martes, 31 de agosto de 2021
Se acaba lo bueno y poco que se daba
lunes, 30 de agosto de 2021
La visión del Infierno en el Hortus Deliciarum
Herrada de Landsberg o más propiamente de Hohenburg (1125/30-1195) ingresó a temprana edad en la abadía de Hohenburg, en los montes Vosgos, de la que llegó a ser abadesa. Durante diez años embarcó a las sesenta monjas en la elaboración de un voluminoso manuscrito titulado Hortus deliciarum (El jardín de las delicias o deleites), enciclopedia del saber y las creencias existentes con numerosas ilustraciones, la primera de la que se tiene constancia que fue escrita por una mujer.
El manuscrito original, cuya mayor parte estaba como era habitual en el siglo XII en latín con glosas en alemán, se perdió en el incendio de 1870 de la Biblioteca de Estrasburgo durante la guerra franco-prusiana, pero se han conservado algunas copias que se hicieron de él por su valor didáctico y artístico de sus textos y miniaturas, lo que ha permitido su reconstrucción.
La artista, que ha dado
rienda suelta a su poderosa imaginación, pretende con esta miniatura
aterrorizar a las monjas y novicias de Hohenburg a fin de alejarlas
de vicios y pecados. Lo que representa es el castigo eterno de los
malditos que en el Juicio Final serán colocados a la siniestra del
Juez Soberano, no como los fieles colocados a su diestra, que gozarán eternamente de la recompensa celestial. Lo que presentamos es la copia del original que realizó Christian Moritz en 1818
En el segundo piso, vemos primero a una mujer elegantemente vestida que devora a un niño desnudo, la madre que come a su hijo, luego a una cortesana suspendida por las manos entre dos demonios que la ajustan y le ayudan en su aseo; en el centro, un demonio le corta las orejas a uno que escuchó de buen grado a los aduladores y a los delatores; otro condenado derribado por el suelo es sujetado por la horca de un demonio, mientras su lengua, que está sacando en toda su longitud, es mordida por un sapo, como castigo quizá por haber proferido alguna blasfemia. El último de la derecha es un usurero que tiene un demonio encaramado sobre sus espaldas que derrama oro ardiente en sus manos.
Por último, en el tercer y último piso, aparece primero un desgraciado que se suicida clavándose un puñal, luego tres personas 'impuras' que son heridas y mordidas por serpientes: las dos primeras son dos hombres que parecen sodomitas, la tercera es una mujer -Miguel Ángel utilizará el mismo símbolo de las serpientes en la decoración de la Capilla Sixtina-, y después tres personas engreídas que, como castigo a su orgullo, están colgadas boca abajo y son el juguete de unos diablejos. El primero está contrapesado por una gran piedra sobre la que está sentado un demonio; los otros dos están suspendidos de pies y manos de los dos extremos de una cuerda; entre los dos se baja la cuerda y se ve a un demonio que se balancea sobre ella como si estuviera en un columpio, mientras otros dos espíritus infernales les tiran a los orgullosos de los pelos. Los distintos vicios se representan así con su castigo especial, y Herrada es así una predecesora del Dante y su Divina Comedia. Encima de la fila superior de este terrible cuadro se encuentra el no menos terrible texto bíblico: Vermis impiorum non morietur et ignis illorum in sempiternum non extinguetur. Isaías LXVI, 24: El gusano roedor de los impíos no morirá, y el fuego de aquellos no se apagará en toda la eternidad.
domingo, 29 de agosto de 2021
Un montón de mentiras
En el cuento "7 de marzo de 1936" de Henry de Montherlant incluido en su libro de ensayos "El equinoccio de septiembre" un muchacho que puede ser movilizado en cualquier momento y partir a la guerra dialoga con su padre.
El hijo ustedea a su padre, como era costumbre entonces cuando aún no se había generalizado el tuteo entre los hijos y sus progenitores. (Recuerdo que mis padres mismos me contaron que ellos habían tratado de usted a los suyos cuando eran jóvenes, cosa que los de mi generación, que empezamos a tutear a los nuestros, no entendíamos).
Oigamos parte de su diálogo en el que el hijo se extraña de que su padre no tenga noticias de la movilización: -¿No lee usted entonces los periódicos? -¡Nunca! Un día sin periódicos es un día purificado, liberado, despejado. -Sin embargo en tiempos turbulentos... -Precisamente en tiempos turbulentos es cuando no hay que leerlos.

sábado, 28 de agosto de 2021
¿Qué es eso de la ESO?
Tres citas, para empezar: “Mi abuela quería que yo tuviera una educación, por eso no me mandó a la escuela” (Margaret Mead, antropóloga); "Yo era inteligente hasta que llegué a la escuela" (Facundo Cabral, cantautor); y “¿Cómo no despreciáis esa educación de ahora y no buscáis quienes pongan fin a vuestra ignorancia?” (Platón pone la pregunta en boca de Sócrates en su diálogo "Clitofonte").
Sócrates, si es verdad que ha muerto porque era mortal como postulaba el célebre silogismo que lo condenó a la pena capital para toda la eternidad (aquel peripatético 'todo hombre es mortal, Sócrates es hombre, luego Sócrates es mortal'), sonreiría satisfecho oyendo estas palabras desde su tumba.
viernes, 27 de agosto de 2021
Presentación de "Fragmentos de la Doctrina Secreta"
Mi interés por estos "Fragmentos de la Doctrina Secreta" que presento a modo de prólogo procede, en primer lugar, de la fascinación que ejerció sobre mí la visión de la película “Knock” de Guy Lefranc (1951), interpretada magistralmente por Louis Jouvet, actor de teatro que tantas veces había encarnado al doctor sobre la escena desde que la comedia en tres actos de Jules Romains “Knock o El triunfo de la medicina” se estrenó en París en 1923, con notable éxito de público y de crítica.
Llegué a la película a través de la siguiente sinopsis leída en una revista cinematográfica: El Doctor Knock aterriza en una pequeña ciudad de provincias francesa como sustituto del médico local. Alarmado ante la envidiable salud de sus habitantes, urde una trama para convencerlos de que, de una forma u otra, todos están enfermos y, así, poder enriquecerse. La película ofrecía mucho más que eso: unas claves muy interesantes para entender lo que está pasando en la actualidad y estamos, ay, desgraciadamente viviendo por aquello de que “hoy es siempre todavía”, casi un siglo después del estreno de la pieza teatral.
Como una cosa lleva a la otra, la película me condujo a la obra de teatro, que leí en francés y traduje al castellano, no porque no hubiera versiones disponibles en nuestra lengua, que las había, sino porque las traducciones de las que disponíamos estaban agotadas y eran difíciles de conseguir si no se recurría a librerías de viejo o bibliotecas públicas, versión que publicaré próximamente en la Red en abierto para que sea asequible a todos los lectores.
El argumento de la película y de la obra escénica, que es más una farsa trágica que una comedia, puede resumirse en unas pocas líneas: Un galeno llega a un pueblecito perdido de Francia a ocupar la plaza del antiguo médico que ha permutado por la suya. Va a intentar metódicamente subyugar a la población y convertir a sus habitantes, que considera atrasados y que gozan de una según él sospechosa buena salud, a la religión verdadera de la ciencia médica que él encarna. Se aplicará a buscarse aliados entre la élite del pueblo, el maestro y el boticario, transformando radicalmente la vida de los pueblerinos, de los que se convierte en poco tiempo en dueño y señor.
Aunque es un médico, Knock se comporta más como un estratega militar que prepara y ejecuta una campaña de invasión, conquista y ocupación, y, a la vez, como el jefe de una iglesia científica o secta religiosa, encarnando el lugar del sacerdote que brilla por su ausencia en ese pueblo y que predica que es la enfermedad y no la salud lo que constituye el estado normal y aun deseable de los seres humanos. Knock se impone como un jefe carismático, que hace uso de un poder de sugestión hipnótico; no es un simple misionero que predica una nueva religión, sino un iluminado charlatán que cree que aporta una forma superior de civilización.
La traducción de la obra de teatro me llevó a interesarme por el autor, y a descubrir cómo al cabo de los años Jules Romains, pseudónimo literario de Louis Henri Jean Farigoule (1885-1972), volvió sobre el personaje que había creado, y publicó en 1949 estos “Fragmentos de la Doctrina Secreta” con la colaboración del cartelero Paul Colin, que hace un estupendo trabajo de ilustración del texto con 18 litografías. Lo primero que me llamó la atención de este descubrimiento fue su título, y lo segundo el autor que figura en primer término que no es Jules Romains sino el propio doctor Knock.
No me resultó difícil hacerme con un ejemplar de la obra, cuya única edición corrió a cargo del editor Manuel Bruker, y que conseguí a través de la Librairie de l'Avenue de Henri & Laurence Veyrier, a la que expreso mi agradecimiento desde aquí, en el célebre y entrañable Marché aux Puces de Saint-Ouen.
Resulta paradójico que con el éxito que tuvo “Knock o El triunfo de la medicina” en el país vecino, donde es todo un clásico de la literatura francesa del siglo XX, la publicación un cuarto de siglo después de este tratado, haya pasado totalmente desapercibida. Bien es verdad que la edición, que es la única por ahora que hay, fue bastante minoritaria, reducida a 2.500 ejemplares, y elitista en cuanto reservada “exclusivamente al cuerpo médico y farmacéutico”, y bien es cierto también que el teatro y el ensayo son dos géneros literarios muy distintos, por lo que no puede compararse una obra teatral, representada de viva voz en numerosos escenarios del mundo -y llevada varias veces al cine con desigual fortuna, la última vez, la adaptación más lamentable, en 2017 bajo el título deplorable de “Knock, el doctor de la felicidad”-, con un opúsculo minoritario no exento de cierto sarcasmo satírico y que tiene el marchamo de lo clandestino, un texto que no está destinado al gran público, sino a un lector especializado, digamos, y amante de libros raros e ilustrados.
A continuación del título “Fragmentos de la doctrina secreta” y de la atribución inicial de su autoría al doctor Knock figura el subtítulo a modo de comentario de que los citados fragmentos han sido “recogidos por Jules Romains”, que se presenta así como el compilador de la doctrina secreta reservada a los iniciados, cuya transmisión ha sido exclusivamente oral, como la de los grandes fundadores de religiones y maestros del pensar. Precisamente ese carácter iniciático y semiclandestino explicaría un poco la alusión a la doctrina secreta, un guiño literario a Madame Blavatsky, autora de “The Secret Doctrine”, síntesis de ciencia, religión y filosofía, publicada en 1888. Helena Petrovna Blavatsky, en efecto, fue cofundadora de la Sociedad Teosófica y autora de otras obras famosas, como “Isis sin velo” (1877), en la que describe los pormenores de una religión de su propia creación. Madame Blavatsky, la afamada ocultista, ocultaba su impostura detrás de una supuesta doctrina reservada a los iniciados y utilizaba el engaño para aprovecharse de la ignorancia y la credulidad de la gente. No otra cosa hace el doctor Knock, este émulo de madame Blavatsky.
Jules Romains, el compilador que no quiere presentarse a sí mismo como autor, distanciándose así del maestro al que sin embargo admira, ha creado un personaje universal. De algún modo le ha dado tanta vida a este personaje que se ha independizado de su autor, que nos lo presenta ahora, un cuarto de siglo después, con un éxito arrollador. Comenzó como médico rural de un pueblecito francés y ahora es toda una eminencia científica, vive en Nueva York y está trabajando desde allí en el proyecto de globalizar la exitosa experiencia local que llevó a cabo en Saint-Maurice haciéndola extensiva a todo el mundo. Es decir, quiere instaurar una iatrocracia universal o gobierno de la casta médica y farmacéutica. Sin embargo, el doctor Knock ya no es aquí el médico rural que con la ayuda del maestro y del boticario consigue hospitalizar a toda la población de Saint-Maurice, y lucrarse con el desempeño de su fraudulenta profesión.
Ahora es todo un personaje de renombre internacional, una suerte de doctor Mengele, que no pretende tanto matar a sus pacientes como el siniestro Ángel de la Muerte, sino prolongar su existencia cuantitativamente convirtiéndolo en paciente crónico a costa de anular cualitativamente su vida, con lo que finalmente acaba dándoles la muerte en vida sin llegar a quitársela del todo. Han transcurrido veinticinco años, y el doctor ha llegado muy lejos, pero aún pretende llegar más lejos todavía, con su proyecto de iatrocracia y de creación de la OMU, la Organización Médica Universal, una especie de Organización Mundial de la Salud, que será la encargada de imponer la gobernanza mundial con la inducción y declaración de la misteriosa epidemia 235. ¿Estamos ante un ligero divertimento literario o se trata de algo más, acaso una sátira despiadada? ¿Es una mera ficción o un fiel reflejo de la realidad? ¿Se trata de una profecía que tres cuartos de siglo después de escrita se ha visto cumplida?

Jules Romains ha puesto de manifiesto los mecanismos que mueven el mundo, la creación de necesidades para el consumo de fármacos, en este caso, para lo que es fundamental en principio informar y adoctrinar a las masas y a los individuos a fin de que se conciencien de los peligros que corren y se consideren enfermos, si no es efectivamente en acto, al menos en potencia aristotélica. Para eso doctores tienen la Iglesia y la Ciencia, que es la nueva religión, con sus cohortes de expertos científicos, biólogos, virólogos, epidemiólogos... Ya nos había advertido el nuevo médico rural de Saint-Maurice de que no había nada más sospechoso médicamente hablando que un hombre sano y nada más peligroso que el estado de buena salud, ya que en su seno dormita como la bella durmiente del cuento infantil la enfermedad, que es preciso despertar para tratarla convenientemente, para lo que el doctor se granjea la complicidad del boticario, que en pequeña escala representa el gigante colosal de la moderna industria farmacéutica.

Me planteaba yo hasta qué punto esta obra podría interesar hoy a un público más amplio, y si valdría el esfuerzo de traducirla, publicarla y rescatarla del olvido de su hasta ahora única edición, y creo que, al igual que la pieza de teatro, merece mucho la pena porque de alguna manera estamos asistiendo a lo que en ambas se vaticinaba: la expropiación de la salud a la que Iván Illich se refería en su “Némesis médica” (1975), cuando decía, por ejemplo, denunciando la pandemia iatrogénica en el prefacio: “La medicina institucionalizada ha llegado a ser una grave amenaza para la salud”.
Estamos ante un texto que podrá ser tachado de alimentar una teoría de la conspiración, pero lo que hace es precisamente todo lo contrario. No inventa una conjura, sino que denuncia la de la casta fármaco-médica que existe realmente y viene de muy lejos, y que, en aras de lo que podríamos llamar la Sanidad, sacrifica la salud y por lo tanto la vida de la gente. Se trata, sin duda, de un texto subversivo que revela la existencia de una doctrina secreta de carácter iniciático que como la alquimia medieval nos promete el Magnum Opus, la piedra filosofal de la eterna juventud que venza a la mismísima muerte con los fármacos experimentales de las vacunas antitanáticas, cuya mentira y fracaso se revelará al final estrepitosamente.
La traducción se puede descargar clicando sobre la imagen:
jueves, 26 de agosto de 2021
El específico antes que la enfermedad
Suele decirse que no hay que “poner la venda (o la tirita) antes que la herida”. En el mundo anglosajón se dice if it ain't broke, don't fix it, o sea que si no está roto, no lo arregles, o lo que es lo mismo no hay que complicar las cosas o complicarse uno la vida complicando las cosas, que suelen ser bastante sencillas, sin necesidad. Este dicho ha alcanzado nueva vida poniéndose en latín según la ocurrencia de Henry Beard, que en su libro "Latin for all occasions" y su secuela "Latin for even more occasions", lo latinizó así: "Si fractum non sit, noli id reficere".
Algo así podríamos hacer nosotros un poco más vulgarmente con nuestro dicho: "No te limpies el culo antes de cagar". Como suena un tanto brusco por la referencia escatológica a la defecación y a la parte de nuestra anatomía donde la espalda pierde su digno nombre, como se solía decir, podemos expresarlo en latín, que resulta más fino: "Noli podicem detergere, priusquam cacaueris" o "... cacaris" con síncopa coloquial de perfecto.
Es importante diferenciar prevención y cura previa. Puedes ponerte un casco para no romperte la cabeza, pero no vendarte la cabeza como si ya la tuvieras rota. Puedes hacerte un torniquete si te ha picado una víbora, pero no hacerte uno cuanto todavía no te ha picado. Esa es la diferencia entre la prevención del accidente, que es algo en principio muy sensato, y la anticipación de la cura, que es la precaución llevada hasta el paroxismo de la paranoia. En efecto, no resulta muy sensato anticiparse tanto como para pretender poner remedio a lo que todavía no ha sucedido.
Pero sobre la prevención de accidentes de tráfico podemos decir algo más aquí recordando lo que apuntaba Iván Illich. No basta con las limitaciones de velocidad, los semáforos, La prohibición de drogas y alcohol al volante, los cinturones de seguridad, los cascos para las motos para reducir los accidentes de tráfico; habría que reducir el tráfico a lo imprescindible, que sería el transporte de mercancías y no tanto el de personas, que disponen para sus traslados naturalmente de sus extremidades inferiores. Hasta tal punto nos hemos dejado esclavizar por los vehículos que hemos renunciado al uso de nuestros propios pies, con las nefastas consecuencias que eso conlleva para nuestra salud.
Ya que he mencionado aquí al llorado Iván Illich, recordemos su triple caballo de batalla: Si la gente se hace cada vez más cautiva de una velocidad que la retrasa, de una instrucción que la embrutece y de una medicina que le desequilibra la salud, es porque más allá de cierto umbral de intensidad la dependencia de bienes industriales y de servicios profesionales destruye la potencialidad del hombre, y la destruye de una manera específica. (Párrafo entresacado de su ensayo 'La convivencialidad'). Triple paradoja: velocidad que retrasa, instrucción que embrutece y medicina que nos enferma convirtiendo a todas las personas en pacientes sin estar enfermas.
miércoles, 25 de agosto de 2021
Pecunia non olet o el dinero inodoro.
El emperador Vespasiano, según cuenta Suetonio en sus Vidas de los doce césares (VIII, 23, 3), puso un impuesto al uso de las letrinas públicas en Roma. Así lo cuenta en la biografía que le dedica a este emperador: reprehendenti filio Tito, quod etiam urinae uectigal commentus esset, pecuniam ex prima pensione admouit ad nares, sciscitans num odore offenderetur; et illo negante: 'atquin,' inquit, 'e lotio est.' Al reprocharle su hijo Tito que hubiera ideado hasta un impuesto sobre la orina, le puso ante las narices las monedas de la primera recaudación, preguntándole si le ofendía su olor; y al responder aquel que no, "Y sin embargo, le dijo, es de la orina".
Al parecer, según la inevitable Güiquipedia, en la antigua Roma, era común que la orina recogida en las letrinas públicas se aprovechase con fines industriales. El ácido úrico era muy apreciado por los curtidores de pieles, que lo usaban para adobar sus cueros, y por los bataneros que golpeaban los paños en el batán para desengrasarlos y enfurtirlos, así como por los lavanderos, quienes por su contenido en amoníaco lo empleaban como detergente de las manchas de grasa y para blanquear las togas de lana. Probablemente Vespasiano les hizo pagar un impuesto por el derecho de colocar recipientes en los urinarios públicos y vaciarlos después.
La frase como tal "(pecunia) non olet" no aparece en la narración de Suetonio, pero se trata de una glosa. Cuando Vespasiano le pregunta a su hijo si le ofende el olor del dinero recaudado, él dice que no, lo que sería algo así como: "Non olet". No huele, es decir, no huele mal -hay que sobreentender. Se da a entender que no hay que preguntarse por la procedencia del dinero, si es blanco o negro, dado que de cualquier forma es válido, significando que el dinero vale lo que vale, independientemente de su procedencia. Me recuerda a aquel proverbio chino que nos trajo de la China el expresidente del gobierno español don Felipe González: "Gato blanco o gato negro, no importa; lo que cuenta es que cace ratones", con el que quedó retratada su catadura ética y moral no sólo como persona sino como gobernante que ha sacado provecho de leer a Maquiavelo.
Hay dinero negro, que escapa al control fiscal. Y dinero sucio, que suele ser dinero negro obtenido por medio de actividades ilícitas. Las expresiones dinero “negro” y “sucio” son perversas, porque dan a entender implícitamente que hay otro dinero “blanco” y “limpio”, que sería el que ganamos honradamente con el sudor de nuestra frente.
Hay quienes hacen dinero: y se hacen ellos mismos dinero, pudriéndose en el vil metal, como el rey Midas, prototipo de los modernos banqueros, quien todo lo que tocaba lo convertía en oro, es decir, en mierda, como en numerosos cuentos populares. La expresión “dinero falso” también es intrínsecamente perversa porque da a entender que hay un “dinero verdadero” que sería el de curso legal, cuando todos en el fondo sabemos que todos los billetes que hay en realidad son falsos, y el dinero la más falsa y abstracta de las monedas, pero no por ello menos real, sino realísima realidad de realidades.
Sin duda, nos encaminamos hacia una sociedad sin dinero en metálico y a un dinero líquido efectivamente inodoro, incoloro e insípido como el agua, pero no por ello menos real que el metálico que conocemos desde la acuñación de la primera moneda en la antigüedad. La pandemia nos ha enseñado que el dinero en efectivo es malo para el medio ambiente y además está contaminado con gérmenes y virus al pasar de mano en mano, al estar estas a menudo sucias o no desinfectadas con los geles hidroalcohólicos apropiados. Ya se da por hecho consumado un futuro sin cash, por decirlo en la lengua del Imperio. Hasta algunas parroquias y mendigos y músicos callejeros pasan ya en lugar de la gorra para que les echemos la limosna de la calderilla, un código de Quick Response. El objetivo de la eliminación del dinero físico no es otro que aumentar el control social, y es algo que ya lleva tiempo en marcha, si bien se ha acelerado con la propagación del virus coronado a raíz de la declaración de la pandemia.
martes, 24 de agosto de 2021
¿Quemar una bandera, agravio u homenaje?
Recojo
aquí y me hago eco de la propuesta de homenaje a la bandera que hizo el
llorado Rafael Sánchez Ferlosio a propósito de la creación ex nihilo de la Comunidad Autónoma de Madrid en 1983, cuyo himno compuso Agustín García Calvo, con música del maestro Pablo Sorozábal Serrano, por
encargo de su primer presidente Joaquín Leguina por el módico precio de
una peseta, y cuya bandera definió Santiago Amón Hortelano con diseño
de José María Cruz Novillo, según leo en la inevitable Güiquipedia: un
fondo rojo carmesí según unos, pero según otros que no se ponen de
acuerdo en esto, rojo vivo o encendido con siete estrellas blancas de
cinco puntas cada una situadas en el centro en dos filas, cuatro arriba y
tres debajo.
¿Llegará alguna vez el día feliz en que asistamos a la ceremonia, simbólica o real, de arriado y, acto seguido, incineración solemne de todas las banderas, deterioradas y desgastadas por el uso y el abuso que de ellas se ha hecho a lo largo de la historia universal, y no sean sustituidas por otras nuevas ni repuestas, o, lo que sería lo mismo, el día en que estandartes, lábaros y pendones no sean más que lo que son, paños o trapos o retazos de tela que, izados en el mástil, ondean al viento sin representar nada ni a nadie, carentes de cualquier significación y simbolismo, como las cometas multicolores de jirones de tela o cintas de papel que, sujetas por un cordel muy largo, se arrojan al aire para que el viento las vuele y sirvan de diversión a niños y muchachos?
lunes, 23 de agosto de 2021
Siete estampitas
El alcalde de Madrid pide a la Virgen de la Paloma que acabe con la maldita pandemia y le reprochan que no se encomiende a la Ciencia, que es la nueva religión.
Cantabria registra dos nuevos fallecimientos: una mujer de 89 años y un varón de 84, víctimas ambos de la enfermedad de la que se habían al parecer inmunizado.
El comediante, director y autor británico recibió la comunión de la dosis de la Santa Vacuna en la abadía de Westminster y declaró que fue "maravilloso".
Algunos directores de colegios alemanes compasivos establecen Atem-Ecken, rincones del aula donde los niños pueden quitarse un ratito la mascarilla y respirar.
Cuatro policías franceses controlan, a falta de cosa mejor que hacer, que los que toman algo en una terraza tengan pase 'sanitario' que acredite su inoculación.