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viernes, 17 de marzo de 2023

Una "a" mayúscula inscrista en un círculo

    Una A mayúscula circunscrita es un signo gráfico sencillo y fácil de realizar que significa “anarquía” y que nació, al parecer, en París en 1964, siendo uno de sus creadores nuestro Tomás Ibáñez (1944-...), con la pretensión de unificar las diversas corrientes ácratas y libertarias. Este símbolo nuevo, no exclusivo de ninguna organización política, pintado a mano en las paredes y ciclostilado en panfletos y octavillas, ha dado más de una vez y dará más todavía la vuelta al mundo.

    La A es el prefijo griego negativo, que se escribe AN- ante vocal, como en an-arquía, y A- ante consonante como en a-cracia. -Arquía y -cracia son dos palabras más o menos sinónimas que quieren decir gobierno, poder, Estado, por lo que anarquía y acracia son también más o menos sinónimas, la negación del poder y el orden establecido.


     Dicen los lingüistas que el valor de este prefijo A(N)- es el mismo que el IN- latino de in-creíble que tenemos en español, por ejemplo, o el UN anglosajón que tienen los ingleses en un-known, pongamos por caso. Queda claro, pues, que la A simboliza el espíritu de la negación de lo establecido. Lo que hay que dejar más claro todavía es que el espíritu negativo que representa ese símbolo es paradójicamente el más positivo que hay.

    Aunque nacida en los sesenta, la moda de la A circunscrita no explotó definitivamente hasta los primeros años setenta. Si alguien se apropió del símbolo anarquista fue el movimiento punk. El icono ácrata pasó a representar el espíritu rebelde y contestatario que encarnaban los anarcopunks.

    Las aristas de la A rompían el círculo, dotando al símbolo de mayor dinamismo. “Soy un anticristo, soy un anarquista”, cantaban en 1976 en “Anarchy in the UK” los Sex Pistols, considerados por muchos como el primer cortocircuito puncarra y anarco. Pero la primera A inscrita en un círculo estampada en la portada de un disco fue la de los Crass, un grupo surgido en una comuna libertaria hippie al norte de Londres. 


     El movimiento punk fue enseguida asimilado y su atuendo indumentario convertido en moda. Tal es la capacidad de asimilación de la sociedad de consumo, que puede absorber todas las tendencias contestatarias y de ese modo desactivarlas y hacer que pierdan su papel subversivo. 

    La A inscrita en un círculo significa oposición al establishment y a la cultura dominante en general y a la del consumo en particular. Prácticamente desde su aparición, la A se ha convertido en el símbolo contestatario de cualquier tipo de inconformismo, revuelta y rechazo a la autoridad del Estado. 

    Para los defensores del orden y la ley, la anarquía es la expresión del caos, pero los libertarios consideran que la anarquía es la más alta expresión del orden político y social, y que no hay más caos ni desorden que el orden establecido. De hecho algunos explican el círculo como la letra O de "orden" en la mayoría de las lenguas europeas (ordo, en latín (y de ahí en las lenguas romances orden, ordem, ordre, ordine, ordin...), order en inglés y Ordnung en alemán. 


     Pero todos los símbolos son susceptibles de ser asimilados por el orden establecido, y este no iba a ser menos:  ha llegado incluso a desfilar en un calzoncillo de una pasarela de lencería masculina de Londres en el año 2006, por ejemplo.

sábado, 2 de abril de 2022

¿Quién necesita naves espaciales?

    Un grupo feminista alemán denominado WBF 'Wer braucht Feminismus?' (¿Quién necesita feminismo?) ha propuesto el diseño de un cohete espacial con forma de vulva que compita con los diseños tradicionales de cohetes fálicos y androcéntricos de la ingenieria aeroespacial. Pretenden con esta iniciativa llevar la «igualdad de género» al espacio.

    En lugar de denunciar la política de la NASA de colonización del espacio y los vuelos al espacio de los multimillonarios como el señor Elon Musk, los feministas proponen que se haga en cohetes con formas vulvares en lugar de fálicas. 

 Nave espacial con forma de vulva

    La directora del proyecto afirma en el vídeo promocional de su campaña: «Estamos viviendo en una época de pandemia mundial, los precios del petróleo y la electricidad están disparados y la crisis climática amenaza nuestra propia existencia. Mientras tanto, los multimillonarios vuelan al espacio en cohetes con forma de genitales masculinos. Para nosotros esto planteó algunas preguntas muy importantes. ¿No debería ser el espacio para todos? ¿Y es un cohete con forma fálica realmente la mejor manera de llegar allí? Queremos restaurar la igualdad de género en el cosmos, por lo que hemos decidido revolucionar los viajes espaciales para siempre».

    Su prototipo con forma de vulva es, según ellos, más aerodinámico que el diseño con «forma de pene», por lo que su menor resistencia al aire hará que consuma menos combustible a la hora de salir de la atmósfera, así que será más ecológico. Este diseño ‘feminista y ecologista’, es más seguro para los viajeros espaciales. Pero ¿quién necesita naves espaciales?

 


     Buceando un poco en el subconsciente colectivo, deberíamos reconocer que, así como el simbolismo masculino e itifálico del cohete es indudable, el simbolismo femenino, sin embargo, no se representa tanto por la vulva, constituida propiamente por las partes que rodean la abertura externa de la vagina, como por la vagina misma. El simbolismo femenino, por lo tanto, viene representado por los pozos, las grutas, los agujeros y orificios, que son metáforas de la vagina. Y en ese sentido quizá lo más parecido a la propia vagina sería el hondo pozo sin fondo de la bóveda celeste, y no el artilugio que propone WBF que se parece más a un supositorio, por lo que no deja de ser un símbolo también fálico a su modo.

    Deberían los feministas de Wer braucht Feminismus?, siguiendo la lógica que los empuja a denunciar el simbolismo de la falocracia,  cuestionar también las formas fálicas (propiamente itifálicas) de las jeringuillas que hemos sufrido durante los años de la pandemia para inoculación de las sustancias experimentales y de los misiles igualmente fálicos y las bombas que lanzan los países en guerra, que no son solo Rusia y Ucrania, por cierto. Quizá encuentren la forma perfecta de llevar la “igualdad de género” que proponen para el espacio, que a nadie en su sano juicio le interesa demasiado, al campo de la sanidad y de la guerra.

domingo, 30 de enero de 2022

El simbolismo de la urna

    La palabra urna, que es latina urna –ae, está presente en la mayoría de las lengua europeas y no sólo en las romances derivadas de la del Lacio (francés urne; italiano, portugués, catalán, gallego, castellano urna; rumano urnă), sino también en inglés urn, alemán Urne, o ruso, en alfabeto cirílico,  урна, pronunciada igual que en español.


 

    La voz está documentada por escrito en nuestra lengua desde el siglo XVI. La raíz latina sería *urc-na, presente también en urceus y orca. Suele relacionarse con el griego ὕρχη (hýrchee, que era propiamente un recipiente de tierra para la salazón del pescado).  La urna era una vasija o un cubo para sacar agua de un pozo, que servía además como medida de capacidad, y estaba dotada de unas pequeñas asas (ansulae) para cargarla según la costumbre a hombros o sobre la cabeza.

    El urceus, por su parte,  era un botijo o una jarra generalmente de barro con un asa (ansa) que se empleaba para diversos usos aunque principalmente para servir el agua. De esta palabra nos viene orzo, ya en desuso en castellano, y orza, que sigue empleándose y es según la Real Academia una “vasija vidriada de barro, alta y sin asas, que sirve por lo común para guardar conservas”. 


 


    Derivado de urceus encontramos en Petronio el curioso adverbio urceatim “a cántaros” en una no menos curiosa expresión en el Satiricón 44, 18: Iouem aquam exorabant, itaque statim urceatim pluebat: Rogaban el agua a Júpiter y al punto llovía a cántaros. Hay pues equivalencia entre nuestra expresión “llover a cántaros” o jarrear y el “urceatim pluere” petroniano, cosa que no siempre sucede entre las lenguas, donde no suelen corresponderse estas expresiones o modi di dire. Los ingleses, por ejemplo, dicen cuando llueve intensamente: it is raining dogs and cats, que significa literalmente “llueven perros y gatos”, pero que,  entrando dentro de la categoría de frases y expresiones hechas, no debe traducirse nunca al pie de la letra sino que hay que buscar en la lengua a la que va a trasladarse una expresión equivalente, como esta nuestra de llueve "a cántaros" u otra por el estilo.

    Pero la urna también servía para depositar votos o para echar suertes y averiguar así el destino. Y no nos olvidemos de la urna cineraria, que es la que guarda las cenizas de los cadáveres previamente incinerados. La urna, sea electoral o funeraria, es un receptáculo que recoge las últimas voluntades del elector o las cenizas del difunto, por lo que conlleva ante todo un innegable simbolismo fúnebre y mortuorio. En ella yacen los sueños, las esperanzas y los deseos de nuestra vida, las cenizas, como si dijéramos, del niño muerto que hemos sido y las de todos los cadáveres de nuestros antepasados. La urna también nos recuerda a la hucha infantil, la alcancía donde se atesoraban los ahorros, ese dinero que se destina a adquirir en el futuro algo que se desea ahora, para lo que será preciso romperla para extraer las monedas atesoradas.

    La urna dentro del campo del simbolismo occidental es según J. E. Cirlot en su Diccionario de símbolos (Ediciones siruela, Madrid, 1998) un “símbolo de contención que, como todos los de este tipo, corresponde al mundo de objetos femenino. La urna de oro o plata, asociada a un lirio blanco, es el emblema favorito de la Virgen en la iconografía religiosa”.

    Desde un punto de vista machista, la urna electoral con su ranura es un símbolo sexual que representa la vulva femenina, donde los votos que se introducen en su útero serían símbolos fálicos.  

¿Dónde van los votos de las elecciones a ir tras el escrutinio?

    Hace unos años, precisamente,  sacaron un anuncio televisivo para las elecciones al parlamento catalán del 2003,  que presenta esta imaginería sexual y que no tiene desperdicio. Animaba a los jóvenes a votar porque, decían, era un placer similar al sexual que tenían la suerte de poder disfrutar una vez alcanzada la mayoría de edad: Votar és un plaer que tenim la sort de gaudir. El spot no tiene desperdicio: una chica, recién cumplida la mayoría accede por primera vez a las urnas... Es curioso que sea una chica y no un chico, lo que parece un guiño feminista dentro de una simbología claramente machista. Visiblemente nerviosa, llega al colegio electoral, coge una papeleta (da igual para el caso de qué partido político era), la mete en el sobre, se desmelena, se identifica presentando el DNI,  la introduce en la urna, metiendo y sacando varias veces su voto hasta depositarlo definitivamente en su interior,  y, acto seguido, acabado el meteysaca, experimenta un orgasmo poco discreto y más bien escandaloso ante el estupor de la mesa electoral, que no da crédito a lo que ven sus ojos. 
 
  
  Se vendían así las elecciones democráticas, o el derecho a decidir, como dicen ahora, como si uno supiera verdaderamente lo que quiere y lo que decide. Y se vendían como una metáfora del orgasmo, cuando este suele ser por otra parte bastante ajeno a nuestra voluntad, animando a los jóvenes a votar per ser lliures, como si la libertad consistiera en elegir una u otra papeleta llena de nombres propios, participando en la orgía democrática de los comicios.  En ningún caso representa la urna electoral la voluntad popular, porque la voluntad del pueblo no es delegable y no consiste en elegir a un individuo para que gobierne en nombre de los demás arrogándose su representación, sino que por el contrario, desea que nadie represente a nadie, que nadie sea más que nadie, y, en definitivia, que no gobierne nadie.

sábado, 10 de julio de 2021

La cruz de san Andrés

    Era Andrés hermano de Pedro, pescadores ambos, a los que Jesús les hizo sus discípulos diciéndoles que serían "pescadores de hombres" (en griego ἁλιεῖς ἀνθρώπων, halieís anthrópon). Fue Andrés quién reconoció el primero en Jesús al mesías, por lo que se lo llamó en griego Protocleto, el primer llamado, y quien se convirtió en su fervoroso discípulo, hasta el punto de haber sufrido el mismo suplicio que el Maestro: la crucifixión. 
 
    Pero igual que su hermano Pedro, pidió que no le crucificaran en una cruz como la de Jesús, por lo que le amarraron, según la leyenda en Patrás, capital de la provincia romana de Acaya, en Grecia, en una “crux decussata”, es decir, con forma de aspa, una cruz que se conoce desde entonces como cruz de san Andrés. En ella estuvo padeciendo durante tres días que aprovechó para predicar e instruir en la fe cristiana a todos los que se le acercaban. 
 

Tripalium, origen etimológico de la palabra "trabajo". 

    Al apóstol se le atribuyen estas palabras: “¡Salve Santa Cruz, tan deseada, tan amada! Sácame de entre los hombres y entrégame a mi Maestro y Señor, para que yo, de ti, reciba al que por ti me salvó!
 
    Esta cruz, con color rojo y anaranjado, formó parte de los sambenitos de los condenados por la Inquisición, bordada en la espalda y en el pecho. También fue ampliamente utilizada en vexilología y heráldica. 
 
    En el siglo XVI, Teresa de Avila, alias santa Teresa de Jesús, la mística, escribe un poema dedicado a San Andrés sobre el estribillo "¡qué gozo nos da verte!", abordando la temática de la muerte jubilosa y del sufrimiento placentero en el que no falta el deleite masoquista: 
 
Santa Teresa de Jesús, José de Ribera (1630)
 
Si el padecer con amor / puede dar tan gran deleite, / ¡qué gozo nos dará el verte!
 
¿Qué será cuando veamos / a la inmensa y suma luz, / pues de ver Andrés la cruz / se pudo tanto alegrar? / ¡Oh, que no puede faltar / en el padecer deleite! / ¡Qué gozo nos dará el verte!
 
El amor cuando es crecido / no puede estar sin obrar, / ni el fuerte sin pelear, / por amor de su querido. / Con esto le habrá vencido, / y querrá que en todo acierte. / ¡Qué gozo nos dará el verte! 
 
Pues todos temen la muerte, / ¿cómo te es dulce el morir? / ¡Oh, que voy para vivir / en más encumbrada suerte! / ¡Oh mi Dios, que con tu muerte / al más flaco hiciste fuerte! / ¡Qué gozo nos dará el verte!
 
¡Oh cruz, madero precioso, / lleno de gran majestad! / Pues siendo de despreciar, / tomaste a Dios por esposo, / a ti vengo muy gozoso, / sin merecer el quererte. / Esme muy gran gozo el verte.