente), porque “con dinero, compras comida, medicamentos, ropa, aparatos electrónicos, libros, entradas de espectáculos y una infinidad de bienes y servicios adicionales. Por eso, es necesario contar con el dinero como sistema de pago universal e instrumento para fijar el precio de las cosas, y así poder comparar unas con otras”.
 
  La conclusión a la que llega el banco después de este ejercicio de imaginación es que la desaparición del dinero "ocasionaría inconvenientes y contratiempos”, de donde se deduce que es preferible que no desaparezca y, para eso, lo mejor es que esté protegido y disponible "para cuando lo necesites", es decir, para el futuro. Por eso el BBVA, aquí interrumpe la ensoñación y da paso a la publicidad, nos ofrece no solo "la tranquilidad de pertenecer a un gran banco" sino también "las últimas innovaciones en digitalización -no faltaba más, hay que estar con los tiempos-", que agilizan y simplifican la gestión de nuestras finanzas, permitiéndonos controlar nuestros gastos allá donde estemos, ya sea de día o de noche, tanto en jornada festiva como laboral,tanto en lunes como domingo, gracias a la aplicación de nuestro inseparable teléfono supuestamente inteligente y aplicado. 
 
 
    ¡Vaya chasco! Después de habernos invitado a imaginar un mundo sin dinero y hacernos soñar, resulta que el Banco nos echa un jarro de agua fría de realidad en las sienes y viene a decirnos, impregnándonos de realismo, que pongamos nuestro dinero a buen recaudo en su caja fuerte, donde está bien seguro y custodiado. Además, claro, ¿qué sería del BBVA y demás bancos y entidades bancarias en un mundo donde no existiese el dinero? Tampoco existirían los bancos, que son los recintos sagrados donde se deposita el dinero y se rinde culto a la Religión del Capital.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Lo que el mosquito le dijo a Alicia

    Vivimos en una época en la que los números identifican a las personas con más facilidad que los nombres propios. Somos números. Somos el número del documento nacional de identidad, el de la seguridad social, el de la cuenta bancaria y las tarjetas de crédito y débito, y el número del teléfono móvil, que casi viene en nuestros días a suplir a todos los demás. Quizá por eso nos resulta difícil comprender el poder que antaño se atribuía a los nombres propios que hacen que respondamos a su llamada. Solo los nombres propios de los VIP conservan su poderío, sobre todo en los ámbitos artísticos, donde la firma del autor tiene tanta relevancia que muy pocos creadores renuncian a ella, aunque algunos oculten su nombre propio bajo algún nombre artístico o pseudónimo. 
 
    En el capítulo tercero de “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí”, de Lewis Carroll, titulado 'Insectos del espejo', hay un diálogo muy instructivo entre el Mosquito y Alicia, que le dice a la niña que los insectos responden por sus nombres cuando se les llama, a lo que Alicia le contesta que a ellos no les sirven de nada pero sí a las personas que se los ponen. Si no, se pregunta la niña, ¿por qué tienen nombre las cosas? A lo que el mosquito le contesta: "¡Vaya usted a saber!" Y le confiesa que allá abajo, en aquel bosque, las cosas no tienen nombre.
Alicia y el mosquito, Pat Andrea (2007)
  
    “Con esto, Alicia se quedó callada durante un minuto o dos, considerándolo todo. Mientras tanto, el mosquito se entretenía zumbando y dando vueltas y más vueltas alrededor de su cabeza. Por fin, volvió a posarse y observó: 
    -¿Supongo que no te querrías quedar sin nombre? 
   -De ninguna manera -se apresuró a contestar Alicia, no sin cierta ansiedad. 
     -Y sin embargo, ¿quién sabe? -continuó diciendo el mosquito, así como quien no le da importancia a la cosa-. ¡Imagínate lo conveniente que te sería volver a casa sin nombre! Entonces si, por ejemplo, tu institutriz te quisiese llamar para que estudiaras la lección, no podría decir más que «¡Ven aquí...!», y allí se quedaría cortada, porque no tendría ningún nombre con que llamarte, y entonces, claro está, no tendrías que hacerle ningún caso.” 
 
Peter Newell (1902)
 
     Pero Alicia le contesta que eso no daría mucho resultado: “-¡Mi institutriz nunca me perdonaría una lección sólo por eso! Si no pudiese acordarse de mi nombre me llamaría «señorita», como hacen los sirvientes"
 
    Viene a decir Alicia que un nombre común como ese de “señorita” podría sustituir sin ningún problema al nombre propio, y no tendría más remedio que darse por aludida. A fin de cuentas, diríamos nosotros, una orden es una orden y hasta los perros y los gatos responden por su nombre propio cuando se les llama.
 
    El Mosquito le responde entonces con un juego de palabras intraducible al castellano: "Well, if she said 'Miss,' and didn‘t say anything more," the Gnat remarked, "of course you‘d miss your lessons". Aquí se ve el juego de la homonimia inglesa entre ‘miss’ (señorita) y ‘miss’ (perder). Si la profesora le dijese ‘miss’ a Alicia, ella podría interpretarlo como que no tiene que tomar sus lecciones y que podría perder la clase, librándose de ella. 
 
    El traductor se las ha ingeniado para sustituir la homonimia inglesa por una rima castellana, como si Alicia se hiciera un poco la sorda y no entendiera bien lo que oye: -Bueno, pero entonces si dice «señorita» sin decir más, tú podrías decir que habías oído que «te la quita» y quedarte también sin lección.
 
A puny gnat makes a humorous remark, Sheryl Humphrey
 
   Si proseguimos el diálogo en nuestra lengua, podemos darle otro sesgo: Ya que el Mosquito le decía a Alicia que sería muy interesante no tener un nombre propio porque entonces su institutriz no podría imponerle deberes o tareas, y ella le replica que podría interpelarla como “señorita”, el Mosquito podría sugerirle que se rebelara contra esa denominación dando una respuesta contestataria: -Bueno, pero entonces si dice “señorita” sin decir más, tú podrías decir que aquí no hay ninguna señorita, que tú no eres ninguna señorita, y quedarte también sin lección
 
    De esa manera Alicia se estaría rebelando contra el nombre propio y el común, al mismo tiempo. Pero esa rebeldía, que siempre es posible, contra las palabras que pretenden definirnos es muy difícil cuando nos hemos visto reducidos bajo el fenómeno de la digitalización a la condición de números.