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jueves, 4 de abril de 2024

Pareceres XLIV

216.- Hespañas. Para los antiguos romanos España nunca fue una, sino varias: las Hespañas, que con hache etimológica deberíamos escribirlo si queremos ser fieles a nuestros fundamentos. Al principio solo dos: la citerior y la ulterior, para luego ser tres: la tarraconense, la bética y la Lusitania. La España contemporánea, vertebrada o invertebrada según el consabido ortegajo, ha aprobado el examen de reválida democrática.  Por eso se mantiene la ilusión ontogenética de la Aeterna Hispania, la España que continúa no sólo cronológicamente, sino esencialmente idéntica a sí misma, pese a todas las metamorfosis habidas y por haber, cumpliendo el testamento que nos legara el Generalísimo F. F., aquel pequeño Gran Dictador; la España donde todo quedaba según la expresión ya proverbial “atado y bien atado”. Es la España Negra de los aguafuertes de Goya: Saturno devorando a todos y cada uno de sus hijos y súbditos maniatados: la propia identidad que nos engulle exigiéndonos, como el policía diligente, que le mostremos la documentación que nos identifica con nosotros mismos, a pesar de que no nos parezcamos ya en nada al tipo de la fotografía instantánea que nos inmortalizó, y a pesar de que ya no seamos el que éramos porque, en realidad, nunca lo fuimos.
 
 217.- La idea de progreso. “Progresista” es una palabra, abreviada coloquialmente como “progre”, que ha venido a sustituir a “izquierdista”, bastante desprestigiada desde el 15M, cuando se dijo, siguiendo la coplilla de Isabel Escudero (Ni derechas / ni izquierdas: / entre arriba y abajo / es la pelea), recogida en Cifra y aroma (2002), que la pelea no era horizontal, sino vertical, entre lo que estaba arriba (que podía ser tanto de izquierdas como de derechas y era indiferente) y lo que estaba abajo, que se definía negativamente porque no estaba arriba. 'Progresista' ha venido en auxilio de 'izquierdista' cargándose de valor positivo, como si todo lo que progresara fuera bueno, o como si fuese bueno que progresara todo. 
 

218.- El tiro por la culata. Algunos postulados anarquistas han sido tomados por el poder contra el que se alzaban, de modo que parece a veces que el anarquismo se ha institucionalizado, dándose la vuelta y apuntando en la dirección contraria. El movimiento libertario, al menos algunos de sus postulados, ha sido asimilado por el Estado, como demuestran las políticas de libre adopción de identidad de género, el feminismo, el activismo climático que pretende lograr un capitalismo verde y 'de rostro humano', la cultura de la cancelación de lo que no es políticamente correcto, el movimiento güoque del despertar, y la agresión intelectual que acompaña a todo. El anarquismo ha pasado de ser un movimiento antiglobalización a ser globalizador, de modo que los viejos anarquistas que persisten en la condena de la globalización son tachados de teóricos de la conspiración de la extrema derecha.
 

219.- Escritura pictográfica: Hoy ya casi nadie escribe cartas de puño y letra, como antes. Hemos vuelto a la iconografía de la escritura jeroglífica de hace cinco mil años, abandonando la alfabética, mucho más compleja y rica en matices. Se escriben a lo sumo mensajes y escuetos “e-mails” o correos electrónicos, preñados de abreviaturas y, cómo no, de erratas y faltas de ortografía, textos llenos de íconos que expresan supuestas emociones básicas: estoy contento, estoy enfadado, estoy preocupado…, en los que sólo sabemos rebuznar: yo, yo, yo… Para más inri, se anuncian ahora emoticones animados,a adquiriendo animación los pictogramas jeroglíficos. 

 

220.- Bandera blanca. Su Santidad el Papa ha declarado que Ucrania debería tener el coraje de izar la bandera blanca y negociar la paz con Rusia, y le ha caído la del pulpo, como suele decirse. El primer indignado fue el Ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, que vomitó en sus redes sociales: “Nuestra bandera es amarilla y azul. Esta es la bandera por la cual vivimos, morimos y prevalecemos. Nunca levantaremos ninguna otra bandera”. Ese es su problema, que defienden unos colores, que consideran suyos, a capa y espada. El problema es que tienen una bandera distintiva, y que para ellos no hay otra paz que no sea la victoria en la guerra, aún cuando se pueda afirmar que ya están derrotados, que no hay ucranianos ni hay Ucrania, que han huido y renegado de su país o que han muerto. Pero el histrión nato de su presidente, no se rinde, sigue erre que erre pidiendo más dinero, armas, ayuda militar y el ingreso en la Unión Europea y en la OTAN para implicar a ambas organizaciones en la guerra y derrotar a Rusia  que es el Imperio del Mal, y a su pérfido tirano. 

viernes, 17 de marzo de 2023

Una "a" mayúscula inscrista en un círculo

    Una A mayúscula circunscrita es un signo gráfico sencillo y fácil de realizar que significa “anarquía” y que nació, al parecer, en París en 1964, siendo uno de sus creadores nuestro Tomás Ibáñez (1944-...), con la pretensión de unificar las diversas corrientes ácratas y libertarias. Este símbolo nuevo, no exclusivo de ninguna organización política, pintado a mano en las paredes y ciclostilado en panfletos y octavillas, ha dado más de una vez y dará más todavía la vuelta al mundo.

    La A es el prefijo griego negativo, que se escribe AN- ante vocal, como en an-arquía, y A- ante consonante como en a-cracia. -Arquía y -cracia son dos palabras más o menos sinónimas que quieren decir gobierno, poder, Estado, por lo que anarquía y acracia son también más o menos sinónimas, la negación del poder y el orden establecido.


     Dicen los lingüistas que el valor de este prefijo A(N)- es el mismo que el IN- latino de in-creíble que tenemos en español, por ejemplo, o el UN anglosajón que tienen los ingleses en un-known, pongamos por caso. Queda claro, pues, que la A simboliza el espíritu de la negación de lo establecido. Lo que hay que dejar más claro todavía es que el espíritu negativo que representa ese símbolo es paradójicamente el más positivo que hay.

    Aunque nacida en los sesenta, la moda de la A circunscrita no explotó definitivamente hasta los primeros años setenta. Si alguien se apropió del símbolo anarquista fue el movimiento punk. El icono ácrata pasó a representar el espíritu rebelde y contestatario que encarnaban los anarcopunks.

    Las aristas de la A rompían el círculo, dotando al símbolo de mayor dinamismo. “Soy un anticristo, soy un anarquista”, cantaban en 1976 en “Anarchy in the UK” los Sex Pistols, considerados por muchos como el primer cortocircuito puncarra y anarco. Pero la primera A inscrita en un círculo estampada en la portada de un disco fue la de los Crass, un grupo surgido en una comuna libertaria hippie al norte de Londres. 


     El movimiento punk fue enseguida asimilado y su atuendo indumentario convertido en moda. Tal es la capacidad de asimilación de la sociedad de consumo, que puede absorber todas las tendencias contestatarias y de ese modo desactivarlas y hacer que pierdan su papel subversivo. 

    La A inscrita en un círculo significa oposición al establishment y a la cultura dominante en general y a la del consumo en particular. Prácticamente desde su aparición, la A se ha convertido en el símbolo contestatario de cualquier tipo de inconformismo, revuelta y rechazo a la autoridad del Estado. 

    Para los defensores del orden y la ley, la anarquía es la expresión del caos, pero los libertarios consideran que la anarquía es la más alta expresión del orden político y social, y que no hay más caos ni desorden que el orden establecido. De hecho algunos explican el círculo como la letra O de "orden" en la mayoría de las lenguas europeas (ordo, en latín (y de ahí en las lenguas romances orden, ordem, ordre, ordine, ordin...), order en inglés y Ordnung en alemán. 


     Pero todos los símbolos son susceptibles de ser asimilados por el orden establecido, y este no iba a ser menos:  ha llegado incluso a desfilar en un calzoncillo de una pasarela de lencería masculina de Londres en el año 2006, por ejemplo.